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Seis aspectos que conviene tener en cuenta antes de entregar el primer móvil a nuestros hijos

La pasada semana hice una pregunta desde mis redes sociales, una que también os traslado ahora a vosotros desde este blog. Quería saber a qué edad se estaba permitiendo el uso de móviles propios a nuestros niños, también qué reglas estaban estableciendo para su uso, sobre todo con Instagram. Aunque de esa red social en concreto ya hablaremos largo y tendido otro día, que lo merece.

Tengo que agradecer a toda la gente que ha contestado. Por sus respuestas me queda claro que la edad media a la que se suele entregar un móvil a los chavales es a los doce años. Por estar en la antesala de la adolescencia, porque les percibimos la madurez suficiente, por el paso del colegio al instituto o por el inicio de actividades y rutas en solitario que precisan que nos comuniquemos con ellos.

Leyendo todo lo que me cuentan y sazonándolo con mi propia experiencia y lo que he escuchado a expertos en el tema en distintos foros, hay una serie de aspectos a tener en consideración antes de dar el paso de entregarles un móvil. Algo que asumo inevitable, por mucho que haya padres que se nieguen de entrada. Y algo que puede ser muy positivo. El teléfono móvil (y las aplicaciones que soporta) es una herramienta maravillosa para mantenerse en contacto con amigos y familia lejana, para estar localizados y poder pedir ayuda en cualquier momento, para aprender idiomas, para aprender, para saber qué ropa ponerse al día siguiente, para encontrar ese parque en el que hemos quedado, para sentirse menos solo, para reírse…

Pero hay que enseñarles a hacer un buen uso, seguro y positivo, de esa herramienta. Dejarse llevar por el miedo y prohibirlo casi todo no es una respuesta recomendable. Tampoco podemos dejarles con un móvil a su libre albedrío porque los nativos digitales no existen. Claro que eso implica formarnos nosotros primero.

  • La edad a las que darles el móvil, que, como decía, ronda los doce años. Aún recuerdo que en un foro organizado por Telefónica el experto Guillermo Cánovas recomendaba entregarlo cuando aún nos escuchen, a una edad en la que todavía nos hagan caso cuando les planteemos normas de uso, recomendaciones y les hagamos ver los riesgos que entrañan. También explicaban que, si tienen una tablet desde los dos años cuyo uso no controlamos, en la que andan por YouTube libremente, se instalan aplicaciones según les parece e incluso redes sociales, el móvil les aporta poco más dado que los chavales ahora apenas lo usan para hablar.
  • Redes sociales. En este apartado entran Instagram (la favorita de los más jóvenes), Facebook y Twitter, pero también YouTube aunque no tengan una cuenta abierta, WhatsApp o Hangouts. Es el gran temor subyacente en entregar un móvil para muchos padres. Abundan las normas y recomendaciones, y así debe ser. Los niños deben saber los riesgos existentes, qué fotos subir y cuáles no, que no deben subir fotos de otros menores a sus redes salvo que se tenga el consentimiento expreso de sus padres, que es inevitable perder el control de lo que se comparte, aunque sea con una sola persona. Eso sí, de poco vale aquí no predicar con el ejemplo. Los adultos preocupados debemos ser los primeros en hacer un uso responsable de las redes sociales.
  • Videojuegos. Para muchos el móvil es eminentemente un dispositivo en el que jugar. Aquí también hay que establecer normas, vinculadas a conocer nosotros primero los juegos, ver si son apropiados para su edad, no caer en micropagos y saber si tienen componente social para valorar los riesgos que entrañe. Muy similar a lo que toca con las consolas.
  • ¿Observar? ¿Entrar? ¿Confiar? Hay padres que exigen el acceso al móvil, juegos y redes sociales de sus hijos, aunque luego no entren. Los hay que lo exigen y sí que las miran. A otros les vale con seguirles y ver su actividad. También hay padres que defienden el uso de programas de control parental y que impiden la instalación de nuevas aplicaciones sin su consentimiento. Como recomendación general, es preferible construir sobre la confianza, pero también es verdad que hay chicos más merecedores de ella que otros.
  • Limitación del tiempo de uso y situaciones vetadas. Es otro aspecto que muchos tienen en cuenta. Estipulan cuándo sí y cuánto tiempo. Parece lógico, sobre todo con aquellos chavales que demuestran ser incapaces de racionalizar su uso, que dejan apartadas otras actividades por el móvil. Aunque conviene no olvidar que no es lo mismo tres horas de móvil al día dedicadas únicamente a redes sociales, que tres horas en las que que se ha jugado un poco, se ha visto un episodio de una serie, se ha estado un tiempo en redes sociales y otro incluso leyendo novelas o cómics en pantalla. De nuevo ser ejemplo. Es absurdo exigir que se controlen con el móvil cuando nosotros lo sacamos en la mesa al cenar juntos. Y es un ejemplo que no se puede empezar a dar cuando les entregamos su primer móvil, hay que trabajarlo antes.
  • Comunicación y consenso.  Por supuesto hay que dialogarlo y acordarlo todo con ellos, y hay que procurar lograr que asuman lo negociado de buen grado. Algún padre incluso escribe y firma contratos.

Ese niño cumple doce años, así que es muy probable que le espere un móvil como regalo de cumpleaños (GTRES)

Os dejo con las respuestas que he recibido, que son interesantes, invitan a la reflexión y nos pueden dar pistas sobre cómo actuar cuando nos llegue el momento.

Carol VF Mi hija no tiene móvil propio, tiene 9 años, pero si tablet con Hangouts, todavía Instagram no tiene, pero usamos el FamilyLink, es una app para control parental donde tu móvil está conectado a su tablet, ¡una maravilla!

Olalla Cernuda Móviles muy pronto porque tanto ellos como yo viajamos mucho, para poder hablar cuando necesitaran, pero con apps muy controladas hasta los 12. Instagram a los 12 pero cuenta privada, yo tengo la clave de acceso y saben que puedo entrar en Insta o su wasap en cualquier momento (no lo hago, pero ellos saben que puedo hacerlo 😉

Sara Palacios Ramos La primera vez que ha tenido móvil ha sido justo esta semana: se marchaba fuera de casa y quería que pudiera comunicarse porque de hecho viajaba sola. Acaba de terminar primaria. Cuando termine esta semana el móvil irá a un cajón en principio hasta que lo necesite para alguna otra cosa. Tiene la tablet del colegio y con ella puede comunicarse, ver vídeos de YouTube y navegar por Internet que es básicamente lo que necesita así que un móvil a día de hoy no le hace absolutamente ninguna falta. Redes sociales no tiene. Para mí la clave está en darles una manera de comunicarse si salen solos. De momento mi hija va a todos sitios conmigo así que no lo necesita a día de hoy. Mañana… pues ya veremos

Almudena Ferrero Mi hija móvil de solo llamadas poco antes de los 11 porque sale tarde de entrenar y había dias que yo podía retrasarme para recogerla y quería que estuvieramos comunicadas. Smartphone, les dos a los 12. Solo tienen whatsap, no me han pedido otras redes. Tengo sus claves y saben que puedo entrar a leer. De hecho lo hago, me gusta ver cono se manejan en el grupo que tienen del colegio, y lo hacen muy bien, todo el grupo. No tienen normas respecto al uso, mas allá de que saben lo que no pueden hacer (publicar fotos de otros sin permiso, etc.) Si me piden cuenta en redes sociales se lo permitiré creandolas con mis cuentas de correo y teniendo las claves

Maider PeVi La pregunta del millón en todas nuestras charlas. No hay edades buenas o malas sino niños y padres mas o menos preparados. Con unas normas básicas de convivencia y comprensión de usos correctos e incorrectos se evitan muchos problemas.

Eva M SA RO Mi hija tiene 11 y ni me ha planteado ni me planteo el móvil de momento, cuanto más tarde mucho mejor, y eso que la mayoría de su clase lo tiene y lo que escucho no me gusta nada, me da pánico la verdad… aunque soy consciente que llegará el día que lo pida pero como digo, cuando sea más mayor.

Javi Martínez Manzano En mi caso no tengo hijos, pero a mis sobrinos de 9 y 12 años solo se les permite el móvil un rato para jugar y, como mucho WhatsApp para estar en contacto con sus amigos y los padres. Las redes sociales como Twitter, Instagram, etc… están basicamente prohibidas por ahora 🙂
P.D: Hay que decir que YouTube se les permite a ambos, pero solo para ver vídeos educativos o sobre videojuegos (empezaron con los típicos canales de Minecraft).

Delfy Mara Perez A mi hijo se lo dimos con 14 como punto de conexión social. Es decir para estar en grupos de wuasap con sus compañeros de clase o amigos externos. Grupos dónde comparten deberes (nada de bromas ni fotos) y muchas veces le tengo que decir que lo encienda, no le gusta mucho. El prefiere el skipe para comunicarse o solo con nosotros. En resumen como sino lo tuviera. La tarjeta prepago no la gasta (siempre Wi-Fi) y la renovamos porque caducan 😂 No tiene Instagram, y Facebook hace poco porque sigue páginas interesantes y usaba mi cuenta. Sí tiene canal Youtube.

Jemina Sin Mas Recién le hemos dado uno a mi hijo, en septiembre hará 13. Con una app que se llama Qustodio le monitorizo la actividad, desde horarios, páginas que visita, tiempo consumido… Tiene wasap, pero al estar de vacaciones, no tiene aún los números de sus amigos. Sabe que le iremos leyendo mensajes de tanto en tanto y lo acepta sin problema. Otras redes no tiene.

Juan Delgado Villegas No tiene móvil, sí tablet pero apenas la usa, y nada de redes sociales, de momento tiene 10 años, muchos de sus compañeros de clase lo tienen, pero nosotros le hemos dicho que no lo necesita y lo ha entendido.

Esther Marquina Pues nosotros a Norah le permitimos móvil propio a los 12 años cuando acabó primaria. Instagram puede utilizarlo siempre y cuando nosotros tengamos acceso a lo que publica.

Ana Luengo Mis hijxs solo tienen un móvil que funciona como teléfono, y solo lo llevan en caso de que vayan solos por ahí para localizarme, pero no tienen wifi en la calle. Nada de redes sociales.

Sonia Gil Gonzalez Mi hija tiene 11 años, 12 en agosto. Nada de facebook por ahora. Instagram sí. Cuenta privada, la clave la sabemos su padre y yo, tanto del acceso a instagram como para desbloquear el teléfono. Evidentemente somos seguidores de ella y ella de nosotros. Las apps no puede instalarse ninguna sin preguntar. Y tenemos vía libre para desbloquear el teléfono y mirar whassap. Fueron las reglas. Y han sido aceptadas por todas las partes (Júlia y nosotros dos)😘

Rosa Olivé Campanyà Todos han tenido tablet relativamente pronto, pero sin redes sociales. Este año, con casi doce, le hemos dado móvil al mayor. Redes sociales sólo Whatsapp. Firmamos un “contrato” con las normas.

(GTRES)

Sabrina Garcia Brienzo A los 12, (ahora tiene 13) empezó a usarlos para salidas y ruta al instituto ida y vuelta que va andando solo pero en casa poco uso y redes sociales no tiene salvo whatsapp

Jolly Roger Mi hija no tiene nada, sólo le permito netflix con formato infantil y youtube sí lo vemos las dos juntas. Tiene 6 y pienso que a los 12 es buena edad.

Ana María Hernandez Estevez Nosotros con 11 años solo en casa y a partir de los 12 llevándolo por la calle, sale de extraescolares y de los ensayos y tenemos que estar comunicadas..

Gemma Adiaz Con 12 años tuvo y tiene su primer móvil heredado de su padre. Llamadas y whatsapp en el recorrido en bici de casa al IES. Después en casa se apaga de lunes a viernes y vuelve a conectar los fines de semana solo para jugar o hablar con algún amigo. 1h q suele ser de 17 a 18. No tiene instagram ni acceso a redes sociales. Lo del recorrido en bici es q preferimos q lleve movil encima por si necesitase contactarnos 😊

Marcela Fernandez Mi hija tiene 12 años y no tiene celular. Usa los nuestros con supervision.

Dul Clena Simple. No hay celular para mi hija. Punto.

Nurita Pérez Pues al mayor dimos móvil casi con 12 años, porque ha empezado a viajar solo en tren. Su padre y yo vivimos en diferentes ciudades y la compartida le hace viajar. Usa Whatsapp e Instagram con cuenta privada (aunque fotos y vídeos sube poquísimos) y, por supuesto ve vídeos en YouTube. Cuando le dimos el móvil no nos planteamos vetarle nada por dos razones, una porque el es muy responsable y otra porque confiamos en él. Hablamos mucho de los vídeos que ve, de la RRSS y de todo lo que le interesa. Hará cosas que no nos contará, pero eso será parte de su desarrollo adolescente.

Caletero Cualquiera Hola. A los once es inevitable. Importante dejar claro que es un móvil familiar de uso personal, es decir, la familia es propietaria… esto evita conflictos del tipo «es mío y hago lo que quiero». Precauciones: instalar Safe Kids o similar. Limita el acceso a contenidos, te da la ubicación en tiempo real, te da información de llamadas, app instaladas etc. y tb controlas el tiempo de uso. Programas unas horas y se bloquea. Por las noches, retirarlo. Ánimo. Es una herramienta imprescindible hoy día, muy demonizada, pero útil. Tb es una fuente de conflictos cojonuda si no lo regulas desde el principio.

Judit Gomez Manrique
Mi hijo va hacer 11 años mañana. Aún no me he planteado darle un móvil propio el cuando quiere jugar o ver ciertos canales de Youtube pues le dejo el mío y así controlo lo que ve… Tiene un móvil viejo que solo lo usa para comunicarse con los familiares más cercanos con el whatsapp pero no tiene tarjeta ni datos así que no se lo puede llevar a la calle. Quizás cuando pase al instituto le regalemos un móvil con datos y llamadas por el tema de tenerlo más controlado cuando vaya solo por la calle pero nada de redes sociales de momento hasta que no me demuestre que sepa darle un buen uso…

Lorena Martínez Martínez
A los 12. Pero cuenta conjunta en el insta, la tenemos tb nosotros en nuestro móvil. Ahora en verano tiene más libertad, pero cuando hay colegio un rato después de los deberes y el finde, pero sin abuso. Y podemos entrar siempre que queremos porque va por huella y la tenemos incorporada. No le miramos nada pero sabe que podemos hacerlo

Mamá Sin Complejos
Pues…. todavía no usa móvil… y tiene 11 años. .

Silvana Hinojosa
Los míos de 5 y 4 , usan la «tablet familiar», aplicaciones de aprendizaje solo y esa de matar hormigas con el dedo.😘😉

 

Por qué he dejado de seguir a los que buscan popularidad en Instagram usando a sus hijos

En mi anterior post os hablaba de cómo somos la primera generación de adultos que necesita aprender a gestionar la exposición de sus hijos a redes sociales. Hemos pasado en muy poco tiempo de llevar una foto en la cartera que mostrar con orgullo a conocidos, familiares y amigos, a hacer fotos y vídeos a miles gracias a llevar smartphones siempre encima y subir esas imágenes a redes sociales.

Todos tenemos que aprender a ser prudentes, a contar con los niños, a pensar en las repercusiones que pueden tener nuestras acciones y a dar ejemplo a nuestros niños haciendo nosotros en primer lugar un uso responsable de las redes sociales. Ayer hablábamos de eso.

Pero hoy me quiero centrar en otro aspecto de esta realidad, uno más concreto. Hoy quiero hablar de los influencers, o de aquellas personas que aspiran a serlo, gente cuyo mayor activo son los seguidores que tienen en redes sociales.

Conmigo que no cuenten para presumir ante las marcas, para sacar pecho admirando lo nutridos que están sus instagrams, si están utilizando a sus propios hijos como munición para lograr ese objetivo.

Llevo ya un tiempo que no doy ‘me gustas’ ni entrego corazoncitos virtuales a nadie que busca activamente la popularidad en redes sociales, menos aún si son ya parte de su medio de vida, subiendo constantemente fotos de sus niños.

No hablo de gente bienintencionada, influencers o no, que ocasionalmente muestran a sus hijos y lo hacen con prudencia o algún buen motivo. Hablo de los que no paran de emplearlos como andamiaje de su popularidad con imágenes del estilo de las de los bancos de imágenes que usamos en los medios de comunicación, fotos muy bonitas y del todo vacías como las que ilustran este post.

Sucede sobre todo en Instagram, esa red social que tiene muchas maravillas pero que favorece lo superficial sobre la profundidad al impedir enlaces y limitar la cantidad de texto que admite. Y sucede sobre todo (no siempre, es verdad) con cuentas en las que todo parece perfecto, casas maravillosas, familias siempre felices, niños que parecen listos para salir en una revista incluso recién levantados, que si en alguna foto están llorando, algo sucios o despeinados parece también algo cuidadosamente estudiado.

Esas cuentas con cientos de miles de seguidores, con fotos y familias impolutas, sonrisas de anuncio de dentífrico o de anuncio de Coca Cola, no han tenido nunca ningún valor para mí. Pero es que últimamente miro a esos niños disfrazados de perfección y no dejo de hacerme preguntas sobre su futuro, qué pensarán cuando cumplan años de esa exposición, si siempre se prestan a esas sesiones de fotos con gusto, si se ha hablado con ellos a fondo para contar con su consentimiento.

También sobre cómo invitan a que muchos de esos cientos de miles de seguidores intenten imitar a esos influencers y suban fotos de sus hijos sin reflexionar en profundidad sobre las consecuencias.

Es mi decisión personal y no pretendo tener la razón ni convencer a nadie. También sé que tener de escaparate a los niños en Instagram no implica no quererlos mucho, no pretender protegerlos. Pero no puedo evitarlo. No me gusta.

Insisto. Que no cuenten conmigo.

GTRES

Termino recordando una noticia reciente: en diciembre un tribunal italiano multó a una madre con este perfil de influencer con 10.000 euros por subir imágenes de su hijo en Facebook. El periodista Lillo Montalto hacía un repaso en Euronews a raíz de esta sentencia repasando cómo está el patio en diferentes países y concluyendo:

Según el experto en ética y derecho Eric Delcroix en Le Figaro,»en pocos años, los niños de hoy en día podrán llevar fácilmente a sus madres y padres, culpables de haber publicado sus fotos en Internet, ante un juez». «Criticamos a los adolescentes por su comportamiento en las redes, pero los padres no se comportan mejor», señala.

La página web Wired advierte de los peligros de asistir a la gran feria de la vanidad, tratando a los recién nacidos como «tristes conejillos de indias». «Un niño no es un pedazo de tarta para compartir, un velero para presumir o un perro de exposición: es un individuo que depende de nosotros de la misma manera que, viniendo al mundo, se separa de nosotros y comienza su propio camino de autonomía. Incluso con pocos días o años de vida. Es nuestra tarea guiarlo, no traicionarlo».

Por otro lado, os adelanto que he decidido dejar de seguir a aquellas cuentas que buscan popularidad en redes sociales mostrando sin parar a sus hijos. Pero sobre eso, que está relacionado pero es otro tema, ya me explicaré largo y tendido.

GTRES

Gastaban bromas a sus hijos para ganar seguidores y acabaron perdiendo su custodia

La exposición de los niños en YouTube, Instagram y demás redes sociales es algo que me preocupa. Y ojo, he dicho ‘en’ y no ‘a’. Es cierto que hay que andar con pies de plomo respecto a la actividad y el tiempo dedicado de los menores a Internet, pero siempre he defendido que son instrumentos que piden resultar muy útiles y motivadores si se saben gestionar. En cambio, los niños que están en esas redes, como protagonistas, es algo que me parece que encierra muchos más riesgos.

En Internet primero fueron los blogs de maternidad. Blogs como éste, que pronto cumplirá una década. Los había que mostraban imágenes de los niños, pero la gran mayoría compartíamos reflexiones, trucos, consejos, experiencias, anécdotas, planes… La explosión de Instagram y de YouTube hace poco ha cambiado el foco. Ahí lo importante no es lo que se escriba, sino lo que se vea. Todavía en YouTube se puede comunicar más, pero sobre todo Instagram está centrado en el consumo de fotos, sin que el texto importe, limitando sus caracteres, impidiendo enlaces… y favoreciendo que se exponga en exceso a los niños. Niños que no pueden dar su consentimiento o que no entienden lo que implica darlo. Niños que se convertirán en adolescentes y en adultos que no sé qué pensarán de esa exposición pública de su infancia. Haciendo también que muchos padres, que estamos ahí más o menos, manejemos esas herramientas con cierta incertidumbre y distinto grado de conservadurismo, con nuestras propias reglas que nada aseguran.

Pero por mucho que cada padre tenga distintos límites, para mí hay una exposición que sin duda excede cualquier dictado del sentido común, que es la de usar a los niños para reírse, ridiculizarles, gastarles bromas que les hacen pasarlo mal, da igual el calibre. En algunos casos me atrevería a decir que roza el maltrato infantil y que pone en peligro el vínculo entre padres e hijos.

Hace ya tiempo que abundan, sobre todo en YouTube. Dudo que haya alguien medianamente conectado a redes sociales que no haya visto, por poner un ejemplo, los vídeo se con las reacciones de los niños que encuentran porquerías dentro de los paquetes que les trajo Santa Claus.

Un ejemplo de esta práctica llevada al extremo (por la fama y el dinero todo vale) ha ocurrido hace escasos días en Estados Unidos. Lo recoge estupendamente de Abby Ohlheiser en dos reportaje para The Washington Post. Está en inglés, eso sí, pero os invito a leerlos porque aunque sea un caso extremo genera unas cuantas reflexiones.

Os resumo un poco el asunto:

Unos padres con un canal en Youtube con casi 800.000 suscriptores se dedican a gastar bromas a sus cinco hijos o hacer que los hermanos se las gasten unos a otros, incluso en venganza. Bromas con frecuencia de mal gusto, que les hacen llorar, les ridiculizan, les hacen pasarlo mal… y que sorprendentemente tiene cientos de miles de visionados porque parece ser que todo es muy divertido de ver.

Ya no es algo que podamos comprobar, en caso de que hubiera curiosidad por hacerlo. Esos vídeos ya no existen por la polvareda que se levantó. «Justicia colectiva viral» lo llamó Ohlheiser. Incluso reconocidos youtubers como Keemstar o Philip DeFranco reprobaron el canal tras ver algunos de los vídeos. YouTube reaccionó tibiamente, eliminando la publicidad del canal.

En esta captura del canal podéis ver cómo era antes. Ahora solo están visibles esos padres, a los que les han quitado la custodia, defendiéndose.

Ohlheiser describe uno de esos vídeos: los padres acusando a dos de sus hijos de haber derramado tinta en la alfombra, haciendo llorar a los niños que no dejan de jurar que no han sido ellos. Tres minutos después la madre saca riendo un frasco de tinta para hacer bromas, que se elimina fácilmente. Los niños siguen sentados en la cama, con los rostros rojos y entre sofocos mientras sus padres siguen riendo. Y los hay peores, hay uno en el que obligan a uno de los niños a abofetear a su hermana.

Cody y Emma, de apenas 9 y 11 años respectivamente, eran los que se llevaban la peor parte. Ambos están ahora con su madre biológica que ha obtenido la custodia de emergencia, ya que eran hijos del anterior matrimonio de padre youtuber, mientras las autoridades de Carolina del Norte siguen investigando el caso, tal vez el primer caso que trasciende por abuso a menores en pro de un mayor número de visualizaciones.

Ante la duda, nuestros hijos siempre deberían estar por delante de un puñado de desconocidos. O de cientos de miles de desconocidos. Y deberíamos acostumbrarnos a dudar siempre antes de darle a publicar. Da igual que busquemos la fama en esas redes o simplemente un poquito de popularidad social y ficticia entre los pocos que nos siguen.

¿Si fueras famoso subirías fotos de tus hijos a tus redes sociales?

GTRES.

Es un tema peliagudo sobre el que llevo reflexionando cierto tiempo, sobre todo desde la irrupción de Instagram, esa red social en la que también me muevo pero que tiene tantas cosas que no me convencen, como la imposibilidad de poner enlaces o extender y editar los textos. Es una red concebida para no salir de ahí, mucho más dirigida y que prima la imagen sobre el contenido y la navegación.

En esa red, también en otras, he visto a personas con una popularidad importante, con un número grande de seguidores, que jamás muestran a sus hijos. Que son extremadamente celosas de todo su círculo íntimo de hecho. Puedes ver muchos selfies o fotos tomadas por otras personas en todo tipo de circunstancias, su trabajo, sus obras, sus recomendaciones, pero jamás a sus personas queridas, nunca a sus niños.

Y, por supuesto, también están los que muestran pública y constantemente su entorno y a sus niños. Gente que obtuvo su fama por vías tradicionales o directamente nacidos en YouTube y las redes sociales que podrían mantenerlos en privado pero que ya antes mostraban gran parte de su día a día y al tener hijos, esos niños se incorporaron a esa exposición.

Buscando compartir su alegría, su orgullo y amor por sus niños. Buscando también o en otras ocasiones más interacciones y seguidores. Las fotos de bebés y niños pequeños tienen más éxito, es algo demostrado. Buscando ingresos también. Hay muchas cuentas de Instagram maternales protagonizadas por los niños y por las que se obtiene directamente dinero por diferentes vías.

GTRES.

No lo juzgo, salvo en unos pocos casos demasiado extremos, pero me resulta inevitable pensar en qué pensarán esos niños cuando crezcan (que será antes de lo que creemos) y sean conscientes de lo que ha pasado. Un adulto elije las fotos mías que yo subo a mis redes, pero ellos no han podido tomar esa decisión. Tal vez abra grietas en la relación con sus padres, tal vez cree unas expectativas irreales de repercusión social, tal vez afecte a su autoestima…

¿Qué haría yo si contara con esa popularidad? A día de hoy, que no soy nada popular en Instagram ni me preocupa serlo, a veces he mostrado alguna imagen de mis hijos cuando me ha parecido relevante, pero tiendo a no hacerlo, a que se les vea de espaldas o irreconocibles.

Pero si ya tuviera una horda de seguidores sería mucho más hermética. Creo que cuanto más famosa fuera, más procuraría mantener a mi entorno apartado de las redes sociales. Y no crearía redes sociales protagonizadas por la imagen de mis hijos bajo ninguna circunstancia.

¿Vosotros qué haríais? ¿Qué hacéis?

Todo esto lo he recordado leyendo un post reciente mi compañera Rosy Runrún.

Os dejo un par de párrafos de ese post:

Soraya ha salido a la defensa de su hija Manuela de un mes y una semana en contra de los que criticaban que le había salido ‘feita’ la niña. Me parece bastante osado que en vez de compartir la alegría de la cantante y madre reciente algunos dejen comentarios de esta índole, pero desgraciadamente cuando tienes una cuenta abierta en la que subes fotos de tu familia, al final, te expones a que los ‘haters’ arremetan contra lo que más quieres. Luego ya depende de cada cuál si ignorar o no estos comentarios.

Tristemente, a veces, una respuesta como la suya sólo provoca más comentarios desagradables, aunque también muchos de sus fans han salido en su defensa. En su mano está dejar de subir fotos de su pequeña Manuela, pasar de todos los que segurián criticándola o quizá crear una cuenta privada en la que compartir con los que realmente la aprecian sus momentos más privados.

El punto de vista de los padres recientes

"Reconozco a un buen padre cuando lo veo"

«Reconozco a un buen padre cuando lo veo»

En mi penúltimo post os hablaba de la gran cantidad de madres que somos activas en Internet, ya sea en blogs o redes sociales. Hemos creado el equivalente digital a esos corrillos de mujeres que, en los pueblos, hablaban y debatían sobre todas las facetas de su maternidad creando de paso lazos de amistad.

Pero también hay muchos papás blogueros y tuiteros por ahí a los que merece la pena seguir. Esto de la crianza de los hijos, de contar concepciones, embarazos, desarrollo infantil y anécdotas relacionadas ha dejado de ser patrimonio femenino. Por suerte. Me encanta encontrarme con papás recientes en formato digital.

Se acerca el día del padre, así que me ha parecido buena idea traer aquí (con su permiso) un post de uno de mis últimos descubrimientos para de paso recomendaroslo: El papá de Teo. Me gustan especialmente cuando leemos lo que la paternidad les hace sentir, como en este posts:

Para un niño no hay territorio más prohibido que la noche. Éramos “bebés buenos” si dejábamos dormir a nuestros padres. Éramos niños obedientes si nos íbamos a la cama sin protestar, cuando empezaban las películas con rombos y las conversaciones de adultos.

Nos quedaba un as en la manga: fingir dormir y permanecer despiertos. Ocultos en la oscuridad de nuestro cuarto, activábamos el oído para cazar una frase de nuestros padres o un extraño sonido en el pasillo, con el que construíamos dulces sueños o espantosas pesadillas.

Casi siempre me dormía pronto, pero alguna vez logré aguantar hasta tarde. El premio era mayúsculo: oír los últimos sonidos de la familia. El clic de la calefacción apagada. El interruptor del baño. Mis padres entrando en su destartalada cama.

Ahí ya podía dormir y construir el día siguiente: el partido del recreo, las respuestas al examen o qué le diría (luego nunca lo decía) a una chica de mi clase. Para mis padres, el resto: discusiones sobre el trabajo, la preocupación por llegar a fin de mes o la incertidumbre de cómo crecería su hijo.

La vida lo ha cambiado todo. Soy yo el que apaga la calefacción, visita por última vez el baño y se arroja a la cama agotado. Pero algunas veces, insomne, cierro los ojos y trato de prestar atención: confío en que otros hagan ruido en el salón y apaguen la tele. Porque ellos dictarán que la noche ha empezado, los que vendrán a besarme y quienes resolverán los problemas.

No siempre, pero mi santo suele ser también el responsable de la ronda nocturna apagando luces, comprobando temperatura. ¿Esa ronda de seguridad será algo ancestral del animal masculino humano?

Por último, os dejo una lista con los papás tuiteros que sigo, muchos de ellos con blog o página web propia. Tengo pendiente ir ampliándola:


Anunciaciones modernas

Últimamente todos los nacimientos que me rodean se anuncian al círculo más cercano con un mensaje de móvil que, la mayor parte de las veces, suele llevar foto incorporada.

Es la primera foto que les hacemos a nuestros hijos.

La que véis en este post es la que que le hicimos nosotros con el móvil nada más nacer.

También está la posibilidad de avisar con un correo electrónico, con y sin foto. Me da la impresión de que es especialmente habitual comunicarlo así en la empresa.

Y luego está la opción de publicarlo en el blog, si se tiene. También he visto ahí unos cuantos.

O la más moderna de contarlo en redes sociales tipo Nettby, Facebook, Tuenti…

No hace tanto tiempo semejante despliegue anunciador era impensable.

Pero creo que en cualquier época hemos querido anunciar una noticia tan excelente como la llegaba satisfactoria de un hijo.

Lo que pasa es que antes estábamos limitados al teléfono y los puros.

No sé cómo lo hicistéis o lo haréis vosotros. Pero puedo asegurar que en este blog lo sabréis casi en cuanto suceda.

Y también lo contaré en alguna que otra red social, mandaré un correo a los compañeros del trabajo y el inevitable mensaje de móvil con foto.

Por cierto, hoy comienzo la semana 38. En la 38 nació el peque por cesárea con casi 3,600 kilos.