En un plano psicológico, emocional, entiendo que sí siempre que la anterior experiencia fuera exitosa. Hay una mayor confianza en una misma. Al menos eso me ha pasado a mí.
Pero hay algo que me ha sorprendido en este segundo inicio de lactancia desde un punto de vista exclusivamente físico.
Recuerdo que con Jaime los pechos se inflamaron mucho y se pusieron muy calientes, aunque nunca llegaron a doler, con la famosa y mal llamada por todos subida de la leche.
Luego durante dos o tres meses seguía siendo evidente cuando se llenaban de leche (otra expresión afortunada a medias) y rezumaban a las primeras de cambio, sobre todo tras una ducha caliente o en el pecho contrario al que peque succionaba.
A partir de esos primeros meses noté que los empapadores y sujetadores de lactancia ya no eran necesarios, que no se escapaba la leche, que su llenado ya no era tan evidente…
En definitiva, que todo era más cómodo y fácil.
Pues con este segundo inicio de lactancia ha sido así desde el principio. La transición del calostro a la leche apenas ha sido perceptible, no hay goteos ni llenados incómodos.
De hecho no llevo sujetador ni empapadores en casa.
La explicación que encuentro es que con el peque las mamas llevaban treinta años sin funcionar y con Julia son unas veteranas que habían estado operativas más de dos años y que únicamente habían tenido unos pocos meses de descanso.
No sé si aquellas que me leéis y habéis pasado por al menos dos lactancias cercanas en el tiempo notastéis lo mismo.