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Dejemos a Caroline Lovell descansar en paz

Sucedió el 23 de enero en Melbourne. Caroline Lovell, de 36 años y madre de una niña de tres, murió al dar a luz a su segunda hija, que afortunadamente está bien. Su corazón colapsó durante el parto y el día siguiente de haber sido madre por segunda vez murió.

Una tragedia cotidiana. Todas las muertes lo son, pero reconozco que las de las madres en el parto, tan raras en países como el nuestro y demasiado frecuentes en muchos otros, me llegan especialmente.

¿Por qué os cuento esto hoy? Pues porque la muerte de Caroline Lovell se está viendo rodeada de una desafortunada polémica.

Caroline Lovell era una activista del derecho de las mujeres a decidir cómo quieren que sea su parto y a recibir un trato humanizado y además una ferviente defensora de los partos en casa.

La polémica, como os podéis imaginar a estas alturas, viene dada por el hecho de que, defendiendo activamente el parto domiciliario, haya muerto teniendo a su hija en su casa atendida por una comadrona. Aunque realmente no murió en su casa, en cuanto hubo problemas fue trasladada al hospital y allí fue donde sucedió el día siguiente.

Su muerte ha sido realmente excepcional. Las escasas muertes que se producen a consecuencia de un parto suelen ser por hemorragia, pero lo de Caroline Lovell ha sido un raro caso.

Por favor, independientemente de lo que pensemos cada uno sobre el parto domiciliario, independientemente de lo que cada madre reciente decida hacer, seamos respetuosos y no busquemos polémicas sin sentido en un drama así.

¿Sensación de culpa por no haber podido parir?

Un amigo, padre recientísimo, me contaba el otro día el nacimiento de su hijo. Un pequeño que llegó tras un parto inducido e infructuoso por cesárea y que está como unas pascuas.

Me llamó mucho la atención que me contase que su mujer se sentía culpable por no haber podido tener un parto natural. Que era un tema muy delicado los primeros días para ella. Se entristecía creeyendo que no había sido capaz, se sentía como si hubiera fallado, decepcionada consigo misma.

Me contaba que todo el equipo que la asistió hizo lo posible por lograr un parto lo más natural posible, pero que no pudo ser y ella se sentía responsable. Tenía dentro el «no pude parir a mi hijo».

Deseo que ese sentimiento no dure. Imagino que es lo que sucederá, aunque no puedo estar segura. Tal vez sea una sensación que persistirá latente toda la vida.

Mi primer hijo nació por cesárea programada. Era muy grande y venía en una posición de nalgas bastante complicada. No me siento culpable, no siento haberle ni haberme fallado. Me alegro de que en casos como esos exista la posibilidad de una cesárea tan poco traumática como la mía, que estuve consciente y pude abrazar y besar a mi bebé mientras me suturaban (sólo faltó la presencia de su padre).

Pero si me rastreo con detenimiento, sí que supuso una pequeña decepción cuando me lo dijeron saber que no podría afrontar un parto natural. Algo que hubiera preferido con creces.

Eso sí, tuve tiempo de digerirlo y cuando llegó el momento lo tenía totalmente asumido. No es lo mismo que encontrarte con la noticia y la cirugía tras varias horas de infructuoso trabajo de parto.

Resulta curioso pensar que las formas tan diferentes que tenemos de afrontarlo: hay mujeres que prefieren una cesárea antes que un parto, las hay que las viven de modo traumático, las hay que se sienten derrotadas en su maternidad y las hay que avanzan sobre el tema sin preocuparse demasiado como es mi caso.

¿Como fue en vuestro caso?

Cuando parir no es coser y cantar

Me escribe Letizia, que quiere compartir una historia con nosotros:

Soy profesora de Educación Infantil, y trabajo en una guardería, asique imagínate mi contacto con los niños.

Pero hace poco, una amiga mía, dió a luz el domingo un bebé precioso, regordete y muy moreno, aunque el motivo de escribirte no es otro que contarte su parto:

Rompió aguas en casa de sus suegros, a la 1 de la mañana, entonces se fueron al hospital, y a partir de ahí todo fueron horas, horas, y horas de espera, No dilataba, y el niño se le quedó en mala postura,muy arriba, no eran capaces de que bajara. y como querían que fuera parto vaginal, no cesárea ahí que la tuvieron más de 30h, si, si más de 30 horas, para que en el último momento, cuando ya había dilatado, lo suficiente el niño se dió la vuelta, y no pudieron hacer nada para que no fuera cesárea. aún así los 2 están bien, sanos y contentos. Comenzando a ser una familia.

Aunque así contado, parece una sencillez, para mí fue toda una heroína, como tantas y tantas mujeres que aguantan y sufren los dolores de un parto horrible, para tener lo más bonito del mundo: Un Hijo.

Bueno MR, sólo quería contártelo para compartirlo contigo y con las demás.

Hay muchas madres, muy afortunadas, para las que el parto es casi coser y cantar. Claro que es cansado, claro que existe el dolor… por bueno que sea un parto no es como irse de compras, pero desde luego hay mujeres para las que es un camino de rosas comparado con las experiencias de otras.

Otras que, probablemente en otros tiempos, hubieran acabado mal. Es probable que hubieran muerto o padecido consecuencias de por vida ellas y/o sus hijos.

Tenemos que ser muy conscientes de la suerte que tenemos las madres de hoy día, y de países desarrollados, por la asistencia sanitaria que tenemos.

Es cierto que muchas madres pueden ser consideradas heroínas por superar duros partos y cesáreas. Claro que la recompensa es infinita.

Pero también son héroes muchos profesionales, matronas y ginecólogos, que en su trabajo diario salvan tantas vidas.

A veces parece que sólo nos acordamos de ellos cuando hay problemas, cuando abusan de las cesareas o de los partos programados e instrumentalizados en exceso.

Y es cierto que aún hay mucho camino por recorrer. Pero es poco comparado con lo que ya hemos andado.

¿Recordáis a Semmelweis? Nunca deberíamos olvidar al héroe de las madres recientes.

Cómo saber cuándo ir al hospital

Una de las cosas que nos estuvieron enseñando en la clase de preparación al parto de este lunes fue cómo identificar que estabas de parto y cuándo ir al hospital. Si es que vas a tener a tu hijo en el hospital claro.

Creo que todas las primerizas nos hemos planteado cómo será eso de notar que comienza un parto, si nos daremos cuenta (cualquier madre responderá que no te preocupes), en qué momento será y de qué manera.

No sé a vosotros, pero en eso de ir al hospital las películas (no sólo Hollywood, también las de cine de barrio) ha hecho mucho daño.

La escena es siempre parecida. Estás en tu casa, en un museo, en la oficina… y de repente esa embarazada que estaba fresca como una rosa rompe aguas de golpe y aquello es como las cataratas del Niágara o se agarra la barriga presa de una contracción de rinoceronte.

¡Ala! corriendo al hospital. Y siempre llegan justo a tiempo y de milagro. Ya en el hospital el parto está tan avanzado que va derecha al paritorio, la vemos u oímos gritar mucho y a los diez minutos ya tiene un bebé en brazos (que no al pecho).

No sé como fue en vuestro caso, pero dudo mucho que a la mayoría les pase algo semejante.

Lo primero es que días o semanas antes el cuerpo da señales de estar preparándose: se puede expulsar el tapón mucoso (una mezcla de sangre y moco) y se tienen con frecuencia contracciones de Braxton Hicks o falsas contracciones de partos (vienen y van, son irregulares y suelen desaparecer si descansamos).

En ninguno de los dos casos hay que ir corriendo al hospital. El parto se acerca pero puede tardar mucho en llegar.

¿Cuándo sí hay que ir?

Si se rompe aguas (si son claras podemos ir con más calma, si están teñidas de meconio hay que salir pitando) y cuando las contracciones en caso de las primerizas se producen aproximadamente cada cinco minutos (dos cada diez minutos) y con regularidad.

Es mejor pasar la primera etapa de las contracciones en casa, tranquila y relajada, que acudir al hospital y que te devuelvan a casa o tengas que pasar más horas de la cuenta en la sala de dilatación, siempre más incómoda que en tu sofá.

¿Cómo fue en vuestro caso?

Nuestras batallitas de la mili

Tengo un amigo que dice que cuando las mujeres nos ponemos a hablar de partos es como cuando él y sus amigos se ponen a hablar de su mili o de cómo se libraron de ella.

Siempre me ha hecho gracia esa reflexión, porque creo que tiene razón.

Estando embarazada me he encontrado como mujeres de toda edad o condición, a poco que saliera el tema, te explicaban cómo vivieron ellas su parto.

Tal vez no recuerden muchos detalles del embarazo o de la crianza de sus bebés, pero no han olvidado ni un detalle del parto.

Y si hay varias mujeres que han pasado por la experiencia, la conversación a varias bandas está servida.

Vamos a ver si somos capaces de reproducir la situación online.

Empiezo por contaros cómo llegó al mundo mi peque. Algo que había prometido hace ya tiempo.

Fue en el hospital universitario de Getafe, que aunque no es de la red de hospitales amigos de los niños, tiene instalaciones renovadas hace dos años, un equipo joven de matronas y es bastante respetuoso con las madres.

Aunque siempre habrá quien haya tenido allí malas experiencias, aunque estás sometida al protocolo de un hospital, creo a pies juntillas lo que me dijo mi matrona: «tienes suerte de tener allí a tu bebé».

Me convocaron allí a las 8 de la mañana de un 11 de agosto de casi de 39 semanas para una cesárea programada. El peque, además de grande, venía de nalgas.

La verdad es que fue un chasco. Yo quería vivir la experiencia del parto, a ser posible sin epidural. Pero me plegué a las recomendaciones del médico.

Varias intervenciones de urgencia retrasaron el ingreso: a mediodía entré en la sala de dilatación, no para dilatar, sino para prepararme, ponerme la sonda y un enema, que sinceramente no me pareció una experiencia terrible ni mucho menos.

Y seguimos esperando, despidiéndome de esa barriga viva que me había acompañado tanto tiempo y a la que estaba convencida echaría de menos.

De milagro no me mandaron de nuevo a casa. Ya por la tarde, me subieron a quirófano. El futuro padre reciente no pudo pasar, una pena, pero por lo demás no tengo queja.

Mi cesárea fue con una variante de la epidural, estuve consciente y tranquila, me explicaron lo que iban haciendo y experimenté esa sensación extraña de conservar el tacto en todo el cuerpo sin sentir dolor.

Todo fue muy rápido. Al poco de oír llorar a mi peque me dijeron que era un bebé precioso y me lo acercaron para que lo saludara y besara.

A continuación me enseñaron la placenta y me subieron a planta razonablemente pronto. Creo recordar que pasaron unas dos horas y media.

Nada más llegar en la camilla me encontré que querían darle un biberón de glucosa, tal vez lo único negativo de todo el asunto. Me negué y los tres, padre, madre e hijo recientes, pasamos esa primera noche casi en vela peleando para que se enganchara a la teta.

Esa primera noche no tuve compañera de habitación.

Los días siguientes fueron muy molestos: recuperarse de una cesárea no es cosa de broma. Yo veía a mi nueva compañera recién llegada y parida como una reina mientras a mi me enseñaban a ponerme en pie viendo las estrellas.

Un consejo si os hacen una cesárea: orinad continuamente aunque sea en la cuña. Una vejiga llena duele muchísimo.

Pero también os digo aunque suene tópico que el dolor se olvida, que tampoco es tanto comparado con tener un hijo.

Pasamos unos días más en los que se enganchó sin problemas la pecho, y de ahí a casita a continuar la aventura que voy compartiendo con vosotros todos los días.

Espero poder vivir un parto normal con mi segundo hijo.

Ya tenéis mi batallita particular. ¿Cómo os fue a vosotros?