Entradas etiquetadas como ‘comer’

El desayuno de los campeones

«Pues resulta que las tostadas que haces con el pan de ayer están muy ricas mamá. Sé que he comido dos tan grandes como las tuyas. Pero me entraría otra… Y mola esto de desayunar el fin de semana todos juntos en la mesa de la cocina».

(No hablo, ni falta que me hace a veces)

BDxwYWxCYAAkZkb.jpg_largeNo sé vosotros, pero a mí me han repetido mil veces la importancia de un desayuno saludable, aquello de que es la comida más importante del día y que nuestros hijos deben desayunar bien. Lo leemos en los medios de comunicación, se lo oímos al pediatra, nos lo mandan del colegio en forma de circulares…

Que sí, que sí, que tienen razón. Yo siempre he sido de las de desayunar tranquila y sentada, leyendo un poquito, por mucho que hubiera que madrugar. Pero no desayunaba bien. La base de mi desayuno hasta hace pocos años, que primero acompañaba con leche o cacao y luego con café, era una torre de galletas. Normales primero e integrales y con fibra en mi etapa adulta. Es decir, una torre de azúcar.

Ahora me gusta desayunar avena o esos cereales poco apetecibles que parecen pienso según mis santo, acompañados a veces por fruta. No es que sea un desayuno como para dar ejemplo, pero he mejorado.

Los fines de semana es  muy diferente. Es frecuente que preparemos tostadas con con aceite y sal, con tomate o con margarina de aceite de oliva y mermelada de arándanos (la responsable de ese rostro sangriento que véis) si nos ha sobrado pan, como hoy, que es sin duda la manera preferida por Jaime para arrancar el día. También suelo preparar con mi pequeña cocinera Julia tortitas, que a Jaime no le gustan (de momento, estoy convencida de que acabará comiéndolas) pero que a su hermana le chiflan. En esas tortitas es frecuente que en la masa ponga manzana o, sobre todo, esos plátanos que se han puesto demasiado maduros.

Entre semana es otro cantar. A Jaime le despertamos cuando aún no son ni las siete de la mañana. Es muy dormilón y pese a haberse acostado pronto hay que vestirle y bajarle al coche medio dormido. Lo de que desayune en casa en condiciones es imposible. Tenemos localizadas unas galletas que le gustan y que toma en el trayecto al colegio y luego allí ya desayuna. Julia varía mucho. Es muy frutera y suele tomar alguna pieza de fruta, mandarina en este tiempo normalmente, también le gusta mucho el queso y suele pedir una tostadita con una loncha de queso o queso untado. Y le gustan las galletas y unos cereales de estrellitas con leche que son puro azúcar, pero también los toma a veces. No me parece plan prohibir los cereales de estrellita en casa, prefiero no darle demasiada importancia y confiar en que los pruebe y, pasado el entusiasmo inicial, pase a otras cosas.

Pero hay mañanas que cuesta un triunfo que desayune antes de ir al cole. Seguro que muchos de vosotros os habéis encontrado muchas mañanas con que vuestros hijos no están por la labor de llenar el estómago. ¿Qué hacer? Pues poco, la verdad. Ya sabéis que me niego a insistir en que mis hijos coman cuando no quieren, a Julia la intento explicar la importancia de un buen desayuno y convencerla. Pero si no hay manera, no hay manera. Esos días luego sale a las 12:30 devorando. Bueno, la verdad es que casi todos los días sale a esa hora con un hambre de lobo.

No quiero entrar en guerras con la comida y menos desde la hora del desayuno. Igual que os contaba antes que yo soy de desayunar siempre y tranquila, mi santo no desayuna jamás. Es incapaz de meter nada en el estómago recién levantado. Él desayuna varias horas después de salir de la cama, ya en el trabajo. No todos somos iguales. Mi suegra cuenta lo mucho que tenía que insistir con él y con su hermano para que fueran al colegio habiendo desayunado algo.

BDxwkI1CYAEhbm2.jpg_large

Me he alargado más de lo que pretendía. Lo que quería era que me contárais lo que desayunan vuestros pequeños campeones, si lo hacen con gusto o si hay que insistirles, y también que nos diérais sugerencias de lo que consideráis desayunos atractivos y saludables para los peques.

Yo ya os adelanto que los cereales industriales no son buena idea. Como explica mi amigo Darío en su blog Transfomer: ‘No a los cereales de desayuno’. Os dejo un pequeño fragmento y aprovecho para recomendaros su blog:

Los cereales de desayuno son uno de los peores desayunos posibles. Olvídate de ellos y verás cómo se reduce tu barriga.

Cada vez que veo un anuncio de cereales de desayuno pierdo los estribos y empiezo a soltar un discurso sobre su lista de ingredientes, actitud que un día afectará seriamente a mi relación de pareja. Los cereales deben de ser el peor desayuno del mundo para tu salud después del tocino con aguardiente. Y lo peor es que la gente se lo da a sus hijos pensando que es sano.

¿Sano? Aquí tienes los ingredientes de los Smacks de Kellogs: Trigo, azúcar, jarabe de glucosa, miel, carbonato cálcico, aceite vegetal… Piensa que los ingredientes van por orden, así que quitando el trigo, los principales son azúcares. Lo puedes comprobar cuando ves la composición por 100 gramos:

* Proteínas: 6 g
* Hidratos de cargono: 84 g
o de los cuales azúcares: 43 g
o almidón: 41g
* Grasas: 1,5 g

Casi la mitad de lo que viene en la caja es azúcar. Solo en un tazón hay 13 gramos de azúcar, unos dos sobres. Ya sabes lo que hace el azúcar con tu sangre y tus michelines. Provoca un pico de la hormona insulina, que se ocupa de que toda esa glucosa se convierta en grasa en tu cintura o tu trasero. Al cabo de una hora, la glucosa ha bajado de golpe y estás mareado, de mal humor y hambriento, listo para comer cualquier golosina que encuentres. Al cabo de unos años, obesidad y diabetes.

Os dejo también un vídeo que me ha gustado de la nutricionista Lucía Bultó que me ha gustado con unos pocos consejos muy básicos, muy de sentido común.

Y aprovecharé para pedir consejo y recomendación a mi compañero nutricionista Juan Revenga, a ver si recoge el guante…

Una de esas pequeñas victorias (y procurad no triturar demasiado la fruta)

Hoy Jaime se ha comido dos plátanos como si fueran la mejor chuche del mundo. Puede parecer una tontería, algo baladí. Probablemente lo sea, pero para nosotros ha sido increíble.

Es frecuente que los niños con autismo tengan muchos problemas a la hora de alimentarse, que sean muy restrictivos con la comida, que no tomen sólidos.. Nosotros tenemos suerte, Jaime es muy buen comedor. Le gusta comer casi de todo y tiene una dieta muy variada. Pero la fruta siempre ha sido un problema: solo la tolera triturada. Hemos trabajado con él en casa, también sus terapeutas, pero en los últimos meses lo abandonamos. No se pueden manejar veinte frentes abiertos simultáneamente (otros objetivos concretos de autonomía o comunicación) y, sinceramente, había otras peleas que me parecían mejores.

Ha sido en los últimos tres meses en los que en su colegio nuevo nos contaban que comenzaba a comer plátano y naranja. Nosotros lo creíamos a medias, ayer lo vimos con nuestros propios ojos.

Parece mentira cómo cosas tan pequeñas pueden alegrarte de tal manera el día.

Lo que sí es cierto es que, aunque siempre ha sido muy buen comedor, nos costó superar los purés. Hasta los dos años no comenzó a mordisquear su primer cuscurro de pan. Un enganche muy frecuente en niños con autismo, como ya os he contado. Tal vez por la experiencia pasada con Julia procuré comenzar pronto a darle el alimento en trocitos y a no pasarle demasiado la comida. También tuvimos suerte; ella nunca quiso purés, jamás tomó papillas de cereales, siempre prefirió sus granos de arroz, sus macarrones en trocitos, su fruta cortada…

Si tuviera un tercer hijo, desde luego ni intentaría los purés y las papillas, le ofrecería lo que Julia tan adecuadamente quería de forma instintiva.

Y todo esto me recuerda que mi cuñada me contaba que en la reunión previa a comenzar el colegio de mi sobrina, insistían mucho en que los niños debían poder comer alimentos sin triturar, y que bastantes padres reconocían no haber superado aún con niños de dos/tres años la fase purés, en parte por el miedo reconocido al ahogamiento.

Yo con Jaime hubiera estado en ese grupo, pero Jaime tiene un trastorno en el desarrollo.

Firma por la identificacion en el etiquetado de los productos alimenticios

Me escribe una lectora con una petición:

Te quiero pedir un favor para Pablo, estamos pidiendo que el Ministerio de Sanidad obligue a que todas las empresas alimentarias identifiquen correctamente los ingredientes de los alimentos, ya que a día de hoy no se hace. Esto ayudará a las familias que tenemos alérgicos en casa sea más fácil identificar si pueden tomar o no ese alimento.

Como me imagino que sabrás Pablo es alérgico a la proteína de la leche y no puede tomar ningún tipo de derivado o compuesto lácteo y puedo asegurar que a veces hacer la compra para el es bastante complicado y lo que estamos pidiendo en esta alerta nos facilitaría bastante.

Es un tema del que estoy muy concienciada. Mi hijo tuvo una pequeña alergia al huevo que, por suerte, ya pasó. Mi sobrina es diabética y celiaca. Mi padre también es diabético.

Así que yo ya he firmado la petición de Actuable. Si queréis, podéis hacer lo mismo. Esto es lo que cuentan:

El etiquetado de los alimentos en España no es real. Esto no es un problema para la mayoría de la población, sin embargo, las personas que tienen alergias alimenticias necesitan saber con un 100% de seguridad qué contiene exactamente el alimento que van a consumir.

Muchas empresas se escudan en «PUEDE CONTENER TRAZAS DE…» para decir que la maquinaria no estaba limpia, o que ha podido haber contaminación con algún alérgeno en el proceso de fabricación , pero ésto no implica que el alimento contenga el alérgeno en cuestión, simplemente se lavan las manos ante posibles problemas.

Lo que pedimos es que no se permita dejar «abierta la posibilidad». O contiene alérgeno, o no lo contiene, no nos vale el puede… porque para un alérgico puede suponer un shock anafiláctico, incluso la muerte…

Asímismo, solicitamos que se especifique claramente qué tipo de aceites vegetales contiene un producto. Existen mucho tipos de aceite, soja, girasol, palma, oliva… y cada uno de ellos puede tener sus respectivas alergias, por tanto es necesario que el consumidos sepa el tipo de aceite que contiene el producto.

Por último, los alérgicos al látex necesitan saber si en el proceso de elaboración los trabajadores han usado guantes de látex o no, porque se contamina el producto, dando lugar a reacciones alérgicas a su conmidor.

El problema al que nos encontramos las personas alérgicas y sus familias, es la escasez de productos que aseguran en su etiquetado estar libres de alérgenos, y los elevados precios que las empresas le ponen a dichos productos. Los bebés alérgicos a la proteína de leche (caso de mis hijos) no pueden tomas ninguna marca de cereales que se vende en los supermercados, ha de ser de farmacia, con un coste de mas del doble.

En el caso del huevo, frutos secos, pescado, etc, ocurre lo mismo, pero esas personas tienen el mismo derecho a comer que cualquier otra, sin tener que gastar el doble.

Si el etiquetado en España estuviera controlado, seguramente muchos productos que hoy dicen en sus etiquetas «PUEDE CONTENER TRAZAS DE…», dirían que están exentos, lo que permitiría a las familias comprar en lugares comunes, y no en tiendas especializadas, mucho más caras.

Espero recibir una respuesta por su parte, y llegado el momento, poder mantener un encuentro con usted, para poder ahondar en el tema si así lo desea.

El plato cara

Que no permita a mis hijos pintar en las paredes no significa que no procure ayudarles a dar rienda suelta a su creatividad. El otro día en los comentarios se me sugería poner a su alcance pizarras y cuadernos. Os aseguro que tiene de ambos y en varias modalidades.

Pero hoy de lo que quiero hablaros, íntimamente ligado a potenciar su creatividad, es de uno de los mejores regalos de Reyes Magos de este año: el plato cara. Es la cosa más sencilla del mundo y resulta divertidísimo.

Es un plato con un rostro al que, con la comida que toque, se puede jugar a ponerle sombreros, cabello, barba, cejas, bigotes, pendientes… todo lo que se nos ocurra. Tenéis la imagen en el post, así que no es preciso explicar demasiado.

Sé que se dice que con la comida no se debe jugar, pero lo cierto es que es algo a todos los peques les encanta. Y con este plato es incluso recomendable.

Por cierto, no tengo ni idea de cuanto cuesta ni de dónde lo compraron.

Cuidado con los zumos

El día que está a punto de acabar es el día mundial del zumo (ahora hay días para todo). Y no puedo evitar al leer algún que otro artículo sobre los bondades de estas bebidas recordar sus peligros.

Es cierto que muchos niños llevan muy mal lo de tomar fruta y que beber un zumito es mucho más fácil. He visto con frecuencia a madres y abuelas felices y orgullosas viendo al niño pequeño a su cargo beber un vaso enorme con el zumo de varias frutas.

¡Tres naranjas naturales exprimidas! ¿Quieres que te eche un poco de azúcar para que esté más rico? ¡Qué mayor te vas a hacer!”

El gran problema es que en términos nutricionales sería mucho mejor que se comiera una naranja o media si no le entra más, antes que tres naranjas exprimidas. En ese zumo va el azúcar que llevan las tres piezas de fruta y nada o muy poco de la saludable fibra que tienen.

Además, al beber en lugar de comer la sensación de saciedad es menor. Y eso no tiene porqué ser bueno.

Sobra recordar que la obesidad infantil y juvenil es una epidemia en los países desarrollados.

Os dejo con un artículo «cuidado con los zumos envasados» de El laboratorio gastronómico y con un fragmento de una noticia de hace un año de 20minutos.es titulada «Cuidado con los zumos, abusar del azúcar procedente de la fruta produce obesidad» que demuestra que además de la cantidad e azúcar de los zumos el abuso de la fructosa aumenta triglicéridos y hace al organismo resistente a la leptina, hormona que regula el nivel de lípidos en sangre.

Es cierto que tomar zumos siempre es mejor que tomar bebidas azucaradas de cola u otro tipo de refrescos. Pero tampoco es la mejor opción ya que las rutas son ricas en un tipo de azúcar llamado fructosa.

La investigación reveló que la ingesta de líquido azucarado en cantidades abundantes durante un período de tiempo prolongado desarrolla una resistencia del organismo a la leptina, hormona que regula el nivel de lípidos en sangre.

En niños y adolescentes resulta preocupante esta alteración metabólica que, además, es más acusada cuando se utiliza para azucarar líquidos que sólidos, según revelan las investigaciones del CIBERobn.

Los alimentos contienen dos variedades de azúcares, los monosacáridos (unidades básicas de azúcar como la fructosa y la glucosa) y los disacáridos (unión de dos monosacáridos, como la sucrosa, también conocida como azúcar blanco, el extraído de la caña de azúcar).

A juicio de los científicos del CIBERobn, «pese a que ambos proporcionan la misma cantidad de calorías, el cuerpo las metaboliza de distinta manera, tendiendo, en el caso de la fructosa, a elevar los niveles de triglicéridos sanguíneos, un exceso de energía que el metabolismo es incapaz de quemar cuando se consume en grandes dosis», señala el doctor Martínez Olmos.

Según los resultados de las investigaciones del CIBERobn, la fructosa provocaría una alteración metabólica mayor cuando se utiliza en su versión líquida (como edulcorante presente en refrescos y zumos envasados) que en la sólida (productos de repostería, jarabe de maíz y fruta).

Es decir, por muchos motivos mejor una naranja masticada que un zumo de varias.

Y mejor un plátano que una papilla con un plátano, una naranja, y tres galletas.

La fruta antes del plato principal

El otro día un especialista infantil que sabe muy bien lo que se trae entre manos le dijo a una madre reciente de una niña de poco más de un año que es preferible dar la fruta antes del plato principal.

Es importante asegurarse de que los niños toman fruta y esa costumbre que tenemos de dejarla para el postre hace que muchas veces les pille ya saciados y se vea como una obligación.

Decía que era mejor ofrecer al comienzo de la comida, cuando más hambre tienen, la ración correspondiente de naranja, fresas o manzana y luego ya sacar el plato de lentejas, arroz o macarrones.

Me consta que a muchos les sonará entre tontería y anatema, pero a mí me pareció de lo más razonable. De hecho mi santo que ya tiene poco de niño pequeño ha tomado nota, ya que es de los que nunca toma postre porque cuando acaba el plato principal apenas le cabe nada.

¿Qué os parece la sugerencia?

Sabores perdidos y reencontrados

Tener hijos te hace reencontrarte con tus propios recuerdos de infancia. Es algo que ya ha ocupado algún que otro post en este blog.

Uno de los muchos despertares que vivimos un buen número de padres recientes es el de los sabores olvidados de la infancia.

Durante estos dos últimos años, gracias a mis hijos, he disfrutado de nuevo con las galletas María untadas de nocilla, las fresas con leche condensada, los flash bien fresquitos, el pan con chocolate con leche o con mantequilla y azúcar, los yogures congelados, el regaliz de rosca, los sandwiches de queso fresco y mermelada e incluso con unos sencillísimos guisantes con jamón…

Sabores perdidos y reencontrados. Pequeños placeres que vuelven. Alimentos que podría haber seguido tomando, pero que por ser «comidas para niños» habían quedado relegadas.

Seguro que también os ha pasado…

«Cuando empiece con los cereales dormirá mejor»

En el último post hablábamos de la incorporación de los sólidos en la dieta de los bebés. Y os contaba las cosas en las que coincidieron mis dos hijos cuando llegó ese momento.

Pues hay otra cosa que tienen en común y que olvidé mencionar: sus pautas de sueño no cambiaron. Buscaban el pecho (no llegaban a despertarse) varias veces durante la noche y lo siguieron haciendo durante varios meses más.

Nunca noté que tomar cereales por la noche, o empezar con las carnes y verduras, afectara de ninguna manera su forma de dormir.

Claro que evolucionaron hasta llegar a dormir del tirón (bueno, Julia pasa entre unas 10 u 11 horas durmiendo pero un par de veces aún busca el pecho sin llegar a despertarse del todo), pero fue más cuestión de tiempo y paciencia que de dietas milagrosas.

Pero es verdad que eran muchos los que me decían que cuando empezara con los cereales dormirían mejor.

Curiosamente nunca me lo dijeron la pediatra o la enfermera de pediatría, es una de esas sentencias que se oyen a pie de calle.

Es algo que creo que todas las madres hemos oído, da igual si hemos alimentado los primeros meses a nuestros hijos con el pecho o con el biberón: «Ya verás, ya verás, con los cereales se llenará más y dormirá mejor»

O en un tono más prudente: «a ver si ahora con los cerales hay suerte y te deja dormir más».

Es dudoso que los cereales llenen más que la leche. Y es dudoso también que tener el estómago a rebosar ayude a dormir mejor. A mí desde luego me lo dificulta.

Si mis hijos se han medio despertado a mamar un poco, más que por hambre, era por necesidad de contacto o para comprobar que estaban acompañados.

Pero tal vez en otros casos sea cierto. Esa sentencia tan extendida debe tener su origen en alguna parte. ¿Vuestros hijos comenzaron a dormir mejor con los cereales?

Comenzando con los sólidos

En pocos días una madre reciente y su bebé de seis meses a los que conozco bien abandonarán la lactancia materna en exclusiva. Comenzarán con los famosos cereales sin gluten, que igual son los polvos de farmacia como el arroz hervido de toda la vida. Toda una nueva etapa para ambos.

Recuerdo que cuando en esos momentos, sobre todo con mi primer hijo, me dió por pensar que hasta ese momento todo su ser procedía de mí. Durante las 38 semanas de embarazo fue mi sangre y los seis meses siguientes fue mi leche lo que le aportó todo el alimento. Sus huesecillos, su carne tierna y firme, todo en él venía de mí.

Comenzar con otros alimentos era también comenzar a despedirme de todo eso. Algo bueno, ilusionante, pero también un poco triste.

Con ambos pasamos directamente del pecho a la cuchara. Ni Jaime ni Julia han probado jamás un biberón ya que la leche la continuaron tomando de su envase original. Y la transición fue natural y sencilla.

Pero es lo único que tienen en común.

Jaime era un niño que comía cantidades industriales de cereales y papillas desde el primer momento. En torno al año bajó la cantidad de alimento durante unos meses, pero pronto volvió a recuperarse.

Eso sí, nunca mostró interés por ver o probar lo que había en nuestros platos. Tampoco por coger él la cuchara o la comida con los dedos. Ahora sé que eso era parte de su problemática.

Además, aunque al año ya devoraba aspitos, tardó mucho en comenzar a masticar como es debido. Todo tenía que estar trituradísimo. Eso, aunque puede que también, no tiene por qué deberse al autismo. Muchísimos niños de entre uno y dos años tienen el mismo problema.

De hecho recuerdo en un programa de televisión a una niña de unos cinco o seis años que, salvo las palomitas de maíz y alguna que otra chuche más, también quería todo triturado.

Julia en cambio durante los primeros tres meses (de los seis a los nueve) apenas comía otra cosa más que el pecho. Los cereales y purés, muy poquito. Afortunadamente lo tenía a su disposición.

Al contrario que su hermano, muy pronto comenzó a querer probar y masticar lo que teníamos en nuestros platos. Y a día de hoy, con casi catorce meses, come de todo con las manos y no toma nada triturado. No lo quiere. Desayuna pan con queso, o galletas y fruta. Pero en trocitos.

Y come bastante cantidad. La que ella quiere.

Hace ya mucho tiempo que aprendí que es una guerra absurda pretender que un niño coma más de lo que desea. Convertir las comidas en una guerra es un desgaste inútil para la madre y para el hijo.

Nunca he obligado a comer a mis niños. Creo que nadie mejor que ellos sabe lo que necesitan sus estomaguitos. Recuerdo perfectamente cómo me intentaban obligar a mí. El tiempo perdido ante un plato de lentejas frías. El uso de la comida como arma arrojadiza. Era una comedora horrible de niña y ahora como absolutamente de todo.

Nuestra experiencia de niños siempre marca nuestras reacciones como padres.

En cualquier caso, independientemente de los planes que los padres tengamos, nuestros hijos vendrán a romperlos marcando sus preferencias desde el principio. También con apenas seis meses y la introducción de nuevos alimentos.

Más vale estar abierto a lo que sea y ser fléxibles.

Creo que la madre reciente de la que os hablo lo tiene bastante claro.

Las cuatro manías de mi hija a la hora de comer

¿Recordáis que hace unas semanas os comentaba que Julia era mala comedora? No es cierto. Le encanta comer. Eso sí, con cuatro salvedades importantes:

La primera es que se niega a tomar purés y papillas. No quiere. Cierra la boca y no hay nada que hacer. Tan claro nos lo ha dejado desde que tiene diez meses que he desistido de hacérselos.

Quiere masticar. Quiere trocitos. Así que come pasta, arroz, queso blanco, pavofrío… come prácticamente lo mismo que nosotros pero en cachitos pequeños.

La segunda es precisamente que tiene que comer lo mismo que comemos nosotros. Puede estar disfrutando como una loca con sus minimacarrones, que si su hermano termina su plato y le ofrecemos el yogur, ella ya no quiere más pasta y también tenemos que ofrecerle un yogur.

«Culo veo, culo quiero» dice su padre.

La tercera es que está comisqueando todo el día, precisamente por que todo lo que ve lo quiere y por que ha aprendido a pedirnos galletas y aspitos.

«Eres una pica, pica» le digo yo.

La cuarta es que tiene que comer con sus manitas. Con la cuchara empieza a intentarlo, pero atina poco. En realidad casi todo lo come con las manos, practicando la pinza y pringándose de aceite o salsa de tomate hasta la cabeza.

«Eres una cochinota» le dice su abuela.

Aunque para ser justos con ella hay que decir que cada vez tira y mancha menos. La foto es de cuando aún no había depurado la técnica y la mitad del alimento se perdía por el camino para alegría de mi perra. Ya no pasa.

Tenemos algunos miembros de la familia poco conformes, sobre todo a las abuelas, que disfrutarían viéndola zamparse un tazón de cereales en el desayuno, un plato gigante de puré en la comida y otro de papilla de fruta con galletas en la merienda como hacía su hermano.

Ver engullir a un bebé causa una extraña satisfacción en los adultos.

Pero yo estoy de lo más contenta. Pensándolo bien, creo que sus cuatro manías son cuatro grandes virtudes.

Primero por que está masticando, que es lo que hay que hacer. Masticar pronto fuerte y bien ayuda además luego a hablar mejor.

Segundo por que se fija en lo que hacemos los demás, en lo que hay en nuestros platos y por que quiere probarlo. Eso es pura y sana curiosidad.

Tercero por que está comunicándose constántemente con nosotros para pedirnos comida o agua.

Y cuarto por que ella misma está trabajándose su autonomía. Quiere hacer las cosas solita aunque aún no haya cumplido el año. Y eso también es bueno.

Y como, aunque no sea una niña grande y hermosa que diría mi abuela, crece y engorda, podemos estar tranquilos.