Mi hija, en Segundo de Primaria, no tiene deberes en su colegio. Mi hijo, que va a un centro de educación especial por tener autismo, tampoco los tiene. Probablemente secundaría la huelga de deberes que arranca este fin de semana impulsada por la CEAPA si viera a mis hijos, con la edad que tienen, (siete y diez años) cargados de deberes como veo a niños ajenos. Niños de seis, de ocho, de once años. Niños muy pequeños para los que el aprendizaje natural y mediante el juego es aún primordial y que tienen jornadas maratonianas.
Imaginad que tenéis ocho años, por ejemplo, y entráis al colegio a las ocho o las nueve, volvéis a casa a las cinco de la tarde, a las ocho y media se cena y a las nueve o nueve y media tocara ir a la cama. Imaginad que en esas tres horas y media que hay entre las cinco y las ocho y media tuvierais muchos días alguna actividad: inglés, robótica, baloncesto… Las horas libres podrían ver reducidas a un par. Ahora imaginad que hay que hacer tareas, terminar fichas, hacer ejercicios durante ese par de horas. Aunque no hubiera extraescolares probablemente os pesarían y desmotivarían. Tareas que colean y se acumulan para el fin de semana.
Ahora imaginad que esa jornada la tiene vuestra pareja, que llega a casa a las cinco o las seis teniendo que dedicar una o dos horas a seguir trabajando y que el fin de semana también le toca currar. ¿Qué opinaríais?
Yo no estoy en contra de que chavales más mayores, que además suelen tener jornadas más breves por intensivas, se dejen los codos estudiando (dentro de lo razonable, que conozco adolescentes que dedican cuatro horas diarias) y tengan que afianzar lo que aprenden en el instituto en casa mediante ejercicios. Pero los niños de Infantil y Primaria no deberían estar en esa rueda. Y eso no quiere decir que los niños de Infantil o Primaria no deban reforzar también lo que trabajan en clase, pero no sentados a una mesa rellenando fichas.
Una tarde de juegos de mesa en familia, una visita a un museo, ayudar a cocinar, leer con ellos un cómic de Pokemon aprovechando su interés por esos bichos, hacer experimentos caseros, salir a pasear a los perros y recoger distintos tipos de hojas para convertirlas luego en casa en hadas, jugar con una aplicación que muestra las constelaciones… Todo eso puede reforzar conocimientos y de una manera más efectiva, por lúdica, que la ficha y el ejercicio. De una manera, además, que nos permite disfrutar en familia. De una manera individualizada, porque no todos los niños necesitan trabajar lo mismo y de la misma manera.