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Una niña, un viejo gato, una historia de amor

Flash llegó a nuestra casa en 2002, siendo un cachorro nacido de una gata abandonada y rescatada. Incluso siendo una bola de pelo de pocos gramos, demostró tener una personalidad (gatonalidad) especial. Decidió que la cruce de pitbull con la que vivíamos entonces era su madre, que todo el mundo (bípedo o cuadrúpedo) era invitado a nuestro hogar mientras tuviera claro que era su castillo y que no había actividad que no pudiera supervisar ni caos al que no pudiera imponerse con su flema inglesa felina.

Cualquiera que entra en casa y dedica unos minutos a conocerle, llega a la misma conclusión. Flash es mucho Flash.

Cuando tenía casi cinco años llegó Jaime, que siendo bebé reía a carcajadas viéndole y se aferraba sin miedo con sus puñitos a su espeso pelo. Con diecisiete meses dijo «gato», fue una de sus primeras palabras, una de las que perdió cuando poco después el autismo le hizo dar un salto atrás.

Tenía siete cuando llegó Julia. No sabíamos entonces hasta qué punto iba a ser mágica la relación entre ambos. Pese a tener perro en casa, también otra gata, Julia siempre tuvo especial afinidad con Flash. Es su gato, su favorito. Si ella está enferma, no falla, allí está él a su lado. También si está en el sofá jugando con la tablet, una mano siempre reposa en su pelaje naranja. Le lee cuentos, duermen juntos con frecuencia, le ha disfrazado, le defiende cuando nuestra perra juega algo brusco con él.

Han llegado nuevos bebés a la familia, junto a todos ellos Flash se ha tumbado y ha permitido que le agarraran del pelo, de las orejas, ronroneando incluso.

imageNo todos los animales son para todos los niños, pero hay entre algunos animales y algunos niños hay una química especial que es una maravilla contemplar.

Y pensar que aún hoy hay gente que se deshace de estos animales cuando llega un bebé… Miedo a la toxoplasmosis, a que salten a su cuna y los sofoquen, a que los arañen. Miedos absurdos todos ellos que ponen freno a una relación mágica como la que yo veo a diario, como la que ambos, niña y viejo gato, disfrutan.

El otro día os hablaba de cómo los animales puede ayudar a los niños a asumir la muerte con naturalidad. También la vida, creedme.

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Pasito a pasito, cachito mío

Ya llegó el momento de la verticalidad. Julia, a sus diez meses y medio, no quiere otra cosa más que estar de pie y avanzar pasito a pasito bien agarrada a nuestras manos.

Su universo se ha ampliado enormemente, ya puede recorrer la casa de juguete en juguete.

De hecho es ahora cuando parece estar animándose a gatear un poco.

Pero lo que realmente le gusta es caminar tambaleante sujeta a un adulto de confianza.

Es decir, que también llegó el momento de encorvarnos para facilitar las exploraciones de un bebé que no llega mucho más allá de nuestras rodillas. Todo un mico bípedo.

Claro que, como bien dice su abuela, puede estar así meses hasta que se decida a dar sus primeros pasos sin manos de seguridad.

Por cierto, con su hermano no sacamos mucho partido a un arnés pensado para tales fines. A ver si lo amortizamos con Julia.

Otra cosa: el día de la resonancia magnética llegó y pasó. Y como me habían dicho, no fue tan malo como parecía. El peque se ha portado como un campeón. Ha sido muy paciente y no ha protestado más que al final, cuando ya estaba harto y con razón de ayunos, túneles raros y vías en la mano.

Esos bebés que no gatean

Julia cumplió diez meses el sábado. Está hecha una avispa. Es decir, espabiladísima.

Se pasa el día imitando, haciendo monerías, practicando la pinza con las migas de pan, masticando trocitos de macarrones y arroz, metiendo y sacando juguetes de sus cajas y apilándolos…

Lleva en definitica el desarrollo normal de un bebé de su edad. Algo francamente tranquilizador.

Pero eso sí, no gatea. Aunque ya se sostiene de pie si tiene apoyo más tiesa que un ajo e incluso intenta dar pasitos agarrada a nuestras manos.

Precisamente ayer estuve viendo el vídeo de la hija de un amigo, algo más pequeña que ella, perreando por la casa con una soltura tremenda y eso me hizo pensar que debía sacar un post sobre el tema.

Su hermano tampoco gateo. Tampoco lo hice yo. Y según mi abuela mi padre tampoco. Un día a los once meses se puso a andar sin haber pasado por la fase del gateo.

Según mi pediatra hace unos años se daba mucha importancia al gateo. Se consideraba trascendental para la evolución correcta del cerebro.

Aquí hay un artículo bastante completo sobre la importancia dee gateo en este sentido.

Pero ella dice que ahora no creen que sea para tanto. Sencillamente hay niños que primero caminan y luego gatearan. El problema sería que no fueran capaces de coordinar el cuerpo para gatear.

Aquí hay otro artículo que le quita importancia al hecho de que no gateen mientras se muevan y coordinen bien.

¿Vosotros cómo lo véis?

¿Tú bebé es el más rápido gateando?

Me acaba de llegar una convocatoria peculiar que tal vez os interese si sois de Madrid y tenéis bebés gateantes.

Por primera vez se celebra en España la Carrera Navideña de Gateo, un acto festivo y navideño en el que los auténticos amos del gateo, los bebés, tendrán que corretear junto con sus padres para ver quién es el más rápido a sobre la pista de gateo.

Y como en toda carrera, tendremos la oportunidad de conocer quién es el ganador de la carrera de gateo en una gran final, tras la celebración de las rondas clasificatorias.

CUÁNDO: Jueves, 13 de diciembre de 2006 a las 18:00 h

DÓNDE: Zona peatonal de la Calle Princesa 41

QUIÉN: Bebés entre 9 meses y 3 años, acompañados por sus padres.

Lo patrocina entre otros Diset, un fabricante de juguetes de Barcelona.

Yo me temo que no iré más que como espectadora. Mi peque, que cumple hoy 16 mesazos, ya anda solito pero no ha gateado nunca.

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Actualización: aquí está la noticia de la carrera. Todos los bebés se llevaron su premio. Foto de Antonio Navia.