Los conozco bien. Son niños valientes, niños que nos dan una lección diaria de cómo vivir disfrutando, apartando las nubes que quieren ocultar el sol.
Son niños con diabetes. Los hay que la tienen como constante compañera desde que que son bebés, otros la conocieron y tuvieron que aprender a gestionarla más mayores.
Son niños acostumbrados a los médicos, a los pinchazos. Pinchazos en los dedos, para comprobar la glucemia en sangre. Pinchazos en el vientre o las nalgas, para ponerse el catéter de la bomba de insulina que les acompaña en todo momento como un remedo de páncreas artificial. Pinchazos para instalarse sensores en el brazo. Pinchazos para ponerse directamente la insulina inyectada. Pinchazos que no tardan en ponerse ellos solitos, porque necesitan valerse por sí mismos cuanto antes.
Son niños que han desarrollado la paciencia suficiente para no comer lo que quieren cuando quieren, sino lo que pueden cuando les dicen. Niños que esperan hasta poder tomar esa porción de tarta de cumpleaños que además es más pequeña que la del resto. Niños que saben qué alimentos son libres y cuáles pueden suponer un problema. Niños que al crecer aprenden a calcular los hidratos que tiene aquello que van a comer y las raciones que son para ajustar la dosis de insulina. Niños que no se separan de su mochila salvavidas que alberga su zumo y sus galletas, sus pastillas de glucosa, sus medidores, su insulina, sus recambios por si falla el cateter o el sensor.
Son niños que saben que no se pueden quedar con cualquiera, que necesitan adultos capaces y dispuestos a ayudarles, a asumir la responsabilidad de cuidarles. Niños para los que quedarse a dormir en casa de un amigo o ir de excursión con el colegio puede suponer un problema, un coste, incluso una injusta imposibilidad.
Son niños sin límites. Niños que crecen soñando en ser lo que ellos quieran, en llegar a ser olímpicos o volar hasta Marte. Niños que a los que hasta hace muy poco habían vetado injustamente de profesiones como ser bombero o policía. Una batalla ganada. Habrá otras que tendrán que sostener.
Son niños que tendrán que aprender a ser adolescentes responsables, que cuiden su salud evitando excesos que les pongan en peligro.
Son niños fuertes. Son niños muy valientes, ya os lo dije. Y este jueves, catorce de noviembre, es su día. Este mes es su mes.
Son niños que necesitan toda la ayuda que podamos darles. Necesitan que tengamos el mismo valor y fuerza de voluntad de ellos, que nos responsabilicemos sin miedo para hacerles la vida más fácil siempre que sea posible y que exijamos la investigación médica que mejore su futuro y los recursos que garanticen su bienestar.
En España y en todas partes.