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Muchos padres de niños con autismo o con discapacidad jamás (o apenas nunca), tienen tiempo de pareja

Pasar unos días solos, sin niños, descansando o viajando, es algo que toda pareja bien avenida reconoce como recomendable, incluso como algo directamente necesario.

Antes de ser padre no es algo que te plantees demasiado. Viajas si te apetece y puedes, te quedas en casa si no hay planes y el cuerpo pide descanso, haces y deshaces contando con tu presupuesto, la disponibilidad en el trabajo y tus gustos.

Cuando tienes hijos, la cosa cambia. Pronto te das cuenta del gran cambio que supone no ser dueño de tu tiempo, ser cuidador permanente de uno o varios niños que no pueden quedarse en casa solos. En los momentos que tú no los puedes atender, tienes que asegurarte que otra persona de confianza pueda hacerlo. Entre semana hay que gestionar el llevarlos y traerlos del colegio, de las extraescolares, hacer deberes, preparar cenas, acostar, leer juntos… El fin de semana es similar, buscando actividades que hacer con ellos.

Si bajas la guardia puedes encontrarte convertido en padre o madre trabajador y con la faceta de pareja arrinconada, casi descuidada. Y es algo que tenemos que evitar.

Hay muchas formas de hacerlo. Mantener vivo el deseo, no olvidar buscar momentos, por fugaces que sean, en medio de la vorágine diaria, para ser dos de nuevo. También intentar escapadas. Ir al cine y a cenar alguna noche en la que algún abuelo de buena voluntad ha aceptado quedarse con los niños, darles de cenar y acostarles. Y una o dos veces al año incluso pasar una o dos noches a solas.

No suena demasiado difícil, ¿verdad?. Incluso que esa escapada pueda llamarse viaje y se convierta en una semana entera sin niños, para aprovechar y recorrer Nueva York (por ejemplo) a ritmo de adulto. Tal vez contando, de nuevo, con los abuelos. Puede que dejando a los niños con los tíos o algunos amigos con niños de la edad de los nuestros. Hoy por ti y mañana por mí. A veces aprovechando algún campamento infantil.

Pues cuando uno de los niños tiene autismo, una enfermedad crónica que requiera de especial dedicación o alguna discapacidad, la cosa se complica bastante. Es relativamente sencillo encontrar alguien que se quede unos días con un niño ‘normal’, pero cuando hay dificultades añadidas no es nada sencillo.

Muchas veces somos los padres los primeros que no nos fiamos o que no queremos cargar con una responsabilidad excesiva a otros. A nosotros nos pasa con Jaime. A sus once años, tiene mucha fuerza y hace ya un par de años que no nos fiamos de que los abuelos puedan llevarle de la mano por la calle. Suele ser muy bueno, pero si le da por soltarse de la mano y correr hacia una carretera o si tiene una rabieta, puede suponer un peligro para él y para ellos. Y tenerle durante dos días enteros supone una dedicación excesiva, hay que estar muy encima de él, de lo que hace. Eso sin contar que no puede quedarse en cualquier otro hogar; nuestra casa está preparada, con rejas en las ventanas, entretenimientos varios y nada que nos preocupe que rompa.

Por eso muchos padres de niños con autismo, con una enfermedad que requiera atención o conocimientos especiales o con discapacidad jamás (o apenas nunca), tienen esos momentos para ellos solos.

En parte por eso, aunque no solo, la relación de pareja en estos casos tiende a resentirse. Y es algo a evitar. Se navega mejor por la tormenta (y más feliz en mar en calma) si se hace equipo, si ambos reman, si cuando a uno le faltan las fuerzas el otro afianza el ritmo.

Merece la pena dedicar tiempo y parte del presupuesto familiar a cuidar la pareja; aprender a pedir favores, a solicitar ayuda; a relajarse y entender que no se es peor padre por necesitar un tiempo sin niños; a encontrar los recursos que nos lo faciliten.

El problema es que es más fácil decirlo que hacerlo. Y que la solución muchas veces requiere de una inversión de dinero importante, que no está al alcance de todo el mundo.

Hace un par de semanas Jaime estuvo de campamento. En su anterior colegio tienen un servicio de ocio y respiro familiar (sí, así se llama), que ofrece pasar un fin de semana al mes en una granja-escuela o un albergue: «La Asociación ofrece un servicio de Respiro Familiar por la sobrecarga emocional y el esfuerzo diario que realizan las familias para sacar lo mejor de sus hijos con mucha paciencia y dedicación. Este servicio les permite disfrutar a las mismas de un tiempo de descanso, ocio y tiempo libre, así como una disponibilidad para afrontar situaciones inesperadas o de necesidad que puedan surgir».

Es algo que le encanta, cuando le dejamos los viernes con su maleta se pone siempre muy contento. Suele ir un par de veces al año. Y nosotros aprovechamos para tener un fin de semana de pareja sin niños o con Julia organizando algo que a Jaime no le gustaría, como el viaje a Londres el año pasado en el que unificamos el cumpleaños de Julia y el mío y nuestro décimo aniversario.

Está bien atendido, por gente que conoce, en algún lugar tranquilo y al aire libre, desde la tarde del viernes hasta las 17 o las 18 del domingo que hay que recogerle. ¿Cuánto cuesta? Pues 210 euros si eres perteneces a la asociación y 270 euros si no eres socio. Un precio razonable teniendo en cuenta la responsabilidad y el número de monitores necesarios.

No, no todo el mundo puede aunque lo necesiten.

¿Imagináis lo que puede costar querer irse una semana entera? Y aunque se quisiera y pudiera pagar, no es un algo que se encuentre con facilidad. Menos aún si no vives en una gran ciudad, con más recursos.

De nuevo el dinero como puerta abierta a la desigualdad. De nuevo tu lugar de residencia marcando las diferentes oportunidades a tu alcance.

‘El viaje extraordinario’, el desembarco de Julio Verne en Futuroscope

Julio Verne es uno de mis escritores de ciencia ficción favoritos. Lo es por el componente de aventura de todos sus libros, por su carácter de pionero, porque sus escritos son aptos para todas las edades y capaces de avivar el amor a la lectura en cualquiera. También porque me gusta la ciencia ficción que tiene componentes plausibles, que sueña y adelanta lo que la ciencia traerá. En eso Verne fue el precursor de muchos otros que juntamos letras a su sombra.

Es una pena que la lectura de sus obras se esté perdiendo
. Esa es al menos la impresión que me da. Aquellos de nuestros abuelos que eran ávidos lectores de niños, conocían bastante bien a Verne. Los que ahora somos padres y leíamos mucho, también. Los niños de hoy juraría que no. Al menos en España. Y no creo que sea por las muchas películas que han adaptado sus libros con mayor o menor fortuna. La verdad es que no tengo claro el motivo, aunque puedo imaginar unos cuantos, y destaca el exceso de distinto tipo de oferta de entretenimiento más moderna. Tomo nota para procurar que Julia conozca las maravillas de su tocayo del siglo XIX.

Teniendo eso en cuenta es de agradecer que Futuroscope haya decidido recurrir a Verne para su última atracción, inaugurada esta temporada, y no a cualquier franquicia de éxito entre la chavalería.

Tenían muchos libros de Julio Verne con viajes asombrosos para inspirarse, al fondo del mar, al centro de la tierra, a la luna… pero han optado por sus cinco semanas en globo.

A lo largo de la cola exterior nos recuerdan lo visionario que fue el escritor, todo aquello que imaginó y luego fue verdad, desde satélites a submarinos pasando por teléfonos con imagen incorporada.

La zona de espera interior se divide en tres partes y ya es parte de la diversión en si misma
. Una primera en la que conviene no perder detalle, bellamente decorada con multitud de referencias. En la segunda el comandante de la nave y una científica que ha participado en su creación nos dan la bienvenida en un vídeo en francés (subtitulado en español afortunadamente, un idioma que no abunda en el parque). La tercera es un vehículo de la embarque que nos traslada por un Futuroscope del futuro y alternativo cuyos edificios son puertas a los mundos de Verne.

Y luego ya las normas de seguridad y el viaje, que se trata de un vuelo dulce, sobrevolando India (precioso atardecer sobre el Taj Mahal), Egipto, una megalópolis del futuro, el Himalaya… la sensación es de flotar, de volar realmente en globo, viendo el mundo desplegarse a tus pies y notando el viento a la contra en el rostro.

Los adjetivos propicios para describir la experiencia son bonita, agradable, suave… Se disfruta sin necesidad de brusquedad, sin una silla o un vehículo de traqueteo poco confortable, que ya tienen bastante de eso en otras atracciones del parque francés.

La única pega es que sabe a poco. «Es muy chulo, con dos o tres destinos más sería una súper atracción», fue el comentario de Julia al terminar y tener que abandonar la gran sala en la que tiene lugar. Tal vez también que hay más de Verne en las zonas de espera que en la atracción, que moderniza tal vez demasiado ese viaje en globo perdiendo el encanto del futurismo decimonónico por el camino.


Respecto a todo Futuroscope, que está en su 30 aniversario, me remito a lo que conté aquí hace tiempo. En la base se mantiene, aunque es cierto que ha habido otras novedades: una remodelación de la zona infantil con zona de construcción que equipa a los niños con casco y todo y otra para jugar con canalizaciones de agua, un nuevo espectáculo de Ice Age u otro en el que quince drones bailan en formación. ¡Ah! Y el espectáculo nocturno es ahora otro, La Forge aux Etoiles, y Julia y yo coincidimos en que peor que el anterior, que era más poético, alegre y comprensible, más del gusto infantil.

Es un parque en pulso constante contra el avance de los tiempos. Un parque sin montañas rusas en el que indudablemente se puede pasar una o dos jornadas memorables. Un parque en el que con frecuencia se echará en falta la comprensión del francés por mucho que haya cacharros traductores (que suelen acabar restando espacio en la mochila) y la amabilidad manifiesta de sus trabajadores.

Un parque, en definitiva, que no merece para la mayoría y por sí solo el viaje desde España. No tiene precisamente un aeropuerto al pie. La buena noticia es que la región sí que merece una visita, o varias. Poitiers y sus alrededores, desde Nantes a Burdeos incluso, es hermosa, un destino tranquilo, variado en su oferta de ocio y alojamientos, accesible en coche desde España, con una gastronomía apetecible y asequible. Y dentro de esa visita, Futuroscope sí que es una parada recomendable, sobre todo si hay niños.

Es imposible comprar ida y vuelta para un adulto y solo ida para un niño en la web de RENFE

Que un adulto quiera viajar en tren ida y vuelta acompañado de un niño (o más de uno) solo a esa ida o a esa vuelta, no es algo tan raro. En absoluto. Se me ocurren muchas circunstancias en las que es posible. Llevas o traes al niño (o a los niños) que ha estado o va a estar con los abuelos, con los tíos, a un campamento, con su otro padre…

A mí me ha pasado hace poco que, por vez primera, me vi en esa tesitura, la de aprovechar un fin de semana para llevar a Julia al norte, a pasar un par de semanas con sus abuelos, disfrutando de la playa, del monte y de la compañía de sus primos. Así que me puse manos a la obra de sacar billetes. Uno de ida y vuelta para mí, que supone un ahorro, y otro para ella solo de ida.

Poco iba a imaginar que iba a ser misión imposible. Al menos beneficiándome del descuento de ida y vuelta en mi billete.

Tras pelearme un buen rato por la web no encontré la manera de, en la misma compra, lograr esos tres billetes. Pero es que es posible comprarlo de forma separada, como comprobé en la web. Si cogía mi ida y mi vuelta por separado, como Julia con ocho años no puede viajar sola tiene que usar un billete del servicio de niños que viajan solos, el servicio de acompañamiento de Renfe que no está disponible en todos los trenes (no lo estaba en el que podía viajar yo) y obliga a comprar la categoría Preferente. Es decir, no solo no me aseguraba tenerla a mi lado, ni siquiera en mi mismo tren.

Convencida de que tenía que haber una manera y el problema es que yo debía estar pasando por alto la opción llamé al teléfono de ayuda en la tramitación de billetes. Eso ya fue el despropósito. La señora, no especialmente amable, que me atendió por teléfono repasó los pasos conmigo para llegar a la misma conclusión que yo, que no se podía hacer.

Cuando pregunté si acercándome a las taquillas de Atocha sería posible esa compra, aparentemente sencilla, de un billete de ida y vuelta para mí y el de solo ida para mi hija me contestó: «No lo creo, ellos usan la misma herramienta que nosotros y no hay la opción».

Renfe tardó un par de días en responderme por Twitter cuando planteé el problema diciéndome que llamara al mismo teléfono por el que ya había pasado sin éxito o que acudiera a las taquillas. Volví a marcar el número para asegurarme y en esta segunda ocasión me atendió un empleado muy amable que volvió a confirmar que no era posible. Me dijo algo distinto, eso sí, que comprase mi ida y vuelta primero y que luego intentaría ver si era posible hacer algo con el billete de la niña. Pero comprar mis billetes sin tener claro qué pasaría con mi hija no me parece precisamente óptimo.

En conclusión, que iremos y volveremos en autobús, cuya herramienta permite de sobra esa opción que no creo que sea tan complicada de programar. Gracias RENFE por facilitar la vida de las familias que intentamos gestionar los largos veranos lo mejor que podemos…

Y ahora, ironías y casos particulares aparte, viene la petición, que planteo a modo de crítica constructiva. Por favor, faciliten esa pequeña gestión en su web de compra de billetes, que a su vez facilitaría la vida a muchas familias. Mucho mejor sería que ese apartado tan bonito que tienen en portada dedicados a promocionar los viajes en familia con imágenes de modelos sonrientes.

 

Susana: Lo mismo me pasa a mí en el avión, con el añadido de que no se puede comprar uno de residente canario y otro sí. Este año no tengo vacaciones y mi hermano viene a por la niña. He tenido que comprar un billete solo para el para que venga, y luego el de los dos para ir a la península, pero el doble de caro de lo normal para ella porque no se puede comprar uno de residente y otro no… Ayuditas que nos ponen

Carol: En esa tesitura me encuentro yo !!!! 😡😡 es totalmente lamentable !! La única opción en mi caso es perder el descuento de ida y vuelta . Por supuesto que he puesto una reclamación

Virgin está planeando lanzar paquetes de vacaciones familiares ‘autismo-friendly’. Ojalá cuaje y cunda el ejemplo

(Wikimedia Commons)

Una amiga que vive en el Reino Unido (gracias Marina) me pasa una noticia que me parece tan buena idea que he querido asomarla aquí. A falta de saber precios, disponibilidad, frecuencias… de entrada resulta una iniciativa fantástica.

Según ha adelantado The Independent, el carismático mandamás de Virgin, Richard Branson, está trabajando con familias de personas con autismo y expertos en este trastorno para desarrollar unos paquetes de vacaciones (me vais a perdonar el palabro inglés) «autism-friendly”. Es decir, paquetes pensados para facilitar las vacaciones, con personal formado, localizaciones seleccionadas, que incluyan todo tipo de información para que las familias y los niños sepan qué van a encontrarse y cómo anticiparlo y vuelos preparados.

No hay mucho más detalles de momento y se está moviendo para dar servicio en otro país, pero sigue siendo de aplaudir. Ojalá cuaje y ojalá cunda el ejemplo, porque la realidad es que muchas familias de niños con autismo (con discapacidad se podría generalizar) apenas salen con ellos de casa. Y conozco bastantes (demasiados) padres y hermanos que ya no van de vacaciones por miedo a lo que puedan encontrarse, a que su hijo no encaje en el destino planificado.

No hace muchas generaciones, eso era lo normal. Si en una familia había alguien con discapacidad, raro era que esa familia viajase o que lo hiciese con ese hijo o hermano con discapacidad. Sigue pasando demasiado pero, por suerte, las cosas van cambiando y cada vez somos más los que queremos ir de vacaciones con ellos. Buscando lugares en los que vayan a estar bien, adaptándonos a su ritmo, en los que todos disfrutemos. Todos juntos, porque todos somos parte de la misma familia. No siempre es posible, pero queremos que sea posible casi siempre.

No queremos quedarnos en casa, no queremos dejarlos en casa, necesitamos salir y hacer planes juntos como cualquier otra familia, y para ello necesitamos que se nos tenga en cuenta.

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Las familias que viajamos con personas con discapacidad necesitamos más y mejor información

ballena2Este miércoles participé en una tarde de ponencias y charlas en torno a los viajes en familia, viajes con niños, que podéis ver cómo se vivió en Twitter tras el hashtag #pangeaKIDS. De lo que allí se contó me dará para algún otro contenido, por ejemplo, si vosotros os atreveríais a viajar con un bebé a Kenia o Costa Rica, pero voy a comenzar por contaros de lo que yo hablé.

En mi intervención expuse una realidad que llevo años constatando: las familias que viajamos con personas con discapacidad necesitamos más y mejor información a la hora de planificar nuestras vacaciones y escapadas. Hablé de viajar cuando uno de tus hijos tiene una discapacidad, de la poca información que con frecuencia hay cuando una familia en la que hay un niño con autismo o parálisis cerebral, por ejemplo, quiere planificar un viaje.

Por mi experiencia y la de gente que conozco, si preguntas a los operadores si esa guardería del crucero se haría cargo de un niño con discapacidad, si hay mucho tiempo de espera en las excursiones de ese viaje por Roma, si te aseguran que habrá rampas en todas partes, si te pueden explicar qué facilidades hay… normalmente recibes la callada por respuesta seguida de mucha amabilidad pero poca información. «Yo creo que sí», «déjame que te lo pregunte», «imagino que sí, nunca ha habido ningún problema».

Los hay que solo identifican discapacidad con sillas de ruedas, cuando no es así, hay muchos tipos de discapacidad: sensorial, física, psíquica. Los hay que creen que si es apto para bebés, lo es para una persona con discapacidad, aunque puede que las necesidades de unos y otros no tengan nada que ver. El riesgo de mi hijo, que corre y sube escaleras sin problemas, es perderse, lo que no lleva bien son las aglomeraciones, los barullos y los largos tiempos de espera. Eso a un bebé probablemente le de igual, feliz y ajeno a todo en su carrito o en su mochila.
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Cuando se viaja con un bebé, menos es más

Las mochilas y demás sistemas de porteo, están hechas para la playa. (GTRES)

Las mochilas y demás sistemas de porteo, están hechas para la playa. (GTRES)

Hace ocho años recogía en este mismo blog sobre algunos consejos para viajar con un bebé, como que los viajes programados no están pensados para ellos. En aquel post hacia la siguiente reflexión:

Cuando se viaja con un bebé hay que preguntarse antes de meter un cacharro en el coche si es absolutamente necesario. No hay necesidad de cunas o de bañeras de viaje o de tronas portátiles: puede dormir y bañarse con nosotros y comer en nuestro regazo.

Han pasado muchos años, muchos viajes y otro bebé: Julia, que acaba de cumplir siete años. Tras todo este tiempo no puedo sino reafirmarme en lo que decía entonces. Y no solo cuando se trata de viajes en coche.

Cuando se viaja con un bebé, menos es más. Con Jaime lo único realmente imprescindible cuando viajábamos era, quitando pañales, toallitas y algún cuento o juguete, el carrito y una barrera plegable para la cama, para colechar con seguridad.

Ya es bastante.

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Subir a un avión con un niño con autismo

imageLa primera vez que subimos con Jaime en un avión tenía cuatro años largos y nos dirigíamos a Disney. Fuimos al aeropuerto sin saber bien qué nos encontraríamos. Para los niños con autismo, a los que sensorialmente les puede afectar todo mucho, los viajes en avión pueden ser excesivos, sobrepasarles en muchos sentidos. Nosotros nos arriesgamos tras comprobar que en coche, tren y autobús Jaime disfrutaba y nos cargamos de chuches y de juguetes que le gustaban. No hicieron falta. Aquella primera vez, que corresponde a la fotografía, fue un éxito. Julia, que tenía dos años, se durmió todo el viaje, él fue atento y feliz, riendo incluso cuando tuvimos algo de turbulencias y en el aterrizaje, como si aquello fuera una divertida atracción de feria. Teníamos a toda la familia pendiente de cómo le sentaría a Jaime el viaje, así que todos respiraron aliviados cuando, tras tomar tierra, les mandé fotos en las que se le veía tan contento.

No nos creíamos la suerte que teníamos. Sabíamos bien que para muchos niños el avión suponía lloros, terror, querer salir del aparato a toda costa, rabietas… durante todo el trayecto. También sabíamos, sabemos, que muchas familias de niños con autismo ni siquiera se atreven a intentarlo, anticipando ya el mal trago.

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Un fin de semana en Teruel, un día en Dinópolis

Julia bajo el diplodocus.

Julia bajo el diplodocus.

El viernes, según salimos de trabajar, cogimos a los niños y las maletas y pusimos rumbo a Teruel, que podemos dar fe de que existe y merece una escapada. Está a tres horas o tres horas y media de Madrid. Hace ya dos meses que nos habíamos puesto de acuerdo con otras dos parejas de padres recientes para buscar una casa rural y acercarnos a ver Dinópolis.

Ninguno de los cinco niños de entre cuatro y seis años que iban eran unos apasionados de los dinosaurios, aunque a todos les llaman la atención. Probablemente a Julia y a uno de los niños era a los que más les gustaban a priori, por varios cuentos, alguna peli, por la serie del Dinotren y por la visita que hicimos el año pasado al museo madrileño de ciencias naturales.

Estegosaurio, pterodáctilo, tricerátops… Me encanta verles pronunciar nombres más largos que ellos.

Es un parque temático muy tranquilo. Pese al buen tiempo y a ser sábado no sufrimos apenas colas. Una suerte porque Jaime no lleva bien los tiempos de espera y no hay facilidades en ese sentido para personas con discapacidad intelectual, aunque me consta que lo están estudiando.

Como os contaba, es un parque de una extensión muy manejable, que permite ser disfrutado sin agobios ni teniendo que hacer recorridos maratonianos. Muy pensado para que todos en la familia puedan subir en todas las atracciones, sólo hay una proyección en 4D, ‘Terra Colossus’, que exige al menos medir 120 cms.

Lo primero que nosotros vimos, tras pasar por el obligado pintado de caras gratuito, fue el museo paleontológico, que nos encantó a pequeños y grandes. Estábamos prácticamente solos y las guías eran realmente amables. Está realmente bien montado.

Aprendiendo a andar como los reptiles.

Aprendiendo a andar como los reptiles.

Luego entramos en una de las dos atracciones de la entrada, las que hay frente a la tienda de recuerdos y un pequeño parque de bolas: el cine 3D con la historia del T-Rex albino Tyrón. Es breve y a los niños les gustó, pero creedme: es absolutamente prescindible si no os da tiempos a todo. En cambio el recorrido en safari de la puerta de al lado, ‘Viaje en el tiempo’, está bastante bien, los niños hubieran repetido si nos hubiera dado tiempo. Y unas de las cosas que más nos gustó fue el espectáculo del T-Rex que hay junto a la zona infantil. Es una obra de teatro infantil muy bien hecha con un dinosaurio muy creíble. Pasamos por ahí dos veces, a las 17 y a las 18.

Repitieron también un recorrido en barco llamado ‘El último minuto’ basado, que comienza con la extinción de los dinosaurios y concluye con el ser humano moderno.

Y luego tienen dos zonas, que no son atracciones, pero en las que pasamos bastante tiempo. Una, la paleosenda, está hecha para trepar, explorar y desenterrar huesos de dinosaurio. Y para que los padres sudemos haciendo el recorrido junto a nuestros niños si no tienen más de nueve o diez años. Hay otra, Sauriopark, con un par de carruseles, unos dinosaurios voladores (la única para niños mayores de 120 cms) y un castillo hinchable en la que pasamos un buen rato. No recuerdo la de veces que las tres niñas que no excedían la altura máxima se subirían. No llegaban ni a bajarse.

El que hubiera tan pocos agobios de gente, que estuviera tan tranquilo ayudó a que Jaime lo pasara bien. Subió en prácticamente todo y lo disfrutó en mayor o menor medida.

Os recomiendo, eso sí, repartir los espectáculos por la mañana y por la tarde. Nosotros no vimos ninguno por la mañana y así es imposible que no se te escape alguno. No vimos ninguna de las dos funciones del teatro.

Por cierto, el menú del único restaurante tiene un precio y una calidad razonable, está la opción de pizzas y hamburguesas pero también de menús calientes como potajes de garbanzos, menestra o paella. Además, está perfectamente indicado qué platos tienen o no glúten y hay muchas opciones para los celiacos. Pero otra recomendación es que vayais al restaurante pronto o tarde. Nosotros comimos prontito y no hubo problema, pero cuando nos íbamos a las dos las colas eran largas y daba la impresión de que estaban desbordados. Y eso en un día tranquilo.  Si se tiene cualquier intolerancia o problema de salud está permitido pasar comida, para los demás está prohibido, aunque no vi que al menos aquel día nadie mirase las mochilas.

En trenecito por Teruel.

En trenecito por Teruel.

No es preciso más de un día en Dinópolis, pero es un día que merece la pena. Si viviera en Teruel tendríamos seguro su abono anual para ir con los niños, aunque vive tan poca gente en Teruel…

Ese mismo día nos dio tiempo también de acercarnos por la tarde a Teruel, sentarnos en una terraza mientras los niños jugaban bajo la fuente del torico y recorrer la ciudad en su trenecito turístico. Esos trenes suelen ser una excelente forma de ver una ciudad con niños pequeños cuando no hay mucho tiempo. Les encanta.

El domingo nos acercamos a Albarracín, que presume de ser el pueblo más bonito del mundo. Y no sé si tanto, pero desde luego es precioso. Tanto como la ruta junto al río que lo rodea y que es mucho más apropiada para ir con niños que la subida a la muralla, sólo apta para gente muy formal y sin vértigo.

El río además invita al baño en algunos puntos. Si hubieramos tenido bañador y algunos grados más, el baño no se hubiera escapado.

Oslo y los niños

Leyendo junto al palacio real.

Leyendo y descansando junto al palacio real.

Tres noches en Oslo. Casi cuatro días de los que uno y medio he estado a solas con la ciudad, con una ciudad manejable a pie en la que resulta sencillo estar a solas.

Me puse mis botas más cómodas y caminé sin parar, escogiendo la ruta de mi propia maratón, decidiendo cuándo y dónde detenerme a leer o a comer algo. Siempre al aire libre, siempre buscando el sol.

Oslo en mayo huele a lilas. También a mar, pero mucho menos de lo que uno esperaría. Plácido, así es. Preñado de esculturas, flores y grandes árboles; de gaviotas de cabeza negra y cuervos de cuerpos grises.

Oslo para mí estos días ha sido caminar despacio, sentarse sobre el verde al sol para leer, conversar, pensar y escribir. Es madera, cristal, barcos y balcones. Oslo es un compañero sobrio y tranquilo junto al que uno se siente a gusto sin necesidad de hablar. Oslo en mayo es guarderías ambulantes, picnics urbanos con salchichas humeantes, bicicletas sin candar y sonrisas suaves.

 

En Oslo, en mayo, los niños toman las calles. Colegios y guarderías recorren museos y parques con chalecos fluorescentes. A veces en carritos de madera en los que caben seis niños pequeños. No hay razón para permanecer entre cuatro paredes.

Una guardería deambulante.

Una de las muchas guarderías (y colegios) deambulantes que se ven por Oslo.

Y una de mis partes favoritas del viaje es regresar y encontrarles esperándome en el aeropuerto, lanzando sus cuerpecitos sobre mí. «¡Mamá!» chilla Julia. Y sí, mamá ha vuelto.

¿Qué haría si volviera con Julia y Jaime? Sin duda navegar por el fiordo. Julia nunca ha surcado las aguas sobre un barco y Jaime solo siendo un bebé.

Cogeríamos el ferry que conduce a la isla en la que está el museo vikingo con sus tres grandes barcos, que se ve rápido.

vikingo

 

Y sin duda iríamos después al museo del pueblo noruego, en el que puedes pasar fácilmente tres horas explorando sus casas de madera, viendo las duras condiciones en las que vivían los hombres del norte. Un buen sitio para parar a comer un bocadillo y a jugar. Oslo es una ciudad muy cara, pero no invita al gasto prescindible.

Tal vez, si la experiencia en el ferry les gustase, tomásemos uno de esos paseos en barco por el fiordo que duran un par de horas.

Lo que es seguro es que subiríamos a la fortaleza de Akershus en la que está el museo de la resistencia. Un castillo en el que imaginar que somos caballeros y piratas, también un buen lugar en el que comer de picnic.

Con un yate en el punto de mira.

Con un yate en el punto de mira. ¿Disparo?

Y, por supuesto, el parque de las esculturas (Frognerparken), con una zona infantil pero sobre todo con casi trescientas esculturas, todas de Gustav Vigeland. Muchas evocan la maternidad, la paternidad, la manera en la que nos relacionamos y conectamos como seres humanos.

Puede que subiéramos a las montañas, a esos bosques salvajes que yo no he conocido.

¿Vacaciones en coche con niños pequeños? Probad a hacer un mapa

Es una manualidad, y es mucho más. La idea de hacer mapas  me ha parecido tan buena que no he podido resistirme a traerla aquí ahora que se nos vienen encima tantos viajes con niños.

La verdad es que no sé si es algo generalizado, pero a Julia los mapas le encantan. Con frecuencia ha jugado con papeles que ha encontrado en el coche a que eran mapas y a que nos guiaba a nuestro destino. Tal vez sí que sea bastante común, teniendo en cuenta lo mucho que salen mapas del tesoro y similares en las series infantiles de dibujos animados. Incluso es un personaje con canción propia en la serie de Dora.

De hecho, creo que puede ser una buena idea no solo para ir en coche rumbo a nuestro destino de vacaciones. Es una bonita actividad dibujar con ellos un mapa que lleve hasta casa de los abuelos, hasta el colegio o la piscina, aunque sean lugares a los que vamos andando.

Nosotros, desde luego, vamos a hacernos nuestros propios mapas.

Os dejo con el post de @TrastadasdeMamá:

mapa

Hoy os presento una manualidad muy fácil de hacer y muy divertida que hará más fácil los viajes vacacionales.
Es una mapa muy sencillo que llevaremos en el coche y que los niños podrán interpretar fácilmente, así sabrán por donde van y cuánto queda para llegar al famoso destino.
En este caso nosotros lo hemos hecho del viaje al pueblo porque es un camino que mi hijo habitualmente hace despierto y con mucho nerviosismo, «¿cuánto falta?, ¿ya llegamos?» son frases que se repiten hasta la saciedad y este sencillo mapa nos ha facilitado las cosas.
Como veis es una simple tira de papel escrita por los dos lados con los hitos o puntos más significativos del recorrido. Deben ser puntos muy llamativos, que los niños puedan identificar fácilmente.
Recomendaciones: letra clara y en mayúscula para que los peques pueda ir identificando los nombres, dibujos sencillos y muy representativos. Colores vistosos. Si queréis se puede plastificarlo para que dure más. Usar un tipo de papel algo más duro que un folio normal, para darle mayor consistencia. Nosotros hemos dibujado todo pero también se pueden  imprimir fotos de lugares o incluso trozos de mapa reales de carreteras.
En nuestro caso el mapa lo ha diseñado Papá pero si vuestros peques son algo más mayores pueden realizarlo ellos mismo, con vosotros, indicando lo que deben dibujar en cada lugar.
Lo bueno es que como ocupa poco, se dobla sobre si mismo, podéis guardarlo fácilmente en la guantera del coche y llevarlo siempre que vayáis de viaje.
 Si vais a sitios diferentes podéis tener varios mapas y al final conseguir un buen número que servirá de recuerdo tanto para los peques como para vosotros. Creo que sería muy bonito incluirlo en el álbum de fotos de las vacaciones.

Y aquí os dejo el mapa que estuvo dibujando Julia, encantada, con la ruta andando a casa de los abuelos. Es muy curioso en lo que se fijan y recuerdan de las rutas que más conocen. Y también de lo que no se han dado cuenta y que para los adultos son referencias obvias.
mapa2