Resiliencia. Capítulo 14: Madrid me mata

Cuando dos personas se encuentran pueden pasar varias cosas: todo o nada.

Y después está esta historia.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión
Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
Capítulo 7: No solo los aviones vuelan
Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos
Capítulo 9: Todo contigo
Capítulo 10: Lo que te mereces
Capítulo 11: No deberían hacerte llorar
Capítulo 12: Jugando las cartas
Capítulo 13: Hacer sangre

Capítulo 14: Madrid me mata

Aunque las heridas de la mano no habían tardado en cicatrizarle, todavía le seguía tirando la piel cada vez que cerraba el puño. Sus manos, que siempre habían sido una de las partes favoritas de su anatomía, le recordaban  al chico cómo tenía que haberse puesto para lograr la atención de Mia. Si el único lenguaje que su novia entendía iba a ser ese, estaba dispuesto a llenarse de mil marcas más con tal de no perderla.

Había pasado una semana desde la conversación. Un intercambio de opiniones que se había saldado con su mano malherida, 250 euros para cambiar la ventanilla del coche y el acuerdo de ir todos los días a buscar a Mia en cuanto saliera del trabajo para dejarla en casa.

«Es por tu seguridad, a esas horas no me gusta que vuelvas sola. Además, así aprovecho y te veo» Andrés se lo había argumentado tan lógicamente que Mia no había encontrado nada que objetar. El chico la notaba mucho más dócil desde aquel día, algo que agradecía infinitamente. No solo había accedido a que fuera a buscarla sin poner una sola pega, sino que le había dado todas las contraseñas de sus redes sociales. «Si me las das me demostrarás que puedo confiar en ti» le aseguró él entonces. Andrés las llevaba conectadas en las aplicaciones de su propio móvil para enterarse al tiempo que ella, sino antes, de todas las notificaciones que le llegaran.

Fue así como descubrió que Fer intentaba contactar con Mia. Pese a haberle eliminado de Facebook, Twitter e Instagram, el chico le había mandado varios e-mails que Andrés, contínuamente pegado al móvil, solía borrar antes de que llegaran a los ojos de su novia.

Las palabras del último todavía rondaban su cabeza: «Nos unen años de amistad, de buenos y malos momentos. Siempre he estado ahí para ti y aunque no quieras nada conmigo, siempre voy a estar. Lo que no quiero es que por un beso me borres de tu vida, porque formas una parte importante de mí. Mañana, cuando salgas de la universidad, me acercaré a tu facultad para que hablemos de esto y, si no quieres verme, al menos, me lo dices a la cara. Si oigo de tu boca que nuestra amistad se ha terminado y que vas a ser más feliz sin tenerme cerca, ten por seguro que no vas a volver a saber nada de mí, pero lo haremos en persona como las personas adultas que somos.»

Andrés giraba sin parar el móvil entre sus dedos preguntándose cómo gestionar la situación. No dudaba que el chico hablara en serio en lo que a ver a Mia se refería, por lo que necesitaba hacerle cambiar de opinión al respecto.

Aunque su fecha de nacimiento y el de su novia formaban parte de la misma generación, algo separadas, eso sí, no lograba entender de dónde les venía a ella y a sus amigos la inquietud de dejar constancia en Internet en todo momento de lo que hacían o de dónde se encontraban. Precisamente, cuando él tenía su edad, que no había Internet en el móvil, sabían que cuando mejor se lo estaban pasando era cuando no estaban conectados en el Messenger, porque eso significaba que estaban haciendo algo más interesante que pasar el rato a la luz de una pantalla, que estaban viviendo. Definitivamente se le escapaba, pero había aprendido a sacar provecho de ello.

Apagó el motor de la moto y esperó en una de las callejuelas que cruzaban la calle de la Palma. Su pasión por la Movida Madrileña había hecho que se conociera aquel barrio como las líneas que cruzaban sus manos. Al ser jueves, y a esas horas de la madrugada, las calles se encontraban casi desiertas. Solo la música de un bar que soltaba el aforo tan de a pocos que parecían salir con gotero, daba algo de vida y movimiento a la calle. Los «juernes» universitarios le hacían el agosto a más de un pub en Malasaña cada semana.

Una hora después, la música cesaba definitivamente y los últimos rezagados abandonaban el local. Andrés pudo distinguir perfectamente a Fer junto a dos amigos, que eran los que le acompañaban en la foto que el chico había subido a su cuenta de Instagram añadiendo la etiqueta #Madridmemata, el nombre del local.

No, Madrid no iba a matarle. Al menos no aquella noche. Pero al día siguiente iba a desearlo, pensaba Andrés mientras les seguía a pie empujando la moto, procurando que nadie reparara en su presencia, y menos en la numeración de la matrícula.

Cuando los tres chicos subieron a un coche a Andrés le resultó más fácil continuar con la persecución. Por lo visto, Fer no era el propietario del vehículo, ya que fue el segundo en bajarse en un barrio residencial ocupado por gigantescas urbanizaciones. Aquello ponía las cosas mucho más fáciles.

Fer soltó una carcajada mientras cerraba la puerta del coche y se despedía alzando el brazo de su amigo, que abandonó la calle dejándola sin el abrigo de la luz de los faros. Andrés aparcó la moto y se bajo de un salto mientras corría silencioso tras el chico que buscaba las llaves. Sin pararse, se subió la braga que llevaba al cuello y soltó su brazo contra la cabeza de Fer que impactó contra el portal metálico. El chico emitió un gemido mientras las rodillas cedían bajo su propio peso. Andrés le agarró del cuello del jersey y empezó a propinarle puñetazos en la cara sistemáticamente sin pensar en nada. Aunque el ruido sordo de los golpes le reconfortaba no dejó que la rabia le pudiera y soltó al chico al rato. Fer se hizo una bola en el suelo magullado mientras su nariz emitía un sonido ronco al respirar sangre. Andrés le alzó una vez más. El chico rozaba casi la inconsciencia, por lo que no intentó apartar la cara. Tras un par de sacudidas logró que se espabilara y le prestara atención mientras escogía cuidadosamente sus palabras.

-Esto es solo una pequeña muestra de lo que te puede pasar si intentas volver a contactar con Mia. Vas a decir que te metiste en una pelea al llegar a tu casa tratando de separar a dos borrachos, porque como digas algo de esto, te mato.- susurró Andrés mientras notaba como el brillo de lucidez en los claros ojos de Fer se convertía en terror.

-Tio, son casi las 11. ¿No ibas a buscar a tu novia sobre estas horas?-Raúl le sacudía el hombro para despertarle. Su plan había sido el de acostarse un rato al llegar de trabajar antes de ir a por Mia y, entre el cansancio y la adrenalina de la paliza, había dormido más horas de las que se había propuesto.

-Buena fiesta debiste de pegarte ayer- Raúl le seguía hablando mientras Andrés se peinaba-. Has dormido como un bendito. Por cierto, gracias por llenarme el depósito.

-No estuvo mal la noche. Era lo menos que podía hacer. Me salvas el culo con tu moto-Andrés cogió las llaves del coche y se despidió de su amigo-. Te veo en un rato.

Mia estaba un poco más seria que de costumbre cuando se subió al coche.

-¿Ha pasado algo?- preguntó Andrés tras saludarla con un beso.

-Inés me ha dicho que Fer se metió ayer en una pelea y está bastante magullado. No sé si debería ir a verle.

Andrés se tensó.

-Acabamos de vernos después de todo el día separados y lo primero en lo que piensas es en perderme de vista. Increíble.

Mia saltó.

-¡Andrés no es eso! ¿Cómo puedes pensar así? ¡Estamos hablando de que a un amigo mío le han pegado!

-Sí, de un amigo tuyo que, por si te habías olvidado, quiere algo más que tu amistad.

Mia bufó mientras se cruzaba de brazos en el asiento. Andrés emprendió el camino a casa de su novia en silencio. Al menos el chico no se había ido de la lengua. Confiaba en que si cumplía esa parte cumpliera todo lo demás. Sabía lo traumática que podía ser una paliza y más con un mensaje como el que le había dejado. Cuando llegaron a la calle de la chica, Andrés pasó de largo.

-¿A dónde vas?

-Necesito que tengamos un rato a solas. Nos vamos a un sitio más tranquilo.

Mia, que sabía lo que aquello significaba, se mordió el labio inferior con fuerza intentando contener las ganas de llorar. El chico la miró largamente y aparcó en un descampado a unas cuantas manzanas de la casa de Mia. Tras soltarse el cinturón salió del coche y entró a los asientos traseros.

-¿Vienes o qué?

No se le escapó como, antes de seguirle, Mia se enjugaba los ojos intentando que él no la viera.

Cuando al rato la dejó enfrente de su casa, Mia por fin despegó los labios para hablar.

-Quiero decirte algo- parecía necesitar valor para empezar-. Desde que estoy contigo no veo casi a mis amigos. No tengo tiempo para mí. Solo estás tú.

Andrés la miró como si no comprendiera lo que su novia quería decirle.

-Lo sé, creo que es genial. Pero, ¿qué querías decirme?

Mia, estupefacta, bajó la cabeza mientras negaba. Le dio un beso rápido y se bajó del coche.

-Caramelo, ¿me quieres?

Ella se giró. Aunque tenía la cara apagada y los ojos algo hinchados, contestó segura.

-Como nunca y para siempre.

Cuando ella entró al portal Andrés sacó su móvil. Fer había subido una fotografía a Instagram en la que se encontraba con la cara amoratada sonriente rodeado de Inés, Judith y todos sus amigos del grupo. Todos menos uno.

Lágrimas. PDPICS.COM

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2 comentarios

  1. Dice ser sara

    Lo de Andres me deja sin palabras. Cada dia logra superarse para ser peor. Una pena que por desgracia en pleno siglo XXI, el caso de Andres no sea unico y se den muchos casos como el.
    Tambien es una pena ver a Mia asi. Me pregunto… ¿Por qué cuando desde fuera vemos estos casos nos llevamos las manos a la cabeza, y cuando se esta dentro de esa situación no somos capaces de ver la realidad y normalizarla?
    Como siempre voy a esperar otro capitulo porque estoy enganchada a esta historia.
    Lo unico que no me ha gustado es la siguiente frase :»Si el único lenguaje que su novia entendía iba a ser ese, estaba dispuesto a llenarse de mil marcas más con tal de no perderla.» Es echar las culpas a ella, que nunca las tendra, No hay nadie que se merezca tal trato y no hay nada ni nadie que lo justifique.

    24 abril 2016 | 15:29

  2. Dice ser Moni

    Enhorabuena Mara, mejoras tu narrativa por momentos y la historia tiene unos giros que enganchan.
    La historia me da muchísima pena y sigo teniendo tus palabras grabadas de cuando presentaste Resiliencia, «El maltrato puede adoptar muchas caras»

    25 abril 2016 | 16:15

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