Archivo de octubre, 2016

Skylanders da el salto a serie de animación en Netflix

En casa nos gustan los videojuegos, tenemos distintas consolas y creemos en que se puede sacar provecho, no solo entretenimiento, con los mandos en la mano. Entre los títulos favoritos de nuestra hija se encuentran los Skylanders, a los que juega en nuestra compañía desde que tenía cinco años.

Como ya os conté en su momento, es lógico que le entusiasmara. Son buenos juegos. Los niños no son tontos y distinguen un trabajo bien hecho como cualquiera. Tienen puzzles, enemigos que son hasta simpáticos (Caos es incluso achuchable), no hay sangre, no hay muertes, las figuras con las que se juega están muy bien hechas, con diseños atractivos y las aventuras tienen el nivel de dificultad perfecto para disfrutar sin quedarse encasquillados.

Mañana, 14 de octubre, se lanza un nuevo título de la saga de Activision, Skylanders Imaginators, aunque para saber de los videojuegos de Skylanders, mejor leer a Vandal, que hace ya muchos años que yo no me dedico a escribir de ocio electrónico.

Lo que yo quería comentaros es que pocos días después, el 28 de octubre, llegará una serie animada inspirada en el mundo de Skylands. Un camino similar al protagonizado con éxito por los videojuegos de Pokemon, algunas de cuyas películas y series también están disponibles en Netflix.

Como protagonistas de la serie, cuyo título es Skylanders Academy, tenían multitud de personajes a elegir, pero se han decantado por Spyro (un clásico ineludible), Eruptor, Stealth Elf, Jet-Vac y Pop Fizz. Y me da que sobre todo lo serán los tres primeros, ya veremos.

skylanders

Ahí tenéis al jefe de los malvados. ¿Es casi achuchable o no?

malvados

La dirige y produce Eric Rogers (Cuestión de pelotas), Justin Long (Ask Me Anything) pone la voz a Spyro, Ashley Tisdale (la rubita de High School Musical) a Stealth Elf y Jonathan Banks (Breaking Bad) a Eruptor. Y hay cameos sonoros de la talla de Susan Sarandon, Daniel Wu, Parker Posey o James Hetfield.

Os dejo con el tráiler, que acaba de presentarse en todo el mundo y que ha dejado a mi hija entusiasmada.

¿Qué te parece que las guarderías tengan webcam? ¿Y los coles e institutos? ¿Y los centros de educación especial?

En los baños no está permitido poner webcams (GTRES)

En los baños no está permitido poner webcams (GTRES)

Lo de poner webcams en las guarderías (mejor escuelas de educación infantil, ya lo sé), es un tema que arrancaba cuando fui madre por primera vez hace una década y que había avanzado unos cuantos pasos cuando lo fui de nuevo hace casi ocho. Dado que ni Jaime ni Julia fueron a guardería, la verdad es que tampoco es algo a lo que diera demasiadas vueltas.

Recientemente he sabido de una madre mucho más reciente que yo, que a este paso tendré que buscarme otro nombre, que sí que tiene a su hijo en una de estas guarderías con cámara. Mirando por encima de su hombro, por primera vez pude ver lo que era observar a tu hijo merced a la tecnología. Era la hora de la comida y se veía a los niños sentados, tranquilos y alimentándose con ayuda. Las imágenes llegaban en blanco y negro y para cualquiera que no conociera bien a los niños resultaba imposible identificarlos, los rostros se veían muy pequeños y sin definir. Tampoco se oía nada. Muchas de esas pequeñas cabecitas podrían estar llorando y sería imposible de saber.

Sé que hay otras webcams instaladas en guarderías en las que sí hay sonido, que son en color y con más definición. También que en todos los casos emiten únicamente desde espacios comunes, sin entrar en baños, cambiadores o en lugares privados de los trabajadores. Obviamente, no emiten en abierto. Los padres reciben un código que es el que les permite asomarse a esa pequeña ventana virtual.

Viendo y enterándome de todo eso, era inevitable pensar qué hubiera querido yo de haber tenido que llevar a mis hijos a una guardería. ¿Hubiera elegido un centro por encima de otros por tener este servicio? No lo creo. Ocuparía una posición bajísima entre lo que buscaría, no sería en absoluto una prioridad. Tampoco supondría para mí un problema que tuviera webcam, que me consta que hay padres que no se sienten a gusto sabiendo que hay cámaras observando lo que hacen sus hijos. Sé que es posible que entrase de vez en cuando a mirar un rato, sobre todo al principio, pero que la norma sería no hacer ni caso a la web con la webcam. Siempre que todo fuera bien, dentro de la normalidad, claro. Es cierto que si hubiera algo que me tuviera con la mosca detrás de la oreja, desde una enfermedad a un amiguito peleón pasando por la sospecha de que los trabajadores de la guardería pasan demasiado de ellos, sí que podría estar mas pendiente. Claro que si estuviera mosqueada por algo tal vez podría malinterpretar lo que veo.

Entre los que no son partidarios al uso de cámaras en las guarderías se encuentran los que se toman muy en serio el derecho a la privacidad, muchos de ellos alegan, con razón, que no es tan difícil hackear estas webs y que un código puede pasar por muchas manos. Y no me refiero únicamente a los padres que no desean que se difundan imágenes de los niños, también están los trabajadores que tienen todo el derecho a tener su intimidad. Tanto unos como otros deben aceptar por escrito previamente la presencia de las cámaras.

Entre los defensores están los que lo consideran una garantía que asegura el bienestar del niño. Ha habido de vez en cuando, por desgracia, noticias de abusos, descuidos o trato inaceptable hacia niños pequeños por parte de sus cuidadores, en el hogar y en guarderías. Con niños tan pequeños que no pueden denunciar que algo así está sucediendo, la presencia de cámaras es un importante elemento disuasorio, porque son muchos potenciales ojos mirando. Si hay quince niños jugando, hay muchos padres que pueden estar supervisando, no solo a su hijo, también a los de los demás.

En Ser padres hay una encuesta con casi 4.500 respuestas. Al 44% sí que les gustaría poder ver a su hijo, el 18% lo consideran una intromisión innecesaria que no aporta gran cosa y el 38% no lo tiene claro, les gustaría ver a su hijo pero no que otros padres puedan verlo.

Imagino que al final, como todo, es simplemente un instrumento, una herramienta. Y como cualquier instrumento o herramienta será útil o incluso peligrosa dependiendo del uso que se le dé.

Por algún misterio insondable en todas las fotos de agencia de guarderías sale un miembro de la realeza (GTRES)

Por algún misterio insondable en todas las fotos de agencia de guarderías sale un miembro de la realeza. (GTRES)

Con niños mayores, que pueden contarnos lo que ha pasado, nadie se plantea el uso de estos dispositivos. Pero viendo casos como el de la niña que recibió una paliza en Mallorca hace pocos días, me pregunto si no sería también una herramienta útil para evitar el acoso escolar. O por lo menos para clarificarlo. Os aseguro que a mí me da más miedo lo que pueda pasarle entre clases o en el patio a mi hija cuando sea más mayor y autónoma que lo que pueda suceder en una guardería. ¿Deberíamos plantearnos el uso de cámaras el colegios de Primaria y Secundaria? ¿Y en Institutos?

Y los que soléis leerme ya sabéis que tengo un niño con autismo que va a un centro de educación especial, un centro en el que muchos chavales se encuentran en una situación similar a la de esos niños de hasta cuatro años de las guarderías: no pueden contar lo que les ha pasado, no pueden comunicar si alguien ha abusado de ellos o les ha tratado mal.

Las justificaciones que valen para poner cámaras en las guarderías podrían aplicarse también en estos centros. Y aquí hay un factor más, ver las sesiones nos podría ayudar a los padres a trabajar en la misma línea que en el colegio con nuestros hijos. ¿No deberían tener también cámaras los colegios de educación especial?

Muñecas de Famosa que son científicas y de Mattel que son superheroínas

image¿Me lo parece a mí o las muñecas más tradicionales están buscando cómo renovarse apelando a otros roles? Lo pregunto porque en un lapso muy breve de tiempo me han llegado tres comunicados de prensa en el que le están dando un giro interesante a las muñecas de toda la vida.

El más reciente viene de Famosa, que ha lanzado una serie de muñecas pensadas para niñas de entre seis y diez años llamadas McKeyla McAlister, Adrienne Attoms, Bryden Bandweth y Camryn Coyle con él lema “Smart is the New Cool” que vienen acompañadas de experimentos y un diario interactivo vinculado a una App gratuita.

Están relacionadas con lo que llaman tendencia S.T.E.A.M (Science, Technology, Engineering, Art and Maths). ¡Mira qué nos gustan los acrónimos!. También con una serie que actualmente se emite en Netflix llamada Project MC2 y en colaboración con el Museo Nacional de Ciencias Naturales, junto al que Famosa organizará cuatro talleres de experimentos científicos para niños.

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La juguetería asegura que su objetivo es «promover el interés por las diferentes disciplinas científicas entre el público infantil femenino». Y vender, claro, aunque esa es otra historia obvia y lícita.

McKeyla McAlister se define como una escritora entusiasta amante del mundo de la magia, Bryden Bandweth se presenta a su público como una bloggera a la que le encantan las redes sociales, Adrienne Attoms pasa las horas en su cocina preparando recetas químicas y a Camryn Coyle le apasiona la construcción creativa.

Cada muñeca está acompañada de un experimento que se convierte en su sello de identidad. Por eso, McKeyla McAlister comparte con las chicas su mejor secreto: cómo elaborar una lámpara de lava, mientras que Bryden Bandweth no sale de casa sin su collar fluorescente. Lo mismo ocurre con Adrienne Attoms, que enseña a sus seguidoras a crear un volcán en erupción. Pero si lo que más llama la atención son las construcciones, Camryn Coyle tiene todas las claves para hacerse con un monopatín motorizado.

kit-laboratorioPara cumplir con la investigación es necesario unir todas las pistas que forman parte de una misión. Por ello, las chicas Project MC2 archivan todos los detalles en su Diario Interactivo con tecnología digital avanzada y proceso de desbloqueo a través de la pulsera NErDy. Este pack incluye un bolígrafo con tinta invisible que permite escribir mensajes ocultos que solo pueden ser leídos con la linterna de luz UV. Gracias a una APP gratuita, las agentes también podrán comunicarse con NOV8, una de las organizaciones de espías más importantes a nivel mundial, y compartir confidencias.

Las posibilidades de juego se amplían con el Kit Laboratorio, un maletín rojo con más de 30 piezas adicionales que permitirá a las pequeñas investigadoras realizar hasta 15 experimentos extra. Contiene tubos de ensayo, gafas de trabajo y todo el material necesario para crear un arco iris en un tarro, fabricar masa pegajosa brillante, un pompero, customizar flores o analizar las muestras recogidas con su microscopio.

Cabe destacar que todos los experimentos e investigaciones desarrollados en la serie están asesorados por mujeres científicas, que a través de una historia de ciencia ficción, pretenden trasladar a niñas y jóvenes los valores del trabajo en equipo y demostrar que la tendencia S.T.E.A.M. puede ser divertida y accesible para todos.


No he podido probarlas y comprobar cómo son los experimentos y la aplicación, pero no suena mal. No sé qué pensáis vosotros. Recuerdo que cuando yo era niña lo más interesante que se le podía pedir a una muñeca es que fuera doctora o veterinaria. Y lo más parecido a un experimento científico relacionado con ellas era que a la Nancy color le cambiaba el tono del cabello cuando la mojabas.
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‘Amor con ojeras’, porque el sexo también es cosa de padres recientes

imageHace ya años que conozco a Mamen Jiménez y que disfruto de sus ilustraciones y su sentido del humor en Internet.

Mamen es más conocida como lapsicomami, (por psicóloga, no por psicópata, al menos que yo sepa). Esta cordobesa, que ya ganó el premio a mejor blog de humor de Madresfera el año pasado, acaba de publicar un libro, de esos bonitos, bien maquetados, con pasta dura e ilustraciones a todo color al que personalmente tenía muchas ganas.

No me ha defraudado.  Conserva el humor y esa mezcla de realismo y optimismo del que siempre hace gala y que  yo también practico y agradezco-

Lapscomami está especializada en sexología y terapia de pareja, de ello ejerce y se nota en todas sus páginas. De hecho este libro es precisamente eso: un libro de pareja, que habla directamente a ambos y no solo a ella lo que implica convertirse en padres, hasta qué punto te cambia la vida. Y lo hace con muchas ilustraciones que te mantienen la sonrisa mientras pasas las páginas.

Pero tampoco creáis que es una simple recopilación de viñetas graciosas en este plan:

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Para nada. En el libro hay también mucho texto elaborado por una profesional en la materia encaminado a mantener una sana relación de pareja durante el embarazo y tras la llegada del niño. Directa al grano, Mamen deja claro qué conviene hacer y qué no conviene descuidar para que nuestra relación no se resienta.

Así describen el libro en la contracubierta y así es:

Todo lo que nunca nadie te había explicado sobre qué le pasa a una pareja cuando tiene su primer hijo, sobre esas cosas que hacemos… y esas otras que dejamos de hacer. Contado con mucho humor y un sinfín de consejos prácticos por Lapsicomami, una psicóloga que ha pasado por ello y nos ofrece todos los recursos para sortear los (más que probables) baches parejiles propios de esta etapa de la vida.

En este libro encontrarás consejos para: mejorar la comunicación, aumentar el deseo, sobrevivir en pareja, reavivar la chispa, volver a tener citas de novios… porque se tarda muy poco en quererse y sienta fenomenal.

En definitiva, un libro que no solo es divertido e interesante, sino que puede resultar incluso útil.

Y para que no os pille de sorpresa ya os adelanto que un gran porcentaje del libro habla de sexo y es de agradecer que así sea. No es frecuente encontrar en los manuales de maternidad este tema, parece que a los que nos convertimos en padres recientes lo único que nos preocupan son cosas como percentiles, lactancias, colechos, estimulación del bebé, hitos del desarrollo e introducción de alimentos sólidos. Cualquiera diría que tras concebir a los churumbeles aquello pasó a perder toda su importancia.

Para nada (de nuevo). Si somos ahora padres es porque lo del sexo no nos pilla de nuevas y con toda seguridad querremos volver a practicarlo. Pero claro, puede haber temores vinculados a los cambios que se han producido en nuestro cuerpo tras la cesárea o el parto y la lactancia, dificultades nacidas de nuestro nuevo papel de padres.

Lógicos y superables todos, porque, efectivamente, hacerlo sienta fenomenal «porque aunque ahora sea con ojeras, el amor es lo más».

Solo voy a a hacerle una crítica a Amor sin ojeras, una que tal vez no sea pequeña, aunque no pretende ser grande, y que está hecha con la mejor de las intenciones.

Siempre me he quejado de esa creencia tan extendida de que a ellos les interesa más el sexo que a nosotras, que ellos lo buscan más, que nosotras nos escabullimos de practicarlo con  frecuencia. Ya sabéis, el mito de que ellos son activos y nosotras pasivas, que ellos siempre tienen ganas y nosotras preferimos los abrazos y los capuchinos.

En el libro de Lapsicomami me he encontrado con ello de nuevo y varias veces.

Él quiere dar por zanjada la cuarentena (que no tiene que ser de cuarenta días en absoluto, puede ser muchísimo menos si hay ganas, eso sin contar que el sexo es mucho más que la penetración vaginal) cuanto antes. Tiene sus temores claro, pero está deseándolo. Ella está a mucha distancia en deseo, el sexo no es una prioridad, es él el que tira y ella la que frena.

Si seguimos transmitiendo eso nos encontraremos con el mismo tipo de profecía autocumplida de cuando a un niño le dices que es malo o listo.

No digo que en el pasado no fuera así en la gran mayoría de las parejas y tampoco niego que pueda seguir siendo la norma a día de hoy, pero en una pareja actual bien avenida y con un apetito sexual saludable, es más que probable que ella tenga tantas o incluso más ganas que él de reanudar las relaciones sexuales aparcadas durante el puerperio.

Lapsicomami me explica que «en el libro he recogido «lo que veo» y por mucho que me fastidie, la realidad es que muchas parejas vienen en esta situación (obviamente fruto del modelo de sexualidad que nos han colado). Fue un verdadero quebradero de cabeza incluir «esto que pasa» con lo que yo entiendo profesional y personalmente que es mejor. Explícitamente digo en el texto en no pocas ocasiones que las mujeres también queremos, y mucho. Y que hay ‘ellos’ que no quieren todo el rato».

Y para finalizar os dejo con la invitación de Lapsicomami para acudir a la presentación del libro en Madrid. Si yo pudiera, no me la perdería.


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Chivarse es bueno, ser un chivato puede ser lo más humano e inteligente

(GTRES)

(GTRES)

Lo he visto con frecuencia e incluso con niños tan pequeños que son incapaces de entender el concepto.

Estás en casa, en el parque, dónde sea. Hay varios niños jugando mientras los adultos están a lo suyo, de repente llega un niño diciendo que otro ha hecho algo que ha considerado digno de contar a los mayores: pintar en la pared, romper un juguete, abrir un cajón que tiene cosas de sus papás… Y uno de los adultos le dice, sea o no su hijo, algo del tipo «anda, no seas chivato», probablemente dejando desconcertado al pequeño.

Hay otra variante que me gusta aún menos. Los niños estaban jugando, de repente hay lloros tras un conflicto entre dos de ellos. Un tercero que ha sido espectador de lo que pasaba intenta clarificar que fulanito ha pegado a menganito, o le ha quitado un juguete o le ha empujado el primero. Y le dicen «tú no seas acucia, que contigo no va el entierro» o algo similar.

Siempre que lo he visto no he podido evitar decir, «haces bien en contárnoslo, chivarse no es nada malo, no te preocupes. Tú cuéntanos siempre a los mayores lo que creamos que debemos saber».

Sinceramente, prefiero que en esto del chivarse se pasen de exceso que de defecto. Inculcar la ley del silencio entre los niños, que arreglen entre ellos las cosas, que no busquen a los adultos para impartir justicia, evitar peligros o accidentes es la mejor manera de que cuando en el futuro haya casos más graves callen y no vengan a contarnos. Para evitar casos de acoso escolar o de abusos de cualquier tipo, en el que ellos son víctimas o simplemente espectadores, no conviene instaurar esa manera de obrar.

Luego está el hecho de que, según van haciéndose mayores, eso de que el adulto sea como el juez Salomón tiene que ir acabándose. Sobre todo porque nuestras soluciones no son siempre las más inteligentes. No se puede tirar de lo fácil y rápido cuando nos erigimos en jueces.

Un ejemplo: un niño llega llorando porque otro le ha quitado el juguete y le ha empujado. El que ha pegado y quitado el juguete también llora. Solución rápida y sin pensar del adulto: se acaba el juguete para los dos, daos un abrazo, pídele perdón y santas pascuas.

¿Qué pensará el niño que estaba jugando tranquilamente? Se ha visto agredido, acude al adulto en busca de ayuda y se encuentra con que le quita el juguete. ¿Qué hará en el futuro? ¿Qué aprenderá? Que para eso mejor se soluciona él solo la papeleta y devuelve el empujón para recuperar lo que considera suyo. O se aguanta desde el principio y que el abusón se quede con el juguete y se salga con la suya desde el primer momento la próxima vez que lo quiera.

Otra solución podría haber sido que el adulto se sentara a jugar con ellos y con el juguete, para disfrutar los dos (los tres) de lo que sea que ambos quisieran. Pero eso requiere tal vez que el adulto deje pausada la charla de café con la que estaba arreglando el mundo.

A partir de los cinco o seis años ellos tienen que ser los que vayan decidiendo cómo se debe solucionar el conflicto siempre que sea posible, hay que enseñarles a dialogar y entenderse y no solo a acatar órdenes, justas o injustas.

Y a que chivarse es bueno, pese a todas las connotaciones negativas que tiene el término, ser un chivato puede ser lo más humano e inteligente.

No es fácil ser un buen maestro

a00481789 325No es fácil ser maestro. Tengo en la cabeza a los maestros que conozco por mis hijos, de Infantil, Primaria y Educación Especial. La gran mayoría son personas implicadas, formadas, que respetan a los niños, que dedican tiempo fuera de su jornada y con los que la relación siempre ha sido buena. Imagino que he tenido suerte, aunque hemos mejorado mucho respecto a cuando yo era niña. Por ellos sé que no es fácil ser maestro, menos aún maestro.

Bueno, voy a rectificar. No es fácil ser un buen docente, es muy fácil ser uno malo, uno que simplemente cumple el expediente.

Hoy es el día del docente y os voy a ser sincera, recuerdo muy pocos profesores con cariño, muy pocos que me marcaran. Estudié la (incomprensiblemente para mí) añorada EGB en los años ochenta y principios de los 90 en un colegio religioso, los primeros años privado y después concertado, solo de niñas. Entre los docentes abundaban las religiosas, muy poco preocupadas por la excelencia académica, evitar situaciones de acoso o inculcar valores. En Infantil ponían a las más mayores y estaban muy poco cualificadas; con una de ellas, a cargo de mi curso de preescolar, tuvo que hablar mi madre porque me había puesto un mote.

Su mayor interés era que pasáramos de curso sin darles mucha guerra y arañando a nuestras familias todas las pesetillas que pudieran, vía material escolar, uniformes… Incluso intentaron librarse de pagar la limpieza haciendo que nos quedásemos dos niñas después de clase cada día para limpiar el aula a partir de los diez años, menos mal que esa ocasión los padres se pusieron en pie de guerra y lo evitaron. Recuerdo que a las alumnas mayores, niñas de a partir de doce y trece años, nos mandaban al patio de las pequeñas a cuidarlas, a vigilar. Un despropósito.

Recuerdo también que expulsaron brevemente a una compañera por haberla visto enrollarse con un chaval del colegio de enfrente en una calle cercana. No solo la expulsaron, nos reunieron a todas para contárnoslo y hacer ejemplo (y escarnio) de ella. ¿Qué problema hay en que una adolescente esté besándose con un chico en la calle? ¿Qué potestad tiene el colegio para establecer un castigo por algo así? Ninguno, obviamente, pero ellas estaban indignadas porque llevaba el uniforme del colegio y estaba mancillando la reputación de toda la institución.

En aquel colegio, que sigue en activo pero por suerte ya es mixto, con otra dirección y apenas monjas dando clase, también había profesoras laicas, en bastantes casos antiguas alumnas y con frecuencia con relaciones familiares entre ellas. Solo hubo un hombre dándome clase en todos los años que estuve allí, y estuve desde los cinco hasta los dieciséis.

La gimnasia era sueca y nos limitábamos a mover los brazos como molinillos. El nivel de las asignaturas de ciencias daba risa. No importaba, total las ciencias no eran cosa de niñas y casi todas acabábamos en letras. Allí vi cómo ignoraban a las alumnas que requerían más apoyos, como invitaban a irse más pronto que tarde a aquellas que hoy calificarían como de necesidades especiales, su favoritismo si ibas al rosario del mes de mayo, participabas en sus convivencias cristianas extraescolares, tocabas la guitarra en el coro o tus padres iban a misa los domingos a la iglesia del colegio.

De aquella etapa sólo recuerdo con cariño a dos maestras. Una ya tenía edad de estar jubilada y solo impartía una asignatura. Logró ser universitaria a una edad en la que muy pocas mujeres lo conseguían, devoraba El País y tenía su casa llena de periódicos. Vivía por mi barrio, nos saludábamos con afecto siempre que nos encontrábamos y lamenté su reciente muerte. Era inteligente y era una buena persona.

Otra, la mejor, me duró muy poco, apenas un curso. La recuerdo joven y enseñaba literatura cuando teníamos catorce años, interpretábamos las obras de Casona y Lorca en clase, amaba los libros, se le notaba y hacía todo lo que podía por transmitírnoslo. Su forma de enseñar y su trato eran distintos a todo lo que había conocido y me enamoró, logró lo que ninguna otra profesora en ese centro, convertirse en alguien importante para mí, alguien que inspiraba y que me hacía querer saber más. Estaba deseando que llegase su hora de clase.

Apenas un curso. Cuando quedaba poco para el verano nos dijo que había aprobado la oposición y conseguido plaza para enseñar en un instituto. Se fue a la enseñanza pública, lloró, unas cuantas la lloramos, envidié a los chicos que iban a tenerla como maestra y le perdí la pista para siempre.

Ojalá pudiera encontrarla ahora para contarle lo importante que fue para mí. Ojalá me contestara que todo le ha ido bien.

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Y desembarqué en el instituto en COU y aquello era otro mundo. Un mundo en el que fui mucho más feliz. Estudie más que ningún otro año en toda mi vida, incluyendo los años de carrera, porque quería subir mi nota media y hacerlo bien en selectividad, pero aquella libertad de acción era lo que necesitaba. Allí encontré un profesor de filosofía deprimido que faltó muchísimo a clase y cuando iba era todo raro, raro, raro, con sustitutos que no llegaban, pero también a una profesora de latín que aprovechó que éramos cuatro gatos en clase para hacerme disfrutar como una enana traduciendo a Virgilio, otra de Historia del arte que era probablemente la profesional más competente que me he encontrado en la enseñanza y una de Historia Contemporánea que venía con fama de dura pero que sabía lo que se hacía y me hizo aprender muchísimo, en primero de carrera tenía la misma asignatura y la aprobé con sus apuntes. De hecho tenía un trato aséptico e impersonal muy semejante al que vería luego en la universidad.

Cuando uno se hace mayor ya no necesita que un maestro le conozca, le entienda, le integre, le asista emocionalmente. Que eso no sobra a ninguna edad, ojo, pero no es igual. A partir de cierta edad basta con tener delante un buen profesional capaz de transmitir sus conocimientos.

De esos tuve pocos en la universidad. Periodismo en la Complutense fue una tremenda decepción. Al profesor que mejor recuerdo fue a José Julio Perlado. Crucé muy pocas frases con él y dudo que pisara su clase más de media docena de veces, pero me gustó mucho lo que hizo, que no tenía nada que ver con todos los demás y que me parecía semejante a lo que sería trabajar en un periódico. Sé que compañeros míos no opinan lo mismo, pero fue la asignatura que yo más disfruté.

Al llegar el primer día a clase nos pidió que escribiéramos entrevistas y reportajes que nos gustaría hacer, recogió todas nuestras ideas locas y, en la siguiente clase, nos encargó a cada alumno una entrevista y dos reportajes, a ser posible de lo que habíamos propuesto. Nos marcaba la extensión, el formato y había que entregar fotos. Si no conseguíamos la entrevista no pasaba nada, presentábamos lo que habíamos preparado y las preguntas que le hubiéramos hecho. Ese fue mi caso, me tocó Paco Rabal y ya estaba muy mayor, lo más que logré fue hablar brevemente por teléfono con su mujer. Los reportajes fueron sobre los conciertos de música clásica en Madrid y sobre la Policía Nacional a caballo. El primero estuvo bien, acudí a varios conciertos, pude ver ensayos y entrevisté a varios músicos. El segundo fue aún mejor. Durante un mes entero salía de clase a las doce y me iba en transporte público a la Casa de Campo, caminaba hasta las instalaciones en las que trabajaban caballos y policías y me quedaba un rato por allí, charlando con ellos y echando un poquito una mano con los animales, con lo que procedía y me dejaban. Logré meter la cabeza tirando de un policía amigo de la familia, y durante este tiempo me fui ganando la confianza de los que allí estaban y convirtiendo un poco en una mascota, la inofensiva estudiante de periodismo de 19 años. Ojalá hubiera conservado una copia del reportaje que le entregué. Desde aquello aún hoy no puedo evitar sonreír ante los policías que veo a caballo.

Cuando comencé tercero de carrera comencé a trabajar a jornada completa y ya no pisé la facultad más que para recoger apuntes y hacer exámenes. Al menos no teníamos Bolonia y podía compatibilizar trabajo y estudios.

Veinte años estudiando y solo he podido destacar a seis docentes de entre todos los que tuve. No es mucho. O tal vez sí. La verdad es que no lo sé.

¿Veis? Al final va a ser verdad que no es fácil ser maestro.

* Fotos: GTRES

¿Qué hacer si un niño nos cuenta que ha sufrido abusos sexuales en el entorno familiar?

PREVENIR-ABUSO-SEXUAL-INFANTIL-5Existen los monstruos y caminan entre nosotros. Más temibles que la bruja que hizo morder la manzana a Blancanieves o aquella otra que quería devorar a Hansel y Gretel. Monstruos porque en lugar de proteger y asegurar la felicidad de sus niños, lo que hacen es utilizarlos para satisfacerse sin preocuparse de si están rompiendo por dentro para siempre a ese pequeño.

Los abusos sexuales a menores son demasiado frecuentes. Aún se esconden demasiados en el seno de la familia, aún demasiados quedan enquistados en niños que no hablan o en padres que lo solucionan a su manera, dejando de hablar y apartando al tío, primo o padre que lo hizo, pero sin denunciar. Y hay que denunciar, no se puede dejar ese comportamiento impune. Puede haber nuevas víctimas.

Las cifras son escalofriantes, según informa Prodeni, únicamente se llega a detectar entre un 10 y un 20% de casos de maltrato, y menos de un 5% en abusos sexuales. En esta asociacion hicieron un cálculo basado en el estudio de Félix López, de la Universidad de Salamanca (1996) sobre abusos sexuales a niños y niñas en España, cuyos porcentajes del 15,2% en niños, y 22,7% en niñas; porcentajes que son similares a otras investigaciones y de los que se pude extrapolar que más de un millón de niños en España sufren.

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Julia sabe que existen monstruos semejantes desde que era muy pequeña. Es una conversación que debemos tener, sin insuflar miedos innecesarios, sin alarmismos. Ojalá no fuera así, pero no queda otro remedio. De hecho con mi otro hijo es una charla que lamento no poder tener porque su autismo lo impide.

Mi hija sabe que nadie debe tocarla sin su consentimiento. Sabe también que puede contarme cualquier cosa y que si alguna vez encuentra a alguien que le dice que si me cuenta algo que hayan hecho me enfadaré, debe desconfiar de esa persona, porque no es verdad; sabe que no hay secreto que no pueda compartir conmigo, por oscuro que crea que es. Yo siempre la ayudaré, defenderé y protegeré.

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Y no sólo a ella, porque todos somos los guardianes de nuestros niños.

Pero… ¿Qué hacer si esos abusos se producen? ¿Qué hacer si llega un día y nos cuenta que ha sucedido?

Lo explica José Carlos Avenaño es abogado de Le Morne Brabant  y experto en estas situaciones.

Lo primero es acudir a un centro médico de manera inmediata, ante la mínima sospecha de abuso, sin dejarse influenciar por cuestiones de ningún tipo. El tiempo, explica, es fundamental en estos casos para que un médico pueda detectar el mínimo signo de agresión.
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