Archivo de la categoría ‘embarazo’

Qué no decir a una madre que ha perdido a su hijo durante el embarazo

Es deseo de Luci’s Place que su reflexión se difunda, que logre mayor alcance. Un deseo legítimo que tiene como objetivo reducir el dolor de aquellas mujeres, también hombres, que han perdido a su hijo durante el embarazo.

El duelo puerperal, tan difícil de gestionar con demasiada frecuencia. Un duelo al que mucha gente, con buenas y equivocadas intenciones, resta importancia. Pero al querer animarte quitando hierro a esa pérdida no consuelan, no es eso lo que hace falta para superar esa situación.

Un simple “lo siento”, como cuenta esta tuitera, es mejor que cualquier lugar común que minimiza el hecho de haber perdido un hijo y haber ganado muchos miedos. Si ya hemos hecho esos comentarios en un pasado, tampoco hay que hacer ninguna penitencia, peor sí tomar nota.

Luci’s Place quería difusión y yo quiero ser su altavoz desde este blog, porque puede ser de utilidad para muchos.

Estas pérdidas se mantienen demasiado ocultas, bajo una pesada alfombra que no ayuda a nadie.

Hace un año entrevisté a la psicóloga Jara Acín y Rivera por la publicación del libro, escrito junto a Iñaki Pastor, ¡Ayúdale a despegar!. Durante nuestra charla hablamos precisamente de este tema y la experta coincide completamente con el hilo de la madre que os recomiendo leer.

De lo que se habla mucho menos es de lo dura que es una pérdida gestacional previa, algo muy frecuente con cero visibilidad social y cero acompañamiento emocional. La gente te dice, «anda, no pasa nada, que estabas de muy poquito. Ya verás cómo pronto te quedas embarazada otra vez». Ahora hablamos mucho de violencia obstétrica, pero este tipo de violencia respecto a los duelos es horrible. Hay un tanto por ciento elevadísimo de personas a las que les ha pasado, la sociedad lo niega y parece que si tú también lo haces, estás en línea.

– ¿Sería importante compartir estas experiencias no tan positivas?
Totalmente.

Embarazos, bebés y gatos son perfectamente compatibles

Ayer, 20 de febrero, fue el Día Internacional del Gato. Un día que recuerda a Socks, inquilino de La Casa Blanca entre 1993 y 2009 que fue toda una celebridad sin necesidad de subir gracietas a YouTube.

A cuenta del día del gato me percaté de que hacía muchos años que no hablaba de estos animales, con los que llevo muchos años compartiendo mi día a día. Y sigue siendo necesario porque aún muchos se ven en la calle cuando el primer niño va a llegar a la familia.

Sucede por dos motivos principalmente. El primero es el temor a la toxoplasmosis, el segundo es el miedo a que se apoderen de él los celos y decida sacar los ojos al bebé o ahogarlo en la cuna.

También puede darse la falta de interés, que cuidando un bebé ya no se tienen ganas de seguir cuidando a un gato que ya no es novedad; también que estábamos hartos de quitar pelos de la ropa y tener el sofá arañado y cualquier excusa es buena para dar puerta al animal que deberíamos ver como un miembro de la familia del que somos responsables pero que ahora vemos solo como un estorbo.

A esos últimos poco hay que decirles. Jamás debieron tener un animal en primer lugar y, obrando así, ponen de manifiesto su mezquindad. Deberían trabajar en sacar lustre a ese alma gris que tienen y valorar lo que realmente es importante.

Ojo al sexto y al undécimo  motivo de abandono según el estudio de Fundación Affinity:

affinity1

Para los dos primeros casos, mucha tranquilidad. El miedo no suele ser buen compañero. Es mucho mejor caminar acompañado de la información, que es la mejor manera de contrarrestarlo.

La toxoplasmosis no es de temer si se tienen en cuenta unas mínimas medidas (y aún no teniéndolas es prácticamente imposible contagiarse). Y nuestro gato no va a mutar y convertirse en una suerte de Cujo felino.

Vamos con la toxoplasmosis recuperando la explicación que publiqué aquí mismo hace años:

La toxoplasmosis es una zoonosis (enfermedad que los animales pueden transmitir al hombre, o viceversa). Se trata de una enfermedad invisible, que un porcentaje muy elevado de personas padece sin darse cuenta y desarrolla sin mayor problema las defensas necesarias.

Los felinos son los únicos animales capaces de liberar las formas del parásito, llamado toxoplasma gondii, que contagian al hombre.

No obstante, en la práctica totalidad de los casos el contagio se produce al ingerir los quistes del parásito en la carne poco hecha, verduras mal lavadas, embutidos o huevos crudos.

El problema aparece cuando una mujer que no ha pasado antes esa enfermedad y por tanto no tiene anticuerpos queda embarazada, ya que en caso de enfermar el feto tiene un 40% de posibilidades de sufrir malformaciones.

Por eso muchas mujeres, cuando quedan embarazadas, se deshacen de sus mascotas. Algunas veces mal aconsejadas por sus médicos. Algo completamente innecesario.

A todas las embarazadas se les hacen las pruebas de la toxoplasmosis si se demuestra que ya ha estado en contacto con el parásito, ya no hay de qué preocuparse. De no ser así, el riesgo de contagio sigue siendo mínimo y basta con seguir unas pocas indicaciones para evitarlo.

De lo que realmente debe preocuparse es de comer carne bien hecha y frutas y verduras bien lavadas, que es la principal fuente de contagio.

La mayor parte de los gatos caseros nunca en toda su vida adquieren la toxoplasmosis. Lo que suelen contagiarse son aquellos que hacen vida al aire libre y comen carne cruda (cazan ratones y pajarillos).

Los gatos que adquieren el parásito solo están en disposición de contagiar durante unas dos semanas a lo largo de toda su vida. Ya sería puntería que coincidiera con el embarazo de su dueña.

Los parásitos están en las heces del animal, pero para que sean contagiosos tienen que pasar al menos 24 horas.

Bastaría por tanto con recoger a menudo los excrementos de la caja de arena del animal, empleando guantes y lavándose después bien las manos. O más sencillo: dejando que lo haga otra persona.

Resumiendo, la única forma de contraer la toxoplasmosis de un gato
es que nunca antes la hayas pasado, que tu gato la esté pasando por primera vez en su vida, que dejes sus cacas por casa más de un día y menos de una semana y que toques esas cacas con las manos desnudas y luego te las lleves a la boca.

En cuanto a mis gatos, cuando llegaron mis hijos, reaccionaron sin el menor problema, cada uno acorde con su carácter.

La gata, bastante tímida, se limitaba a no ponerse al alcance de sus atenciones mientras eran muy pequeños. Con mi hija ya más mayor, se muestra y busca sus caricias sin problema. Con Jaime, que por su autismo es impredecible para ella, sigue manteniendo las distancias.

El gato no tenía ningún miedo y se convirtió pronto en el compañero inseparable de mi hija. Ha permitido que todos los bebés que han pasado por casa le acariciaran a su tiene y a veces brusca manera sin hacer un mal gesto.

Por supuesto, desde el primer momento que pudo entenderlo le expliqué cómo debía tratarles: básicamente con suavidad, no montarse encima y respetarle cuando se quiere ir. Y todo fue como la seda. Tuvieron una relación estupenda. Y hablo en pasado porque el gato, Flash, murió hace dos años. Aun le echamos de menos.

Hay gatos que pueden necesitar algo de paciencia para adaptarse a los cambios de espacios y rutinas, pero en ningún caso se van a convertir en bestias asesinas.

Embarazos, niños y gatos son perfectamente compatibles.

Piénsalo dos veces antes de preguntar a los demás cuándo van a tener hijos

La gente es muy impertinente con demasiada frecuencia y por diferentes motivos. Muchas veces sin maldad, todo hay que decirlo. Y uno de los detonantes de más preguntas que no vienen a cuento tienen que ver con tener hijos: «¿Cuándo vais a tener niños?» «¿Estáis ya buscando el niño?» «¿Hasta cuándo vais a esperar para darme un nieto/sobrino?».

Son preguntas que suelen caer a parejas jóvenes en cuanto alcanzan la difícil independencia y que arrecia si dan el paso de casarse; o a aquellas que ya están talluditas pero aún no han dado muestras de querer hijos. y es frecuente que vengan acompañadas de otras afirmaciones del tipo, «¡si es que así vivís muy cómodos!», «¡luego a ver quién os paga la pensión!» o «¡Cómo te descuides se te va a pasar el arroz!».

(GTRES)

Impertinencia al cuadrado que recordaba tras leer ayer que la actriz Margot Robbie se ha declarado hasta el moño de tener que aguantar la preguntita desde que se casó en 2016, que además tacha de sexista y no le falta razón al hacerlo, porque suelen freír más a las mujeres con este tema que a los hombres.

Hay preguntas personales que no deben lanzarse alegremente, que pertenecen a la intimidad de esas personas, que pueden herir o molestar. Indagar así es mostrar muy poca sensibilidad, muy poco respeto por los demás.

Si llega el momento en que esa pareja decide tener un hijo y tú eres de su círculo cercano, ya te enterarás, ya te lo dirán cuando consideren oportuno. Pero es que pueden estar pasando muchas cosas que desconoces: puede que lo estén intentando sin éxito y estés hurgando en una herida abierta; puede que haya una disensión en la pareja porque uno quiere y otro no y estés echando leña al fuego; puede que tengan una crisis de pareja ajena al tema niños y preguntar por eso no venga a cuento o puede que quieran y no les salgan las cuentas.

Todo eso puede pasar también si es una pareja que ya ha tenido un hijo y lo que toca preguntar es, «¿para cuándo el segundo?». También en esa situación es una cuestión que no procede.

Volviendo a las parejas sin hijos, puede ser también que, sencillamente, hayan decidido no tenerlos y les toque mucho los pies (con razón) tener que estar aguantando preguntas y presiones.

Y no, elegir no tener hijos no es antinatural, no es de egoístas, no es algo de lo que arrepentirse. Tener hijos no es obligatorio, que no tenerlos no es de cómodos. Una pareja puede ser igual de feliz sin ellos y no arrepentirse nunca.

Si la pregunta le cae a una persona sin pareja (ahí sí que suele tocarle en exclusiva a las mujeres), puede haber incluso más razones por las que es importuna. ¿Y si esa persona no es heterosexual?, ¿y si está pasándolo mal por alguna ruptura o por no dar con un buen compañero?.

Es tan obvio que debería sobrar tener que decirlo. Callarse es un pequeño gesto de discreción, de prudencia, hacia alguien al que apreciamos.

La próxima vez, piénsalo dos veces.

¿Una ley de protección a las embarazadas?

Ha sido noticia estos días una declaración de intenciones del Partido Popular de lanzar una «iniciativa legislativa» de protección a las embarazadas para frenar el aborto.

Lo dijo en una entrevista con Efe el secretario general del PP, Teodoro García Egea, sin precisar si sería una nueva norma o una modificación de la que ahora regula la interrupción del embarazo.

El Partido Popular sigue fijando su posición sobre el aborto: va a proponer una ley que se centre en la «protección» a las embarazadas para darles «el mayor apoyo psicológico y económico» posible de forma que puedan seguir adelante con la gestación, lo hagan «sin ningún tipo de presión» y eviten así la opción de abortar.

Palabras solo, con aroma de globo sonda, que tal vez se lleve el viento. Aunque nunca se sabe.

Creo que nadie que tenga un mínimo respeto por los demás puede estar en contra de ofrecer apoyo psicológico y económico a las embarazadas, a aquellas que sepan seguro que quieren seguir adelante con su gestación y se encuentran en una situación vulnerable. Por eso la plantean así.

Todos de acuerdo, pero siempre y cuando no suponga la menor traba si su decisión es justo la contraria.

Si esa mujer tiene claro que quiere interrumpirla no debe pasar por más trámites, por gente que intente forzar que reconsidere su postura, el proceso no debe dificultarse lo más mínimo. Bastante duro puede ser ya de por sí.

Una ley que habla de proteger a las embarazadas no puede complicar las cosas a las mujeres embarazadas que desean dejar de estarlo. Ellas también merecen protección.

Si de verdad hay interés en desarrollar una ley que proteja a las embarazadas, podemos hablar de igualar de una vez el permiso de paternidad al de maternidad, de permitir una mayor flexibilidad en la incorporación al trabajo tras el fin de ese permiso, de apostar por políticas reales de conciliación, de tomarse muy en serio la educación sexual (no solo por la prevención de embarazos no buscados, también de enfermedades de transmisión sexual) o de favorecer el acceso a todos los métodos anticonceptivos disponibles.

Pero sobre todo, para proteger a las embarazadas necesitamos políticas que reduzcan las tasas de desempleo juvenil, que faciliten la independencia económica de los jóvenes y su acceso a la vivienda, para que no estén aún a los veinticinco años en casa de sus padres y buscando su primer trabajo decente.

Así, sí que protegeríamos a las embarazadas y facilitaríamos el freno de ese envejecimiento poblacional que tanto preocupa salvo cuando hay que arremangarse de verdad, rascarse el bolsillo y apartar mentalidades políticas propias de hooligans para trabajar con partidos de la oposición por el bien común de toda la sociedad.

No es obligatorio tener hijos, tampoco es un derecho, pero puede resultar imposible no desearlos por encima de cualquier cosa

No es la primera vez que lo cuento en doce años de blog. Hay mujeres que me consta que tienen claro que quieren ser madres desde siempre. No fue mi caso. Yo no supe si quería tener hijos durante mucho tiempo. Siempre me resultó curioso cómo hay personas que lo tenían tan claro, para las que el deseo de perpetuarse es tan fuerte, mientras que otras incluso lo rechazan de plano. ¿Instinto? ¿Deseo razonado? ¿Presión social? ¿Recorrer sendas conocidas? ¿Cumplir sueños idealizados?

Yo andaba entre una y otra postura. Tener una pareja estable que sí los quería fue muy importante para decidirme a tenerlos. Si hubiera estado con un hombre que no quisiera transitar el camino de la paternidad o no hubiera tenido pareja, tal vez no hubiera sido madre. Y no hubiera pasado nada. Elegir no tener hijos no es antinatural, no es de egoístas, no es algo de lo que arrepentirse.

GTRES.

Recuerdo haber afirmado ante mi pareja y ante amigos íntimos, una vez que ya había decidido que deseaba ser madre, que si por lo que fuera no podía serlo, no tendría hijos. Que no tenía ninguna intención de que un proceso de adopción o un tratamiento médico fueran protagonistas de mi vida.

Creo sinceramente que no pasa nada por no tener hijos, que una vida puede ser igual de completa y satisfactoria sin ellos, por mucho que para mí ahora no haya nada más importante, nadie a quien quiera más.

Lo decía convencida a mis casi treinta años. Creo que probablemente hubiera sido así, hubiera perseguido la felicidad renunciando a ser madre. Pero es imposible saberlo con certeza. También hablaba convencida de otros asuntos que hoy día ya no veo de la misma manera. Realmente, no sé qué hubiera pasado si me hubiese visto en la tesitura contemplar cada mes el embarazo que no llega. He visto ese sufrimiento en gente cercana y sé lo relevante que puede llegar a ser, lo mucho que te puede llegar a afectar.

Estos días, en el debate de la gestación subrogada (del que ya os dije hace algún tiempo que no tengo opinión definitiva y creo tener derecho a no tenerla), los contrarios a esta práctica recuerdan con frecuencia que ser padre no es un derecho, que hay ya muchos niños en el mundo.

Todo cierto, pero todo demasiado frío. La pura lógica nunca va a ser un argumento válido en situaciones así.

El instinto, el dolor, el deseo, las expectativas repetidamente frustradas… son fuerzas poderosas que nos pueden transformar o llevar a hacer cosas que nunca hubiésemos creído.

Tal vez se pueda aprender a olvidar ese sueño de ser madre o ser padre en muchos casos y mirar hacia delante sin renunciar a ser feliz. Yo creo que sí. En algunos con relativa facilidad, en otros con ayuda especializada. Tal vez resulte lo más conveniente para todos, algo sobre lo que se debería trabajar, facilitando a esas parejas soporte psicológico desde casi el primer momento en el que empieza a doler el deseo truncado, para entender que la vida nunca te lleva por el camino que tú habías trazado, incluso aunque hayas sido padre. Yo tengo un hijo con autismo. Eso no es algo que yo hubiera contemplado en mi imaginaria foto de familia cuando quise ser madre.

Pero al final siempre hay que querer, hay que estar convencidos de asumir y trabajar esa renuncia. Y no todo el mundo en esa situación va a querer, ni mucho menos.

Sinceramente, creo que poner la pelota sobre el tejado de esas parejas que tanto desean tener hijos es injusto y equivocado, por mucho que ellos sean el detonante de esa industria creciente y polémica. Culpar el impulso movido por el dolor será fácil, igual que lo es recordarles los muchos niños que hay en el mundo o que no pasa nada por no tener hijos, puede llegar a ser hasta mezquino.

¿Qué hacemos entonces con la gestación subrogada?

Os recomiendo leer todos los contenidos que está elaborando mi compañera Amaya Larraneta, tras pasar varios días en Ucrania hablando con todas las partes implicadas en la gestación subrogada.

«Lo de que la ansiedad por dejar el tabaco es peor que fumar un poco en el embarazo es una leyenda urbana»

Recupero este jueves, Día Mundial sin Tabaco, el mensaje de que es preciso acabar de una vez con ese mito de que la posible ansiedad es peor que dejar de fumar.

Hay por ahí flotando una máxima que es una leyenda urbana (digo casi porque seguro que hay algún ginecólogo o matrona que lo dice aunque yo no haya sido capaz de encontrarlos) y que todos habéis oído: “Yo no he dejado de fumar en el embarazo porque el estrés que produce es peor para el bebé que el tabaco”.

Si estás embarazada o planeas estarlo deberías hacer todo lo humanamente posible por dejar de fumar. Tengo una amiga que lo logró imaginándose a su bebé con un cigarrillo entre los labios. Da igual el método, hay que intentarlo, buscando ayuda si es preciso.

No es cierto. En muy pocos casos eso puede ser verdad. Y para comprobarlo habría que intentarlo y no agarrarse a ese dicho como a una tabla salvavidas.

(GTRES)


Hace un año hablé con distintos expertos para elaborar un contenido sobre la muerte súbita del lactante y cómo evitarla. Y, claro, salió el tema del tabaco. Surgió hablando con la doctora Isabel Izquierdo Macián, neonatóloga y  coordinadora del Comité de Muerte súbita Infantil de la Asociación Española de Pediatría, cuya labor es estudiar la muerte súbita y, sobre todo, prevenirla.

Al recorrer con ella las recomendaciones a seguir para intentar sortear al fantasma terrible de la muerte súbita, me dijo: «La madre no debe de fumar ni un cigarrillo en el embarazo, altera los ganglios que hay en la base del cerebro, una zona que regula los despertares. Y prohibido también en el ambiente en el que el niño cohabita».

Cuando le comenté que abundaban las embarazadas que sostenían que era mejor encender algunos cigarrillos antes que dejarlo del todo porque la ansiedad de quitarse el vicio es más perjudicial para el niño que fumar un poco, no daba crédito a que hubiera ningún obstetra que refrendase esa leyenda urbana, bastante extendida y de la que hablé en este blog hace casi diez años.

Al compartir ese extenso reportaje en redes sociales me encontré con que @Nutri_Daniel destacaba precisamente esas pocas líneas:

Y pensé que tenía razón, que el tema merecía más que unas pocas líneas, así que me fui a las recomendaciones para embarazadas de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia:

Durante el embarazo debe evitar las bebidas alcohólicas y el consumo de otras drogas por ser perjudiciales para usted y, especialmente, para su hijo. Igualmente resulta nocivo el consumo de tabaco, por lo que si es fumadora deberá dejar de fumar.

Lo dejan clarísimo: si es fumadora deberá dejar de fumar. Pero lo mismo es una recomendación tan parca que los hay que achacan que hay letra pequeña que no estoy contando, así que contacté con Sofía Fournier, ginecóloga en Salut de la Dona Dexeus, en el Hospital Universitario Quirón Dexeus, un centro pionero en la obstetricia moderna, y autora del libro ¡Voy a ser mamá! ¿Y ahora qué?.

Obviamente lo mejor en el embarazo es cero tabaco. El tabaco obstruye la circulación arterial, puede favorecer la aparición de microinfartos placentarios, la preeclampsia, hay una asociación directa con el nacimiento de bebés más pequeños de lo normal. Esa leyenda urbana no es verdad. A una gran fumadora de 20 cigarrillos lo más que yo le puedo decir es «no te agobies si fumas 1 o 2 cigarrillos». Pero no por la ansiedad por dejar de fumar, que no va a afectar en absoluto al feto.

Y la doctora Fournier añade el alcohol a la ecuación:

La leyenda urbana es similar con el alcohol: «Me ha dicho mi ginecólogo que por una copita de vino no pasa nada». Alcohol cero. Tiene un papel muy importante en la migración de las neuronas. Agrede a la formación del sistema nervioso central.

Cuando pregunto si cree que puede haber algún ginecólogo que sí que haga esas recomendaciones, asiente, pero refiriéndose al alcohol:

 Mi madre es ginecóloga y entonces sí se decía que por una copa no pasaba nada. Y ella a mí me ha dicho: «yo bebí alguna de vez en cuando y mira lo lista que me has salido, que eres médico». Seguro que hay algún profesional desactualizado que sigue recomendando estas cosas, aunque sea nuestra obligación actualizarnos. A ver, que por tomarse una cerveza puede que no vaya a pasar nada. Pero mejor si se puede evitar.

Y para cerrar el asunto contacté con la doctora María Alcázar, especialista en diagnóstico prenatal y diagnóstico de bajo peso ecográfico, que también tuvo la amabilidad de contestarme.

Me he encontrado con esa leyenda urbana muchas veces. Lo dicen las madres fumadoras y siempre hay algún médico que les ha dicho que es mejor fumar un poco a la ansiedad dejarlo. Es totalmente falso. Ni siquiera un médico fumador lo diría. Es una leyenda urbana. El tabaco no produce una dependencia tan física como otro tipo de droga, es psíquica. No hay un síndrome de abstinencia y una calada ya afecta al feto, está totalmente comprobado. Veo que el niño es pequeño en la ecografía y te dicen «solo fumo tres cigarros». Pero es que el feto se fuma el triple.

El tabaco es para mí maltrato infantil, es una violencia al feto. Fumar en el embarazo es robarle el oxígeno. Es muy parecido a no darle suficiente de comer cuando nazca. Tienen más riesgo de tener problemas de tiroides, obesidad, diabetes… Problemas endocrinos que vienen del cerebro. El tabaco también entraña más riesgo de desprendimiento de placenta y muertes fetales y de prematuridad.

¿Qué es lo que sucede con esas embarazadas que han seguido fumando y se encuentran con algún problema en la ecografía?

La mayoría de las mujeres dejan de fumar cuando están buscando el embarazo. Es lo ideal porque el tabaco disminuye la fertilidad mucho. Hay muy pocas mujeres que siguen fumando en el embarazo. La leyenda urbana de que la ansiedad es peor es un autoengaño, pero hay gente que se autoengaña y sigue fumando, y en cuanto le dices que el niño es pequeño o ves arterias obstruidas en el útero o que le pasa algo a la placenta, la mayoría sí que se asustan y dejan de fumar. Pero eso no hace que se revierta la situación.

Y la doctora Alcázar recuerda otros mitos existentes, relacionados con el tabaco aunque no con la maternidad, que también comedirá erradicar.

Otra leyenda dice que si fumas menos de cinco cigarrillos al día no vas a tener ningún efecto de salud. Y hay otra que dice que cuando llevas un año sin dejar de fumar ya no vas a tener ningún problema relacionado con el tabaco.

¿Quieres tener hijos? ¿Cuánto sabes sobre embarazo, lactancia y crianza del recién nacido?

Un tercio de las madres puntúa por debajo del 4 sobre 10 sus conocimientos sobre embarazo, lactancia y crianza del bebé antes de la llegada de su primer hijo. De manera parecida se titulaba la nota de prensa de Danone Early Life Nutricion que he recibido recientemente, y que también concluía que un 68% de las madres españolas confiesa sentirse insegura después de dar a luz.

Son datos apoyados en una muestra poco representativa (apenas 130 madres, todo hay que decirlo), pero no dudo que haya bastante de verdad tras esta afirmación. Por mucho que nos lancemos a la maternidad y la paternidad cargadas de lecturas, nos sentimos a veces gigantes con pies de barro.

«Mi prima dice que me puede regalar una maxi-cosi. ¿Qué demonios es eso?». «¿El humidificador es necesario?». «He leído en unos sitios que al cordón umbilical del bebé hay que ponerle alcohol y en otros que nada, ¿con qué me quedo?». «¿Debo esterilizar las cosas del bebé o no?». «¿Qué demonios es eso del baby lead weaning?».

No sé qué habría respondido yo antes de tener a mi primer hijo, probablemente que sabía muy poco sobre embarazo, lactancia y crianza. En gran medida por la falta de niños pequeños en mi entorno. Y cuando ya estaba decidida a tener hijos y había leído al respecto, tampoco sé cómo habría podido valorar mis conocimientos. Ahora, a posteriori, sí que sé que había mucho que no sabía y que no sabía que no sabía. Mucho que creía saber y también desconocía. Mucho instinto agazapado para salir y que debe ser escuchado.

He decidido, traducir todo eso en el primer trivial que elaboro para este blog (otros compañeros blogueros los hacen con frecuencia, os recomiendo los trivials históricos de David Yagüe y los literarios de Regina exLibris). Un trivial al que sobra decir que están invitados todos aquellos interesados en sumergirse en la maternidad o la paternidad.

Sí, madres y padres, que en el texto que ha inspirado todo esto solo se habla de madres y maternidad, pero va siendo siglo ya de cambiar también eso, incluso desde la elaboración de notas de prensa.

¿Tenías más despistes durante el embarazo? Pues es normal

Yo sí. En mi entorno la mayoría de las mujeres que conozco, también. Sobre todo al final del embarazo. Y puede llegar a sorprender, porque parece lógico que con la barriga una esté más torpe, más somnolienta, las digestiones se alteren… ¿Pero el cerebro? ¿Por qué iba a verse afectado? Lo cuentas y los hay que lo consideran una excusa.

Pues sucede. Sobre todo en el tercer trimestre nos desmemoriamos. Esto lo escribí en 2009, cuando estaba embarazada de Julia:

En mi anterior embarazo iba al trabajo en transporte público. Pero entre uno y otro nos trasladaron y ahora vengo a trabajar en coche. Y no tengo plaza de garaje ni en el trabajo ni en casa. Siempre, a lo largo de más de dos años, he recordado sin problemas dónde había aparcado. Suelo tener buena memoria a corto y medio plazo.

Pues ayer me pasó por vez primera salir de casa a las siete de la mañana y lloviendo en dirección al sitio en el que había creído haber aparcado y encontrarme que no estaba mi coche. ¿Dónde demonios lo había aparcado? Tuve que esforzarme para recordarlo.

Y ese mismo día al salir de trabajar, nada más pisar la calle tuve que volver en busca de mi móvil. Cosas así últimamente me pasan más a menudo.

Son sólo despistes sin importancia. Pero me han recordado eso que los guiris bautizaron como «cerebro de placenta«.

En castellano no lo he oído nunca, pero en foros y páginas de maternidad inglesas y estadounidenses es habitual que se refieran a ello como una de las características del tercer trimestre.

Con esa expresión tan poco afortunada de cerebro de placenta (al menos a mí me lo parece) se refieren a que al final del embarazo estamos más despistadas, nos cuesta más concentrarnos y es más fácil vernos pensando en las musarañas.

Según Ros Crawley de la University of Sunderland, entre el 50% y el 80% de las embarazadas aseguran tener problemas de memoria y concentración, aunque no de importancia. Como los míos vamos.

Por otro lado, hay otro informe circulando por ahí de la Universidad de Richmond que dice que la maternidad tiene efectos positivos sobre la pérdida de memoria en la vejez.

Vete a saber.

En aquel entonces preguntaba desde este blog: ¿Creéis que es cierto? ¿Os pasó?. Pues bien, un estudio australiano acaba de confirmar que es algo real. «El funcionamiento general de las funciones cognitivas, la memoria y el rendimiento ejecutivo de las mujeres embarazadas es significativamente menor que en las mujeres no embarazadas, tanto en general como en particular durante el tercer trimestre», según un afirman neurocientíficos de la Universidad Deakin de Australia, que analizaron los casos de 1.230 mujeres, de ellas 709 embarazadas, y que ha sido publicado en la revista The Medical Journal of Australia.

Así continúan:

La coautora del estudio, Linda Byrne, indicó que «las diferencias se establecen dentro de los niveles de funcionamiento normal, no se trata de dificultades significativas, y las diferencias más obvias se dan en el área de la memoria, tal como se quejan las mujeres». Los investigadores consideran que es necesario realizar más investigaciones para determinar el impacto en la calidad de vida y el trabajo en las mujeres gestantes de la «amnesia del embarazo» que se manifiesta en incidentes como el olvido de dónde se dejaron las cosas o la concertación de citas.

Así que nueve años después no tiene sentido ya preguntar si será real eso del cerebro de placenta. Habrá que limitarse a ser más consciente de que estos despistes pueden pasar (por suerte ahora hay incluso apps que nos recuerdan dónde hemos aparcado el coche), saber a qué se deben y reírnos con los más divertidos e inocuos.

Y a afirmar ante los incrédulos que la culpa es del embarazo y que todo volverá a la normalidad.

(GTRES)

Mejor hubiera sido pedir disculpas por exigir esos tests de embarazo antes de hacer el contrato

Creo que es algo común a muchos padres. Cuando tu hijo hace una trastada y le pillas, lo que más valoramos es una disculpa sincera. Uno de esos «lo siento, no lo haré más». Si el niño intenta salirse por la tangente, negar lo evidente, echar la culpa a otro o al menos compartirla, la cosa es peor.

No pasa nada por reconocer que has metido la pata, por asumir la culpa, aprender de ello y avanzar procurando no meter la pata. Todos lo hacemos. Nadie pasa por esta vida sin errar unas cuantas veces.

Algo que también es aplicable a los adultos. Algo que también es aplicable a las empresas.

Ojalá Iberia hubiera obrado de esa manera tras recibir la multa de 25.000 euros por una infracción grave al exigir una prueba de embarazo a las mujeres antes de contratarlas. «Nos hemos equivocado. Ha sido un error. Nuestras disculpas».

La empresa en cambio ha reaccionado alegando que lo hacía por el bien de las mujeres a las que iba a contratar, por su salud y la del niño:

Hola. En relación con lo publicado en vuestra edición online, en Iberia abogamos por la protección de nuestros trabajadores y así mismo, del personal a contratar. La inclusión de este tipo de pruebas se hacía con el objetivo de no asignar tareas que pusieran en riesgo la salud de la aspirante ni la del bebé que espera (aplicando el caso) sin limitar las posibilidades de ingresar a nuestra compañía. De hecho, nunca se ha dejado de contratar a una mujer por estar embarazada, y tenemos ejemplos que lo demuestran. Sin embargo, se ha tomado la decisión de no incluir a partir de ahora dicha prueba durante el reconocimiento médico, confiando en la responsabilidad de cada mujer contratada el comunicarlo si se le asignan tareas que involucren riesgos durante el embarazo, para que se le cambien temporalmente las funciones. Un saludo.

Muy mal. ¿O es que acaso hacía electrocardiogramas a todos los potenciales empleados? ¿Les pedía historiales médicos completos a todos? ¿Análisis de sangre? ¿Exámenes del estado de su oído interno? Hay muchos motivos por los que subir a un avión puede ser un problema. Pero parece que solo hay uno en el que no basta con la palabra dada.

Es más, me gustaría saber si en esas entrevistas no cayeron las típicas y lesivas preguntas, aún tan frecuentes, sobre el estado civil, el deseo de ser madre o la edad de los hijos que ya se tienen.

Con lo fácil que es pedir perdón…
Espero que, al menos, haya aprendido del error.

No tengo una opinión clara respecto a la gestación subrogada, y creo tener derecho a no tenerla

Os voy a confesar que no tengo una opinión clara respecto a la gestación subrogada, y creo que tengo derecho a no tenerla. Mejor dicho, que tengo derecho a tomarme mi tiempo para tenerla.

Escucho a gente que aprecio, que considero buena y justa, con criterio, posicionarse con virulencia a favor y en contra. Sobre todo en contra, la verdad. Pero de todo hay. Y ahí estoy yo. Aún rumiando, incapaz de formular juicios definitivos. Será que soy lenta. Será que soy demasiado aristotélica. Tal vez sea por ser empática hasta niveles casi enfermizos. No lo sé…

Escucho a personas que se oponen, que hablan con razón, porque se está dando, de la explotación de mujeres en países pobres. Que lo comparan con la trata con fines sexuales, una lacra execrable y extendida. Y yo no quiero eso. Por supuesto que no. Nadie con un ápice de bondad estaría de acuerdo con esa nueva forma de abuso del cuerpo de la mujer. Gestar y entregar un hijo contra tu voluntad u obligada por las circunstancias pero sufriendo la huella que eso te dejará es una monstruosidad. Aunque me da miedo estar aplicando la óptica del primer mundo, nuestra óptica de necesidades básicas cubiertas, a realidades ajenas, mucho más broncas. No querría caer en eso, en juzgar sin comprender, igual que no quiero no se puede mirar la Historia y entenderla con ojos modernos.

Escucho a personas que lo quieren posible pero bien regulado, que dicen que una mujer debería poder elegir libremente y respaldada por las leyes si desea embarcarse en algo así. Con buenos controles, en el mismo país, con evaluaciones psicológicas y garantías jurídicas. Y suenan razonables pero sé que hay mucho que se me escapa, que es imposible legislar sin agujeros.

Escucho a gente que asegura que no se puede pensar solo en las mujeres, que es ya es una realidad que está aquí en forma de bebés. Ya están llegando niños nacidos así a diario que se encuentran en un vacío legal y que eso no puede ser. Niños en los que también hay que pensar y para los que sería injusto y cruel crecer con el runrún del ‘fue bebé comprado’ como compañero. Un vacío legal, por otro lado, que no beneficia tampoco a las mujeres gestantes. Una cosa es lo que nos gustaría que fuera la realidad y otra la realidad existente y que hay que manejar lo mejor posible.

Escucho a otros que defienden que la adopción debería ser la respuesta, que perpetuar nuestros genes no es algo imprescindible. También tienen razón. También de nuevo hay ‘peros’. La adopción no es ya que no sea barata, es que con frecuencia es imposible. Tanto dentro de nuestras fronteras como fuera de ellas. Y la adopción internacional también tiene muchas sombras.

Escucho a personas que aseguran que no es obligatorio tener hijos. Por supuesto que no lo es. Pero también conozco de cerca el dolor del deseo profundo y frustrado de ser padre o madre y hasta qué punto puede romperte por dentro.

Escucho a los que lo plantean como una lucha de clases globalizada
. Parejas ricas que desean ser padres y se benefician de la situación de pobreza e indefensión de muchas mujeres. Aseguran que jamás una mujer sin necesidades económicas se ofrecería para gestar un bebé ajeno por una simple cuestión altruista. Pero yo tengo dos parejas de amigos, una homosexual y otra heterosexual, que si me pidieran gestar a su hijo me plantearía muy seriamente decirles que sí, no por dinero, sino por amor y amistad. No sería un vientre de alquiler. Sería un regalo. Esos casos son posibles, raros sí, pero posibles en cualquier estrato. En situaciones así… ¿Por qué no?

Escucho también a gente que se enoja cuando les digo que es un tema complejo y que no lo tengo claro. «¡Cómo es posible!», me dicen. Se enfadan con los que necesitamos tiempo y no lo vemos tan fácil para posicionarnos como ellos.

Pues reivindico mi derecho para reflexionar; para hacerlo y evolucionar mis conclusiones, porque todo lo que antes he expuesto, muy resumido, no son las únicas aristas que veo.

No sé qué es mejor. No estoy escribiendo para dar una solución, no la tengo. Escribo dudando, sabiendo que puedo cambiar de opinión mañana. Escribo porque me sorprenden un poco las opiniones tajantes, pero tal vez yo mañana tenga una igual de drástica.

Hoy no: hoy exijo mi derecho a esperar sin que se me lancen a la yugular; a reflexionar más sobre mi posicionamiento respecto a esta realidad reciente y caleidoscópica, sin que me fuercen a dejar que otros piensen por mí solo por haber llegado antes a sus propias conclusiones.

PIXABAY