Cada vez creo en menos cosas Un foro para pensar en lo divino y en lo humano

Archivo de abril, 2010

Cuidado con el supremo dentista

José Bono, el presidente del Congreso, católico practicante, lo ha explicado muy bien. Se puede creer en lo que no se ve, como Dios, pero no hay que ser creyente de las instituciones, como el Tribunal Supremo, por ejemplo, porque lo estamos viendo; incluso diría más: lo estamos viendo venir.

Para que podamos dar crédito a los tribunales, según Bono, son ellos los que deberían hacerse respetar “usando el sentido común”. Ese es el meollo del argumento. Para creer en Dios es imprescindible aparcar a un lado el sentido común, porque se trata de creer en lo que no se ve. “Pero no se cree en los dentistas, ni en los periodistas, ni se cree en los jueces. A los jueces les pasa como a los dentistas, que cuando te sacan una muela que no es la que te duele, le dices al vecino que no vaya a ese dentista”.

Bono y yo lo único que decimos es que el Supremo dentista nos puede quitar la única sentencia que no nos duele, mientras nos deja boquiabiertos con las pútridas muelas franquistas intactas.

A veces hasta olvido que Bono es de derechas.

¿Otra vez la está liando ZP?

Cuando vi en televisión la columna de cenizas que vomitaba el volcán de Islandia, y las consecuencias que empezaba a acarrear a la aviación civil de medio mundo, me giré hacia mi mujer (una santa con la que ensayo siempre mi humor negro) y le solté el chascarrillo que está en boca de todos cuando el volcán de la boca de Mariano Rajoy expele su lava: “¡La que está liando Zapatero!”

Ni siquiera recuerdo si mi chanza surtió efecto alguno, porque a continuación llenaron el televisor con la nube de cenizas tóxicas de la Gürtel, y lo del volcán islandés se quedó en pura anécdota.

¡Ja! Pero la realidad supera siempre a la ficción. Ayer al mediodía mi santa vengadora me llamaba a la oficina para devolverme la pelota: “Te juro que no es broma, Soraya Sáenz de Santamaría acaba de acusar al Gobierno de imprevisión por las consecuencias de la nube de cenizas del volcán”.

“Muy bueno, cariño -le contesté distraído- luego te cuento yo otro, pero ahora estoy ocupado”.

¿Será por amor a la patria?

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) la tasa de ahorro de los hogares españoles alcanzó casi el 25% de su renta disponible en el cuarto trimestre de 2009, su nivel más alto desde que se elabora la serie histórica.

Además, la confianza de los consumidores subió en marzo 1,6 puntos, gracias a que mejoró su percepción sobre la evolución de la economía y del empleo.

En realidad lo que está midiendo el INE es un estado de ánimo de la población en general, extraordinariamente sensible a las predicciones y rumores. Lábil, como mi tensión. Lo que quiere decir que por un lado estaríamos dispuestos a gastarnos más, y reactivar así el consumo gracias a la subida de la confianza en el futuro; y por otro, ahorramos como locos por si estamos equivocados.

El PP conoce nuestro dilema y centra su estrategia en seguir metiendo miedo: ya que no lo consigue del todo con nosotros lo intenta en los mercados internacionales para que disminuya nuestro crédito como país. Es lo que tiene el amor desmedido a la patria, que se pasan de frenada.

¿Vuelve el castrismo?

Los que tenemos cierta edad contemplamos en el derrumbe de la llamada “revolución cubana” idénticos síntomas, los mismos tics que en el desmoronamiento de la dictadura franquista. Todo dictador sueña con dejar bien atado aquel edificio ideológico por el que luchó la mayor parte de su vida.

Reconozco que aquella revolución alimentó mi ideario político de juventud, pues encarnaba el David proletario contra el Goliat norteamericano. Cuando aquello degeneró en el castrismo y en el culto a la personalidad, dejó de interesarme.

Hoy, gracias a otro Castro, de nombre José, juez instructor del caso Matas, he vuelto a ser castrista. Y vuelvo a ver en este otro Castro al David de la judicatura, que habla no como un juez engolado midiendo las palabras políticamente correctas, sino como un extraño juez guerrillero, bajado de no sé qué Sierra Maestra, un David al que el Goliat de la derecha amenaza ya con eliminar. Mientras dure esta revolución, vuelvo a ser castrista. Hasta que la derecha nos separe.