El lujo de repetir con nuestros hijos las experiencias que ya vivimos con nuestros padres

imageMi infancia está ligada íntimamente a Asturias, más concretamente en Gijón y su entorno. Mi familia paterna procede de esa ciudad, de la zona de Cabueñes, Deva, Somió… Entre los recuerdos de mis veranos infantiles destaca el asistir con mis padres a los concursos hípicos de Las Mestas. Tanto nos gustaban que también asistíamos a veces a los que organizaba el cercano Club Hípico Astur (CHAS).

Este verano he podido ir con Julia por primera vez. Hacia más de diez años que no iba, desde que llevé a mi santo siendo novios. El concurso de saltos internacional de Gijón es un clásico de la ciudad, no importa no saber de caballos, no importa ni siquiera que no te guste. Es una experiencia distinta y divertida en la que disfrutar por los pocos euros que cuesta la entrada, menos de lo que vale el cine.

En este tiempo que he estado sin ir han cambiado pocas cosas, hay más zonas y entretenimientos pensados para los niños, incluyendo paseos gratuitos en los ponis del CHAS, pero el silencio contenido cuando salta un favorito, los uys y ays cuando caen los palos, los vítores cuando gana el más cargado, la gente corriendo con los programas, los bolis y las apuestas en la mano, los jinetes calentando a un paso tuyo, el clima sano e imprevisible… Todo eso sigue igual.

Pero no es de Las Mestas de lo que quería yo hablar aquí hoy, por mucho que sea un plan con niños altamente recomendable si se anda por Gijón en agosto, sino de ese sabor especial que tiene compartir con nuestros hijos aquellas experiencias que vivimos con nuestros padres.
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De nuevo, un reencuentro con nuestra propia infancia de la mano de nuestros niños, un regalo vinculado a la maternidad que también recibimos cuando vemos con ellos viejas películas o leemos cuentos que disfrutamos de niños.

Solo que en casos como el nuestro en Las Mestas, hay más generaciones implicadas.

Habrá ocasiones en las que volver a aquellos lugares, a aquellas actividades que nuestros padres o nuestros abuelos compartían con nosotros tendrá resonancias agridulces, incluso amargas, pero cuando no es así, os aseguro que es pura magia.

Este agosto, apuntando puntos y tiempos y mostrando a mi hija de siete años todo aquello, fue como volver a recuperar algunos de los días más felices de mi infancia.

3 comentarios

  1. Dice ser Arturo

    Podrías comentar en el blog tu experiencia en el parque warner? Estoy pensando en ir y me gustaría tener reseña de alguien que haya ido recientemente.

    07 septiembre 2016 | 12:15

  2. Dice ser Sorpresas te da la vida

    Yo pensando que eras progre y ahora resulta que eres pija… Pijaprogre de toda la vida. Ay, Melisina, y que encima no me caigas mal del todo tiene tela.

    07 septiembre 2016 | 16:37

  3. Dice ser Madre Reciente

    Hola Arturo, tomo nota y así haré 🙂 Gracias por tu interés en mi opinión.

    A Sorpresas te da la vida, los saltos en Las Mestas es de lo más popular que puedas imaginar, ni el ambiente, ni los precios son pijos, es una tradición de la ciudad de Gijón. En cuanto a lo de las etiquetas, pues tú mismo… 🙂

    08 septiembre 2016 | 09:34

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