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¿Son compatibles las gafas de sol y los niños?

img_20160927_174648Yo nunca llevé gafas de sol cuando era niña. Jamás. Ni las llevé ni las tuve. Y tampoco recuerdo a ningún niño a mi alrededor con ese tipo de gafas, salvo que estuviera tonteando puntualmente con las gafas de alguno de sus progenitores. Correr, saltar, ir en bici… todo esa actividad infantil chocaba con ir cargando con unas gafas de sol. Si brillaba demasiado entrecerrabas los ojos sin miedo ninguno a las arrugas, ponías la mano a modo de visera o buscabas rápido la sombra.

No creo que esa incompatibilidad haya cambiado respecto a los años 80, pero hoy en día la situación es otra. La mayoría de los niños tienen gafas de sol, que las usen ya es otro cantar. Ves todo tipo de modelos infantiles en ópticas, tiendas de ropa y chinos. Ellos se encaprichan, tal vez lo hagamos nosotros si somos del todo sinceros, y las compramos. Si nosotros, adultos, ya no sabemos vivir sin ellas, si el sol cada vez es peor, tiene sentido que nuestros hijos las lleven más allá de la estética. Y sobra decir que deberían ser de óptica como explica mi compañera Boticaria García.

Al final las madres solemos llevar en el bolso una funda con sus gafas infantiles. Tal vez incluso vayan apretadas en la misma funda que las nuestras. Las ofrecemos si hay mucho sol y, según mi experiencia, no duran mucho con ellas puestas. Jaime nada, imposible. Vinculado a su autismo la comodidad prima y no soporta llevarlas. Julia, que tiene ahora siete años, las usa poco. Es como era yo, de saltar, trepar y correr en cuanto tiene la oportunidad, así que cuesta horrores que las lleve y acabo primero cargándolas yo y luego dejándolas olvidadas en casa.

Lógico.

Luego está el hecho de que en las manos de un niño no duran limpias más que unos pocos minutos y, si no estamos encima de lo que hacen con ellas, su esperanza de vida es solo un poco superior al de la pasta dentífrica infantil.
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