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Primeros recuerdos

Recuerdo un viejo piso en Asturias, con una cocina enorme y una habitación sin amueblar dedicada sólo a mis juegos. Recuerdo el pinar que había al lado del hospital en el que estuvo ingresada mi madre y recoger piñas con mi abuelo, aunque no recuerdo haber estado dentro. Recuerdo el 23F en casa de mis abuelos y a mi padre trayéndome unas ceras de colores antes de irse con mi madre al hospital. Recuerdo las siestas que me negaba a dormir en el pueblo extremeño de mi madre, en agosto. Recuerdo haber jugado en la guardería de un familiar con otros niños antes de ir a casa de mis abuelos. Recuerdo a mi gato, demasiado brevemente mío. Recuerdo el primer día de colegio. Recuerdo al niño que me arrancó de las manos un chupa chups en una mercería que hace ya veinte años que cerró. Recuerdo la tienda de ropa infantil que también tuvo mi madre brevemente y lo poco que me gustaba probarme vestidos.

Esos, y algunos pocos más, son mis primeros recuerdos vitales. Lo que encuentro en mi cabeza cuando rastreo en los arcones más escondidos.

No recuerdo grandes cosas. ¿Por qué esos recuerdos quedaron en memoria y no otros? Probablemente los hubo más trascendentes o significativos. No lo sé y nunca lo sabré.

Lo que sí sé, por que me lo han confirmado, es que todos corresponden a mis cuatro o cinco años de vida.

No hay nada antes. Nada.

Mi hijo cumplirá en poco más de un mes tres años. Mi hija acaba de cumplir cuatro meses.

Fiestas de cumpleaños, excursiones al zoo, animales de compañía actuales, lugares que no seguiremos visitando, gente que no veremos más…

Nada que lo que hacemos hoy por y con ellos será recordado.

Pero no me cabe duda de que ahí está. Y es importante que esté.

El cerebro del bebé

Es un poco viejo, pero yo lo he descubierto hace poco y tal vez algunos de vodotros tampoco lo conozcáis. Por eso me decido a ponerlo aquí.

Es un interesante documental sobre el cerebro del bebé emitido en REDES, el programa de divulgación de Eduard Punset.

Habla entre otras cosas de la importancia de los dos o tres primeros años de vida, de lo fundamental que es sentirse entonces amado y atendido.

De verdad, no os lo perdais.


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Así lo describieron en su momento los responsables del programa.

La mejor manera de abordar las enfermedades mentales, incluso la delincuencia y la violencia en nuestra sociedad, es ocuparnos de los bebés. Durante los primeros dos años, y también el período en el útero, se desarrollan muchos sistemas importantísimos en el cerebro, especialmente los que utilizamos para gestionar nuestra vida emocional, como la respuesta al estrés, por ejemplo. La primera infancia es, en realidad, la base de la salud mental.

Pero los bebés son hasta ahora unos desconocidos. Se suele hablar del desarrollo emocional de los niños pequeños, pero casi nunca se habla de los bebés. Y sin embargo ahora se sabe que durante los primeros el cerebro establece conexiones a la mayor velocidad de crecimiento que jamás alcanzará. De hecho dobla su tamaño! UN periodo tan crucial no nos puede pasar inadvertido.

Sue Gerhardt ha dedicado toda su vida profesional al estudio de los bebés: a la influencia del afecto en el desarrollo emocional de los más pequeños y a sus efectos en la vida adulta. Considerada una de las mayores expertas mundiales en su campo, hoy nos visita en REDES. Con ella hablaremos de la importancia del amor como modulador de cambios cerebrales en los bebés.

También contaremos con las opiniones de Marta Bertrán, Antropóloga de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Invitamos a la audiencia a opinar sobre estos y otros temas científicos en el foro oficial de Redes dentro de la Comunidad Smart en www.smartplanet.es/sinfronteras.php

¿Cerebro de placenta?

En mi anterior embarazo iba al trabajo en transporte público. Pero entre uno y otro nos trasladaron y ahora vengo a trabajar en coche.

Y no tengo plaza de garaje ni en el trabajo ni en casa.

Siempre, a lo largo de más de dos años, he recordado sin problemas dónde había aparcado. Suelo tener buena memoria a corto y medio plazo.

Pues ayer me pasó por vez primera salir de casa a las siete de la mañana y lloviendo en dirección al sitio en el que había creído haber aparcado y encontrarme que no estaba mi coche.

¿Dónde demonios lo había aparcado? Tuve que esforzarme para recordarlo.

Y ese mismo día al salir de trabajar, nada más pisar la calle tuve que volver en busca de mi móvil. Cosas así últimamente me pasan más a menudo.

Son sólo despistes sin importancia. Pero me han recordado eso que los guiris bautizaron como «cerebro de placenta«.

En castellano no lo he oído nunca, pero en foros y páginas de maternidad inglesas y estadounidenses es habitual que se refieran a ello como una de las características del tercer trimestre.

Con esa expresión tan poco afortunada de cerebro de placenta (al menos a mí me lo parece) se refieren a que al final del embarazo estamos más despistadas, nos cuesta más concentrarnos y es más fácil vernos pensando en las musarañas.

Según Ros Crawley de la University of Sunderland, entre el 50% y el 80% de las embarazadas aseguran tener problemas de memoria y concentración, aunque no de importancia. Como los míos vamos.

¿Creéis que es cierto? ¿Os pasó?

Por otro lado, hay otro informe circulando por ahí de la Universidad de Richmond que dice que la maternidad tiene efectos positivos sobre la pérdida de memoria en la vejez.

Vete a saber.