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Doce juegos de terror para jugar con la luz apagada en Halloween

La pasada semana una amiga me pedía sugerencias de juegos de terror para llevar a cabo con niños en Halloween. He estado pensando un poquito y os comparto las actividades que se me han ocurrido, que he hecho en alguna fiesta en casa o que podría hacer perfectamente.

Y os animo a dejar vuestras sugerencias y experiencias en los comentarios. Todo sea por pasar una noche dulcemente aterradora con familia y amigos.

Allá vamos:

1. Juegos tradicionales tenebrosos

Música de miedo, a gusto del consumidor, y a jugar al escondite inglés o al juego de las sillas musicales en la oscuridad absoluta, tapando los ojos a los participantes si es preciso. Es importante liberar de posibles obstáculos la zona y es recomendable la supervisión de los adultos para evitar accidentes. Si de verdad los niños no ven nada de nada, las risas están aseguradas.

También es divertido ponerle la cola al monstruo. Y quien dice cola, dice joroba, alas de murciélago o vacuna curazombies.

(GTRES)

2. La búsqueda del tesoro entre tinieblas

Las búsquedas de tesoros son siempre un triunfo con los niños. Da igual que sean miniaturas de pokemons si es en una fiesta de cumpleaños con esa temática o snitchs doradas (pelotas de pimpón envueltas en papel brillante) si lo que tenemos en casa son pequeños fans de Harry Potter. Lo tengo más que comprobado.

Aquí lo ideal es esconder lo que mejor nos cuadre: pequeñas arañas, muñequitos de zombis o golosinas (mejor sin azúcar, que no quiero que mi compañera Boticaria García venga a regañarme).


Que lo que se esconda sea pequeño y que haya bastante para que todos encuentren algo a base de palpar en la oscuridad es lo importante.

Tenemos la opción cooperativa para evitar conflictos: todos los niños buscan y ponen en común lo que encuentren y luego se reparte por igual entre todos.

3. Leer a oscuras cuentos de miedo

Bajo una gran manta o sábana, de forma opcional, con la linterna a ratos bajo la barbilla y a ratos apuntando al cuento para que todos lo vean. Las historias de fantasmas, brujas y monstruos a oscuras siempre son agradablemente terroríficas.

Es importante elegir bien los cuentos o relatos. Con los niños más pequeños hay cuentos estupendos como Fuera de aquí horrible monstruo verde o ¿Estás ahí, monstruo? que suelo recomendar. En el primero vemos aparecer rasgo a rasgo a un monstruo que el niño hará desaparecer a grito pelado pasando páginas hasta llegar al final: “¡Y no vuelvas más hasta que lo diga yo!”. Es decir, lo que hace es animar a los pequeños a empoderarse, a aprender a decir no, a enfrentarse y a alejar aquello que no les gusta. El segundo permite perder el miedo a lo desconocido, a lo que apenas se ve; tiene en cada página unas solapas que no se abren, metes la mano (si te atreves) para tocar las babas del monstruo, sus garras, su pelaje… que en realidad acaban siendo pintura de papá, un búho, conejitos… Ambos tienen el mismo objetivo: que los niños pierdan el miedo a los monstruos, a la oscuridad en casa.

Para lo más mayores se puede ir subiendo la oscuridad de los relatos según su nivel de tolerancia a la sugestión. Desde los cuentos anteriores hasta presentarles a Chtulu y a Lovecraft, hay todo un mundo. Clásicos como Becker o Poe, tal vez resumidos, nunca fallan. También vale contarles haciendo teatro las películas o libros de terror que más miedo nos hayan dado. Ningún chaval se va a quejar porque les hagamos un spoiler de viejos éxitos como La semilla del diablo, Cujo o La profecía, si son historias en las que salen niños como ellos, más miedo les dará. Mucho ojo y mejor pecar de prudentes rebajando las historias, que no queremos andar con ojeras de las de verdad pasado Halloween por tener a los niños presas de pesadillas nocturnas.

4. Inventar historias

Además de narrar historias ajenas, podemos inventar las nuestras. Con la colaboración de algún voluntario para asustar en el momento que digamos. Al igual que en el caso anterior, adaptando la oscuridad a la capacidad que el grupo de niños tenga de asimilarla.

Y también es buena idea animarles a inventar las suyas. Con concurso incluso para la mas aterradora. Para evitar que se queden en blanco, el juego de Story Cubes puede ser una gran ayuda. Hay una caja con cubos especialmente pensados para historias de miedo, pero cualquiera puede valer. Se lanzan los cubos, se descartan dos y con los elementos que aparecen en el resto hay que improvisar una narración pavorosa.

5. Disfraces a ciegas

No a todos los niños les gusta disfrazarse, pero sí a la mayoría. En fiestas como Halloween esa mayoría es aún mayor. Un juego divertido puede ser apagar las luces, colocar ‘el cofre de los disfraces tenebrosos’ con distintos accesorios, que igual pueden ser comprados que fabricados, y darles un tiempo limitado para que se disfracen a oscuras.

Está también la opción de que se quiten los disfraces que traen, o parte de ellos, los pongan en un montón en común, y jueguen a volver a disfrazarse disparatadamente a oscuras.

6. Los zombies cegatos

Otra modalidad. Pintarse de monstruosamente también a oscuras. No hay mejores zombies, ojeras más terribles y pústulas y cicatrices mejor colocadas, que aquellas que se han pintado sin ver. Pinturas fiables, aptas para uso infantil, eso por supuesto. Se puede hacer por parejas y añadir un photocall para dejar constancia del resultado después.

7. Concurso de risas fantasmagóricas

A oscuras, tal vez tenuemente iluminados por alguna calabaza de sonrisa torcida, el objetivo de la prueba es soltar la risa más fantasmagórica posible. Los adultos pueden ejercer de  jurado. Una variante del juego consiste en que, en lugar depurado, tengan que adivinar qué niño ha emitido cada risa.

Por favor, no dejéis de grabarlas. Es muy divertido oírlas después.

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Podría ser también un concurso de gritos escalofriantes, pero en ese caso lo mismo es mejor avisar previamente a los vecinos.

8. El superviviente de las adivinanzas

Hay que preparar un juego de preguntas o de adivinanzas, de temática relacionada con Halloween preferiblemente. Vamos preguntando y los niños que vayan perdiendo tienen que abandonar la habitación a oscuras, tal vez esperando en otra habitación también a oscuras, hasta que solo quede uno. Se puede jugar por equipos.

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9. Escuela de hechizos

Es fácil encontrar unas varas de plástico llenas de sustancias de diferentes colores que, al quebrarlas, producen una reacción química que se traduce en luminiscencia. También tengo comprobado que no hay niño que se resista a ellas.

De hecho, esas varitas bien pueden ser el objeto que se busque en la caza del tesoro o que se obtenga como recompensa al superar alguna prueba.

El hechizo que deben memorizas y practicar en la oscuridad puede ser para despertar al monstruo: vampiro, zombie, bruja… lo que sea que decida el adulto que se preste a incorporarse de la manera más terrorífica posible.

10. Cata a ciegas

Internet está repleto de sugerencias para crear meriendas infantiles para Halloween: dedos de zombis hechos con salchichas, arañas de tomate cherry, sesos de batata o calabaza asada… ¿Y si los niños se enfrentan a todos esos platos a oscuras? ¿Serán los suficientemente valientes para probar sin ver? ¿Y los suficientemente sagaces para adivinar lo que están devorando?

Boticaria García, esta foto de frutas monstruosas va por ti. (GTRES)

11. Nuestro propio pasaje del terror

A los niños les encantará organizarse para asustar a los adultos que se atrevan a recorrer el pasaje que ellos han preparado. Obviamente, también puede ser al revés: los adultos preparamos un pequeño pasaje del terror que los niños tendrán que recorrer entre tinieblas.

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12. Apagar las luces, encender las linternas y buscar al monstruo

Pequeños detectives de monstruos es un juego de rol ideal para iniciar a los niños y estupendo para desarrollar una partida en vivo rápida y sencilla por la casa. Los niños son investigadores que reúnen pistas para atrapar al monstruo (del tipo simpático que roba objetos brillantes o similar), los adultos pueden interpretar distintos papeles: el monstruo o seres que ayudan o despistan a los investigadores. A oscuras y con linternas es una actividad que les encanta.

Con un poco de imaginación ni siquiera es preciso el juego de rol para hacer un teatrito detectivesco rápido, en el que atrapar monstruos, peligrosos asesinos de calcetines o lo que se tercie.

Y a pasarlo terroríficamente fenomenal.

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¿Disfrazarse de zombi en Halloween o de santo en Holywin?

Ojiplática me he quedado esta mañana cuando he sabido esta misma mañana de la existencia del Holywin (los santos vencen), que por lo visto llevan intentando impulsar varios años unos cuantos que no están conformes con la importación de la festividad pagana de los disfraces, los dulces y las calabazas y la desacralización del día de todos los santos.

Como es complicado luchar contra el gusto por disfrazarse y festejar, proponen que los niños se disfracen de santos, apóstoles, vírgenes….

Juro que no hay nada más lejos de mi intención que faltar al respeto a los creyentes. Mucho menos a los niños. Pero… ¿de verdad era necesario?

Vamos, que tradición de disfrazar a los niños de santos no hay ninguna. Y posibilidades de frenar el empuje de Halloween veo pocas, teniendo en cuenta que ha pasado de ser eso raro que veíamos en series estadounidenses y no acabábamos de comprender bien en qué consistía a una fiesta ineludible en el colegio de nuestros hijos a velocidad de vértigo.

Y tampoco veo que pase nada por celebrar una fiesta en la que los niños lo pasan bien disfrazándose y comiendo algún dulce de más. No veo en absoluto incompatible ser católico (o budista, judío o musulmán) y que tus hijos lo pasen bien un día al año disfrazándose de bruja, calabaza o entrenador pokemon.

Hacer y dejar hacer debería ser más sencillo, en esto y en otras cosas.

Hay abundante información al respecto de esta iniciativa, secundada por la diócesis de Ceuta y Cádiz, en webs como el blog del padre Eduardo Sanz de Miguel, que recoge numerosas fotos, Infocatólica.com, que reconoce abiertamente que es un contra-halloween para que los niños católicos puedan “celebrar la fiesta con todo su sentido”, o Religiónenlibertad.com, que exclama ¡celebremos a los santos, no a los espantos!.

En ese último enlace se dan consejos para amenizar la fiesta de Holywin, si estáis interesados en explorar esta versión alternativa, como hacer dulces con estampitas, que los niños hablen sobre el santo del que están disfrazados, los dibujen, recorten aureolas y se asista juntos a la misa de Todos los Santos del 1 de noviembre.

Teniendo en cuenta el truculento fin de muchos santos, optar por disfrazarse de Santa Agueda, con los pechos sanguinolentos en una bandeja ofrecidos a Dios, o San Lorenzo, carbonizado por completo, va a ser mucho más tétrico que cualquier disfraz de Halloween. ¿Tal vez un dos por uno?

Venga. Vale. Que en Holywin animan a elaborar disfraces alegres y festivos y no con sangre, coronas de espinas y martirios. Disfraces como estos:

¿Disfraces y uniformes con falda? Dejad que las niñas se pongan pantalones si les da la gana

Imaginad que en los pasados carnavales en un colegio se decide el disfraz que tienen que elaborar los padres en casa (sí, lo sé, ese tener que hacer disfraces da para otro post). Imaginad que los chicos llevan un disfraz que apenas cuesta hacer porque solo hay que ponerle unos pantalones negros, una camisa blanca y fabricar un chaleco, mientras que para las niñas hay que comprar telas y coser el vestido completo, con su camisita y su canesú.

Imaginad que además del esfuerzo y el coste en elaborarlo para los padres, el de los niños es más cómodo y/o hay niñas que quieren ir de chicos porque no gustan de faldamentos (la mía podría haber sido una, está en fase de no querer vestidos) o algún chico que osa preferir el de las chicas, que por algo es carnaval y el otro le parece muy soso.

Pues ha pasado en el colegio de un amigo y esta ha sido la respuesta del profesor:

Buenos días, el próximo viernes se celebrará el carnaval del colegio, este año el motivo a celebrar son las regiones del mundo y nos ha tocado Alemania. Algunas niñas me han dicho que querían venir con el traje de los chicos por comodidad y facilidad. En principio tendríamos que intentar que ellos lleven la ropa propia de chicos y ellas las de chicas. De haber algún caso en que no vaya a ser así os pido por favor que me aviséis con tiempo, porque estoy preparando una pequeña coreografía.

Vayamos por partes. Lo primero es que lo suyo es que haya un único disfraz para niños y niñas, en la mayoría de colegios públicos que conozco sucede así. Todos son leones, esquimales, marcianos o astronautas, sin más. Pero si hay dos disfraces, no debería haber el menor problema en que cada niño elija lo que quiere ponerse. Lo otro suena pelín rancio, ¿no os parece?.

Si hay una coreografía de roles, pues habrá que adaptarla, igual que si hay niños que faltan ese día por estar enfermos, que no es una representación de El rey león en la Gran Vía, sino un momento para que niños de seis años lo pasen bien en el patio. Aunque coreografías en las que los niños y las niñas van por parejitas y ellas hacen reverencias y ellos hacen que ellas den vueltas, también son un puntito rancias a estas alturas.

Pero insisto, todo se arregla con disfraces en los que no importe el sexo, sino la diversión.

Y ya que estamos, sé a ciencia cierta que hay colegios en los que los niños van con un uniforme de pantalón y las niñas de faldita, probablemente de tablas, que tampoco permiten (o desaconsejan con el mejor tono amable de don Vito Corleone) que las niñas lleven el uniforme de pantalón o vayan con el chándal del colegio los días que no hay gimnasia.

Por favor, que lleven pantalones si les da la gana, con lo cómodos y calentitos que son. Yo hoy he venido a trabajar con vaqueros. Y dejad que mire a mi alrededor, en la redacción. ¡Caramba! Todas mis compañeras van con pantalones.

Uniformes en una gran superficie (Pepe Caballero/Archivo 20minutos)

Uniformes en una gran superficie (Pepe Caballero/Archivo 20minutos)

¿Sexismo e hipersexualización en los disfraces infantiles de carnaval? #SoyQuienDecide

imageEl viernes Julia y Jaime fueron disfrazados a sus respectivos colegios. Julia tenía una fiesta de carnaval centrada en el espacio, así que su clase se disfrazó de estrellas y soles (muy venecianas por cierto). Otras clases iban de marcianos, astronautas e incluso de los alienígenas de V. Disfraces divertidos, caseros, sin distinción de ningún tipo entre niños y niñas.

En el caso de Jaime el disfraz había que llevarlo de casa y daba igual el que fuera. Como tiene autismo y un disfraz para él es ropa como cualquier otra, somos nosotros los que elegimos qué ponerle buscando siempre algo que le resulte cómodo. En esta ocasión fue de Harry Potter, con su capa, su bufanda y su cicatriz pintada en la frente.

Ayer tarde salimos a la calle con nuevos disfraces para ver el desfile de murgas de nuestra ciudad. Jaime repitió Harry Potter, Julia quiso ser Hermione, con su giratiempo, su capa, su bufanda y su varita (y su valor, inteligencia y sentido de la amistad, es una moderna heroína fantástica).

En anteriores  ocasiones han ido de Peter Pan, princesas Disney, astronauta, brujas, pirata o superhéroes de Marvel. Julia decide con total libertad. Y así seguirá siendo, pero siempre seremos conscientes de lo mucho que con los disfraces siguen perpetuándose roles de género que ya deberíamos ir superando: los disfraces para los niños suelen ser de poderosos superhéroes, piratas, caballeros… Los de ellas son delicadas y hermosas princesas y hadas. Si hablamos de disfraces de oficios también se percibe el aroma rancio. E incluso en los disfraces de niñas muy pequeñas aparece ese componente sexy, con minifaldas, y ropa ajustada, que en los  disfraces equivalentes de los varones no abunda.

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Días de andar fabricando disfraces

Durante estos días previos a carnaval es frecuente oír quejarse a padres y madres recientes (sobre todo las segundas) y también a alguna abuela, tanto en persona como en redes sociales, de tener que estar dedicando horas a los disfraces del colegio.También los hay que disfrutan como enanos, que conste. Y los que, sea un quebradero de cabeza o algo que les gusta, muestran orgullosos fotos de sus creaciones.
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Entre los que se quejan, los hay que lo hacen con más o menos sentido del humor, con más o menos intensidad. Y es completamente comprensible. Si yo me viera en la situación en la que he visto a algunos, teniendo que inventarse de la nada un disfraz de estrella de mar o de cupcake (magdalena con ínfulas, vamos), sin tener apenas tiempo para nada también lo haría.

No sólo por una cuestión de tiempo, es que además no tengo ninguna habilidad cosiendo (os cocino lo que queráis, pero apartad de mí ese cáliz con forma de costurero). Les pasa a muchos padres y madres de mi generación, que dependemos para todo lo que tiene que ver con aguja e hilo de las abuelas y de La Tijera Veloz.

Tengo suerte en ese sentido. En el colegio de Jaime el jueves celebran carnaval, pero cada niño puede ir disfrazado como quiera. A Jaime le han traído este año los reyes un disfraz de Harry Potter, en años anteriores ha ido de pirata y Peter Pan.

En el colegio de Julia todos los niños van disfrazados iguales, con un disfraz relacionado con el proyecto del trimestre que es barato y fácil de hacer. Lo elaboran los padres voluntarios en el mismo colegio, tienen las puertas abiertas mañana y tarde para que puedan hacerlos.
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Y desde aquí mi agradecimiento a todos los padres que están fabricando esos cincuenta disfraces de parte de los niños cuyos padres trabajamos y no podemos pisar el colegio a esas horas.

Jaime fue sus tres primeros años a ese mismo cole al que ahora va Julia y ahí sí que pude estar haciendo disfraces. Uno de ellos es el de las imágenes, que consiste únicamente una tela pintada con la que luego envolvíamos a los niños. El primer año de Julia también pude escaparme a hacerlos.

Pero más allá de lo que nos pueda complicar la existencia hacer disfraces, de lo caros que a veces resulten, lo cierto es que es son unos facilitadores maravillosos del juego simbólico. Con los disfraces los niños pueden imaginar y jugar a ser otras personas, a vivir aventuras. Sin ellos también, es cierto. Pero ayudan y divierten. Nosotros tenemos un cajón lleno de ellos y es un entretenimiento estupendo.

Aunque también es cierto que hay niños a los que no les gusta disfrazarse y tampoco habría que forzarles, eso da para otro post. Cada niño juega a su manera. Y todo juego es bueno.

Por último, a la hora de comprar disfraces ya hechos (carnaval supone alrededor del 40% de las ventas anuales de disfraces seún la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes) , algunas recomendaciones de la web niñoseguro.es, en la que hay más información.

Los saquitos que mantienen calientes, prioridad con los disfraces de bebé (AEFJ)

Los saquitos que mantienen calientes, prioridad con los disfraces de bebé (AEFJ)

  • Es muy importante que el disfraz lleve el marcado CE, con el que el fabricante declara la conformidad con la legislación aplicable, como la no inflamabilidad de los tejidos o la composición química de los cosméticos.
  • Se debe comprobar que no hay cordones que puedan hacer lazo cerca del cuello o cabeza, y que las máscaras que cubran completamente la cabeza tengan un área de ventilación suficientemente grande para evitar cualquier riesgo de asfixia.
  • El etiquetado de los cosméticos debe incluir la descripción de los componentes, fecha de caducidad y datos de contacto del responsable del producto.
  • Aquellos disfraces que simulan equipos de protección (cascos, gafas…) deben advertir de que el producto no ofrece protección real.
  • A pesar de que los disfraces para adultos, es decir, para mayores de 14 años, no tienen la consideración de juguetes, en España deben cumplir con las especificaciones en materia de requisitos físicos, mecánicos, de inflamabilidad y de elementos químicos descritos por las normas EN 71-1, EN 71-2 y EN 71-3.

Muchos tipos de disfraces en los colegios

En el colegio de Jaime, que ya sabéis que tiene autismo y va a un centro específico, en carnaval cada niño va disfrazado de lo que quiere o de lo que quieren sus padres como es nuestro caso, que a Jaime le da igual. El año pasado fue de pirata y este irá de Peter Pan. Disfraces comprados, lo confieso. Lo de coser nunca ha sido lo mío. Tampoco tengo demasiado tiempo, la verdad, pero es sobre todo mi nula pericia con agujas, patrones y telas la causa.

Jaime con tres año en el carnaval del cole.

Jaime con tres año en el carnaval del cole.

Julia en su colegio también se disfraza. Todos en las dos clases de 4 años van iguales. Este año toca ir de mancha, ya que están estudiando el arte como proyecto. El disfraz tiene mucho que ver siempre son sus proyectos. Y procuran que los niños participen en la elaboración del disfraz, este año ellos pintan las manchas de su traje. También intentan que sean disfraces muy sencillos de confeccionar y baratos, de hechos el dinero sale de la cooperativa y nadie pone un euro extra. Se elaboran en el colegio, los padres y abuelos que pueden van como voluntarios a hacerlos en horario lectivo. Desde aquí quiero dar millones de gracias a los adultos que lo están haciendo. Yo lo hice así los dos primeros años de Jaime en ese cole (de hecho también me disfracé yo, algunos padres lo hacen). El año pasado fui a echar una mano una tarde que me escapé ante sé el trabajo. Este año, entre el trabajo y la rehabilitación. Para la rodilla que tengo a diario no ha habido manera.

Cuando yo era niña, en mi colegio no se celebraba el carnaval. Era un concertado religioso que, a modo de compensación, dedicaba en mayo un día al fundador poniéndonos a todas las niñas a hacer bailes. La mayoría eran regionales, aunque algunas de las mayores en los últimos años tenían la suerte de poder bailar cosas como Grease o piezas de rock clásico. Hacían un buen negocio con esos trajes de isa cenaría o de jota aragonesa, dejaban la tela cortada y preparada en la tienda que al colegio le daba la gana por el precio que querían en el que con toda seguridad iba un pellizco para el centro. Y luego cada madre cosía aquello como podía, con resultados diversos.

Conozco más colegios concertados en los que, a día de hoy, carnaval no se celebra de ninguna manera. Con o sin compensación otro día. Yo, desde luego, prefiero cualquiera de las dos primeras opciones.

Lo de los disfraces escolares es un mundo muchas veces polémico. Padres cosiendo casi de madrugada, padres que disfrutan como enanos con el proceso, padres que no saben que harían sin la abuela y su máquina de coser, padres a los que les gusta que cada niños vaya disfrazado a su manera y otros que gustan de que vayan todos iguales, padres que prefieren los comprados, padres que despotrican de los disfraces en general, parece que olvidando si a los niños es algo que les divierte y motiva…

¿Cuál es vuestro caso?

Semana de carnaval

Semana corta de colegio (al menos para los de Madrid, que el viernes no hay clase, en otras provincias no sé) y muy especial en muchos centros. Es la semana de carnaval y, aunque no en todos los colegios se celebra, me da la impresión de que hay mayoría que sí.

En el colegio de Julia llevan tiempo ensayando una canción y preparando los disfraces (mañana hablamos de esa preparación, si os parece), y toda la semana calentarán motores: hoy van con un gorro, mañana con un ojo pintado de algún color y el miércoles con bigote o barba. Y el jueves es el gran día en el que bailarán, cantarán y desfilarán. Jaime el jueves también tiene que ir disfrazado. Será de Peter Pan.
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Me gusta lo de celebrar los carnavales, es una buena excusa para romper con música y juegos la rutina de las clases, para bailar y reír juntos. Y para recordar la importancia de jugar con disfraces, de soñar que eres médico, pirata, Spiderman, princesa o bruja.

En casa tengo un cajón de la cómoda, uno bien grande y bajito para estar al alcance infantil, lleno de disfraces. Antes era un baúl, pero se nos quedó pequeño.

Os dejo parte de un artículo de crecerfeliz.es al respecto que ya os recomendé cuando os hablé de ese baúl hace dos años. Aquí lo tenéis completo.

Jugar a disfrazarse es algo muy necesario en la vida del pequeño, ya que contribuye a su desarrollo. Cuando el niño se viste de un personaje y se imagina una historia con ese disfraz, está dando rienda suelta a su fantasía, a su espontaneidad y a su creatividad. “En esta etapa, hasta los seis años, en el mundo del niño reina la imaginación: se inventa compañeros de juego invisibles y disfruta creando personajes y situaciones.

Se trata de una edad mágica, en la que el mundo real y el mundo imaginario todavía no están claramente diferenciados”, nos explica Elena Gállegos, psicóloga infantil.

La fantasía es natural y saludable para el equilibrio emocional del pequeño. Eso sí, “siempre que no se pase todo el tiempo en ese universo fantasioso y que no lo viva de manera tan intensa que pierda por completo el sentido de la realidad”, advierte la especialista.

Además de divertido, disfrazarse es un método estupendo para que los niños expresen sus sentimientos. Por eso es uno de los recursos que más utilizan los terapeutas infantiles para ayudar a los pequeños a vencer los problemas de relación (como la timidez) y los miedos (a los perros, a los fantasmas…).

También es la manera más fácil de enseñar a los niños a ponerse en el lugar de los demás, lo que les ayuda a tener más empatía y a integrarse mucho mejor en el mundo que les rodea.

Y hay algo más, muy interesante: el disfraz puede ayudarnos a descubrir cómo percibe el niño a los adultos que conviven con él. Observad a vuestro pequeño cuando se disfrace de papá o de mamá y actúe como tal. Probablemente os sorprenda la imagen que tiene de vosotros y os lleve a reflexionar sobre si la relación que mantenéis con él es buena o hay algunas cosas que debéis cambiar. También es bueno que os fijéis en cómo actúa si se disfraza de profesor o de profesora. Así podréis descubrir si se siente bien en su colegio o no.

El baúl de los disfraces

Una de las consecuencias de haber hecho zafarrancho, como os contaba en mi anterior post, es que he logrado vaciar un baúl que teníamos lleno de juguetes y he decidido convertirlo en ‘el baúl de los disfraces’. Julia (no, no es la de la foto), que no ha salido a su madre y disfruta como una enana con los disfraces, está encantada con la idea. Está ya lleno, tiene dentro un disfraz de Spiderman, otro de pirata, dos de calabaza, uno de hada, otro de Blancanieves e incluso un vestido de sevillana. Y algunas cosas menores con las que ya se logra un disfraz: una cola de gato, pinturas para la cara… improvisar a la hora de disfrazarse también es divertido.

Mi idea es que puedan jugar siempre que lo deseen a disfrazarse, solos o cuando tengan la compañía de primos y amigos, que dentro de poco apretará el frío y aumentará el tiempo bajo techo.

Además, los disfraces son un entretenimiento infantil  magnífico. Todo lo que suponga imaginar, inventarse historias, soñar… es beneficioso para los niños. Por eso muchos colegios lo incentivan o incluso tienen un rincón de disfraces. Jaime aún está lejos de ser capaz de desarrollar un juego así de imaginativo, pero insistiremos para que sea capaz de hacerlo.

Os dejo parte de un artículo de crecerfeliz.es al respecto. Aquí lo tenéis completo.

Jugar a disfrazarse es algo muy necesario en la vida del pequeño, ya que contribuye a su desarrollo. Cuando el niño se viste de un personaje y se imagina una historia con ese disfraz, está dando rienda suelta a su fantasía, a su espontaneidad y a su creatividad. “En esta etapa, hasta los seis años, en el mundo del niño reina la imaginación: se inventa compañeros de juego invisibles y disfruta creando personajes y situaciones.

Se trata de una edad mágica, en la que el mundo real y el mundo imaginario todavía no están claramente diferenciados”, nos explica Elena Gállegos, psicóloga infantil.

La fantasía es natural y saludable para el equilibrio emocional del pequeño. Eso sí, “siempre que no se pase todo el tiempo en ese universo fantasioso y que no lo viva de manera tan intensa que pierda por completo el sentido de la realidad”, advierte la especialista.

Además de divertido, disfrazarse es un método estupendo para que los niños expresen sus sentimientos. Por eso es uno de los recursos que más utilizan los terapeutas infantiles para ayudar a los pequeños a vencer los problemas de relación (como la timidez) y los miedos (a los perros, a los fantasmas…).

También es la manera más fácil de enseñar a los niños a ponerse en el lugar de los demás, lo que les ayuda a tener más empatía y a integrarse mucho mejor en el mundo que les rodea.

Y hay algo más, muy interesante: el disfraz puede ayudarnos a descubrir cómo percibe el niño a los adultos que conviven con él. Observad a vuestro pequeño cuando se disfrace de papá o de mamá y actúe como tal. Probablemente os sorprenda la imagen que tiene de vosotros y os lleve a reflexionar sobre si la relación que mantenéis con él es buena o hay algunas cosas que debéis cambiar. También es bueno que os fijéis en cómo actúa si se disfraza de profesor o de profesora. Así podréis descubrir si se siente bien en su colegio o no.

Carnaval, carnaval…

Queda poco para carnaval y aún no tengo ni idea de qué se disfrazarán en el colegio. Pero independientemente de la fiesta del cole, este año que Jaime con sus cuatro años y medio se va centrando más y Julia ya tendrá casi dos, sí que me apetece pensar en algunos disfraces para ellos.

En la ciudad en la que vivo hay un desfile de carnaval bastante razonable y creo, teniendo en cuenta lo mucho que les gusta a ambos la música, que se lo podrían pasar bien.

Y aunque no me sobra el tiempo, sí que me gustaría que fueran disfraces caseros.

Estaba pensando en disfracarles a ambos de vaqueros,
con vaqueros, botas, chalequitos, caballos de palo (literalmente), estrella de sheriff y sombrero. Incluso podría travestir a nuestra perra (es más buena, la pobre) de caballo. Es uno de los disfraces que más me gustaban a mí de pequeña. Pero aún no lo tengo claro.

Es casero y no requiere mucho tiempo ni mucha labor de aguja, que soy un auténtico zote cosiendo y no quiero abusar de las abuelas.

Mirando, mirando, he visto que youtube está absolutamente lleno de ideas para realizar disfraces infantiles.

¿Vosotros de qué les disfrazaréis?

¿Podéis darme alguna idea de disfraz casero que no precise mucho tiempo ni muchas habilidades de costurera ?

La magia de los disfraces

Yo nunca me disfracé en Halloween. Partimos de la base de que soy de una quinta en la que eso de Halloween era algo raro, típico de las películas y series estadounidenses. Lo que se vivía en mi infancia era como la ciudad se quedaba medio vacía, las floristerías vacías del todo y los cementerios rebosaban flores, gente y estropajos.

Pero eso está cambiando. Nuestros peques sí se están disfrazando. Y me da igual que sea una tradición ajena. Bienvenido sea todo lo que contribuya a que se diviertan. Mis hijos han estado caracterizados de Harry Potter y Hermione y, junto a sus primas, de calabazas. Y todos se lo han pasado pipa. Cada uno a su manera y según su nivel de entendimiento, disfrutaron de una tarde de disfraces.

Me da a mí que cada año será mejor. Desde luego en Carnavales repetiremos.

Mi suegra guarda en su casa todos los disfraces viejos, aunque estén medio rotos, y algo de ropa descartada. Cuando ha tenido niños en su casa uno de sus juegos favoritos ha sido jugar a los disfraces.

Yo quiero hacer lo mismo: guardar todos los disfraces en un lugar al que puedan acceder para que jueguen todo lo que deseen cualquier día del año.

En crecerfeliz.es tienen un par de piezas interesantes sobre los beneficios de disfrazarse. Os dejo un fragmento:

Jugar a disfrazarse es algo muy necesario en la vida del pequeño, ya que contribuye a su desarrollo. Cuando el niño se viste de un personaje y se imagina una historia con ese disfraz, está dando rienda suelta a su fantasía, a su espontaneidad y a su creatividad.

Además de divertido, disfrazarse es un método estupendo para que los niños expresen sus sentimientos.  Por eso es uno de los recursos que más utilizan los terapeutas infantiles para ayudar a los pequeños a vencer los problemas de relación (como la timidez) y los miedos (a los perros, a los fantasmas…).

También es la manera más fácil de enseñar a los niños a ponerse en el lugar de los demás, lo que les ayuda a tener más empatía y a integrarse mucho mejor en el mundo que les rodea.

Y hay algo más, muy interesante: el disfraz puede ayudarnos a descubrir cómo percibe el niño a los adultos que conviven con él. Observad a vuestro pequeño cuando se disfrace de papá o de mamá y actúe como tal. Probablemente os sorprenda la imagen que tiene de vosotros y os lleve a reflexionar sobre si la relación que mantenéis con él es buena o hay algunas cosas que debéis cambiar. También es bueno que os fijéis en cómo actúa si se disfraza de profesor o de profesora. Así podréis descubrir si se siente bien en su colegio o no.

A casi todos los niños les gusta disfrazarse, pero también es cierto que algunos disfraces pueden asustarles, como los de monstruos y fantasmas y los que les tapan la cara. De hecho, a esta edad la mayoría aún prefieren los que llevan la cara al descubierto. “Así, además de sentirse más cómodos, tienen una señal permanente que les aferra a la realidad y sienten menos miedo”, apunta la especialista.

Si al niño le da miedo un disfraz, no hay que obligarle a llevarlo, porque su fantasía puede intensificar sus temores y hacer que tarde más en superarlos. Y, del mismo modo, si lo rechaza porque “le queda ridículo”, también hay que respetarlo. Lo mejor es que él elija el traje que más le guste. Así disfrutará al máximo de la interesante y divertida experiencia de ir vestido de otro.