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El lobo guardián del sueño de mis hijos

Vivian me hablaba hace dos días en los comentarios del cuadro que adorna la habitación de mis hijos.

Es un cuadro de un estudiante de arte prácticamente idéntico a una obra de Franz Marc, uno mis pintores favoritos. En mi casa hay varias reproducciones de lienzos suos.

Y ese lobo dormido es el guardián del sueño de mis hijos.

Cuando sean capaces de entenderlo les explicaré que cuando ellos duerman despertará para vigilar y mantener a raya las pesadillas. Me vino la inspiración nada más verlo colgado en la pared de su dormitorio y me pareció una buena idea.

De momento es sólo para ellos el lobo bonito que hace “aauuuu”.

¿Qué cuadros o fotos tenéis vosotros en las habitaciones de vuestros hijos? ¿Tienen su historia?

Por primera vez, toda la noche en su camita

Desde que Julia nació practicamos el colecho. Con ella no hubo dudas. Ni una noche pasó lejos de mí, ya fuera en el hospital recién nacida, en casa o de vacaciones. Nunca se ha visto dentro de una cuna. Y las dos hemos podido descansar sin problemas.

Jaime no tuvo tanta suerte, por eso de ser el primero y tener un despiste monumental de padres primerizos sí que intentamos al principio que durmiese en su cuna. Se supone que es lo que debe hacerse. Todo fue fatal: se despertaba, lloraba, yo intentaba calmarle a través de los barrotes, tenía que despertarme y despertarle para sacarle de ahí y darle el pecho. La cesárea me molestaba en todas estas incorporaciones. Los lloros también despertaban a mi marido. Acababa por meterle en la cama con remordimientos absurdos. A los pocos días comencé a leer e informarme sobre el colecho y un mundo de conocimientos se abrió. Lo que me pedía el cuerpo estaba bien, querer dormir junto a mi hijo era seguro y natural. Desear tenerle en brazos, junto a mi cuerpo, era lógico, tenía una explicación ancestral y había una legión de padres y profesionales de la salud que lo recomendaban y practicaban.

Jaime comenzó a irse solo a su camita cuando tenía dos años y dos meses y estuvo mucho tiempo durmiendo solo felizmente y del tirón. Ahora no duerme solo, tiene despertares nocturnos que tienen que ver con su trastorno generalizado del desarrollo, su autismo. Pero ese es otro tema.

A Julia le instalamos hace un par de meses una cama pequeñita en su cuarto, en el que ya hay una cama grande. Desde entonces se está durmiendo encantada en su “ama peeña”. Yo estoy cerca, en la “ama ande”. En algún momento a lo largo de la noche me reclamaba, sin despertarse del todo, y la traía a mi cama.

Ayer fue el primer día que al medio despertarse de madrugada exigió volver a su cama pequeña y allí siguió durmiendo felizmente toda la noche.

Seguro que aún reincide en visitarme. Pero nuestra primera noche separadas es un aviso claro de que pronto voy a echar de menos su cuerpecito a mi lado por las noches.

La habitación más grande, para ellos

Cuando el peque tenía año y medio y nosotros ya un segundo embarazo en la cabeza, nos cambiamos de casa. Hasta entonces ocupamos una que tenía dos dormitorios, uno en el que cabía la cama de matrimonio holgadamente pero otro bastante pequeño.

La nueva tiene ya tres, uno chiquito en el que están los ordenadores y la mesa de trabajo de los niños, otra mediana con nuestra cama y una estantería llena de libros y la más grande, la destinada al sueño y el juego de ambos.

De esas dos habitaciones una es bastante mayor que la otra. Recuerdo perfectamente que varias personas, con poco que ver entre ellas, cuando vieron la casa recién adquirida, antes o durante las obras de reforma, dedujeron que la habitación más grande sería la nuestra.

Y yo les explicaba que no, que para nosotros la mediana era más que suficiente. Dos adultos no necesitan más que una cama en su dormitorio. Para los niños en cambio su habitación es su santuario: en ella no sólo duermen, también juegan, estudian, invitan a sus amigos, sueñan, crecen… La disposición y el tipo de muebles también cambian con el tiempo.

Además, nosotros deseamos que compartan habitación. Aún no lo hacen ya que Julia todavía es muy pequeña. Pero es lo que nos gustaría.

En definitiva, que desde mi punto de vista, y siempre que se pueda elegir claro, las habitaciones de los niños deberían ser las más espaciosas.

¿Cómo lo véis?

«¿Cuándo se acaban las siestas?»

El otro día la madre de una compañera del cole de mi hijo me contaba que su niña, con cuatro años cumplidos este verano, ya no quiere dormir la siesta. Poco antes una amiga, cuyo hijo también tiene cuatro años me decía lo mismo: su hijo cae roto a las nueve de la noche pero dice que siesta, salvo rara excepción, nanai.

Mi hijo con su misma edad no la perdona.
Necesita dormir una horita tras la comida o por la tarde no es persona. Y esa siesta no le impide luego dormir bien de noche.

«¿Cuándo crees que se le acabarán al tuyo las siestas?» me preguntó una de ellas.

«Puede que nunca» contesté «
hay quien sigue deseando su ratito de siesta toda la vida aunque las circunstancias no se lo permitan».

Julia es menos dormilona. Tiene poco más de año y medio y ya poco después de cumplir el año dejó de dormir su siestecilla del carnero por la mañana. Su hermano tardó bastante más en abandonar esa costumbre. Y ahora con cuarenta minutos por la tarde tiene más que de sobra.

Imagino que él ha salido a su padre, cuya familia es conocida como el club de las marmotas, y ella ha salido a mí, que nunca he sido de siestas. Siendo muy pequeña recuerdo algunos veranos en extremadura, con un calor tremendo en esa era pre-aire acondicinoado, toda la familia recogida durmiendo y mi madre teniendo que entretenerme porque me negaba a dormir.

Lo que es cierto es que desde que son recién nacidos y el día está completo de minisiestas hasta que tienen entre uno o dos años y se conforman con la siesta a la hora convencional, la evolución del sueño diurno de los bebés es tremenda.

Me resulta curioso que se hable tantísimo del sueño nocturno en los bebés y tan poco del diurno.

Y al menos en mi caso, hubo un punto de inflexión en torno a los seis meses que marcó el comienzo del fin de las minisiestas diurnas y otro momento de maduración entre el año y año y medio, en el que se pasó a dormir un ratito sólo después de comer.

¿Cómo ha sido el sueño diurno de vuestros hijos?

Esas canciones para dormir

Mi peque adora la música. Repite las terminaciones vocálicas de las canciones. Conoce muchísimas canciones, ahora nos hemos dado cuenta.

Julia es igual, canta y baila. Vive rodeada de música.

Ambos aprendieron a pedir música muy pronto, de palabra o con el signo.

Nosotros no paramos de cantarles. No importa dónde estemos o ante quien.

Estoy segura de ello. La música nació junto con el ser humano. No me extrañaría que antes de empezar a hablar hubiéramos empezado a cantar. De hecho es habitual que muchos niños con autismo empiecen cantando antes que hablando.

Y apostaría algo a que las nanas han sido las primeras creaciones musicales del ser humano, antes incluso que los sones de amor, los himnos a la alegría o las melodías que consuelan la tristeza.

¿Os cuesta imaginar un antepasado aún no exactamente humano durmiendo a un bebé mientras tararea? Seguro que no.

Es curioso pensar en las nanas que los padres recientes elegimos para dormir a nuestros pequeños. Y que a su vez ellos eligen para relajarse.

Con Jaime las canciones estrellas eran «vamos a contar mentiras», «un elefante se balanceaba» y extrañamente «tocaré» de tahures zurdos.

Con Julia las canciones para dormir son «el corro de la patata» y «la tarara». Muchas veces ella decide qué canción prefiere «¡patata!» o «¡arara!» pide.

Y una manera de pedir que la durmamos es gritar «¡patata! ¡patata!»

¿Cuáles fueron vuestras canciones?

El miedo a la oscuridad

Llevamos dos meses durmiendo entre mal y fatal.

El peque siempre ha sido una marmota y nos tenía mal acostumbrados. Lleva desde los dos años durmiendo solo: entraba en su habitación, que tenía que estar completamente a oscuras, cerrábamos la puerta, y no reaparecía hasta pasadas diez u once horas.

Ya había tenido el verano pasado y en invierno pequeñas rachas de mal dormir. Pero ahora algo ha cambiado: se duerme a su hora pero pasadas pocas horas se despierta asustado y gritando. Tenemos que encender todas las luces del dormitorio para que se quede tranquilo, pero con tanto susto se despeja y luego pasa entre dos y cuatro horas despejadísimo sin querer conciliar el sueño. Después vuelve a dormirse, pero dejando la habitación iluminada como una verbena y al adulto que le acompaña mirando desesperado el reloj y pensando las pocas horas que va a poder dormir antes de irse a trabajar.

Hemos probado a dormir con él, a cambiarle de cuarto, a dejarle las luces encendidas desde el primer momento… nada parece funcionar.

Y él no nos puede decir lo que sucede.

Por lo que he hablado, es de lo más frecuente que los niños pequeños quieran luces en su cuarto. Incluso en su cama. Por eso existen inventos como el gusiluz y lámparas frías como la de Pabobo que hay en la imagen y que nosotros vamos a probar.

Pero algo me dice que sus despertares no se deben sólo a las pesadillas convencionales de otros niños, algo me dice que sus rachas de mal dormir tienen que ver con periodos de madurez o activación de su cerebrito.

Sólo tengo la impresión de una madre, pero la verdad es que suelen coincidir con avances tangibles.

Por ejemplo, con la mala racha del verano pasado , que al principio achacamos al calor, notamos que comenzaba a usar signos y a despertarse al mundo. Con la de Navidad llegó el hacer puzzles y ser más comunicativo. Con la que nos encontramos, que está siendo la peor, está mucho más centrado y está comenzando a hablar: repite las terminaciones de todas las palabras, comienza a corear las canciones…

Tal vez sean simples pesadillas como las de cualquier otro niño sin nada más detrás, pero es el consuelo que nos queda mientras nos arrastramos ojerosos camino al trabajo y robamos siestas siempre que podemos.

¿Cómo dormir a un bebé?

Hay muchas formas de dormir a un bebé o a un niño muy pequeño. La mayoría son universales y sobradamente conocidas:

– Darle el pecho.
– Darle un biberón.
– Darle un chupete.
– Cantarle en brazos.
– Mecerle en brazos.
– Moverle en el carrito alante y atrás.
– Sacarle de paseo en el carrito.
– Sacarle de paseo en el coche (el rum rum es infalible).
– Sacarle de paseo en una mochila portabebés.
– Tumbarse a su lado y cantarle.
– Tumbarse a su lado, cerrar los ojos y relajar la respiración. El sueño invita al sueño.
– Contarle un cuento.

Pero luego las hay más exóticas, hallazgos sorprendentes que hacen por casualidad padres recientes. ¡Y funcionan!

Éstás son algunas de las que he visto o he practicado:
– Mecerle frente a un ruido blanco, como el que produce una campana extractora o un secador.
– Botar con él en brazos sobre una pelota de pilates.
– Apretarlo con una manta o un par de cojines.
– Ponerle un pañuelo liviano sobre el rostro.

¿Conocéis alguna más?

¡Duérmeme de una vez!

En los adultos creo que no existe esta situación tan común entre los bebés y los niños pequeños de tener mucho sueño y no querer o no poder dormirse, lo que se traduce en ponerse tremendamente petardos.

Una petardez que yo traduzco como «¡mamá, duérmeme de una vez, qué no me aguanto ni yo!»

Y toca cantar, cargar al peque en la mochila, mover carros, salir de paseo… lo que sea para ayudarles a salir de ese estado.

Julia ha tenido una de esas ahora mismo.

No recuerdo en qué momento deja de suceder, pero según mi escasa experiencia creo que es en torno a los dos años.

Luego está esa otra situación que ha generado tantos vídeos de primera: un bebé o un niño pequeño tiene sueño y se duerme. Da igual que esté comiendo, en un concierto con los altavoces a todo saco…. Decide que es momento de dormirse y eso hará.

Eso nos pasó esta semana con Jaime, que fue capaz de dormirse completamente pedaleando en su triciclo camino a casa.

Creo que eso, en algunos casos, no deja de suceder nunca.

«Cuando empiece con los cereales dormirá mejor»

En el último post hablábamos de la incorporación de los sólidos en la dieta de los bebés. Y os contaba las cosas en las que coincidieron mis dos hijos cuando llegó ese momento.

Pues hay otra cosa que tienen en común y que olvidé mencionar: sus pautas de sueño no cambiaron. Buscaban el pecho (no llegaban a despertarse) varias veces durante la noche y lo siguieron haciendo durante varios meses más.

Nunca noté que tomar cereales por la noche, o empezar con las carnes y verduras, afectara de ninguna manera su forma de dormir.

Claro que evolucionaron hasta llegar a dormir del tirón (bueno, Julia pasa entre unas 10 u 11 horas durmiendo pero un par de veces aún busca el pecho sin llegar a despertarse del todo), pero fue más cuestión de tiempo y paciencia que de dietas milagrosas.

Pero es verdad que eran muchos los que me decían que cuando empezara con los cereales dormirían mejor.

Curiosamente nunca me lo dijeron la pediatra o la enfermera de pediatría, es una de esas sentencias que se oyen a pie de calle.

Es algo que creo que todas las madres hemos oído, da igual si hemos alimentado los primeros meses a nuestros hijos con el pecho o con el biberón: «Ya verás, ya verás, con los cereales se llenará más y dormirá mejor»

O en un tono más prudente: «a ver si ahora con los cerales hay suerte y te deja dormir más».

Es dudoso que los cereales llenen más que la leche. Y es dudoso también que tener el estómago a rebosar ayude a dormir mejor. A mí desde luego me lo dificulta.

Si mis hijos se han medio despertado a mamar un poco, más que por hambre, era por necesidad de contacto o para comprobar que estaban acompañados.

Pero tal vez en otros casos sea cierto. Esa sentencia tan extendida debe tener su origen en alguna parte. ¿Vuestros hijos comenzaron a dormir mejor con los cereales?

A dormir

Uno de los varios blogs que sigo relacionados con el tema de éste es Ahora la madre soy yo.

Hace muy poquitos días escribió un precioso post que quiero mostraros.

Se titula A dormir y cuando lo leí veía todo lo que contaba. Más que verlo lo recordaba por haberlo vivido mil veces.

Nada hay más tierno que tu hijo dormido. Incluso niños como mi peque, con sus tres añazos, te recuerdan al bebé que fueron mientras lo ves dormir en paz.

No, no, no, no quiero dormir. Aunque tengo sueño… pero no quiero dormir. Estoy aquí jugando con papi… pero tengo sueño ¡¡¡¡uaaaaaaa, tengo sueño, uaaaaaaaaa!!!

No, no, mami, así no, no me pongas así, que me duermo, no, no me mezas que se me cierran los ojos, nooo… no quiero dormir, tengo muchas cosas que ver, la luz del humidificador, la pelota que está en el suelo…

Bueno, chupo un poco de leche de la teta de mami, total, está aquí y está tan rica. Tengo sueño, se me cierran los ojos y mami canta tan bien…

Pero, no, no, no, no quiero dormir… mami, mami mira Mickey, mira el ventilador…no quiero dormir…

Un poco más de teta, vale… se me cierran los ojos y ese balanceo me deja adormilado, que a gusto estoy, se me cae la mano, se me escurre la boca de la teta de mamá…

Pero no, no, no, no quiero dormir… ¿qué es esto? la nariz de mamá ¿y estos agujeros? ¿qué habrá dentro? Vaya, parece que a mami no le gusta que le meta el dedo ahí ¿por qué será?

Pero se me cierran los ojos, mami me acaricia la cabeza y los párpados se me caen y relajo las piernas, y me acurruco con mamá, que huele tan bien y está tan blandita. Mi respiración se ralentiza, empieza a ser rítmica, tranquila, me duermo, me duermo… me dormí.