‘Cuento de Luz’, cuentos que persiguen un mundo mejor

imageHace pocos días supe que una joven editorial infantil madrileña había sido la primera editorial europea y la tercera del mundo en recibir el certificado B Corporation por su labor social y medioambiental, que se otorga únicamente a «empresas que trabajan con altos estándares de responsabilidad corporativa».

El nombre de la editorial era Cuento de luz, que lo cierto es que no me sonaba pese a que han pasado (y siguen pasando) bastantes cuentos por mis manos, así que acudí inmediatamente a su web para ver el tipo de títulos que tenían. Y quedé deslumbrada, os lo confieso. Tanto por mi ignorancia como por sus títulos. Basta echar un vistazo a su catálogo para comprobar que, efectivamente, pretenden ejercer un impacto social y medioambiental positivo.

También descubrí que algunos de sus libros sí que habían pasado por mis manos: uno de nuestros diez cuentos favoritos, ¡Qué fastidio ser princesa!, era suyo, y Los despistes del abuelo Pedro, que explica con delicadeza y sentido del humor lo que es el alzhéimer y la demencia senil.

cuentosEn su catálogo hay todo tipo de cuentos, de autores españoles y extranjeros, con muy diversas temáticas que se adaptan a diferentes gustos y necesidades. También descubrí que esta empresa, fundada en 2011 en un garaje reformado por Ana Eulate, tiene ya 50 premios en EE UU (país en el que tiene una parte importante de su negocio) y el Premio Dragón Lector 2013 en España a la mejor labor editorial.

Cuento de Luz publica sus libros a través de la ecoedición. Sus historias se caracterizan por trasladar a los lectores mensajes que fomentan la diversidad, la paz y el respeto medioambiental. Algunos de sus títulos, además, contribuyen con su recaudación a apoyar el trabajo solidario de pequeñas fundaciones dedicadas a proyectos de escolarización, nutrición, conservación del medioambiente o que ayudan a promover la paz. Cuento de Luz ha participado en proyectos solidarios en Afganistán o Kenia donando cuentos traducidos a idiomas, como el suajili o el dari, a los niños de estos países.

He podido leer con Julia en casa cuatro de sus cuentos de muy variada temática, que representan bastante bien lo que publica esta editorial. Estos son:

Un mensaje para Luna, de Virginia Kroll, es el que más nos gustó. Las ilustraciones de Zuzanna Celej son una maravilla y la historia también para crear concienciar medioambiental. Tortuga verde llevará a Luna, una niña con la que es fácil que se identifiquen los pequeños lectores, por todo el mundo, mostrándonos los retos a los que se enfrenta nuestro planeta y que por culpa del hombre muchos animales están en peligro. Es un cuento que busca la empatía y que se apoya en la esperanza, en que tenemos que movilizarnos, para lograr que esta realidad cambie.

Maríama, diferente pero igual, Jerónimo Cornelles e ilustrado por Nívola Uyá, es la historia de una niña que sale de África con su familia y se encuentra viviendo en una gran ciudad, lo que supone un esfuerzo de adaptación que culminará con éxito, de forma enriquecedora para ella y para los que se convertirán en sus amigos, aunque teniendo siempre presente su origen y la gente que quedó atrás.

El sueño de chocolate, de Elisabet Blasco con ilustraciones de Cha Coco, recoge la protección animal. Chocolate es un cachorro que fue abandonado cuando creció y se acercó el verano, que ahora malvive y sueña con una familia, con un hogar en el que pueda sentirse querido.

El cielo de Afganistán, de Ana Eulate e ilustrado por Sonja Wimmer, un cuento solidario con los niños que allí viven mediante la Fundación Cometa, es muy hermoso. Una niña que nos mostrará que también en Afganistán los niños quieren jugar y aprender y sentirse querida y protegidos, que todos deberíamos soñar con la paz. Es el que menos encajó a mi hija, probablemente porque es demasiado poético y no tiene realmente un argumento como los anteriores. Es el menos infantil,  pero abre la puerta para que hablemos con nuestros hijos de esas otras realidades no tan lejanas.

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