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Una revista es un iPad que no funciona

Así se llama un vídeo que me llega de una niña de un año intentando utilizar una revista impresa como un iPad. Merece la pena verlo.

Y al verlo, al menos a mí, me recuerda muchas pequeñas anécdotas cotidianas de los peques que conozco: mi sobrina de menos de dos años en la misma actitud que la niña del vídeo, mi hija manejando el iPad con total soltura como os contaba aquí hace unas semanas e intentando manejar también con el dedo el monitor de un portátil convencional, el niño de unos amigos probando a ampliar una foto impresa posando sobre ella el dedo gordo y el índice y separándolos, otro más mayor que alucinaba ante un teléfono sin pantalla preguntando qué demonios era ese cacharro…

Dentro de diez años vamos a saber de verdad lo que es ser un nativo digital.

¿Pero, sabéis una cosa? Creo que nuestra generación es una privilegiada por haber sido los que hemos visto el nacimiento de estas tecnologías prácticamente desde cero y hemos podido maravillarnos genuínamente con cada avance.

Nuestros hijos serán seres digitales desde la cuna, pero nosotros somos los que hemos vivido la evolución desde esos primeros ordenadores de hace 25 o 30 años (como el MSX que me regalaron en mi comunión), desde los primeros videojuegos, los primeros teléfonos móviles, las primeras televisiones sin antenas… hasta hoy, hasta mañana, pasando por todos esos pequeños grandes saltos intermedios.

Sí, soy una tecnófila. Lo confieso.

El iPad («¡mío mío, mío!») como herramienta educativa

En el cole de Jaime tienen una pizarra digital desde hace el curso pasado que le encanta. La usan sus terapeutas en el aula como herramienta educativa. Allí pinta y juguetea con su supervisión. Es un buen estímulo.

Pues ahora tenemos en casa un iPad y estoy descubriendo en enorme potencial que tiene educativo y de entretenimento bien entendido: hay aplicaciones para dibujar, rellenar colores, cuentos interactivos, puzzles a mansalva de todo tipo, actividades de unir puntos o hacer música, juegos con sonidos de animales… incluso hay aplicaciones pensadas para niños con autismo o dificultades del lenguaje, como generadores de pictogramas.

También es sorprendente a qué velocidad niños muy pequeños o con trastornos del desarrollo son capaces de manejarlo con sus deditos. Es todo tan fácil e intuitivo: tocar, arrastrar… tengo un amigo que dice que debería grabar un vídeo en el que se vea la maña que se da con apenas dos años.

«¡Mío mío, mío!» dice Julia cada vez que oye la palabra «aipad» o lo ve en unas manos que no sean las suyas.

Desde luego es la persona de la casa que más partido le saca. Es su juguete preferido.

Estivill, también tecnófobo

Ya sabéis lo que opino de Estivill y su siempre polémico «homenaje» al método Ferber para hacer dormir a los niños.

He hablado aquí de eso en el pasado en uno de los posts que más comentarios ha acumulado y no voy a volver a hacerlo.

Por mucho que respete a los padres que lo hayan aplicado, él me despierta pocas simpatías por diferentes motivos.

Parece que a partir de ahora tengo un nuevo argumento: su tecnofobia. ¡Con lo tecnófila que soy yo!

Pues ayer mismo tuvimos una noticia del doctor en portada en la que se hacía referencia a una entrevista publicada en La nueva España.

Allí dijo, entre otras muchas cosas como que «media hora al día haciendo las cosas bien es suficiente para educar a un niño» o «un niño pequeño duerme mal porque tiene malos hábitos», que:

Los que critican mi método es que no han leído el libro o que han leído Internet, que es un foro en el que la ciencia brilla por su ausencia y en el que pueden opinar pederastas y asesinos.

Pues yo he leído su libro, lo he criticado, soy una usuaria activa de Internet y le voy a dar un consejo gratis y bienintencionado: debería usted ser más moderado y prudente en sus apariciones públicas y en las entrevistas a los medios.

De momento ya ha logrado reacciones como las del blog maikelnai, cuyo segundo párrafo suscribo letra por letra.

“Duérmete niño” aborda el eterno problema de los padres: cómo dormir a sus hijos pequeños. Lleva más de dos millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, ha sido traducido a múltiples idiomas y confieso que era uno de esos libros que tenía en la recámara. Pero ya no… lo he borrado de la “cola”, se que es un libro controvertido que ha desatado debates entre expertos y padres, los primeros en contra y los segundos a favor, aún así… y sin leerlo, este señor, el conocido Eduard Estivill, me ha perdido como posible cliente y/o lector. ¿La razón? Su desafortunadísimo comentario sobre internet.

Es curioso, este hombre pasó una buena temporada en Estados Unidos, país al que acudió para formarse, aunque tal vez lo único que hizo fue “deformarse”. En aquel país tienen en alta consideración a la red de redes, una de las herramientas más útiles que jamás haya nacido fruto del ingenio humano. Sin embargo este hombre, en un irritante y rastrero ejercicio de simplificación al servicio de sus intereses