Todo el que me conoce mínimamente sabe que no creo en el uso del azote, el cachete o el pellizco para educar a los niños, esos golpes que por no doler o doler muy poco muchos justifican.
Entiendo que un adulto pueda perder la paciencia en un momento dado y levantar la mano, pero para mí siempre es un fracaso del adulto que ha perdido los papeles. Y no entiendo a los que creen que es un método válido para educar a los niños.
Creo que se puede educar sin recurrir a la violencia, que se pueden modificar las conductas de los niños, aplicar correctivos y lograr que crezcan siendo buena gente respetuosa con los demás sin recurrir a los golpes. De hecho los golpes dudo que ayuden a lograr todo eso.
Ya he argumentado mi postura al respecto en este blog en el pasado y en varias ocasiones con mucha polémica en los comentarios que imagino que hoy se repetirá.
También lo he hecho hablando con familia y amigos. Y me consta que en mi entorno han tomado nota y no levantarán la mano a mis hijos ni les amenazarán con ello.
¿Pero qué pasaría si no fuera así? ¿Qué pasaría si estando totalmente en contra del cachete un abuelo o un tío de nuestros niños les pegase? Imagino que dependería mucho de sí ha sido una pérdida de nervios y reconoce su error (incluso tendría sentido pedir perdón al niño a posteriori) o si se mantiene en sus trece.
Lo que sí creo es que los padres tenemos la prerrogativa de sentar unas bases educativas (y equivocarnos haciéndolo) que los demás procuren respetar, aunque crean que nos equivocamos. Nuestra es la responsabilidad última a fin de cuentas.