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Más sobre los porqués

Seguimos con los porqués de los peques.

Ayer en el post puse un enlace a un artículo de Ser padres que explica esta etapa y cómo afrontarla.

Os dejo algunos fragmentos. El artículo original es mucho más extenso.

Las preguntas de los niños pueden ser disparatadas, absurdas, innumerables, agobiantes… pero eso no nos autoriza a menospreciarlas, ignorarlas o ridiculizarlas.

Se ha demostrado que los adultos más espontáneos y creativos son aquellos cuyas familias, de pequeños, fomentaban una expresión abierta y sin trabas y aceptaba las manifestaciones de los niños.

Como el lenguaje es para ellos una adquisición reciente, quieren ejercitar su habilidad para preguntar y responder, con la entonación y la forma gramatical correspondiente. Esto por sí mismo les divierte, y por eso a veces ni siquiera esperan ni parecen atender a la respuesta y se limitan a encadenar preguntas.

A veces las preguntas también son un recurso para buscar nuestra atención. Los niños disfrutan del placer de que les dediquemos tiempo y hablemos con ellos. Entonces, el interés está más en el hecho de hacernos hablar que en el contenido de nuestras respuestas. Por eso se dan «diálogos para besugos» del tipo: «¿Por qué ladra el perrito?», «Porque está feliz», «¿Y por qué está feliz?».

Echarle ingenio (en nuestras respuestas) no significa ridiculizar a nuestro hijo ni reírnos de él. Nos hace preguntas porque confía en nosotros. Nuestro sarcasmo, nuestras evasivas o nuestro silencio le defraudarán y le desanimarán a seguir preguntando. Y con ello lo único que lograremos es limitar su espontaneidad y su impulso de comunicarse.

No hay que obsesionarse con encontrar la respuesta precisa, ni tampoco complicadas explicaciones científicas. Respondamos con naturalidad y sentido común. El niño no siempre entenderá, pero eso no es tan grave. Lo importante es que sepa que las preguntas tienen respuesta, que él puede buscarla y que nosotros le apoyamos.

Como contaba ayer, aún no he tenido ocasión de ejercitarme con mis hijos dando respuestas. Lo estoy deseando.

Pero alguna vez me ha tocado con niños de familiares y amigos y sé perfectamente de qué pie cojeo.

Tengo bastante paciencia, me gusta contestarles, no me sale reirme de los niños… pero peco de dar respuestas demasiado rigurosas y de extenderme demasiado en mis explicaciones, tal vez me pongo un poquito didáctica de sobra.

Tendré que tener cuidado con eso.

Aún recuerdo la cara de alucinada que puso una niña de unos cinco años cuando, tras preguntar cómo funcionaba el mando a distancia, recibió toda una explicación técnica sobre los infrarrojos.

Se quedó loca. Y su madre me dijo: «otra vez, dile que es magia de mayores».

¿Vosotros de qué pie cojeáis? ¿Con qué tenéis que tener cuidado?

¿Dé dónde vienen los niños?

Conozco a una mamá reciente cuyo hijo está justo en plena época de los «porqués»

Tal vez debido a que yo fui una niña especialmente preguntona estoy deseando pasar esa etapa con mis hijos. Aunque sé perfectamente que hay que tener mucha paciencia y bastante ingenio, que a los niños se les plantea como dilema existencial de todo lo imaginable.

El peque ya debería estar inmerso en ella, esperemos que acabe llegando. Julia aún es pequeña, pero en cuanto nos descuidemos ahí estará.

Volviendo al tema. Esa mamá reciente es también una mamá futura. Su hijo está de lo más preguntón respecto a la procreación.

Ella estaba preparada para la charla didáctica en la que explicar de manera natural la concepción, el embarazo y el parto usando los términos correctos, como útero, vagina o pene. Casi la tenía ensayada y todo acorde a lo que aconsejan los expertos.

El problema es que desde aquella charla inicial no paran de caerle interrogantes encima: ¿Y la hermanita respira agua como los peces? ¿Por qué? ¿Y cómo saldrá de ahí? ¿Yo puedo tener cotraciones? ¿Te duele el ombligo? ¿No se te caerá si saltas? ¿Los pájaros también nacen así? ¿Y las águilas? ¿Y spiderman? ¿seguro que spiderman también?…

Me contaba que de haber sabido dónde se metía hubiera optado por la historia de la cigüeña…

¿Claro que cómo explicar esa barriga creciente entonces?

Por cierto, que su hijo pese al examen constante al que la somete jamás llegó a articular la famosa preguntita: ¿Dé dónde vienen los niños?

Los preguntones somos nosotros

El otro día andaba yo pensando en ello. Los pobres peques tienen fama de preguntones. Y es verdad que cuando les da por el porqué, el cuándo y el dónde, sobre todo a algunos, se ponen de lo más pesadito.

Pero ni punto de comparación con lo preguntones que somos los adultos con los niños pequeños. Niños que, muchas veces, ni siquiera dominan la palabra.

¿No os habéis fijado? Pues prestad atención. Nuestros pobres niños están sometidos a un interrogatorio constante.

Es muy frecuente ir con tu hijo de dos o tres años por la calle y que cualquiera que te encuentres le lance media docena de preguntas en dos minutos: «¿Qué es eso que llevas en la mano?» «¿Quieres mucho a tu hermanita?» «¿Cuántos años tienes?»

No es raro que los niños se limiten a mirar sin decir ni mú. O que cuando contestan se otorgue poco o ninguna importancia a lo que dicen.

Muchas son `preguntas retóricas que no esperan respuesta y acaban convirtiéndose en un monólogo: a un niño que va feliz con su cuscurro: «¿Te gusta el pan? (…) Claro que sí, es que está muy rico».

Jamás ejerceríamos ese examen constante con otro adulto.

Yo siempre me imagino para ponerme en su lugar que me sueltan en Suecia con los conocimientos justos del idioma y me empiezan a tratar igual. Debe ser bastante agobiante.

Pero también nosotros, sus padres y abuelos, los freímos en el día a día a peguntas.

Somos unos impertinentes con ellos.

¡Qué paciencia tienen nuestros peques con nosotros!

La batería de preguntas típica a las embarazadas

Resulta que, casualidades de la vida, me siento casi espalda con espalda con otra bloguera de 20minutos (a ver si adivináis quien es) que también está embarazada de apenas unas pocas semanas menos que yo.

El otro día hablábamos de la batería de preguntas típica que nos cae a toda embarazada.

Da igual que te encuentres con un íntimo amigo o con un apenas conocido, en cuanto ven la barriga siempre cae una o varias de las siguientes preguntas.

A mi parecer, las más populares son: ¿De cuánto estás? y ¿Para cuándo te toca?. La segunda suele sustituir a la primera cuando es obvio que estás en el último trimestre.

Otra muy típica es: ¿Ya sabes si va a ser niño o niña? que suele ir seguida de ¿Qué prefieres? y las particulares teorías y preferencias del interrogador.

Otras que casi siempre caen son ¿Cómo lo llevas? y, cuando ya arrastras una tripa de aquí te espero: ¿Ya tendrás muchas ganas de que llegue el día, verdad?.

¿Cuál crees que es la pregunta estrella?

Otras también muy frecuentes pero menos habituales: ¿Lo estabas buscando?, que a mi compi parece que le ha caído mucho y que coincido con ella en que es bastante impertinente, ¿Se mueve mucho?, ¿Hasta cuándo vas a trabajar? o ¿No estás muy gorda/flaca para esos meses?.

¿Me dejo alguna en el tintero? Seguro que sí.