Hay que ver lo lejos que han llegado los pájaros enfadados de origen finlandés, de jugar a hacer parábolas en (adictivos) juegos para el móvil, a tiendas especializadas, parques temáticos y ahora una película.
Una película en 3D que divirtió a los tres niños de entre cinco y siete años que me apcmpañaban hasta las carcajadas en algunas secuencias.
Angry Birds, la película, es una cinta entretenida, con un buen ritmo que desemboca en una última parte frenética, en la que los personajes y modos de los videojuegos encajan perfectamente, salpicados de algún guiño para adultos.
Todos los pájaros antropomorfos, incapaces de volar y aparentemente irrompibles, viven en una especie de paraíso aviar de felicidad y buena convivencia en forma de isla llena de estatuas del Águila Poderosa, el único capaz de volar que se supone que les protege desde lo alto de una montaña, aunque para la mayoría ese personaje no es ya más que un mito.
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