Una amiga ha formado parte de un proceso de selección justo esta semana para un puesto para el que está perfectamente cualificada. Mientras me hablaba sobre ese posible trabajo, me contó que como parte del proceso de selección tuvo que entrevistarse brevemente con uno de los responsables del área de esa empresa del sector informático y, llegado un punto, se produjo la siguiente conversación.
– ¿Puedo hacerte algunas preguntas personales? ¿Estás sola? ¿Tienes familia?.
– Estoy divorciada y tengo dos hijas.
– ¿Qué edad tienen tus niñas?. ¡Ah!, once y catorce años. A esa edad ya no se ponen malos todo el rato, ¿verdad?.
Es rarísimo que yo diga tacos, tanto que cuando lo hago todo el que me conoce y me escucha me mira extrañado. Según la escuché se me escapó un “¡Qué hijo de puta!”.
Porque sí, porque lo es. Sabe que es una pregunta inadecuada y aún así la hace. Fórmula una pregunta injusta que no haría a un hombre. Y es una pregunta que muestra lo cargado que tiene el cerebro de prejuicios.
Sí, son prejuicios porque está equivocado. Sé bien lo que hablo. Llevo varios años encargada de anotar en un sistema informático todas las guardias, libranzas, días por enfermedad y permisos de toda la redacción y no se aprecia ninguna diferencia entre aquellos trabajadores que tienen hijos y aquellos que no.
Es inevitable que recuerde que en enero de 2008, hace casi una década, una mujer de mi familia ya me contó algo semejante:
Esta persona acaba de regresar a España sobradamente preparada después de más de una década viviendo, estudiando y trabajando en el extranjero. Ha vuelto con sus dos hijos pequeños. A los tres días de llegar ya tenía una oferta trabajo.
El empresario, mientras la contrataba, le dijo que lo único que no le gustaba de su perfil es que era madre de hijos pequeños, que esperaba que no faltase al trabajo.
Un comentario que sobra se mire por donde se mire. Ya le había dado el trabajo, así que calladito estaba más guapo.
Y ella ha conseguido el puesto. Cuántas habrá que se han quedado fuera por ser madres… no quiero ni imaginarlo por que se me calientan los cascos.
Entre aquella entrevista de trabajo de hace casi diez años y la que se ha producido recientemente y de la que os he comenzado hablando en este post, he conocido más comentarios semejantes en alguna que otra entrevista de trabajo a madres recientes o a mujeres en edad de ser madres.
Parece que no hemos avanzado mucho desde 2008:
No me imagino a ese tipo de empresarios españoles, que por desgracia aún hay demasiados, diciendo de un candidato hombre cosas como:
“Lo único que no me gusta de tu perfil es que tienes hijos pequeños, eres asmático, un juerguista, toda tu familia vive a 800 kilómetros, tienes a tu anciana madre enferma… espero que no faltes mucho al trabajo”
Me sulfuro. No puedo evitarlo. La mayoría de las madres trabajadoras que conozco son tan productivas o más que sus compañeros varones o que otras mujeres sin hijos. Y lo son en parte porque son muy conscientes de que con frecuencia las vigilan más por su condición.
¿Cuándo dejaremos de escuchar comentarios así? ¿Cuándo las entrevistas de trabajo de las mujeres jóvenes y las madres recientes serán iguales a las de los hombres jóvenes o los padres recientes?