Entradas etiquetadas como ‘abuelos’

El niño que tiene un buen abuelo, tiene un tesoro

Yo tuve mucha suerte, alguna vez os lo he comentado, conocí a todos mis abuelos. A día de hoy sigo teniendo dos abuelos. Y los otros dos murieron hace pocos años. Incluso tuve la suerte de conocer a un par de bisabuelos.

Mis hijos también han tenido esa buena fortuna. Tienen tres abuelos y dos bisabuelos. Abuelos con los que pueden jugar, a los que ven con frecuencia, abuelos a los que saben meterse en el bolsillo.

Jaime logra sacar de mi padre tal cantidad de chuches que se ha ganado el apelativo de «el abuelo caramelo».

Yo he de reconocer que a veces soy un poco protestona: que si ya no más regaliz, que si lloran no les de nada para que no aprendan a salirse así con la suya, que le exija más signos y palabras a Jaime…

Imagino que es frecuente que los abuelos adopten el papel de poli bueno y los padres recientes el de poli malo. No sé si será vuestro caso.

En cualquier caso hoy quiero felicitar desde aquí a ese «abuelo caramelo» aprovechando que es su cumpleaños.

Aunque a veces gruña un poco, me alegro muchísimo que tengan un abuelo al que sacar chuches y mimos (ojalá tuvieran dos), un aliado adulto que siempre recordarán con cariño.

El niño que tiene un buen abuelo, tiene un tesoro. Y sus padres también.

Los puentes en lunes y las fiestas escolares

Eso me preguntó esta semana un amigo tras el anuncio de nuestro recién estrenado presidente de que todas las fiestas (salvo unas pocas aún por conocer) se trasladarían a lunes para evitar puentes.

Y lo que le dije es que desde el punto de vista de intendencia familiar de una madre reciente era hasta bueno. A mi santo y a mí nos resulta imposible coger todos los puentes que hay, como casi a cualquier trabajador, pero los colegios hacen puente siempre. A veces más que puentes se les puede llamar viaductos o acueductos. Y eso supone para los padres recientes bastantes quebraderos de cabeza.

Mi amigo me contestó que ya era la segunda persona que le decía lo mismo.

Y sí, ya sé que los colegios no son aparcaniños. Pero, siendo realistas, la conciliación es complicada y con puentes que se convierten en semanas enteras de fiestas aún más.

Sin ir más lejos, este año las fiestas navideñas caen bastante mal. Toca trabajar esta semana completa y la que viene también. Pero hoy mismo Jaime ya está de vacaciones.

No sé que haría sin la ayuda de los abuelos.

¿Cómo os apañáis vosotros?

Es inevitable pensar en Navidad en aquellos que no están

Las piñas que véis las recogí hace 11 años en un pinar cercano a mi casa por el que paseaba en compañía de mi perra, durante los meses que viví sola antes de casarme, las doré y las saco cada Navidad desde entonces.

Y siempre que lo hago me acuerdo de mi suegro diciéndome que en un año se pondrían negras y habría que tirarlas.

¡Cómo me gustaría tenerte delante para decirte que te equivocaste Jose! Mejor aún, para que te lo dijesen tus nietos.

Imagino que para los adultos es inevitable recordar en Navidad a aquellos que ya no están, uno de los principales motivos por los que mucha gente no disfruta del todo con estas fiestas. No creo que haya nadie que se libre de pensar en los que se fueron para siempre junto al brillo del espumillón.

Sólo mientras fuimos niños pequeños pudimos disfrutar de estas fiestas libres de añoranzas.

Madres de día: otra opción a la guardería, los abuelos o dejar de trabajar

Hace ya bastante escribí sobre las diferentes opciones que existen cuando tienes un niño pequeño: organizar los horarios de la pareja para entre ambos atender al niño, contar con abuelos u otros familiares, dejar de trabajar, llevarle a una guardería (escuela infantil como dicen ahora que se llaman)…

No conocía entonces la opción de las madres de día.
Acabo de descubrirla tras topar con este artículo de Consumer/Eroski: Madres de día: una alternativa a la guardería.

Os dejo algunos fragmentos.

Las madres de día son educadoras que atienden a tres o cuatro niños menores de tres años en su propio hogar y les proporcionan una atención personalizada.

Un horario flexible, atención personalizada y un ambiente familiar. Éstas son algunas de las ventajas de los servicios de atención a niños menores de tres años en el hogar de una educadora, una práctica muy extendida en varios países europeos. En los últimos años, estos recursos, alternativos a las guarderías o niñeras, se han implantado en distintas ciudades de España y están avalados por organismos públicos o asociaciones que regulan su actividad y garantizan la profesionalidad de las «madres de acogida».

La práctica viene avalada por una generalización de este servicio en varios países europeos. Las «tagesmutter» en Alemania, «mamans de jour» en Suiza, «assistante maternelle» en Francia o las «childminders» en Reino Unido son profesionales, reconocidas por instituciones públicas estatales o locales, que reciben una formación y capacitación específica para ejercer su trabajo y cuentan con su propia licencia para desarrollarlo.

Se cambia de casa, pero se mantienen el ritmo y pautas que los niños necesitan a esa edad, en un ambiente similar al hogar, bajo la orientación y supervisión de «una persona formada con una titulación relacionada con la educación de los niños, que desarrolla un proyecto educativo con unos principios pedagógicos y un programa definido», matizan.

La Asociación Madre de Día, reconocida desde el año 2006 por el registro de asociaciones del Ministerio de Justicia, lucha desde sus inicios por promover y desarrollar esta profesión en nuestro país.

Hay más información en Casas Amigas o en Asociación Madre de Día (si conocéis más, por favor compartidlo en los comentarios).

Aunque incipiente, es una buena idea. ¿No os parece?

El alzheimer

Tres de mis cuatro abuelos aún viven.

La que falta era la madre de mi madre, una extremeña lista que se enorgullecía de sus bonitas manos y siempre llevaba las uñas pintadas, que nunca se tiñó el pelo, que fumaba pese a que en su generación pocas mujeres lo hacían, que manejó su dinero y tomo sus decisiones en la vida sin depender de ello para nadie, que a veces juzgaba a la gente demasiado rápido pero siempre tuvo buen corazón. Era creyente, no perdía una misa, y le encataba el ver baloncesto en televisión. Tenía mucho carácter, aunque no un pronto explosivo. Simplemente iba por la vida teniendo claro lo que quería y actuando en consecuencia. Se equivocó muchas veces, como cualquiera que se atreve a afrontar la vida, pero acertó al menos otras tantas.

De esa mujer heredé las manos, aunque yo no las adorno con oro ni con esmaltes. Tal vez también los ojos negros. Mi madre, que salió más dócil, dice que saqué en parte su personalidad. Puede que sí, aunque también puede ser sencillamente que a mi madre le consuela recordar a su madre en su hija.

Teníamos en común el gusto por las fotografías. Cuando quería complacernos a ambas le pedía que me sacara su caja de viejas fotos. Ella me iba narrando los paisajes y los protagonistas y yo la escuchaba.

En total sumó seis hijos, tres niños y tres niñas. Pero como madre no tuvo mucha suerte. Sus dos primeros hijos murieron siendo muy pequeños. Nadie sabe de qué. Al segundo le puso el mismo nombre que al primero. Y al tercero el mismo que a los dos anteriores. Pocas madres lo hubieran hecho, pero ella parecía querer desafiar al destino.

Tampoco tuvo suerte al final de su vida. Sus últimos años los pasó sucumbiendo al alzheimer. Olvidando quien era, olvidando los nombres de sus seres queridos, las palabras cotidianas, convirtiéndola en un apagado reflejo de la enérgica anciana que fue.

El alzheimer, que no siempre elige los mismos frentes, atacó con fuerza la expresión oral. Logró lo que nadie ni nada antes: la enmudeció

Si hubiera visto su caja de fotos, no habría reconocido a nadie. El alzheimer no sólo la enmudeció, también la borró.

En algo fue clemente el alzheimer. Ganó la partida definitica a los pocos años. No padeció tanto como otros enfermos de esta maldición.

Murió pocos meses después de que naciera mi hijo, su primer bisnieto.

Las veces que acudimos a visitarla sé que fue feliz tomando, con ayuda, a ese bebé en brazos. Cuando veía a mi madre sonreía y movía los brazos como si acunara un bebé. Lo recordaba. El alzheimer no pudo anular del todo el amor que despierta un recién nacido.

Este fin de semana su bisnieto ha metido unas moneditas en una hucha que recaudaba fondos en nombre del alzheimer.

Y yo he recordado a mi abuela.

Va por los abuelos en vacaciones

Lo veo en el blog de la mamá pediatra, pero es de la web e-faro.info.

Y sí, es la realidad de muchos padres recientes trabajadores. La realidad de muchos abuelos con hijos que trabajan. Los colegios terminan con junio poco más de mediado y no comienzan hasta bien entrado septiembre.

Yo pasaba en Asturias estos tres meses con mis abuelos tan feliz como una lombriz. Mis peques no tienen tanta suerte, aunque tampoco pueden quejarse. Están en buenas manos.

Coser para ellos

Nunca he sabido coser. Y dudo que la cosa vaya a cambiar. En mi casa existe una cajita de alfileres, agujas e hilo que me regaló mi madre cuando me independicé y que me ha acompañado cuando he cambiado de casa. Pero más por su valor sentimental que real.

Las dos abuelas de mis hijos sí que cosen. Pertenecen a una generación en la que acudir a clases de corte y confección y fabricarse los modelitos a partir del Burda era de lo más común. Ni Mango ni Zara existían. Ni sobraba el dinero para ir al Corte Inglés.

Mi madre me vistió con sus creaciones cuando era niña. Y mis tías y abuelas también me cosieron vestidos, me tejieron ropa de ganchillo o de lana.

A mi santo le pasó tres cuartos de lo mismo.

De hecho mi hija tiene varios vestidos y chaquetas obra de sus abuelas y tías, incluso alguna de su bisabuela. Jaime no tanto. Los varones son menos agradecidos con eso de la ropa. Ya hable hace un par de años que no hay paridad en el tema de ropa para bebés.

Lo que me llama la atención y por lo que escribo este post es porque cada vez conozco más casos de madres recientes, de mi generación, que pasados los treinta agarran las agujas de tricotar, la máquina de coser o simplemente aguja e hilo.

Sus creaciones son estupendas, bonitas, originales… y sobre todo son suyas.

Sé que su sensación de orgullo y satisfacción cuando visten a sus hijos con ellas o cuando las regalan no se puede comparar, por muy guapos que queden, a lo que yo hago vistiendo a mis hijos con ropa comprada o regalando ropa ya hecha a otros niños.

Ayer precisamente me crucé con una de estas madres recientes que ha decidido además, con la crisis que cae, convertir su afición en un intento por ganarse la vida.

Podéis ver su tienda online, se llama Krischu.com y tiene hasta mochilas como la que ilustra la imagen.

Y recuerdo otro caso parecido que publiqué hace casi un año en el blog: el de camisetaswan, cuyas pequeñas obras de arte se pueden ver al final del post.

Para ellas, toda la suerte del mundo.

Para las que sin buscar convertirlo en un medio de vida transforman sus sueños en ropa para sus peques, toda mi admiración.

El bisabuelo

Había sido un hombre muy inteligente. Pequeño, animoso, fuerte y cantarín como un río de montaña.

Se acercaba a los noventa y ya no lo era tanto. Su voz plena de tonadas asturianas se había apagado hacía años. De su inteligencia, de su fuerza, quedaban rescoldos.

Seguía siendo, eso sí, animoso. Y tal vez algo más pequeño y bastante más gruñón.

Siempre amó a los niños. Y lo seguía haciendo con la misma intensidad de siempre. Tal vez más.

Siempre fue el primero dispuesto a ayudar. Tampoco eso había cambiado.

Todas las mañanas acudía a la casa a ver a sus bisnietos.

Cogía a la pequeña de un año en brazos. La llevaba a ver la calle desde la ventana. Le mostraba un cuento.

La madre lo miraba y recordaba, cuando las prisas se lo permitían, que treinta años atrás le contruyó un rancho para sus caballos y vaqueros de plástico, le enseñó a dibujar caras con un 6 y un 4 y unos lápices de carpintero afilados a navaja, se la llevaba todos los veranos a su país de nunca jamás astur.

Su bisnieto no siempre estaba. Ya iba al colegio. Pero cuando lo veía no lo entendía. Le hacía preguntas que él no contestaba. Le hablaba pero él raramente le miraba. Le acariciaba y se iba.

La madre pensaba que tal vez si le cantara, adora la música… pero hacía tantos años que había enmudecido.

Hoy dijo a la madre «¿Está mejor, verdad? Yo lo veo cada día mejor».

«Si abuelo, está cada vez mejor».

«Sí, pero no sé si se curará» se atrevió a decir en voz alta.

Y la madre pensó que probablemente no. Que lo que tiene su hijo le marcaría de por vida aunque lograse ser una persona independiente y capaz. Que el camino por delante es muy largo e incierto. Que no por eso había que tener temor o tristeza.

Quiso decirle «no te preocupes abuelo, que pase lo que pase yo me encargaré de que tenga una vida rica y feliz. Y en el proceso yo también lograré tener una vida rica y feliz».

Lo que dijo fue «puede que sí abuelo, ya lo veremos».

————–

Hoy mi post es un poco especial. Se trata de mi aportación a la revista literaria En sentido figurado, que está preparando un especial sobre el autismo.

Los regalos navideños a costa de nuestros peques

Ayer mismo me llegaron unos preciosos álbumes de fotos gigantes con el último año de vida de mis peques.

Ya es el cuarto año que confecciono un álbum digital a mi gusto con sus fotos a modo de regalo navideño para los abuelos. Yo me regalo a mí misma una copia también.

Y aunque desde el segundo año ya no sea sorpresa, siempre es un regalo muy apreciado.

A sus abuelos y bisabuelos también les tengo preparado un calendario de sobremesa con una foto de sus nietos por mes.

Desde que soy madre, mis peques han protagonizado muchos regalos que he hecho a padres, tíos y abuelos.

Y no son únicamente fotos los únicos regalos que he hecho con ellos, las manualidades enmarcadas empiezan a cobrar importancia.

Me da que somos legión. ¿Verdad?

Aunque tal vez le dé alguna idea a uno o dos, quién sabe…

Las madres recientes y la crisis

Philips tiene toda una línea de productos dedicados a los bebés (chupetes, extractores, esterilizadores…). Se trata de la marca Avent, seguro que os suena.

Coincidiendo con el 25 cumpleaños de esa marca y ha puesto en marcha a través de la Consultora independiente ASAP, un estudio llamado La Mujer Española ante la Maternidad.

Me han mandado la nota de prensa con los resultados, os dejo con tres conclusiones del estudio que me han llamado la atención, a ver qué os parecen a vosotros:

Las madres de hoy admiten que prefieren recortar gastos de ellas mismas antes que hacerlo de los de sus bebés; aun así, el 17% ha cambiado la comida del bebé, el 27% ha recortado gastos de guardería y el 33% de cuidadora y el 36% reconoce que hace menos regalos a otros bebés del entorno

La crisis llega a todas partes. También a la maternidad. Imagino que el recorte en la alimentación del bebé se refiere al paso a marcas blancas. Es algo que yo también he hecho.

Los padres de hoy se involucran en las tareas diarias de forma responsable y fiable, así lo confirma el 94% de las madres. Pero casi la mitad de las madres de hoy (48%) cree que los hombres deberían colaborar más, aunque una buena parte confía más en su madre (la abuela) que en su pareja (37%) y reconoce que no siempre deja a su pareja que le ayude (36%).

Pues yo no confío más en mi madre que ne mi pareja. Tampoco menos. Y por supuesto que dejo que mi pareja me ayude. Aunque el concepto «dejo que me ayude» ya me parece poco acertado simplemente en su planteamiento.

La interrupción de la lactancia es por motivo de falta de leche (38%), por consejo del médico (11%), por reincorporarse al trabajo (26%) y para hacer participar a la pareja en la alimentación del bebé (11%).

Los tres primeros motivos con una pena. el segundo sobre todo es de juzgado de guardia, aunque conozco un par de casos de médicos que recomiendan quitar tanto el biberón como la teta al año.

¿Para hacer participar a la pareja en la alimentación del bebé? Eso sí que no lo entiendo. Anda que no habrá tiempo para que cocinen y den papillas como para andar interfiriendo en esos primeros seis meses de lactancia exclusiva.