Archivo de septiembre, 2016

Análisis realista de la ropa de festival

Basta, en serio, basta. Irnos de festival se nos está yendo de las manos con eso de que ahora cuanto más estrambótico mejor. Tras ver los conjuntos elegidos por algunos de los asistentes al Burning Man, el festival que se celebra en el desierto de Nevada, he decidido romper mi silencio sobre este tema.

El festival deja una mezcla demencial de elecciones estilísticas que bailan, literalmente, entre El quinto elemento, Mad Max y Star Wars entre los que parece que se sortea un premio a la mayor horterada, cosa que, si así fuera, no sabrían bien a quién hacerle entrega del galardón.

Uno de los ejemplos es el tocado que os muestro a continuación, inspirado en las placas de un trilobites fosilizado que tiene pinta de captar la luz cuan placa solar y dejar respirar a la cabeza menos que cuando estás sentado en una terraza en Sevilla a las 4 de la tarde.

Otra que también eligió un conjunto ‘cómodo y transpirable’ fue Cara Delevingne, a la que tuvieron que sacarle el yelmo con soplete de la cantidad de piel que se le debió de quedar pegada después del festival. Su amiga Paris Hilton, una de mis celebrities favoritas debido a su ‘gusto impecable y discreto’ a la hora de vestirse, eligió un conjunto más fresco que remató con unas botas de estilo 2003. Con deciros que cuando sacó los pies de las botarras calzó dos tallas menos de la cantidad de agua que perdieron de lo que le habían sudado, os lo digo todo.

#Epic #BurningMan with #AlienTwin @CaraDelevingne. 🔥✨✨👽👯✨👯👽✨

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Que en un festival siempre pasas un poco de frío es algo que todos sabemos, lo que nos hace meter una chaquetilla para el bajón que da a últimas horas de la madrugada (ese que coincide con el final de los efectos del alcohol y el cansancio extremo que hace que se nos quiten las ganas de brincar como las cabras montesas en Guadarrama).

Pero la sudadera roñosa de tu universidad es algo muy desfasado para el Burning Man, donde las invitadas acuden con sus abrigos de pieles para combatir las bajas temperaturas. Eso sí, sin llevar casi nada debajo para los momentos en los que pega el sol.

¿Que se llena la piel de chinchilla de arena? No pasa nada, basta con echarlo al suelo y pasarle una aspiradora después del festival y como nuevo.

You can be whoever you want! ❤️ #burningman2016 #burningman #blackrockcity #playa #fauxfur

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There's really nothing quite like dusk on the playa ❤️ Coat by @lustfordusk #burningman2016

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La elección de Katy Perry tuvo un poco más de sentido ya que la mascarilla me parece un básico en este tipo de festivales (a no ser que te guste expulsar mocos negros durante los dos días siguientes) aunque fuera en versión peluche y seguramente terminara con el bigotillo sudado.

🔥AlivE🔥

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👼🏻 luminary fairy 👼🏻

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Mi conclusión es que o yo estoy equivocada con mis normas de vestuario para ir de festival o que la gente está perdiendo el control de sus armarios, porque sino explicadme el sentido de este conjunto:

O de este:

O incluso este:

Believe in Magic #magic #burningman2016

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¿Cuándo decidimos convertir los festivales en Carnaval?

Cómo romper unos vaqueros sin destrozarlos en el intento

Mi tendencia favorita es y será siempre aquella en la que no tengo que gastarme un duro para llevarla por dos motivos: en primer lugar porque no está el planeta para que andemos consumiendo a este ritmo demencial y en segundo lugar porque, como buena ahorradora que soy, prefiero gastar el dinero en cosas más importantes.

Es por esto que la tendencia de los vaqueros rotos es perfecta para aquellos que pensáis como yo, o simplemente para quiénes os gusta llevarlos con agujeros.

En este vídeo diy (las siglas de «do it yourself«, que viene a ser el «hazlo tú mismo» en español pero en inglés suena más cool) aprenderéis a destrozar estilísticamente vuestros vaqueros.

La técnica es inventada por lo que, si conocéis alguna mejor, contádmelo en los comentarios. Si os animáis a hacerlo, contádmelo también en los comentarios y, si la tendencia de los vaqueros rotos os parece una pérdida de tiempo y estáis totalmente en contra de todo lo que implique destrozar la ropa a propósito, justificad vuestras creencias tendenciles también en los comentarios.

Los errores de maquillaje que cometía de adolescente

Cada vez estoy más convencida de que crecer es aprender de los errores. ¿Recuerdas cuando salías con 18 años? Me apuesto lo que quieras a que cuando sales ahora no te pides lo mismo. También me apuesto lo que quieras a que no te atrae el mismo tipo de hombre. O de mujer.

La mayoría de las cosas las aprendemos después de cagarla de sobremanera, como es mi historia con el maquillaje.

Esto que os cuento viene a raíz de una iniciativa que he visto en Youtube en la que bloggers de belleza recrean los maquillajes que se hacían en el instituto.

Lo primero que debéis saber es que mi madre era (y es) la persona menos partidaria del maquillaje (y especialmente a edades tempranas) por lo que tenía terminantemente prohibido hacerme lo que era la última moda en mi colegio cuando se tenían 16 años: la raya negra del ojo.

Como buena adolescente, las prohibiciones me entraban por un oído y me salían por el otro, por lo que lo hacía a escondidas en casa de alguna amiga. Mantenía la vista en el techo y ella trataba de dibujar el trazo negro dentro de lo poco que mi ojo se dejaba y siempre estaba pendiente de borrarlo antes de entrar por la puerta, no fuera a ser que mi madre se diera cuenta. Pero es madre, obviamente se daba cuenta.

Cuando ya tuve «permiso» para llevar maquillaje no tuve precisamente a mi alcance la cantidad de vídeos tutoriales que hay ahora en los que puedes aprender hasta cómo hacer una lámpara con botellas de plástico. Me limitaba a maquillarme intuitivamente, lo que hacía que, por ejemplo, llegara a clase con todo el corrector (que ya me diréis qué necesidad tienes a los 17 de usar corrector) sin extender.

Mis mejores amigos eran la raya negra en la línea del agua y el gloss con más purpurina de toda la droguería, ese que hacía que si algún noviete me fuera a dar un beso se resbalara en los labios y acabara besando el suelo. Luego estaban los del chino, que le dejaban pegado.

Era una época en la que, no sé por qué, no respetaba mis cejas y las depilaba dejándolas casi en una línea de pelitos en fila, como las hormigas cuando van buscando comida por tu baño cuando te vas de vacaciones.

Con los años (y más que nada viéndome reflejada en el espejo) empecé a tomar nota de mis errores y a corregirlos. Aprendí que las cejas, cuidadas sí, pero mejor al natural. Y que si las rellenas con un lápiz de tu color o un poquito más oscuro, haces que resalten los ojos.

Aprendí a extenderme el corrector y a ponerlo en los lugares donde verdaderamente se necesitaba. Corté también con las bases de maquillaje y los polvs bronceadores de raíz porque prefiero llevar la piel al natural aún con granitos e imperfecciones.

Tiré los glosses (todos) y los sustituí por barras de pintalabios buenas. No cinco mil sino dos o tres buenas, de esas que ya puedes pasarte el día entero sin retocarlo y el color apenas lo pierdes.

La lección más importante era que no se trataba de hacer resaltar todo: los labios, los ojos, el cutis… sino de elegir una parte a recalcar y que la otra simplemente compensara de manera más discreta.

Me hice amiga del eyeliner y aprendí a usarlo sin que casi me tiemble el pulso después de años de práctica.

Para acabar, os dejo una foto en la que podéis comparar cómo era mi maquillaje de hace 6 años y mi maquillaje de ahora. ¿Vosotras qué habéis cambiado a la hora de maquillaros?

Atención a mi combinación de flequillo+mechones de rabino. MARA MARIÑO

Atención a mi combinación de flequillo+mechones ondulados de rabino. MARA MARIÑO

El ‘efecto verano’ en la tripa y las caderas

[Día 1 de septiembre a las cuatro de la tarde. Me relajo con mi mejor amiga en el borde de la piscina aprovechando para ponernos al día.]

-Qué asco de verano, no me gusta cómo tengo las piernas.

La miro con ese amor reverencial de abuela que tenemos por las amigas queridas, ese que hace que, estén como estén, las veamos siempre como las criaturas más perfectas del universo y no nos entre en la cabeza que no las llamen para un trabajo o que el chico de turno no las conteste los whatsapps.

-Tonterías- le digo-. Yo antes del verano tenía abdominales y ahora mira…

Nos reímos y enumeramos los extras del verano: su brownie de chocolate con helado de dulce de leche, mis incontables platos de pasta, las pizzas…

Y es que en verano, como en Navidades, Semana Santa o cualquier época del año un poco más especial, nos dedicamos a lo importante: a disfrutar. ¿Y qué mayor disfrute que dejar de lado lo que debemos seguir de manera más estricta durante el resto del año?

Si eres de los que lleva puesto el ‘efecto verano’, es decir, el efecto de las tapas, pinchos, salchipapas, cubatas en la terracita chill out, barbacoas, lomo-quesos, festivales, etc, es normal que el cuerpo haya perdido un poco de forma y que notes una flacidez veraniega en la tripa o en las caderas.

Volver a la rutina laboral puede ser la clave para encaminarnos hacia hábitos más saludables como sustituir los litros de cerveza por agua y volver a una alimentación equilibrada que no esté basada en fritos y rebozados como los platos del chiringuito (que no significa que te pases el día comiendo verde como las vacas).

Retomar la forma física es más fácil si hemos entrenado previamente, un poco como montar en bicicleta. El cuerpo, que es muy sabio, sabe que hace meses, estuvo en forma, solo tenemos que encontrar la manera de recordárselo.

Para ello debemos hacer ejercicio. No, no hay alternativa, hay que moverse. Si tu único ejercicio cardiovascular ha sido andar del aparcamiento a la orilla para plantar la toalla, empieza poco a poco. Puedes apuntarte a un gimnasio o empezar con algo tan sencillo como el running. Que no importa si solo corres hasta la esquina y vuelves a casa siempre y cuando mañana corras hasta la esquina y un pasito más allá y así progresivamente hasta que te hagas la San Silvestre.

La clave es y será siempre la paciencia y no agobiarse por cómo hemos vuelto. Que, en el fondo, la vida es demasiado corta como para renunciar también en verano a los pequeños placeres gastronómicos.

«Que nos quiten lo zampao» pensamos mientras hablamos de la clase de spinning que seguramente nos espera al día siguiente.