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Una niña de cuatro años con autismo maltratada hasta el coma en China

He visto un vídeo que me ha indignado tanto que no puedo resistirme a traerlo aquí. Lo descubrí gracias a Autismodiario.org, que referenciaba a Semana.com.

Se trata de una niña china de cuatro años con autismo, tan brutalmente zarandeada, pateada y lanzada que tuvo que ser trasladada inconsciente al hospital.

Igual de indignante me parecería si la niña no tuviera autismo, pero como os podéis imaginar el abuso de un niño con esa discapacidad me afecta especialmente.

No hay derecho. Y la rabia y la impotencia es la que me ha empujado a escribir este post.

La niña colapsa y pierde la conciencia mientras otros adultos observan la escena. Solo hasta el final de la agresión, la menor es llevada a un hospital para ser atendida de emergencia. En este caso también impacta la forma en que las personas alrededor de la menor no se inmutan ante el ataque.

El violento hecho ocurrió hace ya tres meses en un centro de rehabilitación infantil en la ciudad de Guangzhou, al sur de China, pero solo salió a la luz hasta ahora en la cadena CNN.
La profesora que aparece en el video recibió cargos por asalto y la niña tuvo que ser sometida a neurocirugía por las graves contusiones que recibió en la cabeza. Actualmente se puede sentar pero no puede permanecer de pie.

De acuerdo con un reporte presentado en la Conferencia Internacional de Investigación del Autismo en Shanghai el año pasado, el primer desorden mental en China es el autismo, conocido en ese país como zibizheng, literalmente “el síndrome del autoaislamiento” o la enfermedad de la soledad.

Kate Blewett y la furia

La furia. Esa es la palabra que usaron para describir en un artículo la fuerza que impulsa a esta mujer en su trabajo. Probablemente sea esa la palabra que mejor describe esa sensación gélida y pesada que me invade cuando veo los documentales de Kate Blewett.

En la web de rtve.es han recuperado su premiadísimo documental Las habitaciones de la muerte que se emitió en 1995 y que elaboró a lo largo de dos años en compañía de Brian Woods y Peter Woolrich. Tuvo un éxito espectacular, emitiéndose en 25 países.

«>Tras este enlace podéis verlo si queréis que la furia también os invada a vosotros. Es difícil aguantar los 40 minutos que dura.

Las imágenes grabadas con cámara oculta mostraban a pequeñas atadas de pies y manos a sillas o bancos de bambú, balanceándose mecánicamente; algunas de ellas con las piernas gangrenadas y la cara llena de costras.

El documental concluye con la imagen de Mei Ming (Sin Nombre), una pequeña que, abandonada en un cuarto donde no entraba nadie, murió cuatro días después de grabarse las imágenes.

«Las habitaciones de la muerte» causó un gran impacto en la opinión pública y disparó las solicitudes de adopción de niñas chinas en todo el mundo. Según recoge la prensa de la época, tras la emisión del documental las consejerías de Bienestar Social de las Comunidades Autónomas de nuestro país recibieron un auténtico aluvión de llamadas preguntando por los trámites para adoptar niñas en China.

Por aquel entonces, cada vez más familias se embarcaban en la aventura de la adopción internacional pero, según datos publicados por El Mundo en 1995, en el momento de emitirse «Las habitaciones de la muerte», sólo cuatro niños chinos habían sido adoptados oficialmente en España.

La cifra creció exponencialmente, convirtiendo a España en el segundo país que más niños procedentes de China adoptaba: 2753 solo en 2005.

Pero ese no ha sido el único trabajo documental de Kate Blewet denunciando el infierno en la tierra en el que viven millones de niños: los jockeys de camellos, niños muy pequeños que hacen un trabajo peligrosísimo, los niños que viven en la pobreza en el Reino Unido, los horrores de los niños abandonados con discapacidades búlgaros…

Esta británica rubia, hija de buena familia y que nació y creció en Hongkong Malasia y Tailandia, fue
la primera de su clase en la universidad y desde adolescente quiso hacer documentales.

Es también madre. Y en alguna que otra entrevista ha contado que serlo la sensibilizó mucho más, la hizo más activista y le dolía especialmente saber que sus hijas tenían todo lo que necesitaban y la esperaban cómodamente en casa, amadas y atendidas, mientras rodaba las desgracias de otros niños igualmente merecedores de amor y cuidados.

Su documental logró que decenas de miles de niñas chinas crezcan queridas y atendidas.

A veces la furia es muy necesaria.

Los bebés que despiertan la envidia de los dioses

Un libro de Pearl S. Buck, creo recordar que era La estirpe del dragón, contaba cómo las madres chinas acostumbraban a llevar a los bebés cubiertos y a comentar a grito pelado cuando veían a un bebé varón hermoso y rozagante «¡Qué niña más horrorosa! ¡Qué fea y escuálida!» para no despertar la envidia de los dioses y que no se lo llevaran.

El bebé de la foto lleva un sombrero pensado especialmente para protegerle de los demonios celosos que se lo quieran llevar. Algo típico de la región de Guanzhong.

Siempre me recordó aun poco a aquello de que a quienes los dioses quieren destruir, primero les hacen ser prometedores.

En su momento me llamó la atención por lo diferentes que son aquí y ahora las cosas, que lo que hacemos al ver un bebé es alabarle incluso cuando no hay motivo.

Y aún hoy, bastantes años después de leerlo, lo recuerdo porque lo entiendo.

Comprendo perfectamente la raiz de esa superstición novelada, nacida del amor de las madres hacia sus hijos y del miedo a que a ese bebé que nos regala tantos momentos de felicidad perfecta le pase algo.

Tanto bueno no puede durar. ¿O sí?