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Puy du Fou de Toledo, el parque temático del que los niños salen preguntando por ‘Fuenteovejuna’ y el ‘Cantar del mío Cid’

El Puy du Fou francés es verde y agua, el de Toledo es pardo y cielo, terrones abiertos, polvo y promesas. Paisajes y emociones diferentes, ni mejores ni peores. El galo, inaugurado hace más de cuarenta años, está en la flor de la vida, fuerte y orgulloso, un parque que para su disfrute requiere de varios días, tiene hoteles temáticos al pie, acumula premios y visitantes satisfechos que repiten. El castellano, que acumula cinco años de preparativos, es un niño que empieza a caminar; un pequeño saludable, divertido y prometedor, que tendrá que aprender de sus errores y de la experiencia de su hermano mayor, al tiempo que sigue creciendo.

Arrancó hace dos años con un espectáculo nocturno, un anticipo que ya han disfrutado más de 120.000 personas. Hace exactamente dos semanas abrió oficialmente sus puertas con cuatro espectáculos, los primeros que invitan a pasar allí el día. Y allí estuvimos, en familia, para conocerlos y contarlo, y con el bagaje que nos da haber disfrutado ya en cuatro ocasiones del Puy du Fou (pidifú) francés.

Ambos comparten el concepto de dar espectáculo, sin las clásicas atracciones de otros parques; igual que tienen el objetivo común de despertar el interés por la Historia de la región que ocupan. Un acercamiento poco académico, aunque haya académicos asesorando sus creaciones. Como bien apuntó en la inauguración el consejero delegado del parque español, Erwan de la Villéon, «no pretendemos acercar la Historia de una manera intelectual, sino de una manera emocionante. Nuestro mayor anhelo es que nuestros visitantes salgan de los espectáculos frotándose los ojos por haber soñado en vivo».

Con nosotros lo consiguieron sin duda alguna ya desde el primer espectáculo en el que entramo: La pluma y la espada. Se inspira en Lope de Vega y en su obra Fuenteovejuna para encandilarnos durante casi media hora con bailes, luchas de espada, piruetas, níveos caballos españoles y espectaculares cambios de escenario. Emulando con tino y bajo techo (en Toledo el sol puede apretar, y mucho) la fórmula perfeccionada en Francia, comparte el espíritu de aquellas películas de aventuras de la primera mitad del siglo pasado, como Robin de los bosques de Errol Flynn, El halcón y la flecha de Burt Lancaster o Scaramouche de Stewart Granger.Los adultos nos sentimos niños de nuevo al presenciarlo; los niños quedan atrapados en su vistosa sucesión de sorpresas. Nuestro favorito, sin duda, de las cuatro apuestas (todas ellas con una preparación de entre dos y tres años) con las que arranca esta nueva fase del parque.

Allende la mar oceána es un recorrido muy disfrutable, muy bien pensado y llevado a término (con un hermano mellizo de distinta temática en el Puy du Fou francés), que comienza con Cristóbal Colón consiguiendo el apoyo de la reina Isabel de Castilla y termina con la llegada a playas americanas. Conviene recorrerlo sin prisa, fijándose bien en todos los detalles, porque están cuidados al extremo; escuchando atentos los audios que narran el viaje de exploración y atendiendo al trabajo de los actores que iremos encontrando durante nuestro paseo por la Historia. Dos veces estuvimos, y en cada uno de los recorridos descubrimos nuevos elementos. En la segunda visita nos encontramos con trabajadores del parque metiendo prisa a los visitantes. No deberían, por mucho que quieran aligerar las colas y la afluencia de personas y aunque lo hagan con sonrisa y educación, porque caminarlo apresurado reduce el disfrute.

El último cantar, también techado y basado en las andanzas de El cantar del mío Cid, es otra experiencia única que a nosotros tal vez nos impactó algo menos porque, tras visitar el parque francés, nos perdimos el factor sorpresa de su impresionante escenario giratorio; tal vez también influyó que en la puesta en escena se podrían restar paseos de los actores protagonistas (Jimena hace kilómetros con cada día de función) y a añadir algo más de miga a la historia, a la que le falta un je ne sais pas. Me temo que cuando estás acostumbrado a tener siempre sobresalientes, el notable alto sabe a poco.

El último espectáculo, el único al aire libre por razones obvias, es Cetrería de Reyes. Probablemente el que menos sorprenda en general, pese al esfuerzo por crear una conversación entre dos mandatarios de la España enfrentada durante la reconquista. Un agradable rato con rapaces sobrevolándonos, de los más originales que se pueden presenciar y en el que el serpentario es, sin duda alguna, la estrella que más brilla. Estoy convencida de que irá mejorando con el tiempo y el entrenamiento de las aves.

¿Qué más para hacer en Puy du fou? Pues comer, por supuesto. Hay diferentes opciones y es posible alimentarse bien y también a precios razonables, aunque no en todos los establecimientos estos conceptos coinciden. Tenemos desde mesones en los que darse un festín de comida manchega a una jaima con comida árabe, pasando también por puestos con opciones veganas, vegetarianas y para celíacos (deliciosas las pastas sin gluten de la tienda de comida gourmet).

Podemos pasear por los talleres que hay en las zonas de tiendas y restauración en los que distintos artesanos nos muestran cómo trabajan el hierro, el esparto, la pluma o la cerámica.

Y conocer a los animales que alberga, especies ganaderas que merecen especial protección y que en el Puy du Fou quieren contribuir a salvaguardar.

¿Merece la pena la visita en familia al Puy du Fou de Toledo? Por supuesto. Es divertido, sorprende y además es, potencialmente, una experiencia educativa, una sacudida a la curiosidad. Os aseguro que puede aprovecharse para que nuestros niños, para que también los adultos, nos fijemos en nuestra Historia y nuestros clásicos. Con nuestra hija de doce años recién cumplidos estuvimos hablando, tras cada espectáculo, de quién era Lope de Vega, de lo que cuenta Fuenteovejuna, de todo lo que hay en el anónimo Cantar del mío Cid. Y si tuvimos esas conversaciones, fue porque ella nos preguntó según se bajó (figuradamente) el telón de cada una de las funciones.

Probablemente los niños pueden disfrutar del parque a partir de unos seis o siete años. Antes de esa edad, es poco probable que le saquen todo el partido. Las personas con discapacidad también cuentan con facilidades, para moverse, para ver los espectáculos desde sitios preferentes y para no tener que hacer colas. De hecho, que los impulsores del Puy de Fou tienen a las personas con especiales dificultades presentes se evidenció el día de la inauguración, porque el encargado de abrir las puertas, el invitado de honor, fue Carlos, un niño en silla de ruedas.

Una  sugerencia para los dueños del parque relacionada con el público infantil sería incluir zonas de juegos tematizadas cercanas a los lugares de cola. Esperar pudiendo correr, trepar y saltar facilitará las esperas tanto a pequeños como a mayores. Imagino que entra en sus planes, porque el parque francés las tiene. Igual que otras ofertas de entretenimiento para los niños como laberintos inspirados en cuentos clásicos o teatros de guiñoles.

Nosotros volveremos, probablemente acompañados de otras familias amigas con niños. Dado que tenemos el parque a menos de una hora de Madrid, probablemente dedicaremos un día a la visita diurna, viendo dos de los espectáculos por la mañana y los otros dos tras la comida (importantísimo al entrar estudiar bien los horarios antes de nada para planificar la jornada). Y otro día iremos al espectáculo nocturno. Si nos pillara más lejos lo haríamos todo en una única visita, pero planteado así puede acabar siendo agotador, sobre todo para los más pequeños.

Las entradas permiten hacer esa visita dividida, ya que se venden por separado: 27 euros la diurna y 24 euros el nocturno El Sueño de Toledo (del que ya os habló con todo lujo de detalles mi compañero David Yagüe en su blog sobre libros e Historia). A mi parecer merece además la pena pagar por el pase que permite ahorrarse las colas, que son doce euros más. Sobre todo si la visita se produce en esos días tórridos castellanos que todos sabemos que experimentará en cantidad abundante el parque.

Ese, el calor, va a ser el mayor reto del Puy du fou de Toledo. En Toledo hace mucho, muchísimo calor, durante gran parte de los meses que el parque estará abierto. Recomiendo desde ya a los visitantes procurar visitarlo los días que el sol no apriete y aplaste. Y si la cosa está caliente, ir bien surtidos de agua y gorras o paraguas que les puedan ayudar a tener sombra en las colas. Si no cambian las cosas, quitando el interior de los tres espectáculos techados, tiendas y restaurantes, apenas hay dónde huir del sol. La vegetación plantada aún no ha crecido (Filomena tampoco ayudó) y en cualquier caso no tiene pinta de que vaya a ser de la que da ningún cobijo. Espero que los gestores del parque se planteen buscar alguna forma de procurar sombra a los visitantes e incluso sistemas de agua vaporizada para refrescarse.

El otro enemigo, la pandemia causada por la covid-19 que les ha obligado a realizar un inversión importante en sistemas de renovación de aire, limitar aforos al 30% y trabajar en evitar aglomeraciones, acabará pasando. Además de imponer cierres perimetrales que obliga a esperar a que las cosas mejores para muchos visitantes de otras Comunidades Autónomas. Al menos eso de que la situación pandémica mejore en un plazo razonable esperamos todos. Lo cierto es que se puede visitar el parque de manera segura. El aforo está limitado, tanto el de acceso general al parque como a los espectáculos. Y gran parte de la visita transcurre al aire libre, dónde abundan los geles hidroalcólicos y el mantener la distancia con los no convivientes es algo que compete a la responsabilidad individual.

Cuando hace siete años visitamos por vez primera el Puy du Fou francés y salimos maravillados tras pasar allí dos días que nos supieron a poco, recuerdo que fantaseábamos con lo estupendo que sería contar con algo así en España. La especulación tenía sentido, porque tuve la oportunidad de hablar brevemente con Nicolas de Villiers, entonces director artístico del parque, que me estuvo confirmando la expansión de este concepto de parque temático por Holanda, Inglaterra y Rusia y su probable desembarco también en el sur de España, siempre adaptándolo a la historia local.

Al confirmarse hace cuatro años que el proyecto y que su ubicación sería en Toledo, todos los que en mi familia hemos estado en el parque francés recibimos la noticia como un niño la mañana de Reyes. Este año, al fin, pese a la pandemia, pese a todo, por fin pisamos el despertar de aquello con lo que soñamos. Puy du Fou puede crecer, convertirse en un lugar mucho más grande, tan lleno de espectáculos inspirados en la Historia que tres días no basten para verlos todos y que active la economía y la vida de la zona en la que se encuentra. Para lograrlo, para crecer, necesita nuestro apoyo. Yo creo, sinceramente, que lo merece.

Así será el Puy du Fou de Toledo, un parque temático basado en espectáculos inspirados en la historia

Este jueves se nos enseñó un poquito más de lo que va a ser el Puy du Fou español, ese que están construyendo en Toledo no sin sus dosis de polémica. Confío sinceramente en que se hagan las cosas bien, que se haga un uso racional de ese agua que tanto escasea en la mancha y que logren crear algo semejante al Puy Du Fou francés, porque creo que es el que más me ha gustado de todos los que he visitado.

Se trata de otro concepto de parque temático, uno en el que no hay atracciones y lo que priman son los espectáculos. Espectáculos en los que siempre hay un trasfondo histórico. Uno nada sesudo, lo justo para despertar el interés en determinados momentos o personajes de nuestro pasado, porque lo que prima en ellos es crear sorpresa, dejarte con la boca abierta con escenarios que giran 360 grados a tu alrededor, coliseos a tamaño real o castillos que surgen aparentemente de la nada.

Estuve hace cuatro años y os conté la experiencia en el blog, y regresé el verano pasado encontrando nuevos espectáculos, porque además no es un parque estático, sino que está continuamente innovando.

Es el segundo parque más visitados de Francia y acumula numerosos y merecidos premios. La única pega que puedo ponerle es el uso de leones para emular las luchas de gladiadores y fieras.

La cuestión es que he visto lo que son capaces de hacer, lo que saben crear. Y si logran algo así en España, será un regalo maravilloso en muchos sentidos: por lo que ofrecerá como ocio, por la atracción de turistas y por la generación de empleo y activación económica del lugar.

Pero no vamos a tener un Puy du Fou como el francés de la noche a la mañana. Será algo gradual, que iremos viendo crecer y que empezará, igual que pasó con el parqué galo, con el espectáculo nocturno en verano que se llamará El sueño de Toledo.

El espectáculo durará de 70 minutos y contará con 185 jinetes y actores en el escenario, más de 2.000 personajes, 800 proyectores, 60 surtidores de agua, 3.900 metros cuadrados de decorado y 28 videoproyectores. Así lo describen:

A la puesta del sol, a orillas del Tajo, María, la joven lavandera conoce al viejo Azacán de Toledo. El viejo hombre la guía por un viaje en el tiempo en el que revivirá las grandes horas de la Historia de España Frente a ellos, en una fantasía nocturna impresionante y conmovedora, la Historia vuelve a nacer, surgiendo de las murallas de la ciudad y de las profundidades del viejo río adormecido.

Desde el Reino de Recaredo hasta las Navas de Tolosa, desde el descubrimiento de América hasta la llegada del Ferrocarril, este fresco gigante termina en apoteosis con el baile de las provincias españolas sumergiendo a los espectadores a través de 1.500 años de Historia, gracias a 185 actores y efectos especiales espectaculares. Más de una hora de un gran espectáculo jamás visto antes, El Sueño de Toledo, un espectáculo único en el mundo!


El vídeo que han creado para promocionar El sueño de Toledo puede que solo sea un bonito anuncio, pero da una imagen bastante cercana a cómo hacen las cosas. Que salga un galeón del agua es algo que lo mismo se les emperejila hacer y harán. Yo ya he visto salir un barco vikingo en un lago del parque francés. La conjunción con la música, la búsqueda cuidada del costumbrismo, los caballos y el acero ardiendo, también recuerdan lo visto en el Puy du fou galo.

Además de los espectáculos, en el parque original hay fragmentos de pueblos en determinados momentos de la historia, con trabajadores ataviados de la época horneando pan o usando la fragua. Algo así quieren también en este.

Antes o después del espectáculo los visitantes podrán también disfrutar del Arrabal. En este mercado medieval, los mercaderes parecen haber remontado el tiempo para instalar sus puestos a la sombra de grandes telas, numerosos puntos de restauración ofrecen sus amplias terrazas y un ambiente acogedor para cenar o tomar algo en familia o entre amigos. El Arrabal estará abierto durante las dos horas anteriores y posteriores al espectáculo.

Francamente (nunca mejor dicho), tengo muchas expectativas depositadas en el proyecto y estoy deseando ver en qué se materializa.

Y un último apunte. No sé cómo acabaremos pronunciando el nombre de este parque en España, pero se dice ‘pidifú’.

¿También tenéis curiosidad?

Gospel, humor, baile y una sucesión de números clásicos en la función navideña del circo Price

La pasada semana tuvimos la ocasión de ir al Circo Price, a ver su nuevo espectáculo para la Navidad, muy vagamente inspirado en El cuento de Navidad de Charles Dickens, que estará disponible hasta el seis de enero.

Mereció la pena. Acudí con tres niños menores de diez años, para dos de ellos era su primera experiencia en el circo y salieron encantados.

Es una propuesta que combina el humor, la música gospel y números que tal vez no sorprendan especialmente para cualquiera que haya estado antes en un circo, pero que cumplen con su cometido de emocionar y entretener al público.

El humor lleva de la mano de Wilbur, un Tristán que ha perdido la alegría, y Carla Pulpón, la cometa más pizpireta del firmamento empeñada en ayudarle. Son hilo conductor entre los distintos números, ayudados por un elenco de bailarines (Perfordance) que van cambiando de estilo e indumentaria y que se integran perfectamente en la función. Apoyados también por el coro Gospel Factory, liderado por Dani Reus (Joy Corazón Alegre), que tal vez tenga menos tablas como actor teatral pero que lo solventa con su torrente de voz.

Unos y otros dan paso o acompañan a los distintos artistas, que igual llevan a cabo proezas en altura como hacen maravillas con los diábolos. Precisamente este último, Guillaume Karpowicz, fue el que cosechó más aplausos junto con el jovencísimo trío Arte Algo y su vaivén vertiginoso en la bascula. También Omar & Claudia sobre patines.

¿Qué más números se puede ver? Una bellísima pole aérea que abre la función, vuelos sobre el trapecio, equilibrio sobre sillas, una contorsionista en el interior de una bola de navidad, a una pareja volar danzando, etc.


No es el circo del sol, ni lo pretende. El escenario en el que desarrollan el espectáculo es correcto sin brillar. Es un buen espectáculo familiar, para ir en compañía de nuestros niños y dejar transcurrir dos horas inmersos en la magia del circo, efectiva y correcta.

Una magia que queda de nuevo de manifiesto que no necesita animales.

Dura dos horas con descanso. La entrada en grada cuesta quince euros, en preferente oscila entre 18 y 24 y los palcos valen 30 euros. Los niños menores d esos años que no ocupen asiento solo pagan un euro. Comprando las entradas hasta el 14 de diciembre hay descuentos de hasta el 40%. En el mismo teatro circo Prize, a pocos minutos andando de Atocha, hay un parking subterráneo.

Posibles planes con niños para este puente en Madrid: recorrer el centro, Juvenalia y Game On

Durante el puente de diciembre, previo a las navidades, es típico para muchas familias aprovechar para recorrer el centro de Madrid, ver el alumbrado navideño, recorrer los puestos de la Plaza Mayor y acercarse a Cortilandia. Tal vez también este año recorrer la nueva Gran Vía de aceras ampliadas.

Nosotros nunca hemos sido amigos de multitudes. La última vez que llevamos a cabo un plan semejante los niños eran muy pequeños, pero aun así que haya tanta gente no comulga demasiado con nosotros. Menos aún con mi hijo mayor, que tiene autismo y para el que los bullicios no solo son poco agradables, sino también potencialmente peligrosos. No quiero imaginar que se perdiera, con su aspecto de preadolescente normal pero sin poder hablar ni medir bien los riesgos.

No obstante, es un buen plan posible. A los niños les suelen gustar las luces, jugar con algo de lo comprado en la plaza mayor y comer fuera de casa. Hay padres que redondean el plan de pasar el día recorriendo Madrid con alguna visita a un museo, como el arqueológico o el de ciencias naturales. También subiendo al bus que recorre el centro iluminado.

En fin, la cuestión es que yo quería traer aquí otros dos posibles planes para este fin de semanal largo y sin colegio. Planes en los que también hay mucha gente pero que al menos son bajo techo.

Uno es Juvenalia. Otra cita familiar clásica en Madrid. El Salón del Ocio Infantil y Juvenil, que pretende entretener y también educar a niños y jóvenes de hasta unos dieciséis años, se celebra en Ifema desde el 5 hasta el 9 de diciembre.

Es un batiburrillo de actividades pensadas para niños de distintas edades: manualidades, teatro, personaje infantiles conocidos, Lego ha preparado un scape room, juguetes Cayro tiene preparado un juego de la oca gigantes además de otros juegos de mesa, ETSI Topografía, Geodesia y Cartografía llevará un cajón de arena moldeable, la Asociación Vuela realizará talleres de trucos de magia, la Policía Nacional va también con sus propias actividades y harán exhibiciones con sus perros los días 7 y 8, habrá talleres de lactancia para padres, etc.

Conviene consultar la web para saber qué esperar y decidir cuándo conviene más ir. La entrada cuesta 9,50 euros. Hay un pase familiar de dos adultos y dos niños de 32 euros. Los menores de un año no pagan y hay un 10% de descuento para familias numerosas.

Y también tenemos la segunda edición de Game On, centrado especialmente en los juegos de mesa y organizado por la editorial Asmodee, la más grande de las que se dedican a este tipo de ocio, con la colaboración de la Asociación Ludo Ergo Sum.

Presentarán novedades, habrá más de cien mesas de juego en las que probar distintos juegos de rol, de mesa, cargas, narrativos…. presentando sus mejores juegos y novedades.

También tienen a los niños presentes, que además de poder jugar, podrán acudir a un concierto benéfico de Peter & Jack, que donarán todo lo recaudado a la ONG Los Argonautas que trabajan por, para y con las personas mayores. Tambien va a haber castillos hinchables, una yincana y un espectáculo de juegos y magia de El Mago Roncero.

En la primera edición, el curso pasado, pasaron por allí más de 5.000 personas. Para comer habrá food trucks. Será en la Nave Boetticher de viernes a domingo. La entrada general para su solo día cuesta 15 euros. Hay un pack familiar que sale mucho más a cuenta, ya que permite por veinte euros que pasen dos adultos y hasta tres menores.

Tras los libros y la película llega el musical infantil de ‘Los futbolísimos’

Hace cinco años que Roberto Santiago publicó el primer volumen de Los futbolísimos, la historia de un grupo de chavales aficionados al balompié que resuelven misterios. Una suerte de Los cinco de Enid Blyton en versión patria y futbolera pero con nueve: el gordito comilón, la empollona, el guaperas, el miedoso, el pequeñajo… y cuyos protagonistas son Pakete, que siempre falla los penaltis, y Helena con H, entre los que salta la primera chispita del “me gusta”.

Probablemente no os cuente nada que una mayoría no sepáis. La colección de libros, de los que SM ya ha publicado catorce entregas, ha vendido muchísimo, más de millón y medio de ejemplares. Entre los niños de unos siete a doce años es una lectura habitual, sobre todo si esos niños son varones al menos un poquito futboleros. Y siempre hay que agradecer la existencia de los libros que acercan a nuestros hijos al amor por la letra impresa.

El éxito fue tal que este verano llegó a los cines la película, con guion del propio Roberto Santiago, que también es cineasta. No la he visto, os lo confieso. Que se estrenara en agosto no ayudó, tampoco que para mi hija el balompié no tiene el menor atractivo. La acabaremos viendo en cualquier caso.

Ahora, este pasado fin de semana, ha llegado un nuevo capítulo de Los futbolísimos. Nada menos que un musical infantil escrito y dirigido por Santiago que también es un libro a la venta, se podría considerar el número 15 de la saga.

El sábado estuve viéndolo en compañía de tres niños. Mi hija, ajena a este universo; otra niña que disfrutó la película y un niño que se ha leído todos los libros de Paquete y sus amigos. Los tres entre los ocho y los diez años, los tres público objetivo de esta representación para todos los públicos.

Y los tres disfrutaron de este musical infantil de menos de hora y media de duración sin descanso que está lejos de ser perfecto pero que es un buen plan de ocio familiar.

La historia se ubica una década después de las aventuras detectivescas de los chicos del Soto Alto. Ya son universitarios que han perdido el contacto unos con otros y a los que Helena reúne con una carta un tanto misteriosa para jugar un último partido, narrado por el periodista especializado Miguel Ángel Román, y resolver un nuevo misterio.

Se supone que son ya adultos, pero no lo son en realidad por su comportamiento, forma de expresarse e intereses. Son la misma pandilla de los libros, por mucho que ya trabajen, vivan lejos de sus padres o puedan conducir furgonetas desmandadas.

Y el guion es también infantil, sin ningún sentido despectivo pero sí descriptivo. Es una obra pensada para el disfrute de los niños, no tanto de los padres. Sobre todo niños seguidores de la saga, aunque todos puedan divertirse, aplaudir y cantar por mucho que desconozcan el universo creado por Santiago.

Se agradece la fortaleza de Helena y su capacidad de tomar la iniciativa. Es fácil imaginarla explicando a Paquete que los celos no son amor ni se le parecen. También tal vez sobra, sin molestar, el notable peso del componente romántico. Los niños en la edad de pasarlo bien con este musical prefieren humor y aventuras antes que romance.

El musical (Pentación Espectáculos) lo defienden, con empeño y sobrada dignidad, un elenco de jóvenes actores entre los que destacaría a los que interpretan a Ocho y a Anita, además de a los protagonistas Helena y Pakete. Debería sobrar decir que nadie espere encontrar las voces o los bailes de Anastasia en ellos, pero en la obra que es, encajan perfectamente y se percibe su entrega y entusiasmo.

Son Jaime Riba, Ondina Maldonado, Natán Segado, José Artero, María Zabala, Elena Matateyou, Víctor de las Heras, Juan Antonio Carrera, Daniel Galán y Paloma Pujol.

(Javier Naval)

No tiene unas canciones especialmente memorables, pero cumplen su objetivo de acompañar a la historia de modo atractivo. Resulta un tanto llamativo que la canción en la que más empeño ponen para lograr la participación de público sea la que menos se presta a ello, por cierta expresión china que de poco sirve ver transcrita. En cambio tiene un final más fácilmente participativo, eficaz en su simplicidad. Tal vez haría falta algo similar en su primera mitad.

Y también es simple pero eficaz la resolución del ambiente y cambio de escenario. Poco más que tres bancos acompañados de las atinadas ilustraciones de Enrique Lorenzo.

El precio de la entrada oscila entre los doce y los veinte euros. Se representará al menos hasta el 20 de enero en el teatro La latina de Madrid.

‘Anastasia’, un musical de extraordinaria calidad que es perfecto para acudir con niños

El pasado jueves pude disfrutar, en compañía de mi hija de nueve años, del musical Anastasia que se estrenó por primera vez en Broadway el pasado año, coincidiendo con el veinte aniversario de la conocida película de animación de Don Bluth y Gary Goldman. Tras Nueva York, la primera ciudad que tiene el privilegio de alojar la preciosa historia imposible de la hija pequeña de los últimos zares ha sido Madrid.

Y la Anastasia de Gran Vía no merece otra cosa que repetir el éxito que está teniendo su gemela en Broadway.

Dirigida por Darko Tresnjak (ganador de un Tony), con libreto de Terrence MacNally (cuatro premios Tony), toma el cuento que conocemos por la película y lo eleva. Profundiza y pule la historia animada hasta el punto de lograr ser un disfrute perfecto tanto para los niños (a partir de unos siete u ocho años, sobre todo por su duración), como para los adultos. Es, a mi parecer, la mejor opción musical para acudir en familia.

El resultado es espectacular gracias a la conjunción cuidada con mimo e inteligencia de la historia, las interpretaciones, la música, las luces y su perfecto ritmo, que nos lleva de la mano hasta la conclusión con una constante sucesión de escenarios y cambios de vestuario.

No tiene nada que envidiar en maravilla a El rey león, que sí debería envidiar a Anastasia por su capacidad de sorprender.

Más fiel a lo que podría haber sido la historia, la caída de los zares y los peligros a los que se enfrenta la protagonista no procede de los hechizos de un Rasputín de ultratumba con un murciélago de mascota. Afortunadamente tenemos a Gleb, la encarnación sobre las tablas de la flaqueza del bolchevique al que da vida de manera sobresaliente Carlos Salgado.

Pero la estrella indiscutible, el gran descubrimiento, es la jovencísima Jana Gómez. Su Anastasia cautiva, con su canto, presencia e interpretación. Escuchar esa voz de cristal que te quiebra por dentro es un privilegio.

Tanto brilla Anastasia que el noble canalla Dimitri, el hijo de un anarquista enamorado de la ciudad en la que ha tenido que sobrevivir interpretado por el solvente Íñigo Etayo, corre el riesgo de ser eclipsado cuando comparten escenario.

De hecho, el único aspecto a mejorar que señalaría es que la historia de amor entre la princesa y el ladrón no logra alzar el vuelo, queda desvaída. Al buen bribón le falta magnetismo en momentos clave. Hay más fuerza sobre el escenario cuando Anastasia lo comparte con Vlad. La verdadera historia de amor, la que te llega al corazón es la de la emperatriz viuda (perfecta Ángels Jiménez) con la nieta que dio por perdida.

El punto humorístico, muy bien llevado, que no resulta en ningún momento excesivo, recae en manos de Vlad, el veterano acompañante de la pareja protagonista. Javier Navares borda su papel. También la condesa Lily (Silvia Luchetti), que es igualmente maravillosa.

Pero no acaba ahí el elenco del musical. Tanto San Petesburgo como París logran convertirse en protagonistas de pleno derecho. Oficinas bolcheviques, trenes que parten, el refugio parisino de los nobles rusos exiliados, palacios, puentes y callejones, e incluso un preciado sorbo del lago de los cisnes, están recreados con gran belleza.

Y más allá del goce estético, quiere ser representación histórica. Abundan los detalles inspirados en la realidad para aquel que los sepa capturar al vuelo. Es fácil despertar en nuestros niños el interés por lo ocurrido, por la Historia, tras ver Anastasia.

Igual que hacerles ver lo que realmente es importante, que no son los bienes materiales. O que ni la maldad ni la bondad son compartimentos estancos, que los seres humanos estamos hechos de todos los matices del gris.


FOTOS: STAGE ENTERTAINMENT/JAVIER NAVAL

Los niños y la memoria histórica

‪Cuando he recorrido Francia siempre han atraído mi mirada los monumentos a los caídos que hay en todas mas ciudades, en todos los pueblos, por pequeños que sean. Están siempre en un lugar de honor, en una plaza principal, frente a la iglesia o el ayuntamiento. Normalmente repletos de nombres de muertos en la Primera Guerra Mundial, pero también en la Segunda. En ocasiones en alguna otra, anterior o más reciente. Además de los nombres, a veces también hay algún dato más, como la edad, el lugar de su muerte o el puesto que ocupaban en el escalafón militar, aunque también hay lugar para el recuerdo a los civiles.‬

‪Tiendo a mirarlos siempre que puedo, encontrando a veces varios apellidos en común en pueblos diminutos, entendiendo tras décadas de distancia el drama que supuso la pérdida de tantos vidas para muchas familias, para muchas poblaciones, para la nación entera.

‪Sus vidas se interrumpieron no por causas naturales, sino por la peor de las antinaturales; la guerra. ‬

‪Y he hallado nombres y apellidos de origen español con cierta frecuencia. ‬

‪Me ha dado por pensar que agradecería poder ver en todos los pueblos españoles, da igual su tamaño, una relación con los nombres de los caídos en nuestras diferentes guerras, me da igual el bando. ‬

‪Un monumento en su memoria, en la de todos, que serviría para reflexionar e intentar comprender cómo los hombres son capaces de hacerle algo así a otros hombres. Difícil tarea, pero importante para que cale la necesidad de no volver a recorrer caminos equivocados.‬

Soy de las que cree que tener memoria histórica es importante, que de la historia se pueden extraer muchas enseñanzas que nos ayuden a avanzar en la buena dirección, la de respetarnos en lugar de enfrentarnos.‬

‪Tener memoria histórica es importante, pero en España se ha tendido a intentar curar fingiendo olvidar, callando, escondiendo el dolor, el resentimiento, el orgullo herido y la sensación de injusticia bajo las alfombras.‬

‪No estoy segura de que sea lo más inteligente, por mucho que sepa que fue casi imposible cualquier otra actitud.‬

‪Tampoco soy tan inocente como para no saber que algo como lo que tienen en Francia es prácticamente imposible de manera generalizada en España (algunos intentos me consta que ha habido) por muchos motivos, empezando porque probablemente el momento de edificar algo así ya pasó y terminando porque el grueso de nuestras muertes corresponden a una guerra civil. Sé bien que es más fácil erigir recordatorios en una guerra contra otros, más aún si terminaste en el bando ganador. Por mucho que esos otros sean ahora buenos vecinos.‬

‪Pero no puedo obviar que cuando me paro a mirar los monumentos franceses mi hija de nueve años me observa y pregunta. Gracias a nuestros viajes por Francia es consciente de la existencia de las dos guerras mundiales, de los millones de muertes en las que se tradujo y del sinsentido que es una guerra. ‬

Sabe más de esas dos guerras, ha interiorizado más sus muertes, que las de nuestra guerra civil. Y eso que también de ella le he hablado; le he contado que tres de sus bisabuelos combatieron, en bandos diferentes, siendo aún críos que no tenían ni veinte años. Igual que uno de sus tatarabuelos vistió uniforme en Cuba.‬

‪No sé qué pensáis vosotros, pero yo creo que nuestros niños nacidos ya cien años después de esos muertos, merecen que abramos armarios, levantemos las alfombras y aireemos nuestra casa. ‬

‪Y que nosotros tenemos el reto de afrontar ese desafío con cabeza y corazón. Mucho me temo que somos la única generación que podría hacerlo.‬

‪Puede que mi deseo esté equivocado, puede que debamos limitarlo a dejarlo estar, cada vez más desvaído, menos presente y doloroso.‬ Borrar y olvidar.

‪Y que simplemente sigamos leyendo los nombres de vidas segadas y reflexionando al respecto en otros países, en otras guerras, cuando hagamos turismo.‬

Un día en Legoland Alemania, un parque temático ideal para familias con niños (más que para jóvenes adictos a la adrenalina)

El pasado mes de junio tuvimos la oportunidad de pasar un día en un parque temático que hace tiempo teníamos ganas de conocer. Hay varios Legoland, nosotros estuvimos en el de Alemania.

No fuimos con Jaime. Aprovechamos la escapada con pernoctación que tiene junto a sus profesores y compañeros a final de curso para poder volar con Julia. La última experiencia en un avión con él nos quitó las ganas de repetir lo de elevar el vuelo en familia y además hace ya unos cuatro años que decidió que los parques temáticos, que tanto había disfrutado antes, habían dejado de gustarle. El año pasado fue la primera vez que hicimos algo así, viajando a Londres sin él y con nuestra hija, y probablemente lo repetiremos en un futuro porque no queremos privar a Julia de experiencias y tampoco arrastrar a Jaime contra su voluntad.

Pero volvamos a Alemania. Para acudir a Legoland  hay autobuses frecuentes pero me da la impresión de que lo mejor es acudir con coche, propio o de alquiler (el parking cuesta 6 euros). Nosotros estábamos en Munich y en poco más de hora y media por buenas carreteras nos plantamos en el parque. Llegamos un viernes poco antes de la hora de apertura, las 10 de la mañana.

Apenas había colas a la entrada y tampoco nos las encontramos en las distintas atracciones. De hecho pregunté en la entrada por la opción de comprar su versión del fast pass y me dijeron que ese día no la vendían porque no era necesario. Totalmente cierto. En alguna de las atracciones que más gustaron a mi hija montamos hasta tres veces sin problemas.

Os he dicho el horario de apertura. El de cierre es pronto para lo que estamos acostumbrados en España: las 18 de la tarde, aunque se amplía en fines de semana, festivos y vacaciones. Y las atracciones y tiendas (salvo la grande de la entrada) cierran incluso antes, así que es buena idea madrugar y llegar a tiempo para aprovechar el día. Igual que también lo es dejar la preciosa zona de Miniland, lo primero que vemos de frente nada más entrar, para el final de la jornada.

En Miniland hay numerosos edificios (nos gustó mucho el rincón de los edificios más altos del mundo), rincones del mundo (sobre todo alemanes, pero también podemos, por ejemplo, ver Venecia) representados con todo detalle mediante bloques y figuras de Lego y también una zona bastante grande dedicada a StarWars. Hay botones que activan distintos tipos de mecanismos, algo a lo que pocos niños se pueden resistir.

Os confieso que nos gustó más de lo que esperábamos, y no es que fuéramos con las expectativas justas ni mucho menos. La impresión con la que salimos es que es un parque eminentemente familiar, ideal para familias con niños de hasta unos catorce años. La mayoría de las atracciones, incluso la montaña rusa más potente, son aptas para niños de en torno a los ocho años. Por eso mismo no es el mejor parque si lo que se buscan son emociones fuertes, atracciones en las que la adrenalina fluya y las rodillas tiemblen en la cola.

El parque está limpio y cuidado, con mucha vegetación que hace agradable el paseo. Y no tiene una extensión exagerada. No es uno de esos parques ‘matapadres’, en los que tras una jornada de atracción en atracción estás como si hubieras corrido una maratón de rodillas.

Es de destacar la comida. Normalmente comer en un parque temático o de atracciones es sinónimo de comida basura y cara. Legoland es sin duda el parque en el que mejor he comido, no porque tuviera muchos restaurantes lujosos y tematizados. En absoluto. Lo que tiene son distintas opciones muy variadas según la zona, que te permiten igual tirar de codillo, que de arroz con verduras al curry, hamburguesas o noddles. Y es fácil encontrar opciones vegetarianas. En la mochila llevábamos algún tentempié, al examinarla en la entrada lo vieron, y no hubo inconveniente en entrar con ellos. Eso sí, las bebidas o helados sueltos ya no son precisamente un chollo.

Para muestra un botón, tres bebidas, los dos platos que veis, un menú infantil, unos rollitos orientales y dos helados supusieron bastante menos de cuarenta euros. Eso sí, no pretendáis parar a comer a las 15 de la tarde que lo mismo os lleváis una desagradable sorpresa. El horario es europeo, no español.

Vamos con lo que hicimos en el parque, para que os hagáis a la idea de lo que podéis encontrar.

Nosotros nos fuimos en primer lugar a la derecha de la entrada, montamos en unas tazas giratorias bastante más rápidas que las que muchos conoceréis por Disneyland. A continuación hay una montaña rusa en la que es opcional ponerse unas ganas 3D para que el viaje tenga un toque innovador.

Después encontramos una zona en la que los niños pueden conocer los robots Lego Mindstorm y jugar con videojuegos, un zona de proyecciones en la que no entramos, y una atracción de agua realmente divertida.

Justo pasado todo eso está la parte dedicada a Lego Ninjago. Ahí vimos la atracción favorita de Julia, en la que ‘tripitimos’ y consistente en lanzar con la mano estrellas ninjas para ayudar a los ninjas protagonistas de la serie y la película a acabar con toda suerte de malvados. Su principal novedad es que no disparas nada, haces el gesto de lanzar y lo reconoce. Y cansa, lo advierto.

Tenemos una pequeña ninja en casa, menuda paliza nos dio.

Os dejo una muestra de esta zona para que veáis cómo han preparado muchas de las atracciones estrellas para que las colas no les pesen demasiado a los niños:

En el exterior hay cuatro zonas en las que trepar, golpear, girar y, en definitiva, entrenarse como un ninja. El cuadro de los reflejos es especialmente divertido.

Es fácil encontrar elementos con los que jugar en cualquier rincón del parque.

Otra atracción que nos gustó es la montaña rusa de agua, ambientada en una jungla de Lego con elementos jurásicos. Tiene apenas dos saltos, uno de espaldas más pequeño y el grande de frente. No es posible salir de ahí sin mojarse, que quede claro.

Frente a ella hay un viaje en coche por otra jungla que gustará a los más pequeños.

Para los más pequeñitos aún, hay un río que recorrer en canoa.

Hay también un parque infantil de Lego Duplo para los más peques, en el que pueden refrescarse si hace calor, y una zona de conducción y de barcas, que Julia se ahorró por ser similar a lo vivido ya en otros parques.


En la zona de Egipto el objetivo de la atracción también es disparar, en esta ocasión de una manera más convencional, pero también recomendable.

Tras Ninjago, lo que más disfrutó Julia fue el laberinto de espejos, en el que el objetivo es encontrar a varios ladrones y que al final tiene una zona de juego con Legos, además de una cárcel de lo más colorida.

También repitió  y disfrutó del viaje en barco pirata, que como tengas en tierra a gente con ganas de mojarte, puede ser una auténtica guerra naval de la que sales calado.

Hay un viaje por lo alto del parque dando pedales muy tranquilo que también gustará a los niños más pequeños, aunque si no hay mucho tiempo es algo de lo que se puede prescindir. Igual que el cercano paseo a caballo de la zona de los caballeros.

A los que gusten de más movimientos, en esa zona de los caballeros tienen dos montañas rusas, la más grande del parque (aunque como os contaba apta para niños pequeños y valientes) y otra más infantil.

Pero lo que más disfrutó Julia, que no es muy dada a subir en montañas rusas, es algo tan sencillo e ingenioso como una búsqueda de oro con cedazo. Las pepitas se pesan cuando el niño se cansa de buscar y puede elegir entre una figurita de Lego o una medalla. Había que pagar unos pocos euros por ello, eso sí.

Los dragones voladores de Ninjago y las manos robóticas, idénticas a las de Futuroscope pero sin música y en las que se puede elegir el grado de intensidad, son otras dos atracciones algo más fuertes, sin exagerar en ningún caso.

Junto a las manos robóticas está una pequeña fábrica de Lego que se puede visitar y en la que te regalan una pieza única y numerada hecha allí. Al final de la pequeña factoría en la que es curioso ver cómo se crean y pasan los controles de calidad las piezas de Lego hay una tienda con todo tipo de piezas sueltas disponibles para la venta.

¿Un día es suficiente? Si es un día como el nuestro, con una afluencia de público moderada, sin duda alguna. Se puede perfectamente disfrutar e irte al coche sin la sensación de que te has perdido muchas cosas.

Como os contaba, nosotros pudimos repetir algunas y solo nos dejamos sin conocer las proyecciones, alguna atracción que no nos llamó especialmente la atención  y no subimos al elevador que te da una vista aérea de todo el parque. No obstante es cierto que también es disfrutable, repitiendo atracciones, en dos días enteros. Así, además, se puede pasar algún rato en la zona que tienen dedicada a los robots Lego Minsdtorm y a las consolas de Nintendo.

No puedo opinar sobre los hoteles temáticos que alberga el parque, y desde los que se accede al parque desde la zona de Egipto. Tampoco de los espectáculos, no había ninguno el día que fuimos nosotros.

¿Cuánto cuesta? Es posible encontrar algún descuento por lo que cuentan en foros, pero el precio estándar en taquilla es de 45,50 euros los adultos y 40,50 los niños y, comprado con antelación (lo más recomendable), la cosa puede salir por entre 32 y 35 euros por persona. Hay tres Exprés Pass, que reducen el tiempo de espera un tiempo sin especificar, un 50% y un 90% y que cuestan respectivamente 20, 35 y 70 euros. Por lo que he leído a otras personas, al menos el primero interesa si se acude un día de mucha afluencia. Pero vista nuestra experiencia, os aconsejo buscar un día entre semana para visitarlo si es posible para disfrutar sin colas por el dinero de la entrada y apurar el día. Una atracción a la que subes según llegas es fácil que guste mucho más que esa misma atracción tras hora y media esperando.

En Legoland además tienen tickets gourmet. Hay uno que, por 57 euros, permite que cuatro personas se pongan las botas en los restaurantes de autoservicio. El que cuesta 71 es válido en todos los restaurantes. Pero a menos que se tenga mucho capricho en entrar en uno de esos restaurantes, la verdad es que los varios y variados puestos de comida como el que elegimos nosotros te permiten comer bien, rápido y por menos dinero.

Respecto a las personas con discapacidad: todo el parque está adaptado. Tampoco debería haber problemas en los hoteles. A los visitantes con una discapacidad severa se les hacen 4 euros de descuento en la entrada. En la web indican que todos los visitantes que requieran de asistencia en este sentido pueden  pedir ayuda al personal de las distintas atracciones y que hay un punto de información en la entrada.

Cómo es ir a comer a un restaurante con mi hijo con autismo

Entrar en un restaurante con Jaime no es tan sencillo como con Julia. Jaime, por su autismo, hace que tengamos que valorar mucho en qué establecimientos entramos y que vayamos poco. Cuando estamos de vacaciones buscamos con frecuencia planes de alimentación alternativos o que si, en casa, surgen planes con amigos que incluyen restaurantes nuestra familia tenga que dividirse, buscar canguros para él, llegar tarde o irnos antes.

Y no nos podemos quejar. Conozco otras familias con hijos con autismo que jamás pisan un restaurante con ellos.

También hay personas dentro del espectro autista que están como peces en el agua servidos por camareros, la variedad de manifestaciones del autismo es enorme y cada individuo (con o sin autismo) es diferente, incluso extremadamente distinto.

Pero tenéis que tener presente que mi hijo, con once años, está muy afectado, que apenas tiene unas pocas aproximaciones a palabras y pocos intereses. Yo hablo sobre todo de lo que conozco, de nuestra experiencia y de la de otros en situaciones similares.

¿Por qué es más difícil ir con Jaime a un restaurante?

Un problema es que muchos de nuestros niños tienen poca paciencia y escasas formas de entretenimiento. No entienden que haya que esperar a la comida, a la cuenta… ellos están acostumbrados a comer rápido y pasar a otra cosa. Y carecen con frecuencia de modos para distraerse. De hecho es algo que se busca y trabaja con ellos.

Otro es que se comportan raro: pueden chillar, tal vez de puro contento, aletear las manos, querer jugar con los cubiertos, romper las servilletas, hacer ruidos extraños… comportamientos tal vez similares a los de un bebé, pero teniendo el aspecto de un niño (o un adolescente o un adulto) normal. Encontramos con frecuencia miradas de censura, de reproche, cuando es algo que se disculparía en un bebé o en un niño con una discapacidad visible. De hecho sé bien que en chavales con Down o parálisis cerebral lo que despiertan esos comportamientos disruptivos es miradas de lástima o se evita directamente mirarles de ninguna manera, aunque eso da para otro tema. Los padres de niños con algún tipo de discapacidad tenemos que aprender a bregar con ello. Igual que los mismos niños. Jaime no es consciente, pero muchos otros sí. Ojalá textos como este ayuden a que la gente se lo piense dos veces antes de juzgar a la ligera.

Uno más. Los ambientes con mucho ruido, con muchos estímulos, pueden saturarlos, provocar en ellos rechazo o sobreestimularlos. Jaime aquí tampoco tiene demasiado problema, mucho barullo tiene que haber para que le sature.

Sigamos con otro. Este es un problema que Jaime no tiene, porque come de todo y le gusta probar lo que ve en otros platos, pero hay niños que tienen dietas muy restrictivas, que comen muy pocas cosas y se niegan a probar cualquier otra.

En fin, que no es fácil, que mucha gente se queda en casa y no sale con sus hijos con autismo (o con otros tipos de discapacidad).

Nosotros intentamos hacer una vida de familia normal y acudimos en ocasiones a restaurantes, sobre todo en las vacaciones de verano, pero tienen que cumplirse una serie de condiciones.

Lo primero es elegir bien. Los sitios de comida rápida, hamburgueserías, pizzerías y demás lugares en los que tú te sirves rapidito, no hay que esperar por la cuenta y no son precisamente lugares de etiqueta en los que el grito de un niño haga que todo el mundo se gire a mirarte. Son los más fáciles. En nuestro caso basta con buscar un sitio en el que podamos encajonar a Jaime (entre nosotros y la pared por ejemplo), para que no decida levantarse y le podamos ayudar a comer y limpiarse.

Respecto al otro tipo de restaurantes, los de mantel y camarero, lo cierto es que no nos atrevemos a ir a los de alto o mediano postín. Tampoco a aquellos que notamos bucólicos y románticos. Somos los primeros que no queremos molestar y que no creemos que sean lugar para nosotros. Además de que comemos a la carrera con frecuencia y no es plan pagar más para hacer tocata y fuga.

Nuestros favoritos son los establecimientos del tipo que tienen menú del día, sobre todo aquellos que son pequeños, negocios familiares. Si hay terraza y el tiempo lo permite, preferimos estar fuera. Buscamos de nuevo mesas apartadas, si podemos, y elegimos para Jaime un sitio en el que le podamos tener controlado y ayudarle. Hemos desarrollado buen ojo con el tiempo para escanear rápidamente las opciones y elegir la mejor.

Los momentos críticos son los tiempos de espera. La tablet con música puede ayudar, pero solo hasta cierto punto. También es verdad que con los años, como es un niño que disfruta con la comida, espera pacientemente que nos tomen nota y vayan llegando los platos. La paciencia se le acaba cuando ya ha comido. No existe para nosotros la sobremesa con el café. Es frecuente que uno de nosotros tenga que salir a la calle con él una vez ha terminado mientras el otro espera para pagar.

De hecho, Jaime come bien y disfruta con la comida, pero no suele tomar postre. El postre es algo que también uno de los dos se pierde con frecuencia. Normalmente su padre que es menos goloso.

Cuando nos sentamos bromeamos diciendo que venimos acompañados de una bomba de relojería. Una de la que desconocemos el tiempo que nos dará de margen para comer. Yo era de las que comía despacio, ahora soy como una bala por si acaso.

A veces explico a la persona que nos atiende, una vez que estamos en la mesa, que Jaime tiene autismo y puede tener comportamientos peculiares. No lo hago siempre, depende de si le veo más nervioso, de si me da la impresión de que camarero lo entenderá, de si tenemos muchos otros comensales cerca… mi experiencia es que hablar claro aumenta la comprensión de los demás y evita problemas.

No, no es especialmente fácil, pero como hace muchos años escuché a una madre que llevaba mucho más camino andado que yo, hay que intentarlo. Esos intentos no sólo mantienen unida a la familia, realizando actividades juntos, también son una terapia para ellos, un aprendizaje. Y también para nosotros, podemos llegar a alcanzar más dosis de paciencia, calma en situaciones difíciles y asertividad de la que creemos si nos ponemos a ello.

‘El viaje extraordinario’, el desembarco de Julio Verne en Futuroscope

Julio Verne es uno de mis escritores de ciencia ficción favoritos. Lo es por el componente de aventura de todos sus libros, por su carácter de pionero, porque sus escritos son aptos para todas las edades y capaces de avivar el amor a la lectura en cualquiera. También porque me gusta la ciencia ficción que tiene componentes plausibles, que sueña y adelanta lo que la ciencia traerá. En eso Verne fue el precursor de muchos otros que juntamos letras a su sombra.

Es una pena que la lectura de sus obras se esté perdiendo
. Esa es al menos la impresión que me da. Aquellos de nuestros abuelos que eran ávidos lectores de niños, conocían bastante bien a Verne. Los que ahora somos padres y leíamos mucho, también. Los niños de hoy juraría que no. Al menos en España. Y no creo que sea por las muchas películas que han adaptado sus libros con mayor o menor fortuna. La verdad es que no tengo claro el motivo, aunque puedo imaginar unos cuantos, y destaca el exceso de distinto tipo de oferta de entretenimiento más moderna. Tomo nota para procurar que Julia conozca las maravillas de su tocayo del siglo XIX.

Teniendo eso en cuenta es de agradecer que Futuroscope haya decidido recurrir a Verne para su última atracción, inaugurada esta temporada, y no a cualquier franquicia de éxito entre la chavalería.

Tenían muchos libros de Julio Verne con viajes asombrosos para inspirarse, al fondo del mar, al centro de la tierra, a la luna… pero han optado por sus cinco semanas en globo.

A lo largo de la cola exterior nos recuerdan lo visionario que fue el escritor, todo aquello que imaginó y luego fue verdad, desde satélites a submarinos pasando por teléfonos con imagen incorporada.

La zona de espera interior se divide en tres partes y ya es parte de la diversión en si misma
. Una primera en la que conviene no perder detalle, bellamente decorada con multitud de referencias. En la segunda el comandante de la nave y una científica que ha participado en su creación nos dan la bienvenida en un vídeo en francés (subtitulado en español afortunadamente, un idioma que no abunda en el parque). La tercera es un vehículo de la embarque que nos traslada por un Futuroscope del futuro y alternativo cuyos edificios son puertas a los mundos de Verne.

Y luego ya las normas de seguridad y el viaje, que se trata de un vuelo dulce, sobrevolando India (precioso atardecer sobre el Taj Mahal), Egipto, una megalópolis del futuro, el Himalaya… la sensación es de flotar, de volar realmente en globo, viendo el mundo desplegarse a tus pies y notando el viento a la contra en el rostro.

Los adjetivos propicios para describir la experiencia son bonita, agradable, suave… Se disfruta sin necesidad de brusquedad, sin una silla o un vehículo de traqueteo poco confortable, que ya tienen bastante de eso en otras atracciones del parque francés.

La única pega es que sabe a poco. «Es muy chulo, con dos o tres destinos más sería una súper atracción», fue el comentario de Julia al terminar y tener que abandonar la gran sala en la que tiene lugar. Tal vez también que hay más de Verne en las zonas de espera que en la atracción, que moderniza tal vez demasiado ese viaje en globo perdiendo el encanto del futurismo decimonónico por el camino.


Respecto a todo Futuroscope, que está en su 30 aniversario, me remito a lo que conté aquí hace tiempo. En la base se mantiene, aunque es cierto que ha habido otras novedades: una remodelación de la zona infantil con zona de construcción que equipa a los niños con casco y todo y otra para jugar con canalizaciones de agua, un nuevo espectáculo de Ice Age u otro en el que quince drones bailan en formación. ¡Ah! Y el espectáculo nocturno es ahora otro, La Forge aux Etoiles, y Julia y yo coincidimos en que peor que el anterior, que era más poético, alegre y comprensible, más del gusto infantil.

Es un parque en pulso constante contra el avance de los tiempos. Un parque sin montañas rusas en el que indudablemente se puede pasar una o dos jornadas memorables. Un parque en el que con frecuencia se echará en falta la comprensión del francés por mucho que haya cacharros traductores (que suelen acabar restando espacio en la mochila) y la amabilidad manifiesta de sus trabajadores.

Un parque, en definitiva, que no merece para la mayoría y por sí solo el viaje desde España. No tiene precisamente un aeropuerto al pie. La buena noticia es que la región sí que merece una visita, o varias. Poitiers y sus alrededores, desde Nantes a Burdeos incluso, es hermosa, un destino tranquilo, variado en su oferta de ocio y alojamientos, accesible en coche desde España, con una gastronomía apetecible y asequible. Y dentro de esa visita, Futuroscope sí que es una parada recomendable, sobre todo si hay niños.