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‘¡Ayúdale a despegar!’, un libro que acompaña en la crianza de los hijos distinto y útil

Desde hace ya muchos años llegan a mis manos, a mi vista o mis oídos muchos libros relacionados con crianza. Los hay de todo tipo. Unos tiran del humor, otros de las experiencias personales o de la evidencia científica. Los hay escritos por famosos,también por profesionales de la salud o la educación.

Como es lógico los hay buenos, malos y regulares, pero os confieso que salvo muy pocas excepciones lo que despiertan en mí es hastío. Sobre todo si se trata de manuales que vuelven a repasar lo contado mil veces: los cuidados y cambios en el embarazo, el puerperio y las primeras etapas del niño. «¿Otro más?», es lo que pienso.

No me extraña que para muchos futuros padres descarten eso de acudir al papel impreso en busca de conocimiento para afrontar esa nueva etapa en sus vidas, tras la que nada volverá a ser igual.

Tampoco me extraña que tantos declinen amablemente los volúmenes que otros padres ya no tan recientes se ofrecen a regalarles, o que los acepten por vergüenza torera pero los dejen cerrados en algún rincón olvidado. Tampoco que duden de lo que en muchos está escrito. ¿De verdad estará actualizado según las últimas evidencias científicas? Porque a veces no está claro lo que es irrebatible o solo una opinión (por fundada y aceptable que sea), porque intuyen que hay muchos modos de crianza, porque «no quiero que me pongan la cabeza como un bombo.

Creo sinceramente que hay una saturación de volúmenes así, libros en su mayoría de vida breve, como la comida rápida. Por todo eso apenas he hablado en más de una década de blog de libros de crianza. Pero hoy voy a hacer una excepción porque el título lo merece.

¡Ayúdale a despegar!, cuya primera y nutrida edición se ha agotado en tiempo récord, me sorprendió para bien. Considero que es uno de esos pocos libros realmente útiles para leer durante el embarazo, también una vez ya hemos sido padres, porque su enfoque es distinto, porque nos cuenta cosas que no sabemos, porque nos ayuda a ver a nuestro hijo de otra manera, a darnos cuenta de la importancia de las primeras semanas.

Un libro interesante también para muchos profesionales de la salud y la educación infantil, escrito de manera rigurosa y con varios niveles de lectura: capítulos desarrollados en profundidad, resúmenes y consejos prácticos al final de cada uno de ellos, y lleno de referencias bibliográficas al final.

A lo largo de catorce capítulos, los once primeros del fisioterapeuta pediátrico Iñaki Pastor y los tres últimos la psicóloga experta en trauma infantil Jara Acín y Rivera, aprendemos que el ser humano es programable; que la importancia de tocar a nuestro hijo es mayor de lo que creíamos; que coger en brazos sin límite es bueno y también lo son los límites y la firmeza; que es posible enseñar a los niños a encarar mejor el dolor físico y emocional; que hay que huir de las etiquetas cuando se habla de problemas de aprendizaje o a cómo crear buenos vínculos y un entorno de amor y seguridad.

Pero, sobre todo, aprenderemos que el ser humano es un todo Desde su primer día de vida que hay que cuidar por completo, porque un mal equilibrio tal vez se traduzca en el futuro en dificultades con las matemáticas, y que siempre estamos a tiempo de intervenir para, como clama el libro desde su portada, lograr que nuestros hijos tengan «un desarrollo sin límites».

Termino recomendando la entrevista a sus autores, que este viernes hemos publicado en 20minutos, y que ayuda a entender mejor las enseñanzas y reflexiones de ¡Ayúdale a despegar!.

¿Cuáles fueron vuestros libros favoritos cuando erais niños y adolescentes? ¿Los conserváis para vuestros hijos?

Este es un texto que nace de la resaca del Día del libro. Nace porque ayer me preguntaron por mi libro favorito. Una pregunta imposible. Hay tantos que es injusto destacar solo uno.

No obstante, pensando sobre el concepto de libro favorito, pronto descarté los títulos descubiertos en la edad adulta y dejé de lado a genios como Cormac McCarthy o Robert Graves, porque creo que el libro favorito de verdad, el que te roba el corazón y el sueño, se da en la pasión lectora de la infancia y la adolescencia. Sobre todo de la segunda etapa, la de la rebeldía, la del buscarse, la de apreciar cualquier espejo que te ayude a interpretarte, te sirva de refugio o te dé alas. Todo eso que pueden hacer tan bien los libros.

Una edad en la que en los centros educativos aún se empeñan en obligar a la lectura de La Celestina o El Quijote, generando precisamente rechazo por las letras en la edad en la que lo que debería fomentarse es el enamoramiento por los libros, por cualquier libro, dejando que los chicos elijan sus lecturas. Más hoy día que hay tanta competencia en lo que a dedicar el tiempo de ocio se refiere. El verbo leer no admite imperativos, y estoy convencida de que Miguel de Cervantes o Fernando de Rojas estarían de acuerdo.

Yo leí todos los libros a los que me obligaron. La mayoría pasaron por mí sin pena ni gloria. Solo al releer algunos de ellos, ya adulta, descubrí sus méritos. Y fue así pese a ser una niña que leía sin parar.

Pero leía sin parar libros infantiles y novelas juveniles. Historias que me atrapaban antes de caer, también adolescente, en otros títulos tradicionalmente considerados para adultos. Libros que conservo como un tesoro para mi hija cuando crezca, para los niños de mi familia. Sin obligaciones, sin expectativas, serán simplemente un ofrecimiento.

No guardo ningún juguete de cuando era niña, pero mis libros son mi tesoro. Libros que llevan demasiado tiempo sin ser leídos. Tentada me siento de volver a abrirlos yo misma para sumergirme de nuevo entre sus páginas. Libros infantiles y novelas juveniles, géneros que demasiados sujetos estirados consideran erróneamente de segunda división.

No sé si vosotros conserváis los libros con los que comenzasteis a disfrutar de la lectura, no sé si tendréis fácil comprarlos en caso contrario. Estos son muchos de los que me acompañaron a mí. No todos. No están ahí, por ejemplo, las colecciones de Elige tu propia aventura. Tampoco los cómics.

Los comparto porque tal vez despierten en vosotros algún buen recuerdo, incluso el impulso de abrir un libro o de regalárselo a un niño.


Una delicia llena de humor que rebosa amor por la naturaleza

Hay un buen puñado de libros de perros y lobos.

Y también de caballos.

Una de mis colecciones favoritas, ambientada en la conquista el Oeste.

¿Cuánto sabes sobre los hábitos de lectura de niños y adolescentes en España?

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(GTRES)

En enero del presente año la Secretaría de Estado de Cultura presentó el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2017 elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España. Os confieso que querría haber escrito un post al respecto, pero cuando quise ya era tarde, ya había dejado de ser noticia.

Hoy, 23 de abril, Día del Libro. me ha parecido oportuno recuperarlo para hacer un trivial y que podamos jugar y comprobar cómo está el patio lector de nuestros menores. ¿Os animáis? Lo mismo os lleváis alguna sorpresa.

Por cierto, no dejéis de leer los diez libros infantiles y juveniles que recomienda hoy desde su blog mi compañera, la librera bloguera Regina ExLibris.

‘Mírame a los ojos. Mi vida con síndrome de Asperger’ de John Elder Robison: “No quiero ser un genio, un rarito ni algo que exhibir”

Muchas descripciones del autismo y el síndrome de Asperger dicen de la gente como yo que «no desea el contacto con los demás» o que «prefiere jugar en soledad». No puedo hablar por los demás niños, pero me gustaría dejar muy claros mis sentimientos: yo jamás he querido estar solo. Y todos esos psicólogos infantiles que decían «John prefiere jugar solo» estaban equivocados de cabo a rabo. Yo jugaba solo porque se me daba fatal jugar con los demás. Estaba solo como consecuencia de mis propias limitaciones y estar solo fue una de las decepciones más amargas de mi juventud. El aguijón de esos primeros fracasos me siguió hasta bien entrado en la edad adulta, incluso después de tener conocimiento del síndrome de Asperger.

Hace ya bastantes meses que llegó a mis manos Mírame a los ojos: cuando la editorial Capitán Swing lo trajo a España. La mayoría de novelas y ensayos protagonizados por el autismo que se publican en España suelen acabar en la estantería de mi casa o en mi mesa de la redacción del periódico, y os confiero que solo leo una pequeña parte de ellos. A veces no me interesan de entrada, sobre todo sucede con aquellos revestidos de demasiada maravilla, de un exceso de superación y éxito. La mayoría, simplemente, no tengo tiempo y  los leo tarde o aún aguardan su momento.

Sí que he leído este libro, publicado inicialmente en Estados Unidos en 2006, y quería traerlo aquí este domingo que, como cada 18 de febrero, se celebra el Día Internacional del Síndrome de Asperger.

En Mírame a los ojos  John Elder Robison cuenta en primera persona su historia poliédrica: la de un niño al que su padre borracho maltrataba, con una madre que acabó manifestando problemas mentales y un hermano menor transmutado en crédula alimaña; la de un adolescente que podría haber sido un estudiante brillante pero al que su instituto no supo dar respuesta y acabó abandonando los estudios; un chaval dado a divertirse con embustes y bromas más o menos pesadas que adoraba todo tipo de máquinas y al que los psicólogos de la época también fallaron, creyendo que tenía rasgos psicopáticos o esquizofrénicos; un joven que puliría el sonido y crearía espectáculo para los mejores grupos musicales de hace tres décadas; un adulto que procuró con ahínco tener una vida ordenada y feliz de la mejor manera que supo, como todos intentamos.

Leer Mírame a los ojos es acompañar al relato de una vida sin aspavientos, que no está contada como un drama pese a tener elementos ciertamente dramáticos, que combina pragmatismo, humor y sinceridad.

Una vida marcada por el síndrome de Asperger y que ayuda a comprenderlo, pese a que Robison no supo lo que le pasaba exactamente hasta haber cumplido los cuarenta y logrado superar, con sus propios méritos, metiendo la pata y esforzándose, la discapacidad social que supone tener Asperger.

La mera idea de tener que conocer y hacerme amigo de una persona tras otra me resultaba demasiado aterradora. ¿Alguna de las chicas trató de ligar conmigo? Nunca lo sabré. Mi sensibilidad ante las acciones de los demás era tan limitada que todo intento de ligar conmigo me pasaba desapercibido. A menudo, cuando veía otras parejas, me sentía solo, pero no concebía ningún modo de cambiar mi situación así que me limitaba a ir tirando.

Un diagnóstico que llegó como un bálsamo.

– Siento sacarte este tema así. Lo he pensado mucho. Este libro te describe a la perfección. Eres un caso de manual de este trastorno. Tu fascinación por los trenes y los buldóceres está aquí. Tu manera de hablar. Tu manera de mirar a la gente y lo difícil que te resulta establecer contacto visual. Tu forma de pensar.
– ¿Y tiene cura?
– No es una enfermedad – explicó – No necesita cura. No es más que tu forma de ser.

(…)

Había pasado casi toda la vida oyendo a la gente decirme que era arrogante, arisco o antipático. Y ahora estaba leyendo que la gente con Asperger «muestra expresiones faciales inapropiadas». Bueno, de eso sabía un rato. De niño, me dijeron que mi tía había muerto y yo sonreí pese a que estaba triste. Me llevé un bofetón por aquello.

Solo leer aquellas páginas fue para mí un alivio tremendo. Toda mi vida había sentido que no encajaba. Siempre me había considerado un fraude o, aún peor un sociópata esperando que lo descubrieran. Pero el libro contaba una historia totalmente distinta. Yo no era un asesino despiadado a la espera de cosechar su primera víctima. Era una persona normal por lo que soy.

Es interesante leer el cada vez mayor número de historias en primera persona escritas por personas con Asperger o autismo de alto funcionamiento. Y la de John Elder Robison es una de las más recomendables que han pasado por mis manos. Lo es porque vuela a ras de suelo, porque muestra lo que es recibir la explicación que te falta de ti mismo en la edad adulta, porque sus reflexiones son certeras y concretas, porque sus vivencias personales y familiares son extraordinarias por mucho que las cuente de una manera tan franca y sencilla que parecen ordinarias. A fin de cuentas aprendió a sobrevivir en el bosque con catorce años gracias a una boina verde condecorado en Vietnam, tal vez el verdadero Rambo o se encargó de que las guitarras de KISS en los conciertos impactarán soltando fuego, humo y luces, por poner un par de ejemplos.
¿Quién es Robison? Así se le describe en la cubierta: «Es una autoridad mundial en cuanto a la vida con autismo y sus libros Mírame a los ojos, Be Different, Raising Cubby y Switched On se han contado entre los libros más leídos según el New York Times. Es experto residente en Neurodiversidad en el College of William & Mary y pertenece al Interagency Autism Coordinating Committee, que elabora el plan estratégico del Gobierno estadounidense sobre investigación de trastornos del espectro autista. Aficionado a las máquinas y fotógrafo apasionado, vive con su familia en Amherst, Massachusetts. Ha encontrado una nueva vocación como orador y defensor de personas con Asperger y otras formas de autismo. Para él, pese a que la ciencia ha identificado una serie de rasgos comunes, no existe ninguna persona «autista típica». Debemos comprender la urgente necesidad de desarrollar terapias y servicios para ayudar a las personas autistas a tener éxito en el mundo de hoy. En la actualidad, Robison es muy activo en los consejos y comités de los Institutos Nacionales de Salud, los Centros para el Control de Enfermedades y un buen número de universidades y colegios. Está interesado en encontrar la investigación más prometedora que mejore la calidad de vida de las personas en todos los puntos del espectro autista, así como en las cuestiones legales, éticas y sociales relacionadas con el autismo».

Os aseguro que merece la pena conocerle, igual que merece la pena pararse en una de sus conclusiones:

Puede que mi aspecto o comportamiento parezcan extraños en ocasiones, pero, en el fondo, solo pretendo que se me quiera y comprenda por quien soy y por lo que soy. Quiero que se me acepte como parte de la sociedad, no como un marginado ni un paria. No quiero ser un genio, un rarito ni algo que exhibir. Ansío la empatía y la compasión de quienes me rodean y aprecio la sinceridad, claridad y racionalidad en los demás. Creo que la mayoría de la gente, autista o no, comparte este deseo. Y ahora, con esta nueva percepción, estoy en el proceso de alcanzar ese objetivo.

Espero que tengáis en cuenta esas ideas la próxima vez que conozcáis a alguien cuyo aspecto o comportamiento os parezcan un poco raros.

«¿Un libro? ¿Solo eso?» «Mejor un juguete» «Pobre niño, compra algo que le divierta y no para estudiar»

No he entendido cuando me lo he encontrado -y ha sido con frecuencia- a adultos descartando que un libro sea un buen regalo para un niño al organizar los regalos de cumpleaños, Navidad o Reyes Magos. Lo consideran un presente de segunda, algo que no divierte, que no puede gustar.

«¿Un libro? ¿Solo eso?» «Pobre, regálale algo que le divierta, no para estudiar».

Un libro es un buen regalo para un niño. Sobra decir que también para un adulto. Un libro que pueda gustar a su destinatario a mí me parece más apetecible y recomendable que la mayoría de juguetes que veo en los catálogos y que cobran los cien gramos de plástico a precio de adamantium.

Me gusta regalar libros. Supone recorrer estantes inmersa en una suerte de juego de buscar el tesoro. Acariciar lomos, cotillear solapas, recordar lecturas, con la persona a la que quieres complacer todo el rato en mente.

Cuando hay que regalar cuentos a un niño me gusta ir acompañada de mi hija, que ella también mire, recuerde y busque.

Y adoro encontrarme con libreros que conocen y aman los libros, que recomiendan desde el interés y con el corazón.

Me gusta también que me regalen libros. Es un regalo que me dice que esa persona ha pasado un ratito en una librería pensando qué me puede gustar, penando en mí y queriendo agradarme. Aunque os confieso que rara vez se atreven a hacerlo. Temen meter la pata.

Ya de niña los libros eran mi regalo favorito en mi cumpleaños y en estas fiestas. En cuanto supe la verdad tras la magia de la Navidad lo que recibía era dinero para comprarlos o (mi opción preferida) que me llevan a una librería a ir sumando libros en el mostrador hasta que me decían «hasta aquí hemos llegado con el presupuesto».

Este año en la carta de mi hija de ocho años abundan los libros. Tanto que, tras añadir algunos videojuegos, ya no queda espacio para los juguetes según nuestra regla de una petición por casa.

«Solo un libro». «Compra algo con lo que pueda jugar». «No le regales algo que no le divierta» «Mejor un juguete»  «No creo que un libro le vaya a gustar tanto».

Por supuesto que los libros son un buen regalo.

Diez mangas aptos para regalar a niños, porque el cómic es un buen aliado para cimentar el amor a la lectura #LeerCómicsEsLeer

Ya os conté hace tiempo que mi amor por la lectura procede en gran medida todos los buenos ratos pasados leyendo bocadillos en mi infancia: los libros de películas de Disney, de la irreductible aldea gala, mortadelos, súperhumores, zipizapes, tintines, Súperlopez…

Los cómics son una buena herramienta para cimentar el interés por descubrir historias pasando páginas. Divertirse y emocionarse en estos libros en los que el texto está apoyado por las imágenes ayuda a comprender que hay multitud de personajes y aventuras emocionantes, divertidas, sorprendentes… al alcance de nuestra mano.

Leer cómics es fácil, es satisfactorio y en esa fase en la que la lectura arranca son magníficos aliados, porque empezar a leer cuesta, porque que aprender a leer y disfrutarlo no es fácil; porque en el amor y en la guerra por amar la lectura, todo vale.

Lo recordaba no solo rememorando mi infancia, también viendo el entusiasmo con el que mi hija, que ahora tiene ocho años, lee y relee muchos cómics desde hace un año y cómo el hacerlo le ha abierto la puerta a muchas otras lecturas. Lo recordaba porque he visto a otros niños encantados leyendo cómics que les hemos prestado y regalado.  Lo recordaba también porque hace pocos días me pidieron recomendaciones de libros escritos en mayúsculas para iniciar a los niños en la lectura.

En su caso los cómics que la han enganchado son mangas. En alguna ocasión me han preguntado si no es un inconveniente que se lean al revés, de atrás a delante y de derecha a izquierda. No, no lo ha sido en ninguno de los casos que he visto a mi alrededor. Se acostumbran fácil.

Tras más de un año inmersos en este tipo de lecturas y dado las fechas en las que estamos, con mucha gente pensando qué regalos poner bajo el árbol he decidido recomendar aquí unos cuantos títulos aptos para niños.Regalos fáciles de encontrar y baratos (la mayoría de los libros rondan los ocho euros).

¿A partir de qué edad están recomendados. Algunos pueden leerse a partir de los cinco años, otros a partir de los diez. Como la madurez lectora de los niños varía mucho a esas edades, Lo mejor es que un adulto que los conozca bien los lea primero, que no se tarda tanto, antes de decidir cuándo ofrecérselo. Son además libros que también pueden gustar a los padres, leerlos antes no supone ningún sacrificio, sino un disfrute.

Por otro lado, conocer aquello que les gusta para poder hablar con ellos de esos temas siempre es buena idea. Que sientan que nos interesa lo que a ellos les gusta, ya sean libros, series de televisión, películas y videojuegos, contribuye a que nuestra relación con nuestros niños sea mejor; que sientan que lo que les gusta nos interesa fortalece el vínculo entre padres e hijos, un vínculo que es un error suponer que no puede agrietarse.

Diez mangas recomendables para niños

Hay mucho manga basado en licencias conocidas como Pokemon, Doraemon, Mario o Yo-kai Watch. Son opciones estupendas porque ya sabéis que hay que compartir y aprovechar los intereses de los niños, no podarlos, pero los que traigo son otros. Vamos con ellos, pero que quede claro que es una selección subjetiva y abierta a vuestras matizaciones y a otras recomendaciones.

  1. El dulce hogar de Chi.Konami Kanata. Planeta.
    Sin duda, la mejor serie para iniciar a niños. A partir de cinco años, si es que ya están predispuestos a la lectura a esa edad. Cuenta como la familia Yamada encuentra a la pequeña Chi en la calle y decide adoptarla. Costumbrista y deliciosa, con mucho humor, refleja estupendamente el espíritu felino y lo que implica la convivencia con uno de estos animales. Un buen regalo también para amantes de los animales.
  2. Yotsuba.Kiyohiko Azuma. Norma.
    Un manga completamente blanco y muy popular: súperventas en Japón, con numerosos premios y buenas críticas. También a partir de seis o siete años puede ser una buena lectura. Se trata de un canto a la infancia, a esa maravillosa etapa de sorpresa, literalidad y aprendizaje. Julia no para de reír mientras lee sus salidas y aventuras cotidianas y no hay niño a partir de siete años al que se lo hayamos regalado o prestado y no le haya gustado.
  3. El pupitre de al lado. Takuma Morishige. Tomodomo.
    No tan conocido como los anteriores, pero igualmente recomendable. Delicioso y original, volcado en el humor. Yokoi, una niña muy estudiosa, se sienta junto a Seki, un chico que dedica las clases a idear todo tipo de locuras sobre su pupitre. Al final siempre queda la duda de cuál de los dos hace volar más su imaginación, si el niño inventor o la niña que interpreta. Otro canto a la imaginación y a la necesidad del juego. A partir de siete u ocho años.
  4. Tragones y mazmorras. Ryôko Kui. Milky Way.
    Una aventura rolera en toda regla. Un grupito de héroes (mago, caballero, explorador..) adentrándose en unas mazmorras para luchar contra un dragón y rescatar a los compañeros devorados. Divertida, sin sangre que salpique y con muerte poco drásticas, porque se puede resucitar. La originalidad consiste en que se van alimentando de los monstruos que encuentran, incluyendo recetas sencillas y, medio en broma, medio enserio, consejos nutricionales que harían las delicias a Boticaria García.
  5. My Hero Academy. Kōhei Horikoshi. Planeta.
    Izuku Midoriya es un niño normal, aparentemente sin súper-poderes, que entra voluntarioso en la academia en la que se forman los chicos que sí han nacido con dones especiales, que son la mayoría. Como es de suponer, no le toman demasiado en serio. Se da la casualidad de que su mejor amigo es el niño más poderoso de la clase. Acción, ciencia ficción y también comedia. Otra serie exitosa apta para niños a partir de unos ocho años.
  6. Padre e hijo. Mi Togawa. Milky Way.
    La historia está ambientada en el Japón rural del siglo XIX. Torakichi es un joven boticario cuyo trabajo consiste en viajar sin parar llevando los medicamentos a sus clientes. Pero sus aventuras arrancan cuando queda viudo y decide afrontar la crianza de Shiro y llevarlo con él en esos viajes pese a la oposición de muchos que no ven que sea vida para un niño. Costumbrista, centrada en las emociones, con ligeros toques de magia. Es una de mis series favoritas, pero también se puede disfrutar a partir de los 8 o 9 años.
  7. Noragami. Adachitoka. Norma.
    Volvemos a la acción. Otra serie muy popular de acción y ciencia ficción que cuenta con un anime que en estos momentos tiene en catálogo Netflix. Julia lo ha leído y visto en nuestra compañía (y disfrutado mucho) a sus ocho años, pero tal vez haya niños que deban acercarse pasados los diez. Yato es un dios menor que quiere un templo en un universo en el que los dioses tienen relaciones muy humanas y luchan contra malvados espíritus gracias a sus tesoros sagrados, almas puras que pueden convertirse en poderosas armas.
  8. Detective Conan. Gosho Aoyama. Planeta.
    Todo un clásico. El inteligente detective adolescente Shinichi Kudo que es convertido en niño pequeño y resuelve crímenes como nadie, pese a las dificultades que entraña estar en un cuerpecito tan pequeño. Pasa como con Noragami, habrá niños que con ocho años podrán leerlo, otros que a partir de nueve o diez años.
  9. One Piece. Eiichiro Oda. Planeta.
    De nuevo una serie muy popular, con mucha acción y mucho humor. La que más volúmenes tiene. También hay versión animada. Monkey D. Luffy es un pirata que de niño logró un poder muy especial, ser casi literalmente de goma. Su objetivo es convertirse en rey de los piratas con la ayuda de su banda, la del sombrero de paja, y encontrar un mítico tesoro.
  10. Los dioses mienten. Kaori Ozaki. Milky Way.
    El protagonista, un niño deportista como tantos otros, se encuentra un cachorro de gato herido y abandonado que le conducirá a entablar una relación con una niña que está viviendo una situación familiar muy dura. Un tomo único y la historia más profunda y poética de las que recojo en esta selección.

¡Ah! Y para niños más pequeños, os animo a leer la selección de cómics de la madre, psicóloga y bloguera Bebé a Mordor, que también recoge los beneficios que supone leer cómics para niños.

‘Elefante y Miguel’, un cuento para aprender a querer bien, a respetar la felicidad ajena (y contrario a los circos con animales)

Un precioso cuento ha nacido de un post que apareció publicado en este blog. Un post que a su vez nació de otro hermoso cuento. Un juego de muñecas rusas literario y con el propósito de contribuir a hacer de este mundo un lugar un poquito más justo para todos, también para los animales.

El post lo publiqué en diciembre de 2015, se titulaba Carta de una madre al colegio de su hijo por organizar una excursión a un circo con animales y empezaba así:

Ayer estuve con María José Rodríguez en la presentación de Galguiel precioso cuento que ha hecho junto al ilustrador Andrés Arcos que recoge la historia de un perro abandonado. Me contó que el curso pasado organizaron en el colegio de sus hijos una excursión a un circo en el que había animales (elefantes, grandes felinos…). “¡Anda que no habrá opciones de salidas con niños: museos, jardines, otro tipo de espectáculos!”, convinimos ambas.

María José hizo algo me parece especialmente meritorio: escribió una carta al claustro de profesores explicando porqué su hijo no acudiría a esa excursión con la intención de que se replantearan en el futuro repetir salidas semejantes.

Estoy completamente de acuerdo con su postura. Mis hijos tampoco hubieran ido. Circos sí. Circos con animales, rotundamente no. Ni Julia ni Jaime pisarán un sitio así, mientras de mí dependa. Es un tipo de maltrato animal que insensibiliza. Y es especialmente sangrante porque va dirigido eminentemente a un público infantil, un público en el que cultivar la empatía y sensibilidad hacia otros seres vivos, que no los perciban como un objeto que nos tiene que ser útil o entretenernos, sino como un ser vivo con derechos.

Elefante y Miguel, heredero de aquella idea, pronto será realidad porque ha iniciado hoy mismo su andadura en Verkami y no tengo duda de que logrará su objetivo, conseguirá enamorar a suficientes mecenas como para ver la luz y convertirse en el cuento favorito de muchos niños. Niños que ojalá cuando sean adultos vivan en un mundo en el que los circos ya no utilizan a animales salvajes de una manera tan cruel.

Yo creo que sí, que así será, que cuando esos niños que se emocionen leyendo las aventuras de Miguel y de Elefante sean padres y lean este cuento a sus hijos, dentro de dos o tres décadas, tendrán que explicar a una audiencia incrédula que hubo un tiempo no tan lejano en el que cogían tigres y elefantes, los hacían vivir en instalaciones inadecuadas, viajar sin descanso y hacer payasadas hasta que eran descartados si dejaban de ser útiles o rentables.

Pero el cuento seguirá teniendo vigencia, porque atesora la enseñanza de que hay que querer bien. A los animales, pero también a nuestros iguales. Querer bien no implica poseer, dominar, utilizar, tener cerca. Querer bien es un acto de generosidad que busca la felicidad de aquel que amamos. Y así, también, encontramos nuestra propia felicidad.

El cuento es además una maravilla estética, luminosa y atrayente. Su ilustrador, Andrés Arcos, ya creó un inolvidable galgo con cara de lápiz en su anterior colaboración con la escritora y ha vuelto a repetir la proeza con Elefante, que es tiene una personalidad arrolladora.

María José Rodríguez ha tenido la amabilidad, en plena vorágine del lanzamiento de un crowdfunding, de responder un par de preguntas sobre su último libro:

 ¿Qué pretendes conseguir con este cuento?
En primer lugar que los niños entiendan que querer a un animal significa querer hacerle feliz. No solo quererle en el sentido de poseer, de tenerle cerca. Sino quererle en el sentido de hacerle feliz. Es el lema de nuestro cuento: Te quiero feliz. Y ese deseo de hacerle feliz implica satisfacer sus necesidades, que a veces pueden chocar con nuestros propios deseos.

Y para que los niños entiendan esto, primero tienen que ponerse en el lugar de ese animal que está pasándolo mal en un circo, en un zoo, en un chenil, en una jaula… con Elefante y Miguel buscamos que los niños reflexionen sobre qué sentirían ellos en su lugar, en un espacio reducido del que nunca salen, lejos de sus familias. Con esto a los niños les basta para entenderlo, para empatizar con esos animales. Si los niños entienden esto, entenderán que no está bien encerrar a un animal para nuestra diversión o beneficio, ni en un circo, ni en un zoo ni en cualquier otro lugar que no sea su hábitat natural. Y ojalá que, con estos niños, desaparezcan circos, zoos y todos aquellos lugares en los que los animales sufren.

Queremos que los niños miren a los animales a los ojos y comprendan todo lo que son: seres vivos con su carácter, sus preferencias, sus necesidades, su dignidad.

¿Qué te impulsó a convertir tu reclamación en un cuento?
La segunda vez que la tuve que poner, Diego ya era más mayor y entendía mejor las razones por las que nosotros no encontrábamos correcto que fuera a la excursión del colegio a un circo con animales. Él no quería ver animales tristes haciendo tonterías y comprendía que eso estaba mal. Miguel era más pequeño y entendía peor los conceptos, pero tenía claro que a él mismo tampoco le gustaría estar todo el día metido en una habitación y salir sólo para hacer reír a los demás. Después de esa explicación, Miguel jamás ha sentido ni siquiera curiosidad por un circo con animales. Pero tras la excursión, a la que habían ido sus amiguitos y él no, Diego vino a casa diciendo que no entendía porqué sus amigos sí habían ido y encima les había gustado. Que porqué sus padres eran malos y permitían que sus hijos fueran al circo a ver animales tristes. Y que porqué sus amigos decían que esos animales no parecían tristes. Yo tenía clara la respuesta: sus padres y sus amigos no eran malos, simplemente no habían pensado en ello, no habían pensado en cómo habían llegado esos animales allí ni si allí estaban alegres o tristes. Y entonces me quedó clarísimo que para explicárselo bien, no sólo a él y a Miguel, sino a los demás niños y a los padres que nunca habían pensado en eso, había que hacerlo con un cuento. Un cuento que les permitiera reflexionar y entenderlo.

Tras esto decidí que tenía que explicarles a los niños por qué no era correcto ir a circos con animales si amabas a los animales. ¿Y cómo mejor que con un cuento?. Un cuento que les haría pensar antes de opinar.

Y una vez dí con el texto que me gustó (y que me llevó varias versiones… prometo contar algún día dónde surgió la inspiración para el texto definitivo, ¡esa es una buena historia!), necesitaba un ilustrador, y lo tuve muy claro: quería a Andrés Arcos, el ilustrador de Galgui, por supuesto, ¡que afortunadamente se sintió entusiasmado con el proyecto y dijo que sí!. Podréis disfrutar de unas ilustraciones maravillosas, llenas de significado, de expresividad, de color, de vida… Vuelvo a sentirme afortunada de que Andrés esté implicado en hacer este sueño realidad. Las palabras se me quedan cortas, pero podréis entenderme en cuanto tengáis el cuento en vuestras manos y veáis su trabajo.

Y si a Galgui le ayuda un niño llamado Diego (como nuestro hijo mayor, ¡casualidades de la vida!), a Elefante le ayuda un niño llamado Miguel (¡Anda, como nuestro hijo pequeño!, ¡más casualidades!). Y lo que tienen en común ambos niños (aparte de llamarse como nuestros hijos, ¡jeje!) es que ambos deciden actuar, deciden implicarse activamente en buscar el bienestar de sus amigos animales. Porque los quieren felices. Ojalá se nos dé tan bien educar a nuestros hijos en la realidad como soñamos hacerlo en la ficción.

Podéis apoyar el proyecto y disponer de mucha más información sobre cómo es y qué lo motiva desde la web Verkami, yo ya lo he hecho.

Es, además, una iniciativa solidaria: «Si conseguimos más dinero del mínimo que necesitamos para editar el libro, lo invertiremos en la edición y en los mecenas, en pagar parte de nuestro trabajo y en hacer donaciones a cada una de las ocho protectoras asociadas al proyecto, al igual que hicimos con Galgui, que son: Animales Con Un Nuevo Rumbo, Galgos112, El Refugio Escuela Sofía de Sevilla, Arca de Noé de Córdoba, La Madriguera, Doganzo, Animales Rioja y ANAA».

 

#TodosSomosCientíficos, un libro para inculcar en los niños el amor por la ciencia y luchar contra el cáncer infantil

Todos somos científicos es un libro que nace de la solidaridad, un proyecto precioso que merece todo el apoyo que podamos darle y por varios motivos.

Os voy a hablar primero del más obvio. Ya por su título se puede deducir el objetivo de su lectura: fomentar la vocación científica en los niños, el amor por explorar nuestro mundo de forma empírica para hacer de él un lugar mejor.

María José Rodríguez, que además de investigadora es escritora de cuentos infantiles e ilustradora, explica así cómo es el libro:

Es un libro de experimentos para hacer en familia, para niños y con las explicaciones sobre la ciencia que hay detrás del experimento también pensadas para que las entiendan los niños. Además es algo especial, pues cada capítulo tiene una introducción narrativa, una pequeña historia para enganchar a los niños y enseñarles que están interaccionando continuamente con la ciencia y la naturaleza, que la ciencia forma parte de nuestra vida diaria y es sorprendente y divertida.

Yo he escrito la parte narrativa y he asesorado en la organización del libro, la maquetación, los experimentos a plasmar y en que el lenguaje y las explicaciones fueran adecuadas para los niños. Y el resto del libro: experimentos, las explicaciones, las fotos, las anécdotas curiosas, la maquetación y las ilustraciones, las han hecho los voluntarios de Fundación Telefónica con el asesoramiento de Apadrina La Ciencia.

Además cada capítulo está supervisado por un científico del CSIC y de la Universidad, que es otro de los valores añadidos del libro.

 

Os hable de dos razones por las que apoyar este libro. La otra, probablemente la primera en importancia, es que es un libro solidario con una asociación que lucha activamente contra el cáncer infantil: APU, Asociación Pablo Ugarte. Poco conocida, su aportación a la investigación es notable; sostiene nada menos que 21 proyectos de investigación para acabar con ese monstruo que sí existe, que sí que nos acecha y a todos nos ha herido de alguna manera, más o menos profunda, un monstruo contra el que es preciso armarse y luchar.

Os lo he dicho en el pasado y lo repito. La guerra contra el cáncer la vamos a ganar. No sé cómo, ni cuando, ni de qué manera, pero lo lograremos. Acabará derrotado porque lo que sí sé es que cuando tantos hombres se empeñan con tanta fuerza en algo siempre lo acaban consiguiendo. Hemos demostrado con creces a lo largo de la historia que somos implacables, para bien y para mal.

Y los científicos son nuestra fuerza de asalto.

Todos somos científicos es un reto solidario, además de un libro. Os dejo de nuevo que os lo explique María José:

La idea es que si logramos recaudar con este libro 12.500 euros, Telefónica donará el doble de lo recaudado a la APU (25.000 euros) en la segunda parte del reto, con lo que la APU podría conseguir 37.500 euros que invertiría íntegramente en investigaciones contra el cáncer infantil.

Reto aparte, todo lo que venda (estará disponible desde Amazon) irá destinado a ese fin, así que Ojalá tenga muchas ediciones.

Su elaboración ha sido completamente solidaria, hay mucho tiempo, mucho esfuerzo y mucha ilusión de muchas personas que han arrimado el hombro por una buena causa. Y eso merece también tenerse en cuenta.

Es loable que gente sin experiencia en ilustración, maquetación, etc. haya hecho un libro tan bonito y en tan poco tiempo (empezamos el proyecto a finales de mayo). Y todos hemos trabajado gratis y no vamos a cobrar un duro: el libro vale 9,99 euros y todo el importe íntegro irá a la APU, a investigación contra el cáncer infantil, y, por ende, a aumentar la esperanza de niños y padres que sufren este tipo de enfermedad.

 

Este libro, este sueño de mejorar un poco el mundo y que devuelve la fe en el hombre, se presenta este próximo lunes, 2 de octubre, a las 19 en la sede que Fundación Telefónica tiene en la Gran Vía madrileña.

Allí podréis ver ver las investigaciones que la APU tiene en marcha y conocer a algunos de los investigadores, parte del equipo de Fundación Telefónica y de Apadrina La Ciencia. Yo también estaré por allí.

Os esperamos, con niños por supuesto. La entrada es libre pero conviene solicitar entradas en Ticketea.

Tenéis más información sobre el libro, cómo comprarlo y su presentación, en su página de facebook.

‘Retrón’ de Raúl Gay, un recomendable ejercicio de empatía en forma de libro

Hace algunos años que conozco a Raúl Gay, y lo cierto es que lo que nos unió fue la discapacidad; más concretamente la visión que tenemos sobre la discapacidad, que es positiva pero también realista, que huye de considerar como ángeles o superhéroes a los retrones, el término que él usa y da título a su libro, y aún así aspira a la felicidad.

También nos unió el periodismo, él es colega y si no hubiera ejercido este oficio durante dos años en un blog en El Diario, De retrones y hombres, junto a Pablo Echenique, probablemente no hubiera dado con él, con su sentido común y con esa visión de la discapacidad que compartimos. Yo como madre de un niño de diez años con autismo y un alto grado de afectación, él de primera mano por haber nacido con el síndrome de (el pirata) Roberts, una enfermedad rara que le supuso nacer sin brazos, con unas manos diferentes pero más operativas de lo que pudiera parecer, y unas piernas sin rodillas ni tobillos que le sostienen brevemente y le permiten alcanzar una vertical de metro veinte gracias a unas ortesis y una decena de operaciones (¡ay el olor de la anestesia!, el reverso tenebroso de la magdalena de Proust).

Por lo demás, Raúl Gay es un tipo normal. Tan normal como lo pueda ser cualquiera (nadie es normal, todos somos normales, ya sabéis). Tan normal que alberga sus contradicciones y sabe que tiene que bregar con ellas y mirarlas de frente (nadie es consecuente en todo). Un treintañero recién casado, esperando su primer hijo, gran conversador, buen lector y con ganas de ser feliz.

Tras algunos correos, conversaciones en redes sociales y colaborar escribiendo y leyéndonos, le conocí un día soleado en Madrid, paseamos y charlamos por El Retiro y le dejé entrando a un concierto que le cambiaría la vida, para bien.

Ahora que he podido (bendito verano) leer su libro he encontrado esa misma perspectiva que nos unió hace ya unos cuantos años merced a su blog. Una visión que antepone al ser humano a la discapacidad que tenga. Pedro, Marta, Laura, Raul, Carlos, María o Jaime tendrán autismo, síndrome de Down, parálisis cerebral, síndrome de Rett, focomelia, una retinopatía severa o X-frágil (el universo de la discapacidad es enormemente variado y complejo), pero ante todo son Pedro, Marta, Laura, Raúl, Carlos, María o Jaime, con su personalidad, sus gustos, sus deseos y circunstancias. Podrán ser buenas o malas personas. Y esas circunstancias tal vez sean mas determinantes que la propia discapacidad.

Contar con recursos económicos y con una red familiar (los amigos también son familia) supone la noche y el día para una persona con discapacidad, sea la que sea. El dinero no da la felicidad, pero ayuda. Si eres un retrón más aún, porque no tenerlo puede conducirte a una vida de encierro domiciliario, de peor calidad de vida, de perdida de potencial, de peor estado de salud, de demasiadas renuncias innecesarias. Y esa es una reivindicación presente en todo el libro.

Os traslado una pregunta que Raúl Gay hace desde su libro. Si os dieran a elegir entre ir en silla de ruedas en España o ser bípedo en Somalia, ¿qué elegiríais?.

Raúl lo tiene claro. Yo también. Igual que tenemos claro que si la pregunta fuera: ¿eliminarías esa discapacidad que te afecta a ti o a los tuyos si pudieras? La respuesta sería que por supuesto.

Y no tendría que ver con no aceptarse, sino con ese realismo objetivo que os comentaba al principio y que salpica el libro.

El mismo realismo objetivo que rechaza esa engañifa potencialmente peligrosa de que querer es poder.

Yo, que no tengo la experiencia de tener una discapacidad sino de tener un hijo con autismo, no he podido evitar leerlo teniendo muy presentes a los padres del autor. Están en un segundo plano, pero aparecen con frecuencia: llevando en brazos a su hijo hasta el mar, soportando y aprendiendo a ignorar las miradas marcianas, peleando para conseguir la escolarización más adecuada para su hijo pese a la oposición de un animal de bellota con forma de director de colegio, fabricando un atril para que pudiera leer y escribir en el pupitre, tal vez equivocándose al elegir alguna terapia… Los imagino también recibiendo diagnósticos, inmersos en papeleos, peleando con la administración, superando el sentimiento de culpa…

Probablemente haya más en común entre mi camino y el de los padres de Raúl Gay que entre Raúl y mi hijo. Ya lo decía arriba y se recoge en Retrón, la discapacidad es un universo tremendamente diverso.

Un universo de seres humanos que no es ajeno al sexo. En Retrón de habla de eso, igual que de muchos otros asuntos (intervenciones, asistentes personales, miedos varios…) que dejan de manifiesto la valentía y la sinceridad de su autor. No hay paños calientes al adentrarnos en el recorrido vital de Raúl Gay, y se agradece.

El libro que ha escrito Raúl Gay no es un canto a la esperanza o la alegría de vivir, no es un lugar en el que buscar ejemplo o inspiración (aunque tal vez se encuentre, por mucho que Raúl haya huido de la autoayuda), Retrón (Next Door Publishers) es un ejercicio de cordura por parte de su autor, un juego recomendable para cualquiera de ponerse en pellejo ajeno (entrenar la empatía siempre es buena idea) y ampliar nuestra visión del mundo.

‘El diario Down’, la bitácora del arranque de la paternidad de Francisco Rodríguez Criado

Ha sido en verano, cuando los días son largos y las obligaciones cortas, que he podido al fin leer El diario Down, del escritor extremeño Francisco Rodríguez Criado.

Un libro de pocas páginas, de lectura rápida y poso duradero, alumbrado con Ediciones Tolstoieski como comadrona (también primeriza).

Un viaje por el descubrimiento de la paternidad de Rodríguez Criado. Una paternidad primeriza con las dificultades añadidas que entraña un diagnóstico de síndrome de Down, escrito en primera persona, con sinceridad y sentido del humor, y presentado en un orden cronológico caprichoso.

Una historia de cómo un padre escritor aprendió a amar a su hijo que interesará a todos los que se atrevan con ella, porque todos podríamos estar ahí.

Un libro muy azul, el color que simboliza el autismo que tiene mi hijo.

De hecho hay un capítulo dedicado acertadamente al autismo.

Un libro sobre un bebé dorado, igual que lo es el mío. Mi niño de oro hilado. Dos niños dorados y distintos.

Más allá de las casualidades cromáticas, he encontrado muchos puntos en coincidencia entre mi persona y mis circunstancias y el relato de Rodríguez Criado, que recoge la asunción de esa realidad inesperada que rompe la foto de familia que había formado en su mente.

Algunas serán comunes a cualquiera que tenga un hijo con discapacidad, sea por el motivo que sea: la asimilación del diagnóstico, los sentimientos de culpa, la despedida del hijo imaginado y la bienvenida y aceptación del real, los papeleos, las pruebas médicas, el agotamiento físico y mental, sentirse chófer casi más que padre, el poco tacto en algunas personas, incluso esos asuntos que ligan lo empático y lo lingüístico respecto a cómo llamamos o llaman otros aquello que tiene nuestro niño.

Otros aspectos son más particulares, pero me llama la atención compartirlos con el autor: tener dos perras y que una de ellas haya pasado por la ansiedad por separación, encontrar la felicidad de forma inesperada bajo la lluvia, valorar que esa felicidad es el fin último y está con frecuencia vinculada a las pequeñas cosas, a momentos sueltos, el vínculo (en mi caso materno) con Extremadura, un niño de oro nacido de un padre de pelo zaino… pero sobre todo el hecho de que escribir sea terapéutico.

Rodríguez Criado escribía este diario que luego ha compartido para asimilarlo todo mejor, para curarse. Yo también escribí un blog oculto a buscadores desde el arranque del diagnóstico que me ayudó de la misma manera, igual que escribir este blog o mis libros. Ya os he contado en el pasado que escribir es para mí una necesidad por múltiples motivos, uno es sanarme.

Coincido también con él en que su libro, como el mío, nos ha ayudado sobre todo a nosotros, pero que los lanzamos al mundo deseando que puedan servir de compañía, de cierto consuelo, a otros.

Y hay diferencias, claro que sí.

Recordaba al leerlo a una de las psicólogas que nos dio el diagnóstico de autismo de Jaime cuando tenía más de dos años diciendo que el autismo era algo muy complejo, que ella hubiera preferido un Down. Y eso que mi hijo con autismo es fuerte y sano como un roble y que el Down está asociado a muchos problemas de salud que tienen su reflejo en el libro, en forma de intervención a corazón abierto y numerosas visitas a distintos médicos.

No vale comparar. Es un error caer en aquello de si la discapacidad de tu hijo es mejor o peor que la del mío, en si es preferible. Igual que caer en comparaciones respecto al grado de afectación y manifestaciones de un mismo diagnóstico en diferentes niños. Una línea de pensamiento necia y tóxica.

También es verdad que, aunque no es un libro para saber del síndrome de Down,  leyéndolo veía también lo diferente que es el autismo del down. Un ejemplo, nosotros estamos huérfanos de médicos, una vez nuestros hijos superan la batería inicial de pruebas de descarte.

Pero tal vez el aspecto más distinto venga vinculado a las grandes esperanzas (grandes expectativas) que el autor tenía depositadas en su hijo. Cómo aprendió a reprogramar todo aquello ocupa parte importante del libro. Quería un gran guerrero y acabó dándose cuenta de que lo tenía. La palabra guerrero se repite mucho, un sustantivo que yo no creo haber aplicado jamás a Jaime.

Siempre cuento, porque es verdad, que una de las cosas que más me ayudó a sobrellevar el diagnóstico fue leer un texto que había escrito estando embarazada en el que me decía que lo único que le pedía a mi hijo es que fuera feliz y buena gente. Volver a mis palabras me hizo ver que aquello seguía siendo perfectamente posible para mi hijo con autismo y que yo tenía que ser consecuente con lo que había expresado.

Probablemente este tema de las expectativas reprogramadas que para mí no supuso una piedra entre el camino esté vinculado al hecho de que yo, al contrario que Francisco (padre) nunca me creí destinada a grandes cosas. A menos que por gran cosa se entienda la búsqueda y el hallazgo de la felicidad, que bien podría considerarse como tal si se mira bien.

Similitudes y diferencias. Todo aquello que miramos encierra lo uno y lo otro. Y podemos elegir con qué nos quedamos, de qué manera preferimos fijar la mirada.

Podemos elegir cuando leemos un libro como El diario Down o si vemos a una persona con down (o autismo) cruzarse en nuestro camino, tal vez en nuestras vidas para siempre.