Este miércoles fue un día de maremágnum educativo que aún hoy se siente, de temblor de tierra convertido en tsunami en las redes sociales. El nuevo Gobierno dijo que iba a derogar parte de la LOMCE, algo esperable y esperado; y que la nota de la asignatura de Religión ya no iba a contar para nada y habría otra de valores cívicos para todos irrumpió como trending topic y fuente de debates y desencuentros.
Religión sí, religión no como asignatura. Religión católica o mejor religiones. Religión con un acercamiento cultural e histórico o catequista. Religión con nota que cuenta o como una extra escolar de zumba o polideporte. El debate es viejo y largo, con frecuencia encendido, y mi experiencia me dice que es difícil que haya cambios de punto de vista o acuerdos.
¿Mi opinión? La resumiré en que si a alguien su fe le proporciona consuelo, un sentido al mundo o a sí mismo, me merece el máximo respeto y puedo entender que desee que a sus hijos les enseñen esas creencias en su centro escolar, por mucho que eso no garantice que esos niños hereden esa misma fe. No obstante, me parece lógico y deseable que esa nota no cuente. Igual que desearía que a los niños se les enseñara nutrición, unas mínimas nociones financieras para que sepan defenderse al firmar una hipoteca o primeros auxilios, más aún que una asignatura de valores éticos, pero tampoco querría que puntuaran.
Pero hay mucho más, sin duda más relevante, en lo esbozado por Isabel Celáa ayer en el Congreso. Estoy de acuerdo con lo que otra ministra, Carmen Calvo, comenta hoy en una completa entrevista que os recomiendo: «el gran debate que siempre tenemos con la educación no lo tenemos que focalizar sobre asuntos que no tienen ningún sentido en el siglo XXI, como que la religión no debe estar en el currículum, porque lo que sí tiene que estar en el currículum son los valores cívicos, aprender qué es la democracia y la educación sexual. Como tenemos todavía el tema (de la religión) embarrancado ahí, porque es un tema que tendría que estar ya resueltísimo como en cualquier democracia europea, no ponemos el foco a lo que se lo tenemos que poner. Nuestros niños y nuestras niñas tienen que recibir educación cívica, educación afectiva, educación sexual, educación en valores, porque al final una parte importante de tu vida depende de eso».
La ministra habló de la supresión de las polémicas reválidas, que de hecho ya ni siquiera eran obligatorias ni sus resultados valían para nada y cuya elaboración costaba un dinero injustificable que iba a parar a manos privadas.
También ha dicho que se reducirán de horas lectivas y las ratios de alumnos por aula, así como los días que se tarda en sustituir a un profesor de baja, con un máximo de diez de ausencia. Ha dejado en el aire el concierto a los centros que segregan alumnos por sexos y dicho que habrá un nuevo modelo de becas, se incentivará la educación infantil primando a aquellas familias más necesitadas y se modernizará la FP, que falta hace, y ojalá también se plantearan en serio una preparación profesional de calidad adaptada para alumnos con discapacidad.
Vinculado a la reciente polémica sobre si hay que perseguir la deseable inclusión a costa de cerrar los centros de Educación Especial, La ministra dijo que «obligatoriamente tiene que existir» y que «tenemos que estudiar si algunos alumnos que se han quedado en centro de educación especial podrían estar en aulas en otros centros”. Suena sensato y parece aclarar las dudas sobre la continuidad de estos colegios, a día de hoy imprescindibles para miles de familias. Eso no significa que no haya necesidad de poner el foco también en las necesidades de esos alumnos, cuyos derechos son pisoteados con insólita frecuencia.
La #inclusión sería lo deseable, pero mantener la #EducaciónEspecial es imprescindible a día de hoy https://t.co/LBpXPayx2B pic.twitter.com/OQ8HnTejjh
— madrereciente (@madrereciente) 3 de julio de 2018
Es verdad que estamos hartos de tantos cambios de ley, que necesitamos una mínima estabilidad en el ámbito educativo, que no ayuda que cada cambio de Gobierno suponga novedades; pero también es cierto que la LOMCE, tal y como está, no contenta apenas a nadie y es preciso meterle mano a fondo.
Hay a quien le sabe a poco que no se derogue la LOMCE entera, pero bienvenido sea al menos el mover bien fuerte el árbol para que caigan las frutas podridas y hacerle algunos buenos injertos.
En cualquier caso de momento lo único que tenemos sobre la mesa son palabras. No hay información sobre dotación presupuestaria ni desarrollo específico de lo apuntado.
Los primeros acordes suenan bien, pero habrá que esperar y ver cómo de bien suena la música que a nuestros hijos les tocará bailar.