Resiliencia. Capítulo 5: Colisión

Hace años me instaron a escribir esta historia. Aunque, cuando me lo dijeron, esa historia no era esta historia. Así que supongo que, aunque no he elegido que sea de esta manera, he elegido compartirla tal cual es ahora. No es una historia personal aunque algunas vivencias son propias. Si he decidido escribirla es porque, si a mi me sirve de terapia, quizás a ti te pueda servir de ayuda.

Resiliencia te puede haber pasado a ti, a tu madre, a tu compañera del trabajo, a tu prima pequeña, a tu mejor amiga. Puede sucederle a tu hija. Es la historia de superación del mayor trauma de una vida. El maltrato puede adoptar muchas formas, pero, sobre todo, puede adoptar muchas caras.

Mia tiene 20 años, compagina sus clases en la universidad con su nuevo trabajo de azafata de eventos mientras saca tiempo para ver a Hugo, su novio adicto al gimnasio. Andrés a sus 28 años parece que tiene la vida resuelta con un trabajo fijo en una empresa de repostería y una relación de más de cinco años. Pero ninguno sabe lo que se les viene encima.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión

Capítulo 5: Colisión

Mia masticaba a toda prisa el último cupcake que le había regalado uno de los talleristas mientras hacía que buscaba algo agachada tras el mostrador. Cuando oyó al de las coberturas llamándola, tragó corriendo sobresaltada mientras se ponía en pie rezando por no tener en la boca alguna mancha de chocolate. Últimamente se pasaba por su puesto más de lo que a ella le gustaría. Un chico cabizbajo le acompañaba. Lo primero que pensó de él fue que parecía tímido, lo segundo le vino a la mente cuando cruzaron la mirada. “Tiene ojos de lobo” pensó preguntándose de dónde podía venirle un pensamiento como aquel.

Tras presentarse cordialmente y darse los dos besos de rigor, Sanz se marchó a atender una llamada. La conversación fluyó educada. Ella le contó sin mucho interés que trabajaba de azafata mientras estudiaba la carrera. Al poco de que el chico de las coberturas le dijera que tenía una banda de rock y que era fotógrafo, su interés por la conversación empezó a aumentar. A Mia le apasionaba la gente creativa.

Cuando quiso darse cuenta, era la hora del próximo taller. Tuvo que hacer un esfuerzo enorme por dejar la conversación que ahora versaba sobre sus grupos favoritos, ya que coincidían en la mayoría de ellos.

-¿Estarás aquí todo el finde?- preguntó Andrés.

-Sí- dijo ella con resignación- no me dejan moverme ni para mear. Literalmente. Tengo que hacer pis en esta botella de aquí-dijo mientras sacaba del mostrador la botella de agua que usaba para humedecer las bayetas.

Viendo la cara de susto que puso el chico, supo que había llegado lejos con el chiste.

-Es broma, pero lo que si es cierto es que este es mi puesto en la feria- le dijo. No sabía si había sido sensación suya o realmente le parecía que él se quitaba un peso de encima.

-Genial. Luego me paso a verte entonces y seguimos discutiendo por qué mi McCartney siempre será mejor que tu Lennon.-dijo él mientras se alejaba después de guiñarle un ojo.

-¡Eso nunca!- remató Mia alzando la voz para que la oyera mientras se alejaba.

Siguió con la vista sus pasos renqueantes según enfilaba el pasillo. Iba con las manos en los bolsillos, lo que hacía parecer sus pitillos aún más caídos. Para completar sus aires de rockstar llevaba una camisa de cuadros que parecía hecha para él.

Le llamaba la atención lo rápido que se le pasaba la feria cada vez que el chico de las coberturas sacaba un rato para hablar con ella. Incluso cuando estaba liada recogiendo los restos de algún taller y no podía pararse a hablar, él le dejaba una Coca Cola o una chocolatina en la mesa. Y si dejaba de acercarse, empezaba a echar en falta su conversación.

-Hasta mañana, caramelo-dijo él mientras se colgaba una cartera del hombro y se dirigía a la salida. ‘Caramelo’ había sido el mote que Andrés le había puesto tras descubrir que ambos eran fans de Pereza. Ella se sintió un poco decepcionada al ver que no le pedía el teléfono. Al instante se recriminó pensando en lo gilipollas que era. Su novio estaría fuera esperándola.

Cuando al día siguiente no le vio aparecer hasta el mediodía tenía una mezcla entre alivio y enfado.

-¿Dónde te habías metido?-preguntó Mia tratando de disimular el mosqueo.

-Al imbécil de mi jefe se le habían olvidado las coberturas en el almacén. Adivina quién ha tenido que ir a buscarlas- dijo él. Ahora tenía sentido por qué Sanz se había pasado toda la mañana de un lado a otro de la feria pegando voces al teléfono.- ¿Me has echado de menos, caramelo?- dijo él cruzándose de brazos y apoyándose en el mostrador con una sonrisa torcida de suficiencia.

“¡Con lo tímido que parecía ayer!” pensó ella alucinada.

-Desde luego que no- exclamó Mia retirando con violencia los cuadernos que habían quedado bajo los brazos de Andrés.

-Pues yo estoy casi seguro de que sí, al igual de que estoy casi seguro de que te preguntaste por qué no te pedí el número.

Ella trató de reprimir un bufido.

-Aunque me lo pidieras no te lo daría- replicó Mia sin salir de su asombro. ¿Es que ese chico tenía una ventana a su cerebro?

-¿Por qué no?- dijo él curioso mientras se inclinaba más hacia ella.- ¿Es porque no quieres admitir que te gusto?

-Pues claro que no me gustas.-dijo la chica tratando de parecer serena.- Llevas ‘peligro’ escrito en la frente.

Mia trató de no retirarle la mirada. No quería sentirse intimidada. Andrés, en vez de tomarse aquello como una invitación para marcharse, se inclinó más hacia ella. El pelo le colgaba a ambos lados de la cara y, del enfado, no fue consciente de que Andrés alzaba como hipnotizado una mano hacia su cara y enrollaba un mechón de su melena entre los dedos. Ella se apartó sobresaltada como si hubiera recibido un calambre.

-¡¿Pero qué haces?!-gritó y un par de personas se giraron a mirar a qué se debía el revuelo.

Andrés parecía tan sorprendido como ella, como si en vez de haber actuado a propósito lo hubiera hecho inconscientemente. Con la respiración acelerada trató de sonar serena. -No vuelvas a hacer eso nunca, ¿me oyes?

-¿El qué? ¿Un ricito?

-¡Sí! ¡Un ricito! Algunos estamos aquí trabajando.

-Pues no serás tú, según el horario de la feria, no tienes nada hasta las cuatro- dijo él con sorna. Si en algún momento parecía amedrentado por la reacción de Mia, ya se le había pasado.

-Quiero empezar con las cuentas del día, así me iré antes cuando se acabe la feria.

-Pues yo no quiero que la feria acabe nunca, Mia-dijo él clavándole la mirada.

Desde el incidente del mechón de pelo, Mia no podía pensar con claridad. Se sentía desubicada, como si alguien le hubiera descolocado las piezas de la ordenada forma en que veía el mundo. Nunca se sintió tan agradecida de ver a Sanz como cuando este apareció para llevarse a Andrés a negociar con los comerciales de una empresa de utensilios de cocina.

-Vengo a despedirme, mina-dijo José acercándose al stand. Apenas quedaban un par de horas para que todo acabara y por lo visto no había más clases, así que el argentino había terminado la jornada.

Tras despedirse brevemente y darle dos besos notó que José se quedaba mirando al techo del pabellón.

-Parece que no soy tu único admirador-dijo él manteniendo la vista fija en un punto a varios metros del suelo.

Cuando ella se giró dirigió la mirada a donde se encontraba mirando José. Suspendido en las alturas, en uno de los andamios que recorrían el techo del pabellón, se encontraba Andrés observándoles. Mia reprimió un escalofrío. No sabía cómo había llegado hasta ahí, pero sabía que estaba ahí por ella, y, extrañamente, en vez de sentirse halagada, no se sintió a gusto.

José se marchó y ella contuvo las ganas de volver a localizar a Andrés. Miró el reloj. En poco más de una hora todo habría acabado.

-¿Te ibas a ir sin despedirte, caramelo?- preguntó Andrés mientras observaba a Mia guardando los papeles con las cuentas en la pequeña caja fuerte.

Ella se sobresaltó. El recuerdo de la silueta de Andrés desde las alturas le intrigaba, pero no podía dejar que él la notara impresionada.

-Claro que no. Encantada, un placer –dijo Mia extendiendo la mano. Andrés la miró con extrañeza.

-Dame tu número de teléfono.

-No.

-¿Por qué no?

-Porque darte mi número significaría que esto no se queda aquí.

-¿Y qué es ‘esto’ exactamente? –preguntó Andrés acercándose a ella

-Pues… ¡esto! Ya sabes. Conocernos. Lo mejor es que sea cosa de un fin de semana.

-¿Por qué?

-Porque sí-dijo ella tratando de sonar rotunda mientras pensaba en Hugo esperándola.-Porque…tengo novio-admitió entre dientes mientras agarraba su bolso.

-Yo también tengo novia-él se puso delante de ella interfiriendo su paso.- Pero también creo que esto no debería quedarse en ‘cosa de un fin de semana’.

-¿Por qué no? –preguntó esta vez Mia. Sentía como le palpitaban los oídos. Su cabeza llegaba a la altura del pecho de Andrés y podía notar como a él también se le había acelerado la respiración.

-Ayer me dijiste que Across the universe era tu canción favorita de los Beatles- recordó Andrés- Veamos qué opina el universo de nosotros.

Acto seguido, el chico cortó dos trozos de papel idénticos de un folio que le había sobrado a Mia y escribió algo en cada uno. Después los hizo una bolita y metió cada bolita en una de sus manos.

-Ohhh Universo poderoso, ¿Mia y yo estamos destinados a vernos otra vez?- Mia le miraba incrédula. El chico parecía estar tomándose en serio lo del universo pensó cuando Andrés le acercó sus puños cerrados.

-Elige uno.

¿Qué podía perder? Aquello no era más que una tontería. Golpeó con el índice el puño izquierdo y Andrés lo abrió para que ella cogiera la bolita de papel. Cuando ella la desenredó un “SÍ” mayúsculo ocupada su interior.

-Ha sido cuestión de suerte.- dijo ella- No una señal del universo.

El chico pareció indignado y propuso hacerlo otra vez, por lo que se guardó las bolitas en las manos después de cambiarlas varias veces de lado.

Mia volvió a elegir la izquierda y el papel con el “SÍ” volvió a aparecer. Aún escéptica, aunque un poco alucinada, pidió una tercera ronda. Esta vez Andrés las cambió de mano unas veinte veces hasta que Mia le pidió que parara. Sin quitar ojo de sus movimientos, escogió esta vez la mano derecha. El chico, ansioso porque la abriera, le preguntó qué contenía. Ella alzó la mano mostrándole el “SÍ”. Aquello no era posible. Una vez vale, dos puede…pero ¿tres?

-Has hecho trampas.-afirmó Mia –En los dos papeles habías escrito “SÍ” para que escogiera cual escogiera tuviera que darte mi número.-Se sentía idiota por haber caído en un truco tan tonto.

-¿Eso piensas? ¿De verdad no te crees que el universo pueda estar diciéndonos algo? Bien- dijo dejando la otra bolita de papel aún cerrada encima del mostrador. Parecía decepcionado.- Te hacía diferente, pero si eres así lo mejor es que ‘esto’ acabe aquí. –Dicho eso le dio la espalda a la chica de vuelta a su stand.

Mia le siguió por enésima vez con la mirada. Una vez hubo desaparecido recogió la bolita de papel y se dispuso a abrirla. No quería darle la satisfacción de que él la viera dudar después de haber sonado tan convencida.

-¡Andrés, espera!- el chico se encontraba arrodillado cerrando su cartera. Mia recortó la distancia que les separaba y le extendió un papel. Andrés recogió la notita con el “SÍ”. Debajo de la palabra se encontraban nueve cifras perfectamente visibles.

Mia esperaba nerviosa a que el chico de las coberturas reaccionara de alguna manera. El pabellón estaba vacío y tenía la sensación de que el retumbar de su pulso hacía eco en las paredes de cristal.

Andrés se incorporó lentamente mientras no separaba los ojos del papel, memorizándolo.

-No se va a desintegrar- dijo Mia. Si esperaba alguna reacción por su parte, no parecía que fuera a llegar.- Bueno, pues eso…me voy. Hablamos si quieres, sino quieres…

-Antes de irte, ¿me das un abrazo?- interrumpió Andrés clavándole los ojos sin pestañear.

La chica se quedó congelada en el sitio tratando de averiguar hasta qué punto un abrazo con Andrés podía desencadenar algo más.

-Solo un abrazo, nada más. Te lo prometo.- insistió el como si volviera a leerle el pensamiento.

-Ehh…vale- Mia se acercó y alzó los brazos alrededor de su cuello mientras Andrés rodeaba la cintura de la chica con los suyos. Encajó la cabeza en su pecho y sin pensarlo cerró los ojos. El mundo podría haber terminado fuera del pabellón de cristal que ella ni se habría enterado.

Sector de la Vía Láctea. GTRES

Sector de la Vía Láctea. GTRES

3 comentarios

  1. Dice ser Basura feminazi

    De verdad te pagan por escribir semejante basura de quinceañera??? «Mia masticaba a toda prisa el último cupcake…» esto es para dejar de leer…pero sigamos…ah, que su «querido» tiene una banda de rock…qué raro, enamorada de un malote, después sólo quereis un hombre bueno que os escuche.

    20 febrero 2016 | 10:42

  2. Un rockero fan de pereza? DE PEREZA???? JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJA

    20 febrero 2016 | 10:44

  3. Dice ser Pebbles

    Suena todo a » muy bonito» … aunque haya lectoras/es que parece que nunca han tenido 20 años y que siempre han estado enamoradas/os de la persona adecuada, o que quizá, simplemente a ellas/os no les paguen por escribir ni bien, ni mal, ni regular y sea,verdaderamente, eso, lo que les escuece. Permitidme dos consejos para ellas/ os , para gustos los colores y al que no le guste que no mire ( lea)
    Por lo demás, Mara, como te iba diciendo…parece bonito el panorama que a Mía se le presenta, pero, claro, por lo que nos imaginamos con tu introducción, supongo que la cosa se quedará en el » parece» bonito pero , en el fondo, a la larga, no lo será
    Espero, con ganas, el próximo capítulo y mira, en esta vida, de todo se aprende, hasta de los fracasos…
    Ánimo Mara Mariño, cada vez lo haces mejor !!!

    20 febrero 2016 | 13:42

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