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Los animales ayudan a los niños a ver la muerte con naturalidad

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Este fin de semana murió Sven. Sven, con el nombre de uno de los personajes de Frozen, era un hámster ruso que llevaba con nosotros casi tres años y que entró en casa por deseo de Julia. Un animalito dulce, con muy buen carácter, al que conocían y con el que habían jugado todos los niños que han entrado en casa. Siempre a ratitos cortos, siempre con delicadeza, siempre teniendo en cuenta que lo que tenían en las manos era un ser vivo.

Cuando murió hubo varias personas que me preguntaron qué tal se lo había tomado Julia, que es una niña muy sensible. Pues lo cierto es que con toda la naturalidad del mundo. Había asumido que era un hámster ya viejito y de momento la muerte es algo que ha vivido siempre con mucha normalidad: con el abuelo que murió antes de que ella naciera, con nuestra perra Mina, con los peces que tenemos en casa, con su bisabuela el año pasado. Sé que hay niños a los que les angustia, que se hacen preguntas imposibles de contestar. No ha sido su caso y no sé si tener animales ha ayudado. Nosotros no hablamos de cielos ni de ángeles, hablamos de que los que se van vivirán en nuestro recuerdo.

Es un ciclo que hay que asimilar como algo natural, que duele y que pasa. Ahora que vivimos en ciudades sin contacto con la naturaleza y muertes contadas, los animales con los que vivimos ayudan a los niños a interiorizarlo, a verlo como lo que es, algo relativamente cotidiano. Ley de vida.

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Sobre la fase del duelo en los niños

Tuve la gran suerte de no tener que enfrentarme con la muerte de nadie muy cercano en mi infancia. Como ya os he contado en alguna ocasión aún viven dos de mis cuatro abuelos y los otros dos faltaron cuando ya tenía más de treinta años. Tampoco tuve ocasión de echar en falta siendo niña a tíos, primos, hermanos o amigos de la familia. Lo más cerca que pude tener fueron los abuelos de mis primas.

Y es cierto que, pese a esa gran suerte teniendo tan pocas veces la muerte cerca, mis padres tendían a mantenerme apartada y con pocas explicaciones. También de las enfermedades graves en los adultos de mi entorno, y de esas sí que hubo unas pocas que al final afortunadamente acabaron bien.

Ojalá mis hijos tengan también una infancia libre de esos recuerdos, por mucho que sea el ciclo natural de la vida.

En cualquier caso, si alguna vez me toca, intentaré recordar lo que recomiendan en este reciente teletipo de EFE que ha llegado a mis manos y en el que explican cómo ayudar a nuestros pequeños a afrontar la etapa del duelo.

Aquí os lo dejo:

Los niños pueden sufrir duelos complicados por la muerte de un familiar si los adultos la abordan como un tabú, es decir si intentan suavizar lo sucedido, se lo ocultan, evitan el tema o usan metáforas complejas.

Así lo han advertido los terapeutas de la Fundación Mario Losantos del Campo (FMLC), que han publicado una guía didáctica gratuita, titulada «Explícame qué ha pasado», con la que pretenden enseñar a los adultos a tratar el tema de la muerte y el duelo con los niños.

Los expertos consideran que las dudas de los adultos y su miedo a herir la inocencia infantil pueden acabar empeorando la delicada situación que atraviesa el menor en esos momentos, y que las respuestas claras y veraces, sin embargo, favorecen que el pequeño se adapte a su nueva situación.

Con esta guía, se trata de prevenir a los adultos del uso de estrategias erróneas y se les dota de recursos para que aprendan a explicar la muerte y el duelo a los menores.

Una cuestión decisiva si tenemos en cuenta las estadísticas que maneja este equipo de terapeutas: uno de cada diez niños que pierde a uno de sus padres corre el riesgo de sufrir una depresión si su duelo no se atiende correctamente.

De ahí que sea importante cómo afrontar este duelo, según la fundación, que calcula que cada año un cinco por ciento de la población sufre la pérdida de un ser querido muy cercano, con lo que anualmente son miles las personas que se enfrentan a este dilema.

Además, según señala Loreto Cid, psicóloga y autora de la guía, en contra de la creencia general de que los niños no saben ni necesitan que se les explique la muerte, estudios científicos demuestran que «son conscientes de su existencia desde muy temprana edad y sienten temores relacionados con ella».

Y se ha demostrado que los bebés, entre los 6 y los 8 meses, ya pueden ser capaces de notar la ausencia de la persona con quien han establecido su vínculo principal, por ejemplo, su madre.

La guía da respuesta a muchas de las inquietudes de los padres, pero hay dos consejos que prevalecen sobre el resto.

El primero de ellos es que a los niños hay que decirles la verdad, aunque siempre adaptándola a su edad y al desarrollo cognitivo y emocional del menor.

El segundo también es clave: hay que darles la oportunidad de expresar sus dudas y permitirles participar siempre que lo deseen en los ritos de despedida de la persona fallecida.

(foto de Macnolete)