Cartel promocional con la princesa Elsa.
Domingo, sesión matinal llena de niños. Al fin hemos visto una película a la que todos teníamos ganas: Frozen, el reino de hielo. La última gran apuesta Disney en pantalla grande. La película infantil más apetecible a priori del invierno, al igual que El origen de los guardianes (con otro creador de nieve como protagonista: Jack Escarcha, coincidencia) lo fue el año pasado.
Ir con tantas expectativas puede ser un problema. No es la primera vez que salgo escaldada por acudir con el listón muy alto. En películas de adultos y también con títulos infantiles. Ahí está Brave, sin ir más lejos.
Por suerte en esta ocasión no ha sido así. Frozen, que apenas tiene nada en común con el cuento clásico en el que supuestamente está inspirada, es un divertimento cinematográfico muy por encima de la media. Visualmente es muy hermosa. Músicalmente una delicia, que estoy deseando poder ver en versión original para disfrutar de las voces de Broadway originales (llevo desde ayer con ‘Let it go‘ incrustado en el cerebro) Es original en el tratamiento del chica-conoce-chico y también en toda su estructura. La historia transcurre ágil y cuesta elegir un personaje favorito, todos son consistentes y tienen su encanto.
Aunque a mi hija no le ha costado. Julia ha salido fascinada con la princesa Elsa y jugando a crear hielo y nieve. Aún es pronto para saber si destronará a Tiana y Rapunzel. Ya veremos…
Es una auténtica pena que la calidad de la proyección no hiciera justicia a la película.
No acudí con Jaime, pero me estoy planteando llevarle. Sin duda en casa la disfrutará.
Eso sí aún tiene que pasar la prueba de fuego que Enredados (y muy pocas más) han superado: verla en casa una docena de veces sin perder su brillo.
Aviso. Aquel que quiera verla virgen, mejor que a partir de ahora pare de leer.
La historia no se centra en una relación romántica, sino en la de dos hermanas: la princesa Elsa (espectacular su transformación en plan Angelina en la alfombra roja) y la princesa Ana. Habla de la aceptación de lo que somos, del peligro de la sobreprotección y de comprender que no podemos vivir en soledad.
Pero sí que hay romance. Lo hay con una interesante vuelta de tuerca en las películas de princesas: la moraleja es que no te fíes del flechazo, no te apresures en casarte. Conoce a alguien que te gusta y ten una relación de verdad, conócele bien antes de decidir si es el hombre de tu vida. Salir a la vida deseando encontrar un príncipe azul puede conducirte al desastre.
Ya se lo podrían haber contado a Blancanieves, Aurora o Cenicienta. Sobre todo en el caso de la última estoy convencida de que se va a llevar el chasco de que su flamante marido tiene poco de heterosexual. Revisad la película: es el padre el que se empeña en buscar esposa al príncipe, que no hace ni caso a las mujeres; en el baile de palacio le llevan a todas las damas del reino y se dedica a bostezarlas en la cara. Creo que lo que le fascina de Cenicienta es us estilismo. Y luego el que ordena desesperado buscar a la dueña del zapato perdido es de nuevo el padre, el príncipe anda desaparecido.
Volviendo a Frozen, creo que volveremos a verla en pantalla grande.