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‘El viaje extraordinario’, el desembarco de Julio Verne en Futuroscope

Julio Verne es uno de mis escritores de ciencia ficción favoritos. Lo es por el componente de aventura de todos sus libros, por su carácter de pionero, porque sus escritos son aptos para todas las edades y capaces de avivar el amor a la lectura en cualquiera. También porque me gusta la ciencia ficción que tiene componentes plausibles, que sueña y adelanta lo que la ciencia traerá. En eso Verne fue el precursor de muchos otros que juntamos letras a su sombra.

Es una pena que la lectura de sus obras se esté perdiendo
. Esa es al menos la impresión que me da. Aquellos de nuestros abuelos que eran ávidos lectores de niños, conocían bastante bien a Verne. Los que ahora somos padres y leíamos mucho, también. Los niños de hoy juraría que no. Al menos en España. Y no creo que sea por las muchas películas que han adaptado sus libros con mayor o menor fortuna. La verdad es que no tengo claro el motivo, aunque puedo imaginar unos cuantos, y destaca el exceso de distinto tipo de oferta de entretenimiento más moderna. Tomo nota para procurar que Julia conozca las maravillas de su tocayo del siglo XIX.

Teniendo eso en cuenta es de agradecer que Futuroscope haya decidido recurrir a Verne para su última atracción, inaugurada esta temporada, y no a cualquier franquicia de éxito entre la chavalería.

Tenían muchos libros de Julio Verne con viajes asombrosos para inspirarse, al fondo del mar, al centro de la tierra, a la luna… pero han optado por sus cinco semanas en globo.

A lo largo de la cola exterior nos recuerdan lo visionario que fue el escritor, todo aquello que imaginó y luego fue verdad, desde satélites a submarinos pasando por teléfonos con imagen incorporada.

La zona de espera interior se divide en tres partes y ya es parte de la diversión en si misma
. Una primera en la que conviene no perder detalle, bellamente decorada con multitud de referencias. En la segunda el comandante de la nave y una científica que ha participado en su creación nos dan la bienvenida en un vídeo en francés (subtitulado en español afortunadamente, un idioma que no abunda en el parque). La tercera es un vehículo de la embarque que nos traslada por un Futuroscope del futuro y alternativo cuyos edificios son puertas a los mundos de Verne.

Y luego ya las normas de seguridad y el viaje, que se trata de un vuelo dulce, sobrevolando India (precioso atardecer sobre el Taj Mahal), Egipto, una megalópolis del futuro, el Himalaya… la sensación es de flotar, de volar realmente en globo, viendo el mundo desplegarse a tus pies y notando el viento a la contra en el rostro.

Los adjetivos propicios para describir la experiencia son bonita, agradable, suave… Se disfruta sin necesidad de brusquedad, sin una silla o un vehículo de traqueteo poco confortable, que ya tienen bastante de eso en otras atracciones del parque francés.

La única pega es que sabe a poco. «Es muy chulo, con dos o tres destinos más sería una súper atracción», fue el comentario de Julia al terminar y tener que abandonar la gran sala en la que tiene lugar. Tal vez también que hay más de Verne en las zonas de espera que en la atracción, que moderniza tal vez demasiado ese viaje en globo perdiendo el encanto del futurismo decimonónico por el camino.


Respecto a todo Futuroscope, que está en su 30 aniversario, me remito a lo que conté aquí hace tiempo. En la base se mantiene, aunque es cierto que ha habido otras novedades: una remodelación de la zona infantil con zona de construcción que equipa a los niños con casco y todo y otra para jugar con canalizaciones de agua, un nuevo espectáculo de Ice Age u otro en el que quince drones bailan en formación. ¡Ah! Y el espectáculo nocturno es ahora otro, La Forge aux Etoiles, y Julia y yo coincidimos en que peor que el anterior, que era más poético, alegre y comprensible, más del gusto infantil.

Es un parque en pulso constante contra el avance de los tiempos. Un parque sin montañas rusas en el que indudablemente se puede pasar una o dos jornadas memorables. Un parque en el que con frecuencia se echará en falta la comprensión del francés por mucho que haya cacharros traductores (que suelen acabar restando espacio en la mochila) y la amabilidad manifiesta de sus trabajadores.

Un parque, en definitiva, que no merece para la mayoría y por sí solo el viaje desde España. No tiene precisamente un aeropuerto al pie. La buena noticia es que la región sí que merece una visita, o varias. Poitiers y sus alrededores, desde Nantes a Burdeos incluso, es hermosa, un destino tranquilo, variado en su oferta de ocio y alojamientos, accesible en coche desde España, con una gastronomía apetecible y asequible. Y dentro de esa visita, Futuroscope sí que es una parada recomendable, sobre todo si hay niños.

Ile de Ré, lugar de concentración para futbolistas y de disfrute para familias con niños

– ¿Sabes dónde está concentrada la selección para la Eurocopa? En la Ile de Ré. A ver si la van a poner de moda… –

Eso me dijo mi santo, evocando inevitablemente el día que pasamos hace dos veranos en aquel pequeño paraíso de mar, viñedos, ostras y ecos de buques balleneros. Ese fue el año en el que nos enamoramos del norte de Francia, desde Poitiers hasta Caen, de Burdeos a Nantes, de LeMans a LaRochelle, y entre medias sus pequeños pueblos, sus ciudades tranquilas y llenas de maravillas.

Un viaje que no dejo de recomendar a mi alrededor si lo que se busca es desconexión, cultura, naturaleza, sin agobios de gente, por poco dinero si se viaja en coche, se buscan buenos alquileres y se compra en sus mercados para cocinar luego los productos de la tierra. Este año volveremos. Será la primera vez que repitamos por tercera vez un destino. Nos queda mucho por conocer, explorar y disfrutar.

Así que no he podido resistirme a escribir hoy de esa pequeña isla, será que ya me pide el cuerpo vacaciones, por si a alguno os sirve de inspiración para viajar con niños. Va a ser un post con muchas fotos, lo advierto, aunque tres de ellas no son mías. Arena y niños, uno de ellos al que hay que llevar siempre de la mano para evitar fugas por su autismo, impide que me dedique a la fotografía tanto como me gustaría.

La Ile de Ré es uno de los lugares más turísticos  que hemos visitado junto con La Rochelle, aunque para nada estaba saturado de gente pese a que fuimos en época de máxima afluencia (en temporada alta puede llegar a tener 160.000 personas, cuando en baja son 16.000). A las fotos de las playas me remito.

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Está apenas a media hora (y 16 euros de peaje por cruzar en coche su espectacular puente) de La Rochelle.

Vista del puente une La Rochelle con la isla de Ré (EFE/Juanjo Martín).

Vista del puente une La Rochelle con la isla de Ré (EFE/Juanjo Martín).

La Ile de Ré es un sitio en el que disfrutar con los niños de sus playas enormes y tranquilas en las que no se pasa calor pero los valientes pueden bañarse, Julia lo hizo. Claro que tanto ella como su hermano osaron bañarse el año posterior en las playas del desembarco de Normandía.  ¿Quién dijo frío?

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Por Normandía con niños

Este verano hemos pasado una semana de nuestras vacaciones en Normandía. Quería traer aquí los lugares que mas gustaron a Julia y Jaime, por si en alguna ocasión os planteáis ir por aquella región con niños y nuestra opinión, sin ser en absoluto expertos en la zona, puede seros útil.

Advierto que va a ser un post largo, en parte porque voy a subir un buen puñado de fotos. De hecho pensé en partirlo en varios como hice el año pasado, pero como en éste he empezado tarde y no me parecía seguir hablando de las vacaciones en septiembre, aquí os he condensado todo.

Sobre el alojamiento. Nosotros buscamos una casa a buen precio en un pueblo bien situado para explorar la zona y acertamos por completo. Estuvimos muy a gusto en las afueras de Percy, en una finca cerrada por la que los niños podían correr y jugar y saludar a las vacas vecinas. Jaime, con su autismo, necesita sitios así, seguros y tranquilos. De todas maneras, paramos poco en la casa. Apenas un par de tardes. Todos los días hubo excursiones.

Por lo que vimos al buscarla, abundan las casas semejantes por aquella región: bien equipadas y por entre 350 y 500 euros la semana para una familia entera. Probablemente en torno al 6 de junio, aniversario del desembarco, será todo más caro.

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Elegimos Percy porque desde allí está todo mas o menos al alcance en coche, que no solo nos interesaba visitar las playas del desembarco, y también acertamos: resultó que había una pastelería (hay un montón fantásticas por toda Francia) con unos macarons buenísimos; también tenían una cabina británica, no es la única que vimos en Normandía.

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Lo primero que hay que tener en cuenta es que el clima es variable y poco predecible. «Estás en Normandía, dónde el sol no brilla», ponía en un folleto turístico. Al menos en agosto yo diría que es algo así como «estás en Normandía, dónde el sol brilla cómo y cuándo le da la gana». En un mismo día puede hacer de todo, hubo uno en concreto que empezamos con sudadera y tormentas y acabamos bañándonos en la playa, así que no es mala idea llevar en el coche apaño para reaccionar sobre la marcha. Y las previsiones más vale mirarlas justo la noche antes para planificar la jornada, hacerlo con más antelación no es nada seguro.

Voy a decir una obviedad, si no hubiera tanta lluvia no estaría todo tan florido y tan verde ni disfrutaríamos de esos paisajes en los que vacas y caballos pacen a los lados de la carretera e incluso algún ciervo se atreve a asomar del bosque a esos pastizales. Tres vi yo en terrenos de pasto ganadero a última hora de la tarde desde el coche.

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¿Qué vimos? Empezaré por el Mont-Saint-Michel, aunque es el último sitio al que acudimos. Se trata de uno de los lugares más visitados de Francia del que poco puedo contar yo aquí que no esté explicado mejor en otros sitios. Es una maravilla, una parada obligada. Pero también os digo que está tan lleno de visitantes que es difícil disfrutarlo como a nosotros nos gusta. Jaime se portó estupendamente bien pese al bullicio y a que ese día hacía mucho calor. Moverse por la mayoría de sus calles empedradas supone, por lo menos en verano, ir abriéndose paso a duras penas entre turistas de todas las nacionalidades, dejando a ambos lados tiendas de recuerdos y establecimientos de restauración en los que los precios llegan a triplicar lo que cobran en otras ciudades. Un ejemplo: un crepe con azúcar por el que en otros sitios te cobran entre uno y dos euros (uno y medio nos costó por ejemplo en la hermosa y también turística Bayeaux) aquí estaba en tres y medio.

Para llegar a la abadía hay que dejar el coche en un parking enorme que cuesta 12,50 euros. Y luego se pueden coger unos autobuses gratuitos que van y vuelven continuamente o caminar entre dos y tres kilómetros (dependiendo de dónde se haya aparcado) por un camino que luego se convierte en pasarela. Nosotros fuimos caminando y volvimos en autobús. No llegamos a entrar en el interior de la abadía (solo entran un tercio de los visitantes del Mont-Sainte-Michel), hubiera sido demasiado para Jaime, así que lo paseamos y luego nos fuimos a disfrutar de Carolles, las playas que hay a 40 kilómetros en dirección a Granville, ciudad en la que salen los ferries y en la que acabamos dando un paseo y merendando. Fue una jornada que nos salió redonda. Y entre Granville, el Mont-Saint-Michel y la playa, los niños lo pasaron mejor en la arena, todo hay que decirlo.

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Lo que no me esperaba cuando planificamos el viaje en Madrid es que mis rubios disfrutarían como locos en las baterías alemanas que había defendiendo las playas en las que se produjo el desembarco aliado del Día D. Ya sabéis que Normandía, además del Mont-Saint-Michel, es destino turístico por excelencia para aquellos que quieren conocer un lugar clave en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Julia no dejaba de pedir todos los días que fuéramos a alguna batería más, feliz, igual que su hermano, de explorar, saltar y correr al aire libre entre los restos de hormigón que formaron parte del intento de crear el llamado muro del Atlántico.

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En la foto superior están corriendo por las defensas que están a pie de la playa de Utah. También las hay en Omaha. Pero la que más nos gustó a todos, por variada y bien explicada, fue la de Crisbecq, en la que hay que pagar 7 euros los adultos y 4 los niños. También estuvimos en la batería de Longues-Sur-Mer, que es gratuita y conserva los cañones originales, pero en la que no hay explicaciones, ni dioramas ni variedad en las construcciones.

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Por toda la costa hay muchísimas baterías, unas de pago y otras gratuitas. Lo ideal es elegir bien dos o tres que sean diferentes. Lo mismo que con los museos/memoriales. Por cierto, ya que estoy hablando de precios. En muchos museos y memoriales los niños pequeños no pagan. Y, aunque no lo especifiquen, con el carné de familia numerosa suelen hacer descuento en todas partes.

Julia y Jaime también lo pasaron muy bien en el Point de Hoc, el punto que une las playas de Utah y Omaha por el que escalaron los rangers estadounidenses, por imposible que parezca al ver la pendiente e imaginar que al mismo tiempo estaban recibiendo disparos.

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Mis peques estuvieron brincando y trepando, junto a otros niños que había por allí, en los numerosos y profundos cráteres que dejaron las bombas y que ahora están tapizados de verde y sirven de lugar de pasto a las ovejas.

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Hay algo hermoso y esperanzador en ver a los niños jugando en lo que fueron escenarios de violencia y muerte, en ver a tu hijo recogiendo alegremente conchas en una playa cuyas arenas fueron rojas.

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Vayamos con las ciudades. Una de las primeras que visitamos fue Saint-Lo, bautizada tras la guerra como la capital de las ruinas. Y es fácil constatar los estragos que padeció viendo lo que quedó en pie de la catedral y que abundan las nuevas construcciones. Si hay poco tiempo y hay que ajustar las excursiones, yo dejaría Saint-Lo fuera.

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En cambio no me perdería por nada del mundo Bayeaux. Fue el sitio con mas gente que encontramos, si obviamos el cementerio americano y, por supuesto, el Mont-Saint-Michel. Pero que haya gente no significa que vayamos a estar agobiados ni mucho menos. En Bayeaux, primera ciudad liberada tras el desembarco, se merece al menos que pasemos un día entero. Además de ver la catedral y recorrer sus calles, tienen un interesante museo, no muy grande y que no se hace nada pesado a los niños. Lo mismo que sucede con el museo Overlord, de iniciativa privada y llenito de dioramas muy conseguidos.

Pero por lo que es mas famoso Bayeaux es por un tapiz del siglo XI que explica con una audioguía caminando a paso de procesión a lo largo de sus 70 metros la conquista de Inglaterra por parte de Guillermo el Conquistador. Es impresionante, hay algo de cola para acceder a él y me temo que no es apto para los niños más pequeños. Jaime no lo vio y Julia ya estaba cansada en sus últimos metros. Lo siento, no hay fotos. No estaban permitidas.

En Bayeaux vimos el primer cementerio militar: el británico. Fue el que mas nos impresionó, tal vez porque es menos majestuoso que el americano de Omaha, tal vez porque fue el primero, puede que porque tenía menos gente, también porque en muchas de las cruces la familia había podido dejar unas palabras pensando en su ser querido: «nuestro hijo único», «fiel y amante esposo», «padre de tres hijos»… vas leyendo mientras recorres sus cruces.

Además del británico y del estadounidense, vimos un sobrio cementerio alemán cercano. Creo que estos lugares son otra visita obligada, también con niños.  Estremece verlos tanto por el número de caídos como cuando te detienes en tumbas concretas. Te hace preguntarte cuándo dejaremos de seguir a los locos y a los monstruos. Y a los niños también les despierta preguntas interesantes que son un reto contestar.

También en Bayeaux está el memorial que Reporteros Sin Fronteras tiene dedicado a los periodistas caídos cubriendo conflictos. Aunque solo fuera por deformación profesional, yo tenía que ir, aunque entiendo que no a todos interesará. Está justo frente al cementerio inglés y, con citas de Simone de Beauvoir y Voltaire, se trata de un jardín con un sendero a cuyos lados hay monolitos con distintos años y los nombres de los reporteros muertos. Si ampliáis las imágenes, alguno os sonará.

Caen, liberada tras intensos combates. Otra ciudad que merece mucho la pena. La que más ambiente tenía, con mucha gente joven, comercios y recorridos interesantes en los que aún se ven muchas casas agujereadas por las balas.

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En Caen también estuvimos un día entero, con gran parte de la mañana dedicada a su enorme memorial, con una escultura aún más enorme en la puerta, que solo es recomendable para los niños más mayores. De hecho, los menores de diez años no pagan.

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El mas caro y grande de los memoriales, va mucho más allá del desembarco y sus consecuencias. Lo que muestra es variado y muy duro, la ascensión al poder de Hitler, su solución final que abarcaba judíos, comunistas, gitanos, personas con discapacidad… También la resistencia y el colaboracionismo francés, la evolución del conflicto y sus antecedente. Es imposible que no conmueva recorrerlo.

En todos los museos y memoriales vamos intentando adaptar a Julia todo lo que vemos, y le explico siempre la historia sin mentir, pero simplificándola y suavizándola.

Cuando llegamos a la zona en la que explicaban la solución de la Alemania Nazi para la gente con discapacidad la pobre no daba crédito. «¿Mataron a 10.000 personas como mi hermano?», me dijo desconcertada, abriendo aun mas sus enormes ojos. Decidió que ese museo no le gustaba y, pasado cierto punto, quiso ir rápido y salir pronto. Os dejo un cartel propagandístico destinado al pueblo alemán en el que se justificaba ese exterminio del que no recuerdo que haya ninguna película en términos de costes puros y duros: «este paciente hereditario cuesta a la comunidad 60.000 RM. Ciudadanos, es vuestro dinero también».

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Justo en ese museo Jaime también decidió a su manera que no quería seguir ni un minuto mas y hubo que salir entre gritos. En el mismo lugar del Memorial de Caen está el búnker en el que el general alemán Richter tenía su cuartel general en 1944. Puede que algún experto me lapide por lo que voy a decir, pero me pareció que tenía el interés justo comparado con todo lo que ya habíamos visto.

El museo que mas gustó a Julia (y a todos nosotros, todo hay que decirlo) es el que hay en Sainte-Mère-Eglise, el pueblo más protagonizado por la Segunda Guerra Mundial de todos los que vimos. Igual que el maniquí del paracaidista permanece en lo alto de la iglesia, todo está lleno de tiendas con todo tipo de recuerdos y archiperres de aquel entonces, pero es que incluso peluquerías, farmacias y pastelerías están decoradas con soldados americanos de uniforme y parafernalia militar de la época. Está solo a dos pasos del parque temático militar, y eso a mí no me gusta tanto.

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El museo tiene mucho material y varias zonas, al aire libre y en interior. Impresiona ver el frágil planeador en los que aterrizaban (o lo intentaban), pero lo que mas gustó a todos es una parte en la que se simula lo que fue el salto en paracaídas, primero recorriendo un avión en el que hay soldados sentados esperando a saltar; de ahí se ‘salta’ sobre un cristal que simula el paisaje que tenían los estadounidenses y luego se recorren mas dioramas muy conseguidos. A Julia le gustó tanto que lo recorrió cuatro veces, dos con su padre y dos conmigo. Para Jaime estaba demasiado oscuro y había mucho ruido extraño.

Para comprar camisetas, sudaderas, llaveros y demás recuerdos relacionados con el desembarco, este museo y el memorial de Caen creo que eran los mejores sitios, además de alguna tienda suelta que pueda ver por ahí (nosotros dimos con una tiendita estupenda en Bayeaux). Pero la mejor recomendación es comprar cuando veas algo que te guste, que no es uno de esos sitios en los que veas los mismos recuerdos repetidos continuamente durante todo el viaje.

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Pero la abadía del Mont-Saint-Michel, patrimonio de la UNESCO y la Segunda Guerra Mundial no deberían eclipsar los paisajes y pueblos de Normandía. Ir a preciosos lugares como Villedieu les Poeles, que es especialmente recomendable en día de mercado para comprar fruta, verdura o mariscos llenos de sabor, acercarse a la abadía de Hambye, en un entorno natural espectacular, hacer lo que nosotros llamamos «turismo de coche», eligiendo en el GPS rutas pintorescas que nos descubran paisajes y pueblitos en lugar de autovías.

Todos los museos, cementerios, memoriales y lugares reseñables relacionados con el desembarco están diseminados por diferentes pueblos. El coche (o la moto) es imprescindible. Y hacer una selección también. A menos que se pase allí un mes entero es imposible ver todas las playas y los lugares de interés.

Y como os decía al principio, hay playas para disfrutar más allá de su componente histórico. Playas tranquilas, limpísimas y no tan frías como pudiera parecer. Claro que lo dice una que pasó su infancia en Gijón, no en Murcia. Mis dos rubios se bañaron varias veces.

Hay que tener en cuenta que se come pronto, que los comercios tienen los horarios muy ajustados y es fácil encontrar todo cerrado a horas que a los españoles nos parecen inconcebibles. Los domingos no abre casi nadie. Y, ojo, que para nada estoy diciendo que sea malo. Simplemente hay que tenerlo en cuenta.

Se come bien: mejillones y pescados, quesos, fruta y verdura que saben de verdad, sidra (yo la prefiero dulce) y zumo de manzana, embutidos, dulces y chocolates… Es cuestión de explorar. Nosotros somos más de mercados y cocinar que de restaurantes, y en ese sentido hay mucha variedad.

No es nuestro caso, pero para familias que disfruten dando pedales juntas, hay pocos sitios mejores. También hay muchas facilidades para ir con caravanas. Es además un sitio fantástico para montar a caballo. Hay muchísimos y con un aspecto fantástico. Una forma especial de recorrer las playas del desembarco que en otra época de mi vida no hubiera perdonado es a caballo.

Es recomendable también acercarse a los diferentes puntos de información turística. Te van dando leyeras guías, que en muchos son pequeños libritos muy completos. Me dio la impresión de que hay mucha mas gente que hable inglés allí que en otras zonas de Francia. Lógico supongo, dada la proximidad con las islas.

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Fue solo una semana que nos dejó con ganas de más, aún no sabemos si repetiremos el próximo año. Así que, como ya os dije que no pretendemos ser expertos, estaremos encantados de escuchar vuestras impresiones y otras recomendaciones. Hay mucha más Normandía que la que he contado, seguro.

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Casi un mes por Francia

imageSe acabó. Acabaron los días disfrutando de la piscina en el minúsculo y precioso pueblo de La Chapelle Mouliere, un lugar en el que parece haberse detenido el tiempo. Acabaron también los días en Percy, en una hermosa casita de piedra normanda, rodeados de verde en el que correr y con unas vacas jóvenes como vecinas a las que amenizábamos por las tardes cantando ‘tengo una vaca lechera’. Jamás tuvimos Julia y yo público más entregado.

Se acabó el recorrer villas, baterías, ciudades, chateaus, museos, playas y abadías escuchando Tendance, Virgin y los hits franceses. Se acabó el descubrir olores y sabores de distritos quesos, frutas, panes y moules et frits. Se acabaron los bon jour, merci, au revoir y bon journé; se acabó vivir rodeados por la música que tiene otro idioma.

Se acabaron unas vacaciones en las que hemos disfrutado y desconectado, preparándonos todos para afrontar un nuevo curso con cambios: Jaime cambia de colegio, Julia pasa a Primaria y nosotros tendremos nuevos retos. Pero pronto estaremos planeando qué rincón de Europa conocer el próximo verano, buscando alojamientos tranquilos en pueblos pequeños a precios ajustados y situados de tal manera que nos permitan explorar la zona en viajes a una o dos horas de coche.

Hay tanta Europa por explorar, lugares poco bulliciosos, en los que descubrir y disfrutar. Tenemos suerte, ambos son buenos viajeros. Jaime, con su autismo, necesita vacaciones así. Tranquilas, huyendo del sol abrasador que le roba el sueño y de los lugares atestados.

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Quedan en la memoria los buenos ratos, hermosos destellos de mis niños riendo en el agua, corriendo en el verde, abriendo los ojos a paisajes diferentes, a detalles asombrosos, aprendiendo a aprender, a ser flexibles. Comprendiendo que somos perfectamente capaces de ser felices.

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Queda también algún post de viaje en el que os contaré lo que hemos hecho en el país vecino, por si nuestra experiencia os pudiera servir de algo.

Nos seguimos leyendo.

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Dos días en Puy du Fou, entre caballeros, gladiadores y mosqueteros

“¿Pidifú? ¿Eso qué es?”. Esa es la respuesta que recibimos sin excepción cuando contábamos a amigos y familiares nuestros planes para recorrer parte del norte de Francia en agosto. Absolutamente nadie sabía de lo que estábamos hablando.

“Es un parque temático, uno que no tiene atracciones, solo espectáculos inspirados en diferentes momentos históricos. Ha conseguido varios premios internacionales y es el segundo más visitado de Francia, tiene muy buena pinta”, explicábamos nosotros. Y después les poníamos este vídeo de apenas un minuto que promociona uno de sus seis grandes espectáculos y que deja a todo aquel que lo ve por primera vez con la boca abierta:

«Sí que pinta bien, ya nos contaréis a la vuelta», nos decían. Pues a ello voy:

Momento de 'El secreto de la lanza'.

Momento de ‘El secreto de la lanza’.

Puy du Fou fue nuestra penúltima escala, antes de terminar el viaje en La Rochelle. Pasamos allí dos noches y dos días completos, tiempo suficiente para disfrutar de un lugar de entretenimiento original y sorprendente al que no me importaría volver.

Que no se conozca Puy du Fou en España me resulta tan incomprensible como que ciudades tan hermosas como Orleans, con su impresionante catedral, o la mágica Le Mans estén prácticamente desiertas tanto de turismo nacional e internacional, mientras que en París hay colas larguísimas para todo. De verdad, incomprensible. París tiene una belleza y una riqueza artística indiscutible (aunque a mí me deja algo fría, lo confieso), pero muchas otras ciudades francesas también y apenas ves al visitarlas unas pocas almas. París ha fagocitado gran parte de Francia, y da la impresión de que Disneyland ha hecho lo mismo con los varios y recomendables parques temáticos galos.

Volviendo al Puy du Fou, su gran handicap para no tener más visitantes extranjeros imagino que es que no tiene un gran aeropuerto al lado, pero está en una zona muy accesible en coche desde España, dentro de la región del Loira. Otro handicap es el idioma que manejan; en el Puy du Fou se habla bastante y se habla en francés. Hay mucha información en inglés disponible, pero los espectáculos son eminentemente galos en discurso y temática. Eso hace que los de fuera nos perdamos muchas cosas, pero lo cierto es que  son tan espectaculares y cuidados, con una música original tan bien seleccionada (de nuestro Carlos Núñez), que aunque disminuya el disfrute no lo impide. La prueba es que Julia, con cinco años, se divirtió muchísimo y no se cansa ahora de revivirlo viendo los vídeos.

Tienen audioguías en español (creo recordar que eran nueve euros dos) pero no todo está traducido, no todo está bien traducido y, como os contaba en mi visita a Futuroscope, prefiero disfrutar sin trabas del sonido ambiente y no ponerme unos cascos de calidad limitada que me reducen la inmersión en lo que estoy viendo.

El pase emoción para principales espectáculos.

El pase emoción para los grandes espectáculos.

Hay seis grandes espectáculos, imprescindibles todos ellos y aptos para todas las edades. El número de representaciones y su horario varía cada día en función de la afluencia de público prevista.

  •  El signo del triunfo, con bárbaros galos frente a romanos en torno a la historia de amor de la arena.
  • Los mosqueteros de Richelieu, el único en interior y con sabor español.
  • Los vikingos, lleno de trucos sorprendentes.
  • El secreto de la lanza, el favorito de Julia por su protagonismo femenino.
  • El baile de las aves fantasmas (si es que lo estoy traduciendo bien). Una muestra de vuelo de aves rapaces  poco convencional.

No os cuento mucho porque no quiero aguar las sorpresas que encierran. Luego hay otros siete espectáculos de menor calado, pero también recomendables, sobre todo el de Los caballeros de la tabla redonda.  Julia está ahora interesadísima en las aventuras de Arturo, Merlín y Morgana. De hecho lo que más me gustó del parque es que, sin ser riguroso, que el espectáculo es lo que manda y no el academicismo, sí que despierta el interés por conocer la historia y algunos clásicos de la literatura en los niños. Y también en los adultos, que mi santo y yo hemos estado indagando en lo acaecido en la región de La Vendée, gran protagonista de fondo.

Al recorrerlo de una representación a otra también se puede disfrutar de representaciones de pueblos medievales, jardines, un parque infantil hecho en madera, de un rincón urbano de principios de siglo con catres de reclutamiento de la Primera Guerra Mundial, tiendas, animales estabulados y en el exterior o demostraciones del trabajo artesanal de orfebres, herreros u obradores.

En dos días, organizándose bien, se puede ver todo. O al menos dejarse muy poco, nada de lo más relevante. Pero me da la impresión de que con tres días puede ser aún mejor.

Habréis notado tal vez que he enumerado sólo cinco grandes espectáculos. Hay uno más, nocturno, que no vimos. En su lugar disfrutamos de la  Cinéscénie, disponible sólo los viernes y sábados  de los meses más cálidos y para la que es preciso adquirir unas entradas diferentes. De hecho se puede asistir a ella de manera independiente. El parque abrió en el 89, pero lo que primero arrancó una década antes fue esta representación gigantesca, en la que ahora participan unos 3.000 voluntarios, principalmente trabajadores del parque y vecinos de la zona.

Recuerda por su gigantismo a la inauguración de unos Juegos Olímpicos, tal vez a los de Londres con su campiña. Dura dos horas, tiene lugar de noche y es apabullante. Tal vez demasiado larga y demasiado tarde para los niños más pequeños: Julia se durmió al final tras un día lleno de emociones y a Jaime ni nos planteamos llevarle. Y tal vez demasiado en francés para los foráneos. Si yo me enteré de algo era por que me habían contado previamente lo que transmitía, la historia de una saga familiar a lo largo de distintos conflictos que tuvieron lugar en la zona, cuyos protagonistas tienen todos el mismo nombre:  Jacq.

Antes del espectáculo nocturno tuve la ocasión de conversar con algunos trabajadores y voluntarios del parque, comprobando el buen ambiente existente en las casas de actores antes y después de la función. También pude hablar brevemente con su joven director artístico y presidente de la asociación que lleva el nombre del parque, Nicolas de Villiers, que me estuvo confirmando la expansión de este concepto de parque temático por Holanda, Inglaterra y Rusia y su probable desembarco también en el sur de España en un futuro indeterminado, siempre adaptándolo a la historia local. Esperemos que acabe siendo verdad. Si la versión francesa nos encantó, es obvio que ver la toma de Granada en español lo haría aún más especial. Y si viajamos a un país con este concepto de parque temático en su versión autóctona, nos acercaremos a disfrutarlo.

Los horarios y números de pases cambian cada día.

Los horarios y números de pases cambian cada día.

En el parque se anda, pero no en exceso. No es ningún matapadres. Inmerso en un bosque, con caminos labrados respetando arboles y paisaje, andarlo a buen ritmo de un extremo al otro no debe llevar más de veinte minutos. Y como los espectáculos duran hasta tres cuartos de hora y se está sentado, no es agotador. No es preciso llevar carrito a menos que los niños sean muy pequeños, en cualquier caso allí los alquilan.

Uno de los días que nosotros estuvimos fue el récord histórico de asistencia de visitantes, y aún así no se tenía sensación de agobio. Se nota más aglomeración en días que no son de récord en el parque de atracciones de Madrid o en la Warner. Es capaz de  gestionar muy bien un gran número de personas: gradas y asientos tienen capacidad para albergar a mucha gente y aumentaron el número de representaciones. No obstante, en esos días es recomendable el Pase Emoción, que por diez euros más permite acceder a lose espectáculos pocos minutos antes de que empiecen y ocupar una zona reservada con muy buena visibilidad.

Para comer hay restaurantes tematizados con espectáculos y menús que no son baratos, sin ser tampoco prohibitivos. Interesa reservar según se entra en el parque. Nosotros nos despistamos y no pudimos probarlos. Y hay puestos con bocadillos, pasta caliente, ensaladas… También rincones agradables en los que hacer picnic.

A la hora de alojarse hay  distintas opciones cercanas, como un Ibis bastante moderno o campings, pero lo mejor para seguir inmersos en ese viaje temático al pasado es uno de sus hoteles, con precios muy razonables. Nosotros estuvimos en el de inspiración galo romana, tranquilo, con un buffet de desayuno bastante bueno. El acceso desde el hotel al parque está bastante alejado de la entrada principal, por lo que se puede aprovechar a primera hora para entrar en los espectáculos de esa zona y encontrarlos menos concurridos. Y el pase emoción está incluido al dormir en uno de esos preciosos hoteles. De todas formas, como abre a las diez, cualquier alojamiento a una hora u hora y media en coche permite hacer una escapada al parque.

El acceso para personas con discapacidad. Los romanos seguro que no tenían de eso.

El acceso para personas con discapacidad. Los romanos seguro que no tenían de eso.

Para las personas con discapacidad dan todas las facilidades. El acceso en todas las grandes atracciones es el mismo que si tienes el Pase Emoción, por lo que el sitio que ocupas teniendo una discapacidad es el privilegiado, desde el que mejor se disfruta del espectáculo, y no una primera fila casi sin visibilidad o un fondo lejano.

Y para identificarte como discapacitado no se requiere ningún papeleo, no hay que portar ninguna tarjeta o pulsera. En muchos casos la discapacidad es obvia, en el nuestro que no lo era tanto, no necesité mostrar acreditación de la discapacidad de Jaime por su autismo. Simplemente lo decía a la entrada y nos franqueaban amablemente el paso a los cuatro.

Los vikingos en acción.

Los vikingos en acción.

Hay mucho más que contar sobre este peculiar  parque, su espectáculo nocturno, las escuelas que tienen para formar a sus trabajadores y artistas desde niños en la región y su fundador Philippe de Villiers, novelista y ex eurodiputado de derecha católica y monárquica (algo que se percibe en el Puy du Fou, sin molestar a los que no somos de esa cuerda), hay muchas anécdotas y singularidades. Pero este post ya no es el lugar para contarlas, seguro que si tenéis curiosidad no os costará encontrarlas.

Todas las fotos que ilustran el post las hicimos nosotros, algunas con el móvil. Una prueba más de que no hay que esforzarse para mostrar que es espectacular. Si queréis ver las más pequeñas a su tamaño original hacen falta dos golpes de ratón.

Las tarifas que había cuando nosotros fuimos sobre las taquillas.

Las tarifas que había cuando nosotros fuimos sobre las taquillas.

Con este post acaban mis crónicas de este mes pasado en Francia con los niños. Valga como colofón para un viaje de más de veinte días en coche que nos ha animado a intentar recorrer otro país cercano, tal vez de nuevo Francia, el próximo año de manera similar si las circunstancias lo permiten. Ya veremos, no es plan de empezar a planear las vacaciones de 2015 cuando aún tenemos arena de playa en las sandalias.

Marismas, acuarios, islas y ballenas

La Rochelle.

La Rochelle.

En mi anterior post os hablaba de nuestra excursión al chateau de los enigmas. Fuimos allí desde nuestra última base de operaciones: un camping pegado a La Rochelle en el que los niños disfrutaban sobre todo de la existencia de varias cabras, conejos y cerdos, a los que alimentar con las sobras siguiendo las instrucciones que nos daban.

La Rochelle es una ciudad marítima, fortificada y monumental con mucha historia detrás, que merece la pena visitarse. Es inconfundible con sus tres torres, a las que confieso que no nos atrevimos a subir con J&J, su puerto y sus calles con soportales. Con un clima templado, que sobre todo Jaime y mi santo agradecen, se supone que la mayor atracción infantil que tienen es su acuario.

imageHabíamos leído que era una visita obligada con niños, que era el acuario más visitado de Francia, con unos 12.000 animales marinos de unas 600 especies diferentes es también la atracción más visitada de la región. Algo espectacular.

Pues la verdad es que no nos lo pareció en absoluto. Sí, está muy bien, pero está mucho mejor el oceanográfico de Valencia que por lo visto es de los mismos creadores (nota mental: Jaime estuvo con dos años, pero Julia no, hay que volver). Y sin llegar a tanto, cualquiera acostumbrado a recorrer el acuario del zoo de Madrid o incluso el de Faunia o el de Gijón quedará poco impresionado. Y no es barato, aunque es cierto que los acuarios no suelen serlo nunca: nos costó 51 euros, y eso que la entrada de Jaime era reducida por su discapacidad.

Tanto a Julia como a Jaime les gustó, los acuarios siempre lo hacen, pero se les hizo corto. Sabiendo ahora cómo es, probablemente no repetiríamos.

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El día siguiente estuvimos en la marisma de Poitou, la Venecia Verde. A una hora aproximadamente en coche, la marisma de Poitou es una extensa zona plagada de canales que se pueden recorrer en barca. Una manera diferente de recorrer un espacio natural único.

Los barqueros suelen hacer un demostración durante el paseo que a los niños les encanta: revuelven el fondo para generar gases en la superficie que prenden luego. Fuego sobre el agua. Nosotros no tuvimos la suerte de verlo. Sí vimos garzas, las vacas  blancas y canelas de la región, martines pescadores, gallinas de agua y unos castores la mar de monos que son especie invasora y están intentando controlar.

Llegamos al embarcadero que nos habían recomendado en Magné una mañana en torno a la 13 y aquello estaba hasta la bandera, pero nos sirvió para reservar a primera hora del día siguiente un paseo de una hora con un guía que hablaba español. Acertamos, a las nueve de la mañana recorrimos parte de la marisma casi en soledad, con una tranquilidad mágica. Es un lugar evocador y hermoso al que nos gustaría volver.

De hacerlo sin niños probablemente no cogeríamos guía, pese a que la última vez que intentamos remar juntos hace más de una década hubo amago de divorcio. Con niños mayores también sería una buena opción. Con niños pequeños jamás cogería más de una hora. Respirar tanta paz más tiempo es mucho pedirles. Julia empezó a decir que se aburría a la media hora, por suerte haciendo fotos a lo que veíamos logró entretenerse de nuevo. Los cuatro pagamos 45 euros por esa hora guiada.

Julia y Jaime en Ile de Ré.

Julia y Jaime en la Ile de Ré, no hay que preocuparse por molestar a nadie sacudiendo la arena de la toalla.

Otra de las excursiones que hicimos fue a la Ile de Ré, apenas a media hora (y 16 euros de peaje por cruzar en coche su espectacular puente) de La Rochelle. Un sitio en el que pasar el día entero disfrutando de sus playas enormes y tranquilas en las que no se pasa calor pero los valientes pueden bañarse, Julia lo hizo. El pueblo amurallado en estrella de San Martín de Ré es una delicia y el faro de las ballenas bien merece una excursión, pero creo que lo mejor de la isla es el carril bici que la recorre por completo. Está perfectamente preparada para ir con bici (allí también se alquilan) y disfrutar toda la familia a dos ruedas. Nosotros no hicimos parada para ver los saladeros o para ver y degustar sus cultivos de ostras, pero son otras buenas posibilidades.

Y hay por allí otra opción con niños que nosotros no hicimos y que es el zoo de la Palmyre. Estuvimos a punto, pero no puede ser todo y al final lo descartamos. No obstante, aquí os lo comento por si pasáis por la zona: nacido en los años sesenta, se despliega a lo largo de catorce hectáreas en La Palmyre, un lugar en el que disfrutar además de playas y bosques de pinos. Cuenta con más de 1.600 animales en peligro de extinción.

En el valle de los simios

imageEl valle de los simios ‘La vallée des singes‘, está a media hora aproximadamente de Poitiers, muy poco más del pequeño pueblo en el que estuvimos alojados. Era una de las excursiones que teníamos previsto hacer con los peques y una de las primeras que hicimos.

Se trata de una gran extensión de terreno inaugurada en 1998 en la que hay más de 350 ejemplares de más de 30 especies diferentes de simios en semilibertad. En total son unas 16 hectáreas dividas en diferentes territorios por ríos y puentes ocupados por bonobos, chimpancés (cuidado con ellos que han aprendido a lanzar piedras a los que observan), lémures, monas de Gibraltar, titís, gibones, gorilas…

Recorrerlo supone un agradable paseo por zonas cuidadas y boscosas que procuran imitar sus hábitats en las que se ve que los animales están bien atendidos y relajados. Es así en gran parte porque la gente es muy respetuosa y obedece las indicaciones de no dar alimentos a los animales, no comer en las zonas en las que se prohíbe, no intentar tocarlos ni salir de los caminos establecidos para el tránsito bípedo. A ver si aprendemos en España.

Se tarda como poco cuatro o cinco horas en recorrerlo, pero si se quiere ir con calma, parar a comer sin prisa (se puede meter comida y hay muchas zonas que invitan al picnic), a jugar en el parque, entrar en el mini zoo (las cabras se han convertido en la principal atracción de cualquier zoo, destronando a pandas y leones, ¡quién lo iba a decir!) o ver cómo alimentan a alguno de los simios, se te va fácilmente el día entero.

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Como se anda mucho hay alquiler de carros por un par de euros. Los mismos carritos de Disneyland en los que entran cómodamente niños mayores y considerablemente más baratos que en el parque de Mickey Mouse.

También hay un horario de alimentación con charlas de los cuidadores. La pena (para los que no hablamos ese idioma, que allí somos minoría) es que es únicamente en francés. Por cierto, que pese a ser temporada alta no hay ningún agobio de gente.

Cuesta 16,50 euros, 10 euros a los que tienen entre 5 y 12 años. Y desde luego merece la pena si se anda por la zona. No tiene nada que ver con un zoo convencional.

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Una semana en la región de Poitou-Charentes a paso de niño

imageEste verano hemos optado por tomar carretera y manta. Casi un mes recorriendo en coche parte de Francia con los peques. ¿Quién dijo miedo?

Hemos planificado un viaje con mas escalas de las que tal vez hubiésemos tenido de no ir con niños. Ningún día vamos a recorrer más de 450 kms. Y con paradas y actividades pensado en ellos.

No es lo mismo viajar con niños que sin ellos, lo que no quiere decir que no se pueda viajar con niños y disfrutar mucho con ellos. También cuando uno de los niños tiene autismo.

A mi santo y a mí siempre nos gustó viajar. No gastamos nuestro dinero en cambiar de coche, ir a restaurantes caros o de copas, en bolsos, perfumes o zapatos de firma ni en tener el móvil de última generación. Ojo, muy bien me parece el que lo gaste en eso, pero lo nuestro siempre ha sido conocer parte del mundo que nos rodea.

Ya os expliqué hace tiempo que no éramos de quedarnos en casa porque uno de nuestros hijos tenga una discapacidad. Al menos hay que intentarlo. Mientras haya música, hay que bailar, ya sabéis.

Os voy a ir contando, según vaya teniendo tiempo y wifi, lo que estamos haciendo en este viaje. Tal vez para alguien resulte de provecho, tanto por si se plantea viajar por la zona con niños como por ver que con un niño con discapacidad también se puede tener espíritu de Phineas Fogg.

Nuestra primera semana, tras hacer una noche en la Navarra más vasca, ha transcurrido en una pequeña y antigua casa de campo con piscina en la villa de Chapelle-Mouliere, en la región de Poitou-Charentes.

Por aquí hay muchas casitas similares, con encanto y bien equipadas, por un precio muy razonable. Nosotros hemos visto muchas como la nuestra, en las que una semana para cuatro personas puede costar entre 400 y 500 euros. También hay campings con muy buena pinta. Nosotros de hecho pasaremos la última semana en uno en La Rochelle. Ya os contaré.

Estos pueblitos son lugares perfectos para estar tranquilos. Zona de cultivos y ganadería, boscosa, con chateaus para visitar, ríos en los que bañarse, ideales para el cicloturismo y las caminatas.

Nosotros hemos quedado enamorados de Angles Sur l’anglin (segunda foto), con su molino, su castillo medio derruido, calles por las que esperas ver aparecer a Bella cantando y sus cuevas rupestres. En realidad nos han prendado todos los pequeños pueblos franceses de la región, con sus casas de piedra blanca rebosantes de flores en las que parece haberse detenido el tiempo, todos inmaculados, con un monumento con los nombres de los caídos en las guerras mundiales. Memoria histórica bien entendida.

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Hay poca oferta de restauración, poco comercio y ninguna vida nocturna, eso sí. De hecho tampoco hay mucha vida diurna. Pero para comer nada mejor que pasar por los mercados con productos de la tierra. ¡Los tomates huelen a tomates, y los melocotones a melocotones! Y hay pequeñas fresas, dulces y ácidas, como no las comía desde que mi abuelo las cultivase en su finca en Asturias. La verdad es que un poco sí que recuerda a Asturias o Santander, en lo verde, en el clima…

Nosotros, además de descansar, leer y hacer uso de la piscina, hemos visitado tres chateaus, ninguno a más de hora y media en coche: el de Ussé, que inspiró el cuento de La bella durmiente y el que menos nos gustó, el de D’azay-le-Rideau, pequeño pero delicioso en un pueblo más delicioso aún y con iluminación nocturna, y el de Villandry, impresionante con unos jardines en los que perderse y una importante conexión española: lo adquirió y rehabilitó a principios del siglo pasado el extremeño Joaquín Carvallo.

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Hemos descubierto que a Jaime le gusta recorrer esos chateaus. Es curioso, porque en las catedrales se niega a entrar, pero en cambio sube escaleras y cruza estancias encantado cotilleando. Tal vez algo más deprisa de lo que nos gustaría a los demás, eso sí.

Por fuera hemos visto alguno más. De cerca y de lejos. Lo cierto es que no extraña al ver tantos en torno al Loira y sus afluentes que hubiera una revolución.

imageTambién hemos visitado Chinon, con Julia jugando a ser Juana de Arco, la medieval Chauvigny, la señorial Poitiers y la hermosa Saumur, que resistió heroicamente en la Segunda Guerra Mundial y en la que hay un museo de tanques que también visitamos y en el que expliqué a Julia lo fea que es la guerra mientras se encaramaba a algunos vehículos acorazados de la zona infantil. A Jaime me limité a cantarle Ay Carmela. Cosas que salen solas.

Todas han sido visitas rápidas en el plano cultural, a paso de niño. Parando a descansar y a jugar a ser caballeros y princesas. Y encontrando siempre gente amable, con poco o ningún inglés pero dispuestos a entender y hacerse entender.

No, no fuimos a Futuroscope pese a tenerlo al lado. Ya os conté en su momento el motivo.

Y uno de los días nos escapamos al Valle de los Simios, pero de eso ya os hablaré en el siguiente post.

Autismo en Francia: bienvenidos al país de los horrores

Tengo que compartir este artículo de Autismodiario.org aquí. Tengo que hacerlo para ayudar a que se conozca cómo está allí el patio para miles de niños y sus familias. A veces compartir la indignación y que se haga colectíva sí que sirve para algo.

Todavía hay que dar gracias de estar en España, sobre todo en Madrid, que mal que nos pese tiene más recursos médicos, escolares y terapéuticos a mano.

El artículo completo lo tenéis aquí y os invito a leerlo y a ver los vídeos si tenéis valor. Pero os dejo un fragmento:

Ya en el mes de marzo nos hicimos eco de la gravísima situación por la que pasan las personas con autismo y sus familias en Francia. En estos meses hemos seguido recabando información y en contacto con diversos activistas en pro de los derechos de las personas con autismo en Francia y la información (de primera mano) que estas personas nos han ido suministrando es tan grave que hemos decidido realizar este reportaje sobre la situación actual y la gravísima situación a la que en el país galo se ha colocado a las personas con autismo y a sus familias. Queríamos haber realizado una lista con los derechos de las personas con autismo que se vulneran en Francia, pero como son casi todos vamos a obviarlo.

En Francia un niño o niña con diagnóstico de autismo tiene prácticamente vetado el derecho a la educación. Apenas un 20 % de los niños con autismo tienen la posibilidad de acceder a la educación. Y este 20% de niños “afortunados” suele coincidir con niños con diagnósticos de Autismo de Alto Funcionamiento y Síndrome de Asperger. Pero en cualquier caso, este acceso a la escolarización ordinaria no siempre es al 100%. Esta problemática también es aplicable a niños con otras problemáticas, tales como Déficit de atención, Hiperactividad, Disfasia…

(….)

Los “Instituts Medico Educatifs” o IME son los “presuntos” Centros de Educación Especial del país del Cognac. Nuevamente debemos ponernos en manos de la suerte, de las alienaciones planetarias y del horóscopo Chino, ya que con los IME pasa algo similar que con los SESSAD. En algunos casos los IME se rigen por sistemas de psicoanálisis, técnicas de “packing”, “pataugeoire” (meter a un niño en traje de baño en una pequeña piscina hinchable, donde 2 “terapeutas” observan su comportamiento en el agua: si se toca las partes intimas o no, como evoluciona, sus gestos, sus expresiones, y hacen conclusiones a partir de las observaciones.) y una seria de barbaridades más propias de principios del siglo pasado; con lo cual si nos toca uno de estos IME es mejor que el niño se quede en casa. También podemos encontrarnos con otros IME que intentan implementar otro tipo de estrategias educativas. Sin embargo los ratios alumno/terapeuta suelen rondar el 12/1, eso sin contar la mejor o peor cualificación profesional del equipo de intervención terapéutica. Realmente los IME se convierten en un vulgar centro de reclusión para niños, pero con pase de pernocta.

El otro problema es que si un IME hace bien su trabajo, se satura rápidamente, las familias incluso emigran a otras regiones para poder acceder a esas plazas tan escasas.

El “Hôpitaux de Jour”, es algo así como una especie de casa de los horrores. Un centro vinculado con el área de psiquiatría del hospital donde se maltrata diariamente a los casos más severos. A su vez, este tipo de centros tiene a bien no dar casi ninguna información sobre que tipo de intervención realizan con los niños. Tampoco nadie sabe a ciencia cierta ni se han realizado estudios serios sobre el tipo de intervención y sus resultados. Como hay poca (o casi ninguna) supervisión in situ por parte del Ministerio de Salud (a pesar de que existen Agencias Regionales de Salud: ARS ) con respeto a buenas practicas, los equipos de estos centros hacen lo que quieren, mientras no pongan en peligro al niño y mientras no hay quejas legales de las familias (la verdad es que con poca información es difícil poner una queja bien documentada). Otro de los aspectos “increíbles” de estos centros es que muchos de ellos, al seguir la vía del psicoanálisis, se empeñan en “estudiar” a toda la familia para poder demostrar que la culpa es de ellos, ¡principalmente de la madre!

(…)

Debido a este panorama increíble, la cantidad de profesionales bien formados y cualificados es muy baja. A su vez apenas existen apoyos económicos para la formación especializada en este área. Prácticamente todo el soporte económico del gobierno van destinado a los centros que acabamos de mostrarles. Con lo cual los profesionales de calidad, y que no viven en 1905 como el resto de sus “colegas”, trabajan en centros privados, siendo por tanto muy costosos y fuera del alcance de la gran mayoría de la población.