Resiliencia. Capítulo 11: No deberían hacerte llorar

Cuando dos personas se encuentran pueden pasar varias cosas: todo o nada.

Y después está esta historia.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión
Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
Capítulo 7: No solo los aviones vuelan
Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos
Capítulo 9: Todo contigo
Capítulo 10: Lo que te mereces

Capítulo 11: No deberían hacerte llorar

Las palabras de Andrés todavía resonaban en su cabeza cuando llegó a la casa de Fer. «Ojalá cojas un sida». «Ojalá cojas un sida». Habían formado un eco que se repetía en bucle sin parar. Se paró frente al portal enrejado. Más de diez años de amistad y seguía sin saberse bien la puerta del piso de su amigo. En comparación al modesto telefonillo de su casa, el de la urbanización de Fer tenía más edificios que un cuartel. Mia apoyó la frente contra el portal suspirando con impotencia.

No se sentía a gusto. Algo estaba fallando y podía notarlo interiormente. Aquello no iba bien y no sabía si alguna vez lo iría. Sus ganas de fiesta nunca habían sido menores. Cuando decidió que lo mejor sería volver a casa, algunos de sus amigos aparecieron por la esquina con botellas y un considerable pedo encima. Incluso con alcohol en vena sabían dónde marcar.

El griterío y la música se oían desde el bajo, y, teniendo en cuenta que el piso de su amigo era el octavo, aquello hablaba bastante bien de la fiesta. Fer les abrió con la misma tranquilidad que lo hubiera hecho si estuviera preparando uno de sus exámenes de ingeniería y no siendo el anfitrión de una fiesta de más de cincuenta personas. Aunque no llevaba ni cinco minutos, Inés ya le había acercado un vaso de sangría y se había llevado su bolso a una de las habitaciones.

Mia trató de echarle las ganas que no tenía a la velada y se sentó junto a Judith que se encontraba hablando de su cumpleaños con las otras chicas. Al instante la quemazón de la culpabilidad le atenazó por dentro. Volvió a disculparse con su amiga, pero Judith estaba demasiado bebida como para enterarse de nada por lo que se limitó a abrazar a Mia y a decirle cuánto la quería. La chica le devolvió el abrazo y empezó a sentirse un poco más ella misma. Al poco ya estaba en el centro del salón con Inés y Judith moviéndose al ritmo de Unstoppable de Afrojack. Cuando el móvil le empezó a vibrar insistentemente se apartó de la improvisada pista sabiendo que sería Andrés.

Una serie de mensajes del chico reventaron aquella pequeña burbuja de felicidad que había creado con sus amigas.

«Todavía no me creo que te hayas ido dejándome así, no sé quién te crees que eres»

«¿Piensas que alguien te puede querer una décima parte de lo que te quiero yo?»

«No te das cuenta de que lo que siento yo por ti no lo va a sentir nunca nadie»

Con un nudo en el estómago la chica se guardó el móvil y salió a la terraza. El aire fresco le sentó peor de lo que esperaba. Si buscaba consuelo le transmitió una amarga soledad.

-Siempre que pones esa cara suele ser porque, poco antes, has mirado el móvil.

Una voz grave la sacó de su ensimismamiento. Fer se acercó a ella con su vaso de sangría y se lo ofreció.

-Debe ser que solo te dan por ahí malas noticias-dijo el chico mientras se apoyaba a su lado en la barandilla. Viendo que Mia no contestaba, siguió hablando -. Te voy a decir una cosa, Mia. No te la voy a decir a malas ni porque te esté intentando lavar la cabeza, sino porque soy tu amigo, pero desde que estás con ese chico pareces distinta. Todos te notamos diferente-. Fer parecía no encontrar palabras para expresarlo con delicadeza- Te notamos más triste.

-Supongo que no puedo pretender que todo sea perfecto, ¿no?-replicó ella con amargura.

-En eso te equivocas. Lleváis poco tiempo. Este debería ser el mejor momento, en el que todo son citas, primeras veces, sorpresas, detalles… O al menos así debería serlo.

-Eres tan inocente. Así no es el mundo real Fer, las grandes historias de amor nunca tienen todo a favor, siempre hay un poco de drama. Quien bien te quiere te hará llorar.

-Y una mierda. No creo que tú merezcas eso. Si yo estuviera contigo haría que cada día fuera una gigantesca demostración de amor.

Fer lo dijo de pasada pero a Mia no se le escapó lo que pasaba por la cabeza del chico. Un año antes, en una fiesta parecida a aquella, Fer se le había declarado, pero ella le había rechazado. Por aquel entonces, no había noche que Fer no acabara liado con alguna chica. Aprovechaba que estaba en casi todas las discotecas de Madrid de relaciones públicas para engrosar agenda. Mia, en cierto modo lo entendía, a los dieciocho entrar gratis a los mejores reservados era lo más parecido al cielo, y si a eso le sumabas que Fer era uno de los chicos más guapos de su colegio, las calabazas no las veía ni en pintura. Fue por eso por lo que Mia no cupo en su asombro cuando Fer le dijo de tener algo serio. Le quería mucho, pero la forma de ser de su amigo le ‘repateaba’.

-Me estoy quedando fría. ¿Tienes una chaqueta?

Fer la condujo a su cuarto y se puso a tirar por el aire sudaderas hasta que dio con una que pudiera servirle a la chica. Tras ponérsela, Mia curioseó por la habitación de su amigo. Todos los pósters de mujeres medio desnudas de la FHM habían desaparecido de las paredes. Lo único que tenía ahora era una foto que ocupaba todo el cabecero de su cama del viaje que hicieron de fin de curso.

Mia se sentó en la cama. Estaba llena de libros y apuntes llenos de fórmulas. Estaba claro que en un año Fer había cambiado. No solo físicamente, que un par de centímetros de altura también había ganado, sino mentalmente. El chico que antaño era el depredador de las fiestas, estaba ahora sin interés por integrarse en la suya propia habiéndose quedado a estudiar el examen que tenía esa semana hasta que llegaron los primeros invitados.

El móvil de Mia volvió a vibrar.

«¿Cuántas pollas has comido ya?»

La chica leyó el mensaje mientras sentía arcadas. Apagó el móvil rápidamente y se le humedecieron los ojos. Intentó que Fer no la viera, pero el chico ya se encontraba escrutándola. Se sentó a su lado y la rodeó la espalda con el brazo.

-Nadie debería hacerte llorar nunca. Nadie, ¿me oyes? Y menos a quién consideras parte de una «gran historia de amor». No deberías estar con nadie que te haga daño. Mereces ser feliz.

Mia se abrazó al chico tratando de no perder el control de unas emociones que amenazaban con desbordarse por sus ojos. Fer se puso a acariciarle la cabeza mientras le repetía en voz baja al oído que merecía ser feliz. Mia se incorporó retirando con la sudadera unas lágrimas que le empañaban la vista antes de llorarlas. Fer se encontraba a unos centímetros de ella, tan cerca que la chica casi podía contar las rayas verde botella que cruzaban los ojos azules de su amigo. Jamás le había sentido tan cercano a ella. No físicamente sino que, por una vez, sentía que estaba viendo la verdadera cara de Fer. Y le gustaba. «A la mierda» pensó Mia mientras se acercaba más a él. Fer tomó aquello como una invitación y cogió la cara de la chica entre sus manos mientras la besaba cuidadosamente. Mia exploró los labios de Fer y al poco se separó.

-Creo que deberíamos volver- dijo mientras se ponía en pie. La chica sintió que no se refería solamente a la fiesta, sino a la realidad, esa realidad en la que ella estaba con Andrés y Fer solo era su amigo.

-Sí, no quiero que alguien apoye los vasos en la mesa de madera de ébano porque no encuentra los posavasos- añadió Fer para quitarle hierro al asunto.

Salieron en la habitación riéndose como tantas otras veces mientras un nuevo mensaje llegaba al móvil apagado de Mia.

«Lo siento, perdóname por favor. Soy un gilipollas. Te quiero. Te esperaré toda la noche aquí para disculparme si es necesario»

Ciudad por la noche. GTRES

Ciudad por la noche. GTRES

2 comentarios

  1. Dice ser Moni

    Pues que siga esperándola, pero que espere sentado…porque ojalá y Mía se separe de él cuanto antes…las faltas de respeto no se deben consentir nunca, ni de novios, ni casados , ni entre amigos, y el tal Andrés no hace más que faltarle el respeto a su novia en cuanto las cosas no salen de la manera que a él le apetecen que salgan…bufff, qué agobio y qué pena de relación. Mía, sal corriendo ya !!!

    03 abril 2016 | 19:20

  2. Dice ser Pebbles

    Quien bien te quiere, NO te hará llorar

    03 abril 2016 | 20:21

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