Además de las diferencias entre hombres y mujeres, hay también, y muchas, entre los diferentes trabajadores. ¿Cómo se hace para conjugar sus necesidades y no ser injusto?
Federica: A mí la conciliación me parece muy interesante y factible, pero también muy utópica, porque es difícil educar a la mayoría. ¿Qué pasa con el que está acostumbrado a tomarse la caña con sus colegas? A lo mejor no se va a casa, ¿cómo regulas eso? Yo tengo el caso cercano de una amiga que con cada embarazo ha pedido la baja sin necesidad. Ahora que soy empresaria, cuando voy a contratar a una mujer, lo primero que le pregunto, y es muy desagradable, es si se va a quedar embarazada. Con una tienda, si a los dos meses me falla, tengo que trabajar yo 36 horas, pagarle el sueldo, la baja, cuidarla y aguantarla, porque además no la puedo echar. ¿Cómo evitas que se aprovechen?
Nieves: Hay una palabra: confianza. La conciliación es equilibrio. Una lavadora la puedes poner a las dos de la madrugada, pero con los niños no tienes más remedio que tener unos horarios. Te diré que he estado embarazada dando clase 10 horas de pie y no he faltado ni un día. Que no me digan que la mujer tiene mucha cara.
Federica: No, lo que digo es que hay tramposos.
Inés: Federica, son muchas las que, como esa amiga que mencionabas, utilizan el tener niños, lo que repercute en todas las que un día nos querremos quedar embarazadas. Pero, ¿ella no había dado
síntomas antes de ser irresponsable? No me creo que alguien serio en lo laboral cambie de la noche a la mañana.
Federica: En absoluto, tenía una carrera fenomenal.
Nieves: A mí me damucho miedo que se penalice la maternidad.
Ana: Es que eso sí que no es una elección, sino un derecho. Sólo las mujeres podemos tener hijos, pero cualquier señor que se rompa una pierna va a estar fuera de su puesto más que yo, por ejemplo, que nunca he faltado por enfermedad. Si soy suficientemente buena y estoy comprometida, a mi jefe
no le importará que me ausente. En toda una vida laboral, ¿qué son cuatro meses?
Inés: A mí, como a Federica, la conciliación me parece complicadísima. Históricamente
venimos de una situación que el trabajador no ponía mucho de su parte y el empresario no se terminaba de fiar. Ahora diles que tienen que implicarse los dos, uno dando y el otro confiando.
Nieves: Vivimos en una sociedad absolutamente hipócrita. Hay muchos jefes a los que
les encanta tener niños, pero luego una de sus empleadas les dice que va a ser madre y no reaccionan bien.
Yo he ido a clase con fiebre, con escayola y no me he perdido llevar a mi hija al médico, aunque es verdad que mi director me dio la flexibilidad necesaria.
Inés: En mí es innato lo de echar horas, pero no entiendo esas reuniones interminables que alargan la jornada innecesariamente ni ese cerrazón de no dejarte escribir un informe en tu casa. Ahora
que soy empresaria tengo muy claro que, conforme la firma vaya creciendo, la conciliación va a ser básica. Pero me parece que todavía nos queda mucho.
Nieves: Sí, se necesita tiempo, recursos, conocer las políticas de conciliación y aprender a negociar no sólo con tu jefe, sino también con tu marido y con los niños, atreverte a decirles: «Hoy mamá no va a estar».
Ana: También hemos de ser capaces de desarrollar e inventar medidas de conciliación un poco más fáciles para las empresas y que no sean tan chocantes como la reducción de jornada o la excedencia. Aquí cada uno tiene que pactar, pelear, ser un poco valiente y buscar su espacio. Estoy convencida de que si tú te comprometes en tu compañía y le demuestras disponibilidad, esta te lo devuelve
en forma de flexibilidad, autonomía y valoración de un trabajo bien hecho en tiempo y forma, y no en horas de calentar la silla.
Federica, sin embargo, no termina de ver clara ese nuevo tipo de empresa flexible: «Muchos son como niños: cuando tienen que hacer los deberes, necesitan una estructura. Tú le puedes decir a una persona inteligente, coherente, responsable y con capacidad de organización que se administre su tiempo, pero no todos saben hacerlo».
A su lado, Ana pone el acento precisamente en lo contrario: «Si tratas a la gente como recursos, obtienes unos resultados muy distintos a si los ves como seres humanos».