Archivo de marzo, 2017

‘El niño (con autismo) que quería construir su mundo’, y el padre que lo necesitaba desesperadamente

Cuando el libro de Keith Stuart llegó a la redacción era casi inevitable que acabara sobre mi mesa.

En El niño que quería construir su mundo (Alianza Literaria) el protagonista es el padre de un niño con autismo que encuentra la manera de conectar con él gracias a Minecraft, uno de los videojuegos que más éxito ha tenido en los últimos años.

Era inevitable que acabara sobre mi mesa y que yo me sumergiera en la historia creada por Stuart, redactor jefe de videojuegos en The Guardian que también tiene un hijo con autismo y que ha novelado su experiencia en primera persona pero cogiendo distancia.

Tengo ciertos aspectos en común con el autor que me resultaba imposible obviar mientras avanzaba por sus primeros capítulos. Durante un tiempo parte de mi trabajo consistió en escribir sobre videojuegos. También los defiendo y veo como una forma de entretenimiento que puede ser muy positiva y como una expresión artística. Tengo un hijo con autismo de una edad similar. Y he escrito una novela que arranca con un padre de un niño con discapacidad que ve su matrimonio resquebrajarse.

Pero mi hijo se parece muy poco al suyo. Sam está en lo más alto del espectro autista. El diagnóstico llegó muy tarde en su caso. Es capaz, con dificultades, de hacer amigos. Se expresa perfectamente, aunque con peculiaridades. Sueña con ser arquitecto. Es muy rígido en determinados aspectos, tiene problemas de comportamiento, socialización y para manejarse en ambientes bulliciosos, desestructurados. Me encuentro con frecuencia que los protagonistas con autismo de las novelas suelen parecerse a Sam más que a mi hijo, que no habla, al que no podemos soltar la mano por la calle, que siempre será dependiente, que es feliz, que es flexible…

Jaime se parece a Sam tan poco (tanto en su carácter como en la manera en la que se manifiesta el autismo en él) como probablemente mi trabajo escribiendo sobre videojuegos se diferencia del suyo. O como mi novela, terminada y aún sin publicar, con El niño que quería construir su mundo, que más que la historia de niño con autismo de alto funcionamiento es la de un hombre en la treintena tocando fondo para luego empezar a levantarse, y que encuentra un nexo de unión con su hijo, al que teme y del que huye, gracias a Minecraft.
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‘Los pitufos, la aldea escondida’, para pasar un buen rato en familia sin más trascendencia

Los Pitufos, la aldea escondida, se estrena este viernes 31 de marzo en España. Tan azules ellos, llegan a los cines además el fin de semana más azul el año. Este domingo es el 2 de abril Día Internacional de la Concienciación sobre el Autismo, el día que muchos edificios emblemáticos se tiñen de azul y se invita a la gente a vestir de ese color y colgar globos azules en sus ventanas y balcones.

Julia y yo tuvimos ocasión de verla el sábado pasado. Y no os voy a decir nada que probablemente no imaginéis: no es una película que vayamos a ver nominada a un Oscar dentro de un año, pero su factura es correcta y sí que resulta entretenida. Se trata de una de esas películas con la que puedes pasar un rato agradable en familia comiendo palomitas sin más trascendencia, que no es poco.

Ha sido un acierto que la cinta, dirigida por Kelly Asbury, haya obviado la línea que traían de combinar animación y acción real y que vuelva a ser por completo de animación. La historia se centra en Pitufina, protagonista indiscutible que se siente diferente, no tanto por ser la única chica en un pueblo entero de pitufos masculinos, sino por no entender qué es lo que tiene que ser, cuál es su propósito, y por haber sido creada por Gargamel en lugar de haber nacido como el resto de pitufos que en su nombre ya indican lo que son: bromista, cotilla, gruñón…

¿Cómo nacen los pitufos, por cierto? Ni idea.
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«Carta a la mujer que llamó «loco» a mi hijo con autismo»

Los niños con autismo no van en silla de ruedas, no tienen rasgos físicos que los definan a primera vista, no van con un cartel que ponga «autismo» en la espalda.

Los niños con autismo aparentemente son niños como cualquier otro (y en el fondo, aunque esa es otra historia). Sobre todo en los casos de más alto funcionamiento. Mi hijo, que tiene un grado de afectación importante, a poco que se le observe un buen rato, enseguida se delatará por sus estereotipias, sus vocalizaciones y su comportamiento, pero él también pasa desapercibido con frecuencia.

Esto que os cuento de los niños con autismo también es aplicable a otros tipos de discapacidades invisibles, que no dan la cara, que no se ven desde el primer momento que se les pone el ojo encima.

Por otro lado, hay mucha gente muy dada a criticar el comportamiento ajeno con inusitada velocidad. Sobre todo si ese comportamiento procede de un niño. No se paran a pensar que tal vez haya mucho que se les escape, que tal vez tras ese niño y esos padres haya más de lo que parezca. Miradas de censura, consejos más o menos bien o malintencionados, reproches, conflictos… son el pan nuestro de casi cada día. «Ese niño maleducado», «esos padres consentidores», «parece mentira», «menudo espectáculo», «esa rabieta a esa edad es porque lo tienen muy mimado», » fuera mi hijo lo arreglaba en un momento»…

A mí me resulta ya muy fácil ignorar a la gente en esas circunstancias. No les presupongo maldad, solo un juicio precipitado y falto de información. La mayoría de las familias con niños con autismo que conozco también han aprendido a pasar. No todas.

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¿Cómo son los cuentos de Disney adaptados con pictogramas de la editorial GEU?

Hace ya bastante, antes de las navidades, Disney tuvo la cortesía de enviarme varios títulos de la nueva colección de cuentos adaptados que lanzó sobre algunas de sus películas más exitosas la editorial GEU. Una editorial muy interesante con mucho material adaptado cuya página os recomiendo visitar si amáis o trabajáis con personas con discapacidad que necesitan material pensado para ellas.

Lo primero que querría destacar es que la colección Disney Cuentos accesibles para todos es un esfuerzo que hay que agradecer. Todo lo que se haga para proporcionar material con el que trabajar, estimular y entretener es bienvenido.

Cada caja contiene un cuento, tarjetas ilustradas y tarjetas con pictogramas. Tienen un precio recomendado en la web de la editorial de 14,96 euros. La calidad de impresión y de los materiales son buenas. Cada título incluye una App gratuita basada en la lengua de signos en Sistema Bimodal, que reconozco no haber probado.

He tardado en hablar de estos cuentos porque Jaime, mi hijo, está lejos de poder disfrutarlos. No son cuentos para todas las personas con autismo o discapacidad intelectual en absoluto. El nivel cognitivo y los intereses de cada niños va a condicionar mucho la utilidad y el uso de los libros. Jaime nunca ha mostrado interés por los pictogramas, yo tengo la íntima convicción de que no es un pensador visual, no al menos como muchos otros chicos con autismo. Y está aún lejos de iniciarse en la lectura.

Según comencé a verlos en casa pensé que eran cuentos para chicos que sí se apoyen en pictos, mejor aún si ya empezaban a leer, así que los llevé a un colegio especial, específico para niños con autismo (gracias Fundación Aucavi), para que los profesionales que allí hay pudieran trabajar con ellos con los alumnos a los que sí resultan útiles.

Eso han estado haciendo este tiempo y han tenido la amabilidad de darme sus impresiones, que hoy os traigo.

La colección consta de adaptaciones de La sirenita, Frozen, La bella y la bestia, Toy Story, Bambi, Blancanieves, Buscando a Dory, Cars, El libro de la selva y El rey león. Son personajes muy conocidos y muy atractivos para muchos niños, que pueden motivarles mucho. Así me lo reconoció la profesional de Aucavi que me trasladó sus impresiones, «hemos repartido los cuentos en función de los intereses de los niños». Me hablaba de un niño en concreto, loco por Cars y que conocía la historia todos los personajes.

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El deporte infantil no debería ser un campo en el que sembrar rivalidad, agresividad, frustración y presión

Vergüenza me da la repetición periódica de episodios lamentables como el de este fin de semana:

Os recomiendo encarecidamente la carta que ha escrito mi compañero Isra Álvarez a los padres que llevan a sus hijos los domingos al fútbol, que suscribo de principio a fin, y el artículo de mi otro compañero Dani Mateo, Domingos de furia… ¿Hay solución para la lacra de los padres violentos del fútbol base?.

Y recuerdo un post que escribí hace año y medio que iba en la misma línea. Recuerdo hoy un fragmento:

Mi santo hace años, cuando era poco más que un crío, entrenaba a chavales. Era baloncesto, no fútbol, y procuraba que todos los niños que entrenaba jugarán tiempos parecidos, que aprendieran pasándolo bien y sin obsesionarse por ganar, que ni se insulta al arbitro ni se juega sucio contra los rivales y que no pasa nada si se pierde. Pero muchos entrenadores y padres no compartían esa postura, ni siquiera con los niños más pequeños. Puede que algunos de boquilla sí, pero en el campo lo que se veía era otra cosa.

“No saques a Fulanito, que no da pie con bola”. “¿Por qué sientas a Menganito, que es el mejor del equipo?”. “¡Claro que es importante ganar!. ¡A machacarlos!”. “Mira al pequeñajo rubio del otro equipo, corre como una niña. Jajaja”. “De momento le pega bien, a ver si acaba en el Madrid y nos saca de pobres”.

De verdad, ¿tanto nos cuesta a los adultos entender que no debemos reírnos de los niños, presionarles, insultarles incluso? Y eso incluye a entrenadores y árbitros. Cuando estaba en primer año de la carrera tuve un amigo que tuvo que dejar de ser arbitro de fútbol en las categorías infantiles porque le decían de todo menos guapo. A un chaval de dieciocho años. ¿Tan complicado es entender que, efectivamente, el aprendizaje mas importante es otro? ¿Tan difícil es ser hombres y mujeres que demos un ejemplo positivo a nuestros hijos?

Yo no concibo la infancia sin correr, sin saltar, sin hacer deporte. Igual que sin reír o hacer amigos.

Pero tampoco la concibo como un campo en el que sembrar rivalidad, agresividad, frustración y presión, algo que por desgracia es habitual en muchos deportes a nivel infantil.

‘Padre e hijo’ de Mi Togawa, el amor, las alegrías y los retos de la paternidad hechos manga

Día del padre. Día también de abuelos y bisabuelos en nuestro caso (tengo la suerte de que uno de mis abuelos aún nos acompañe). Un día para vernos, pasarlo juntos y hacer algún pequeño presente, tener algún detalle que manifieste el cariño que nos tenemos.

Hoy os quiero hablar de uno de los regalos que ha recibido mi santo. Acompañando a una maqueta de un tanque de la Segunda Guerra Mundial, le hemos dado los dos primeros tomos de una manga precioso, dedicado por entero a la paternidad, al descubrimiento mutuo de un padre y un hijo.

Se llama Padre e hijo, Chichikogusa en su título original. Su autora es la ilustradora Mi Togawa y ha sido editado en España por Milky Way. Cada volumen cuesta 8 euros. Y hace ya bastante decidí que era un regalo de lo más apropiado en un día como hoy. Padre e hijo es un viaje al amor de un padre por su hijo y de un hijo por su padre.

La historia está ambientada en el Japón rural del siglo XIX. Torakichi es un joven boticario ambulante cuyo trabajo consiste en viajar sin parar llevando los medicamentos a sus clientes, medicamentos que conoce y prepara con frecuencia a partir de plantas. Su hijo tiene tres años y es un desconocido para él. Quedó viudo y de su crianza se encargó su hermana. Pero sus aventuras arrancan cuando decide afrontar la crianza de Shiro y llevarlo con él en esos viajes pese a la oposición de muchos que no ven que sea vida para un niño.

A lo largo de las casi doscientas páginas que tiene cada tomo iremos viendo como Torakichi aprende a ser padre, los retos que se va encontrando, las dudas que le surgen, cómo cambia su actitud y aprende a tener más paciencia y encarar la vida de manera más asertiva.

Pero también tenemos el punto de vista del pequeño Shiro, la devoción que desarrolla por su padre, la aparición de celos infantiles, las pesadillas nocturnas, el querer que le mimen, el miedo y la superación de la pérdida, la búsqueda de atención…

Padre e hijo es una deliciosa y ajustada plasmación de las reacciones infantiles, las inseguridades de la paternidad y el amor que lo sostiene todo.

Un manga de lo cotidiano en una época y un lugar que nos resultan exóticos. Pero por lejano que nos quede el tiempo y el lugar, la ropa que visten, los alimentos que toman y las fiestas que celebran, la relación entre un padre y su hijo pequeño no podría ser más cercana.

¡Feliz día del padre!

‘La bella y la bestia’, un perfecto homenaje al clásico de animación de 1991

Imagino que el titular no es demasiado original, que muchos de los que hablemos de esta película durante estos días nos expresaremos en términos parecidos, pero es que es inevitable destacarlo. La película que nos ha traído Bill Condon es extremadamente semejante a la de Gary Trousdale y Kirk Wise que logró una nominación al Oscar a mejor película en 1991.

El diseño de los personajes es heredero directo, igual que la concepción del vestuario, gran parte del guión, los guiños, los diálogos, los planos… Pero no es una copia, transcurre como un homenaje. Hay diferencias sutiles que, en su gran mayoría, enriquecen y modernizan la película. Noté tal vez innecesario todo el asunto de la madre de Bella y la escueta referencia al padre de Bestia, pero no es nada que lastre.

El elenco es espectacular. Luke Evans brilla como Gaston. Kevin Kline da vida a un padre creíble. Emma Watson logra que no eches de menos al dibujo animado, que no es poca cosa, moviéndose por un castillo que en ocasiones recuerda más a Hogwarts que al clásico de Dianey. Tener a Ian McKellen y a Emma Thompson es un regalo. Dan Stevens lo clava como Bestia (tras esta elección y la de la protagonista de La Cenicienta, está claro que los directores de casting de Disney han visto bastante Downtown Abbey). Ewan McGregor es una gozada dotando de personalidad a su candelabro, que se convierte en un robaescenas. Igual que Josh Gad, el personaje de LeFou manifiestamente homosexual y que supone un (estupendo y de agradecer) paso más de Disney a favor de la diversidad (algo que también se aprecia en la abundancia de parejas interraciales de la película).

Julia la disfrutó. Y yo también. Y creo que lo hará cualquiera que recuerde con cariño la película en la que la inolvidable Ángela Lansbury era la voz de la sabiduría hecha tetera.
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Cómo explicar a un niño la muerte de un animal

Antes de nada, os voy a pedir que leáis un viejo post. Se llama Una niña, un viejo gato, una historia de amor y lo publiqué aquí hace poco más de un año para explicar la maravillosa relación que tenían Julia y el buen y viejo Flash.

Porque este post trata de cómo he explicado a mi hija, que acaba de cumplir ocho años, la marcha inesperada y repentina de nuestro gato de oro, que llegó a nuestro hogar siete años antes que ella.

La tarde del miércoles, al volver del trabajo, nos encontramos con que a Flash le pasaba algo. Lo llevé al veterinario, pero su estado empeoraba rápidamente. Nos trasladamos a toda velocidad al hospital veterinario y las pruebas que le hicieron unidas al estado en el que ya estaba me hicieron tomar la decisión de regalarle el mejor final posible.

Y volví a casa pasadas las diez de la noche, con el transportín vacío, salvo por el peso de la pérdida, y conocedora de que tendría que hacer de tripas corazón para aguantar el tipo al día siguiente en el trabajo y después contarle a Julia, que se fue a dormir sabiendo que Flash estaba en el hospital, lo sucedido.

Una vieja y buena amiga, que es psicóloga, me escribió lo siguiente nada mas enterarse:

Los niños aprenden de lo que ven. Deben saber que es normal que les duela, deben sentirse comprendidos y arropados en su dolor, deben poder abrazarse a alguien y llorar a moco tendido todo lo que haga falta y más, deben saber que todo va a ir bien, que siempre tendrán a alguien que curará sus heridas y deben ver que papá y mamá, aunque también se ponen tristes, no se quedan en esa pena y avanzan y ríen y se acuerdan de Flash y de lo bonito que fue tenerle. Julia tendrá todo esto porque tiene la gran suerte de teneros.

Este jueves por la tarde, nada más volver a casa, me senté con ella en su cama y se lo dije. No le hablé de cielos ni de arcoíris, simplemente le conté que Flash estaba tan malito que le habíamos dejado dormir para siempre.

Lloró mucho, durante cerca de media hora. Ese llanto de la pérdida que todos conocemos y que te supera. Y la abracé y la dejé llorar, contándole que era normal estar triste, que yo también había llorado, pero que Flash había tenido una vida larga y feliz con nosotros y se había ido tranquilo.

A todo padre le duele ver a su hijo pasarlo mal, pero es un aprendizaje por el que tenía que pasar. Todo lo que vive tiene que morir. Vivir sintiendo, reconociendo el amor y la felicidad, implica sentir a veces también el dolor y la tristeza. Son las dos caras de la misma moneda.
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¿Cabinas de lactancia en la playa? ¿Nos hemos vuelto locos?

Hace una década, en Galicia.

Me pasa el jefe de actualidad de 20minutos una noticia que me deja estupefacta. Peñíscola instalará cabinas de lactancia en sus playas para el verano.

¿Cabinas de lactancia en la playa? ¿Pero de qué estamos hablando? ¿Nos hemos vuelto locos?

Vamos a ver, que no hay lugar en el que haya más tetas al aire que una playa española en verano. No hay lugar más fácil en el que dar el pecho que en una playa. Yo lo he hecho, sin el menor problema jamás por supuesto. Y el biberón no veo que entrañe más dificultad en la playa que en una cabina.

Si una es pudorosa, siempre tiene la opción de usar una toalla, una camiseta, el pañuelo de porteo o lo que sea que le venga en gana para que no se vea absolutamente nada. Cualquier cosa suena mejor que tener que alejarse bajo el sol de dónde se tenga asentado el campamento playero (que con frecuencia no es pequeño si se va con bebés niños pequeños) para meterse en una cabina en la que si no hay aire acondicionado tal vez te cuezas y si lo hay tal vez te agarres (tú o tu prole, que es aún peor) un buen catarro estival.

Y si vas paseando por el paseo marítimo, nada mejor que amamantar viendo el mar bailar y disfrutando de la brisa que trae o de una buena charla ante una bebida fresquita en una terraza.

Por otro lado, si las cabinas son para que otros playeros susceptibles no se molesten viendo tomar teta a un bebé, que se lo hagan mirar, que ya va siendo siglo. Dar el pecho es un acto natural que no tiene porqué esconderse y no debería resultar incómodo de ver, menos aún en un sitio que se caracteriza por mostrar carne a espuertas.

Que sí, que se agradecen las buenas intenciones e incluso puede parecer a priori buena idea, hasta que te paras a pensar un poco más en ella y en si no tendrán otro asunto mejor al que dedicar los presupuestos municipales.

Si es que verdaderamente acaban siendo cabinas como asegura el teletipo, por supuesto. Otra compañera en la redacción me dice que en Castellón hay zonas infantiles cerca de la playa, con apartado de juegos para los niños, y unas casetas de alimentación infantil con cambiador y nevera por lo que se ve. Con sillas cómodas no (las de plasticucho de terraza de toda la vida) y en un prefabricado poco apetecible, pese a estar impoluto en la foto por lo nuevo (me gustaría verlo un 20 de agosto a mediodía). Y con poca intimidad si eso es lo que se busca ya que puedes tener a otras peronas (y no penséis necesariamente en mujeres por favor) cogiendo el puré o cambiando un pañal. No obstante, a falta de saber cómo serán exactamente esas cabinas de Peñíscola, una solución como la de Castellón, aunque a mí personalmente siga sin gustarme, tal vez pueda resultar útil ocasionalmente a algunas personas.

Aunque yo nunca eché de menos nada de eso, teniendo la arena, el mar y el horizonte.

Toontastic 3D, una aplicación muy sencilla para que los niños creen sus historias de animación

La noticia de que Google había lanzado una aplicación que permitía que los niños creasen sus propias animaciones en tres dimensiones me llegó en enero y desde entonces me quedé con ganas de probarla. Y no solo yo, se me ocurrió contar a Julia que había una aplicación que permitía que hiciera sus series de dibujos, sus mini películas, y quedó desde entonces a la expectativa.

Unas expectativas que se han cumplido con creces. Ya hemos podido trastear y crear nuestras primeras historias con Toontastic 3D (heredera de Toontastic, que se lanzó en 2015), que es completamente gratuita y no tiene publicidad, tampoco requiere de registros de ningún tipo, y nos ha gustado tanto que me he decidido a recomendarla desde aquí.

Lo primero, está disponible en la Apple Store (iOS 9.0. o superior) y para Android (versión 5.0. o superiores), pero tiene que ser un cacharro razonablemente reciente. En nuestra vieja tablet de BQ no funciona por ejemplo. Es una de las razones por las que hemos tardado tanto en probarla.

Lo segundo: está en inglés, no tiene traducción al castellano. Pero es tan sencilla de manejar que no es necesario dominar el idioma. De hecho esa sencillez es una de las grandes virtudes de Toontastic. Los niños no se van a frustrar por tener que pasar por procelosos procesos hasta ver sus animaciones en marcha. Y pueden usarla siendo muy pequeños, probablemente a partir de tres años puedan defenderse con ella, pero también es divertida para los más mayores. Mi hija tiene ocho años.

El uso es muy sencillo. Nada más entrar nos da la opción de crear historias con tres escenas o cinco, aunque una vez seleccionada una de estas opciones luego nos va a permitir eliminar escenas para que sean una, dos o cuatro. Hay un buen número de escenarios prediseñados: en el espacio, la ciudad sumergida de la Atlántida, un barco pirata, una clase en un colegio… Son escenarios amplios, por los que los protagonistas de la película se van a poder mover y con cuyos elementos va a poder interactuar: los grifos sueltan agua al tocarlos, los globos terráqueos giran y los árboles dejan caer cocos.
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