Ya llegó el momento de la verticalidad. Julia, a sus diez meses y medio, no quiere otra cosa más que estar de pie y avanzar pasito a pasito bien agarrada a nuestras manos.
Su universo se ha ampliado enormemente, ya puede recorrer la casa de juguete en juguete.
De hecho es ahora cuando parece estar animándose a gatear un poco.
Pero lo que realmente le gusta es caminar tambaleante sujeta a un adulto de confianza.
Es decir, que también llegó el momento de encorvarnos para facilitar las exploraciones de un bebé que no llega mucho más allá de nuestras rodillas. Todo un mico bípedo.
Claro que, como bien dice su abuela, puede estar así meses hasta que se decida a dar sus primeros pasos sin manos de seguridad.
Por cierto, con su hermano no sacamos mucho partido a un arnés pensado para tales fines. A ver si lo amortizamos con Julia.
Otra cosa: el día de la resonancia magnética llegó y pasó. Y como me habían dicho, no fue tan malo como parecía. El peque se ha portado como un campeón. Ha sido muy paciente y no ha protestado más que al final, cuando ya estaba harto y con razón de ayunos, túneles raros y vías en la mano.