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El miedo a la oscuridad

Llevamos dos meses durmiendo entre mal y fatal.

El peque siempre ha sido una marmota y nos tenía mal acostumbrados. Lleva desde los dos años durmiendo solo: entraba en su habitación, que tenía que estar completamente a oscuras, cerrábamos la puerta, y no reaparecía hasta pasadas diez u once horas.

Ya había tenido el verano pasado y en invierno pequeñas rachas de mal dormir. Pero ahora algo ha cambiado: se duerme a su hora pero pasadas pocas horas se despierta asustado y gritando. Tenemos que encender todas las luces del dormitorio para que se quede tranquilo, pero con tanto susto se despeja y luego pasa entre dos y cuatro horas despejadísimo sin querer conciliar el sueño. Después vuelve a dormirse, pero dejando la habitación iluminada como una verbena y al adulto que le acompaña mirando desesperado el reloj y pensando las pocas horas que va a poder dormir antes de irse a trabajar.

Hemos probado a dormir con él, a cambiarle de cuarto, a dejarle las luces encendidas desde el primer momento… nada parece funcionar.

Y él no nos puede decir lo que sucede.

Por lo que he hablado, es de lo más frecuente que los niños pequeños quieran luces en su cuarto. Incluso en su cama. Por eso existen inventos como el gusiluz y lámparas frías como la de Pabobo que hay en la imagen y que nosotros vamos a probar.

Pero algo me dice que sus despertares no se deben sólo a las pesadillas convencionales de otros niños, algo me dice que sus rachas de mal dormir tienen que ver con periodos de madurez o activación de su cerebrito.

Sólo tengo la impresión de una madre, pero la verdad es que suelen coincidir con avances tangibles.

Por ejemplo, con la mala racha del verano pasado , que al principio achacamos al calor, notamos que comenzaba a usar signos y a despertarse al mundo. Con la de Navidad llegó el hacer puzzles y ser más comunicativo. Con la que nos encontramos, que está siendo la peor, está mucho más centrado y está comenzando a hablar: repite las terminaciones de todas las palabras, comienza a corear las canciones…

Tal vez sean simples pesadillas como las de cualquier otro niño sin nada más detrás, pero es el consuelo que nos queda mientras nos arrastramos ojerosos camino al trabajo y robamos siestas siempre que podemos.