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En el logopeda privado, por recomendación recibida en la escuela pública

imageEsta es la segunda semana que Julia acude al logopeda. Tiene algunas dificultades para pronunciar la S y la L porque tiende a poner la lengua en posición interdental. Y también le conviene trabajar los sinfones.

¿Qué es eso de los sinfones? Os dejo la explicación de Madrid Logopedia:

Un sinfón es un grupo consonántico que aparece dentro de la misma sílaba, con las dos consonantes seguidas. Por ejemplo br- en “brazo”, gl- en “globo” o tr- en “Triste”.

Es muy habitual que los niños con dificultades de articulación o dislalias, muestren dificultades en este tipo de sonidos, ya que son los más complejos, y en una evolución normal, los últimos en ser pronunciados correctamente.

Cuando un logopeda trabaja con un niño en este tipo de sonidos, a los padres a veces nos soprende que nuestro hijo nos corrije y nos dice que el plátano se llama “palátano” o la fresa “feresa”. Esta técnica parte de la correcta pronunciación de sílabas simples para terminar en el sinfón, no hay que asustarse, el logopeda no se ha vuelto loco…

No es nada grave, tanto su tutora como la orientadora del colegio coincidieron en las charlas que tuvimos en que unas pocas sesiones probablemente serán suficientes, porque no hay más problema que ese, Julia colabora, se esfuerza por intentar pronunciar mejor.
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¿Cuales fueron las primeras palabras de vuestros bebés?

1292718732_4ebf1896c2_zRecuerdo perfectamente las primeras palabras de Julia y de Jaime, pero os confieso que no sé si las recordaría igual de bien si no lo hubiera contado aquí en sendos posts. Este blog está demostrando ser una manera estupenda de registrar todos esos aspectos de la maternidad que el tiempo acaba diluyendo.

Uno de ellos es una lectura agridulce para mí. Cuando escribí sobre las primeras palabras de Jaime pensaba que estaba presenciando el arranque de esa maravillosa zambullida en el lenguaje que experimentan los niños en sus primeros años de vida. No fue así, al poco de escribirlo empezó a perder habilidades, a dejar de jugar, de intentar repetir lo que decíamos.solo conservo un par de vídeos que atestiguan que su autismo fue del tipo regresivo.

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¿Y ya tienes novio/a en el cole?

.Escena que no es rara de ver: llega un adulto  y le pregunta a un niño pequeño, con el que probablemente no tenga mucha relación: «¿Y ya tienes novio/a?» o en el caso de que vaya acompañado «¿Es ese tu novio/a?»

¿Las reacciones de los niños?
De todo tipo: sonrojo, ignorar a su interlocutor, responder enfurecido que no tiene nada de eso o incluso confesar que tiene dos o que tenía a Pedro pero lo ha cambiado por Íker.

No lo soporto. ¡Qué tiene tres años, o cinco o siete por favor! Son ganas de soltar preguntas absurdas a los niños, son ganas de meterles prisas sin sentido. ¿Es que no se te ocurre nada mejor que preguntar a un niño, nada interesante con lo que hablar con él?

Sí, este post es heredero del de ayer. Y va en línea con no tener prisas. Cuando llegue el momento de que comiencen a tontear no pasará nada, procuraremos hablarlo y tomarlo todo con naturalidad. Pero con niños tan pequeños de verdad que es una de esas cosas que me ponen de los nervios.

Tal vez no tenga razón de ser, puede que lo lógico fuera ignorarlo y no cabrearme, pero no puedo evitarlo. Y en mi círculo de amigos y familiares son muchos los que piensan como yo.

Además, sé que en parte viene de la incapacidad de muchos adultos para hablar con normalidad  con los niños, de sentirse en la obligación de hacerse los graciosos, con frecuencia ni siquiera esperan o escuchan la respuesta del niño, les da igual lo que los pequeños puedan aportar. Olvidan que son seres humanos, que se les puede preguntar y hablar con ellos con educación sin tratarles como tontos, invadir su intimidad o ser unos preguntones de tomo y lomo. Porque esa es otra, a los niños les freímos a preguntas, algo que jamás se nos ocurriría con otro adulto.

Así que ya sabéis, por si los padres recientes que tenéis enfrente son de mi palo, absteneos de hacer ese tipo de preguntas. Y hablad con normalidad con los niños.

Lo que nuestros padres nos dicen cuando somos niños marca más de lo que parece

disney«Has salido a mí, lo tuyo no es cantar», me dijo mi padre en broma y con la mejor intención del mundo cuando tenía unos doce años. La frase entró a fuego en mi cabeza, cerré la boca y no volví a cantar en público jamás.

Tuve que esperar a ser madre para comenzar a hacerlo de nuevo, a todas horas. A mis hijos les gusta, sobre todo a Jaime, y a mí también cantarles. Y, como casi todo en esta vida, cuanto más haces algo mejor te sale. No digo que cante bien, en absoluto. Pero desde luego no duele oirme. Y a quien no le guste, que se vaya o se tape las orejas.

Lo que nuestros padres nos dicen, nos marca. Yo soy de las que cuida muchísimo la manera en la que me comunico con los niños, tal vez por ser periodista tengo la convicción de que las palabras tienen un poder notable. Por eso nunca digo cosas como «a Julia no se le da bien dibujar», «eres malo/perezoso/despistado». No quiero encontrarme con profecías cumplidas por haber sido programadas por mí.

Y procuro contestar a su curiosidad con explicaciones ciertas, aunque adaptadas para que las comprendan (eso es algo que no siempre consigo). Me da igual lo que pregunten. La fase de los porqués interminables me divierte, no me agobia. Ojalá Jaime me agobiara a preguntas imposibles. Y no pasa nada por reconocer que no se sabe algo ante alguna de esas preguntas.

No les miento, que hay adultos que disfrutan metiendo bolas a los niños. Ni les tomo el pelo y les vacilo por reirme yo o hacerme la simpática, ellos no entienden nuestras dobles sentidos o las bromas elaboradas.

No hablo de ellos con terceras personas en su presencia sobre lo que deberían mejorar o no se les da bien. Me pone mala eso de hablar sobre ellos delante de ellos como si no estuvieran, algo que si hiciéramos con un adulto sería una falta de educación terrible.

Eso es lo que yo hago. Por eso me han gustado los consejos para comunicarse adecuadamente con los niños que la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA) me ha mandado:

• Ten cuidado con lo que les dices: Debemos ser conscientes de que nuestras palabras tienen mucho poder en las personas, a veces incluso más que la fuerza, por lo que si no las usamos de forma adecuada podemos hacerles mucho daño.

• Evita prejuzgarles: Muchas veces encasillamos a los demás antes de darles la oportunidad de hablar o de actuar. Solemos juzgar y etiquetar prematuramente. En el caso de los niños esto puede condicionar su comportamiento y producirles unas heridas, que pueden quedar abiertas durante muchos años si no cicatrizan a tiempo.

• No limites su capacidad: Solemos olvidar que una persona desarrolla su autoconcepto en función de las expectativas que depositan sobre ella las personas de referencia de su entorno. Si desde pequeño transmitimos la incapacidad a hacer algo es muy probable que acabe pensando que no lo puede hacer.

• No tiendas a compararles con otros niños: Idealizar el comportamiento del hijo que suele comportarse mejor, regañarle menos y, en definitiva, tener más paciencia con él que con el que suele portarse peor puede afectar directamente al autoconcepto, la autoestima y el rendimiento de los niños.

• Motívales: Debemos animarles y motivarles hacia el aprendizaje. Concienciarle de la importancia que tienen los estudios, y elogiar sus capacidades. Si el niño se siente capaz de hacer algo y además siente interés por conseguirlo, actuará de forma motivada y será más probable que alcance sus metas.

• Ayúdales a desarrollar su imaginación:
Este punto requiere un cierto aprendizaje. No podemos pedirles, si nunca lo han hecho y nosotros no les hemos enseñado, que lo hagan de la noche a la mañana. Para ello, desde pequeños, debemos enseñarles a enfrentarse a sus obligaciones como si fuera un juego, algo divertido.

• Incentívales la curiosidad por las cosas: Si favorecemos el aprendizaje a través de un ambiente estimulante, que nos resulte atractivo, interesante, etc. es más probable que el niño quiera aprender. Para ello debemos implicarnos en la actividad, y transmitirles de una forma activa y con entusiasmo, que son ellos quienes deben resolver la cuestión, los que deben pensar razonadamente. Sólo así, conseguiremos que se involucren en lo que les estamos pidiendo.

• Muéstrales empatía:
Hay en ciertas etapas que los niños y adolescentes se muestran disconformes en muchas situaciones. Dedicar un cierto tiempo a comprenderles y entenderles es imprescindible para solucionar posibles conflictos.

• Practica la escucha activa: No debemos olvidar que en estas etapas tienen una necesidad inmensa de ser y sentirse escuchados. Debemos demostrarles que realmente le estamos escuchando y que nos interesa lo que nos tienen que contar. Darles conversación, escucharles, interesarnos por lo que les pasa, por lo que les gusta, es algo fundamental.

Las primeras palabras más frecuentes de los bebés

Vaso de aguaMi experiencia me dice que las seis primeras palabras con sentido más usadas por los bebés son (no necesariamente por este orden): “papá”, “mamá”, “agua”, “teta”, “bibi” y “tete”. Los tres últimos si lo toman, obviamente. En el caso de los dos últimos términos, también valen los equivalentes que se usan en cada casa.

Pero en conversaciones, redes sociales… veo que hay muchos niños muy originales. He oído hablar de bebés que arrancaron diciendo “hola” o “no”, llamando a hermanos, abuelos o animales de compañía, que pedían pan, chocolate o yogur con su media lengua, que dijeron el nombre de algún personaje de dibujos animados e incluso que ladraron.

Eso sí, son los menos. Si aún no habéis pasado por la fase de la primera palabra, haceos a la idea de que «papá», «mamá», «agua», «teta», «bibi» y «tete» tienen muchas posibilidades.

Aquí tenéis el post en el que hablaba de las primeras palabras de Julia y aquí el de las primeras de Jaime, que perdió y ahora está recuperando. Me encantará saber qué primeras palabras utilizaron los vuestros.

Hay bebés que comienzan a hablar antes que a andar y los hay más tardones sin que suponga ningún problema. Pero aprovecho este post para recordar que ante cualquier retroceso del lenguaje, acudamos a un especialista. El niño no tiene por qué tener autismo, como mi hijo, pero sí puede tener un retraso madurativo, un trastorno específico del lenguaje (TEL) o cualquier otro problema que afecta a su desarrollo.

Parece que corremos mucho antes a buscar ayuda profesional cuando el problema es físico, aunque sea mínimo, que ante una Y las intervenciones en estos caso, cuando antes, mejor. Y como en los casos de dolencias físicas o enfermedades, mejor que nos digan que no pasa nada a esperar y perder un tiempo valiosísimo.

En torno a los 18 meses se produce una explosión del lenguaje, ganan vocabulario a marchas forzadas, mejora su comprensión vertiginosamente y son muchos los niños que comienzan a utilizar sus primeras frases básicas. Si, como muy tarde, a esos 18 meses no está utilizando sus primeras palabras, es hora de consultar con un buen profesional.

Y aprovecho también para recordar Hablando nos entendemos los dos un libro del que ya hablé en este blog y que es altamente recomendable, tanto para niños con dificultades especiales como aquellos que no tienen ninguna.

Y la tabla de en HealthSystem para saber más o menos a qué atenerse en el arranque del habla:
>Desde el nacimiento hasta los 5 meses
* Hace gorgoritos.
* Vocaliza sonidos de placer y de molestia (risas, risitas, llanto o quejas).
* Hace ruido cuando se le habla.

De 6 a 11 meses
* Entiende “no-no”.
* Balbucea (dice “ba-ba-ba”).
* Dice “ma-má” o “pa-pá” sin saber lo que significa.
* Trata de comunicarse mediante acciones o gestos.
* Trata de repetir sus sonidos.
* Dice la primera palabra

De 12 a 17 meses
* Responde preguntas simples de forma no verbal.
* Dice dos o tres palabras para señalar una persona u objeto (puede que la pronunciación no sea clara).
* Trata de imitar palabras simples.
* Vocabulario de cuatro a seis palabras.

De 18 a 23 meses
* Pronuncia correctamente la mayoría de las vocales y la n, m, p, j, especialmente al principio de las sílabas y palabras cortas; también empieza a utilizar otros sonidos.
* Vocabulario de 50 palabras, a menudo la pronunciación no es clara.
* Pide alimentos comunes por su nombre.
* Hace sonidos de animales, como “muu”.
* Empieza a combinar palabras, como “más leche”.
* Empieza a utilizar pronombres, como “mío”.
* Utiliza frases de dos palabras.

Esos malditos verbos irregulares

Julia habla muchísimo. Es todo un lorito. Tiene tres años recién cumplidos y disfruto muchísimo manteniendo todo tipo de conversaciones con ella.

Aún le cuesta pronunciar bien algunos fonemas, pero lo más llamativo en sus pequeños discursos es la manera que tiene de evadir los verbos irregulares.

El castellano está lleno de estos verbos: «No cabo», «Papá condució», «Yo sabo hacerlo»… son legión

Cada vez que la escucho recuerdo una recomendación que me leí en un libro sobre la evolución del habla y el lenguaje en niños pequeños (el primer año del diagnóstico de Jaime perdí la cuenta de los libros que leí sobre autismo y estimulación de la comunicación) y que se me quedó grabada.

Decían estos expertos que no hay que corregir al niño de 2, 3 o 4 años que emplea mal los tiempos verbales. Recomendaban estar tranquilos y simplemente hablar nosotros correctamente. Si los padres se expresan correctamente, los niños lo acabarán haciendo.

Por poner un ejemplo concreto, si nuestro peque nos dice: «yo no sepo, ayúdame» o «yo no sabo». Nosotros no debemos decir «se dice «yo no sé» cariño», como mucho simplemente deberíamos decir algo del tipo «Vamos a ver si yo si sé hacerlo».

En ello andamos. Y en el proceso sigue siendo divertidísimo escucharla.

Que nuestros hijos sepan inglés: ¿la obsesión de los padres recientes españoles?

No es que lo diga yo, lo dicen estudios, empresas de recursos humanos, extranjeros que vienen a hacer turismo… el nivel de inglés de los españoles es entre regular y malo. Tampoco es un secreto la causa: un sistema educativo que no lo fomentaba, televisión y cine doblado, academias de inglés arcaicas y poco viaje a otros países en la infancia.

La cuestión es que ahora los padres recientes españoles, conscientes del grave inconveniente que es no aprender inglés convenientemente en la infancia, andamos como locos queriendo que nuestros niños lo hablen.

Buscamos colegios bilingües, clases de inmersión en inglés para niños pequeños (academias como Kids & Us tienen buena pinta), les ponemos el Clan y las películas de Disney en versión original, les cantamos en inglés e incluso les hablamos en inglés a ratitos.

Me da la impresión de que somos muchos los que vamos como pollos sin cabeza.

Me gustaría saber si vosotros estáis esforzándoos por enseñar inglés a vuestros hijos y de qué manera, sobre todo si estáis teniendo éxito.

Yo creo que voy a obligarme a hablar al menos dos horas dos días a la semana con Julia en Inglés. Y creo que lo voy a instaurar de manera oficial como en otras actividades tipo piscina.

Por ejemplo, los martes y jueves, de 17:00 a 18:00 jugaremos y cantaremos en inglés por mucho que mi acento no sea de Oxford precisamente. Y luego procuraré poner sin doblar a ratos los dibujos.

¿Alguna idea más que pueda aplicar?

La más sorprendente maravilla del mundo creada por el hombre

He visto volar máquinas que pesan toneladas y a gente vencer al cáncer gracias a la ciencia médica. He asistido al nacimiento y evolución de Internet y de los videojuegos y disfrutado de música sorprendentemente hermosa. He visto las pirámides de Egipto, los rascacielos en Nueva York y la gran muralla en China. Pero creo sinceramente que de todas las grandes proezas del ser humano de que he sido testigo, la que más me maravilla es la aparición y desarrollo del lenguaje oral y del pensamiento que la acompaña.

Un milagro de la evolución que, por cotidiano, pasa con frecuencia desapercibido.

Supone el descubrimiento de su propia conciencia
, de su lugar en el mundo y respecto a los otros, además de su libertad como individuos.

Julia está empezando a tener sus primeras conversaciones con nosotros. Una ventana mágica para conocer su lógica y razonamientos.

Y esto no ha hecho más que empezar.

Sueño con el día en que su hermano pueda abrirnos esa misma ventana.

No lo paséis por alto, disfrutad viendo nacer el habla y el pensamiento de vuestros hijos.

¿Me ayudáis a desentrañar el misterio «hipo fumi»?

Mi hija lleva todo el día hablando de unos dibujos animados en los que se dice o se llaman algo semejante a «hipo fumi».

Dado que la jota la transforma en efe con frecuencia podría ser algo del tipo «hipo jumi».

Ha tenido que verlos en Clan o en el Disney Channel supongo, pero ni yo ni su padre estábamos presentes.

Después de interrogarla lo único que hemos sacado en claro es que «hipo fumi» es de color rosa y sale en la tele.

A saber…

Es el gran misterio a resolver. Pese a lo pequeña que es, puede ser terriblemente insistente.

«¡hipo fumi!» «¡hipo fumi!»

Si alguien puede darnos alguna pista estaríamos inmensamente agradecidos.

Y Julia aún más…

———

Pues efectivamente se trataba del equipo UmiZoomi. ¡Gracias por ayudarme a desentrañar el misterio!

Adjetivando el mundo

Ayer hablaba de los logros de Jaime, hoy quiero contaros otro avance de Julia. Avances que habrían pasado más desapercibidos de no ser por su hermano, cuyas dificultades nos han hecho mucho más conscientes del camino que ambos recorren.

Tiene un vocabulario que crece exponencialmente día tras día. Está en pleno y fascinante descubrir los nombres de las cosas. La famosa explosión de los 18 meses. Es frecuente que venga con un objeto en las manos preguntando “¿Mamá, qués eto?”. Y “eto” puede ser desde un espárrago de juguete hasta un molinillo. Su afán por conocer el nombre de todo lo que le rodea es constante desde hace unos meses. Y lo asombroso es la capacidad que tiene para recordarlo, para multiplicarlo de día en día. Cualquier adulto sería incapaz de aprender tantas nuevas palabras de una lengua extrajera a diario.

Pero aprender a nombrar el mundo que le rodea ya no es suficiente, ahora con un año y diez meses su pasión es adjetivarlo.

Desde el comienzo de estas fiestas ha descubierto que todo eso que nombra además puede ser grande o pequeño, estar arriba o abajo, sucio o limpio, caliente o frío…

Los adjetivos opuestos son su última fascinación. Y nos busca a mí o a su padre para notariar sus descubrimientos: “¡mira papá! ¡una barco gande! ¡Otro barco peeño!” “¡mira mamá! ¡esto caliente! ¡esto muy fío!”

Sinceramente, pocas cosas hay tan asombrosas como contemplar el nacimiento desde cero de algo tan complejo como el lenguaje humano.