Hoy es el día internacional del inventor, hoy es el día de hablar a nuestros hijos de Hedy Lamarr

Hedy Lamarr, en la década de 1930. Imagen de Wikipedia.

Hedy Lamarr, en la década de 1930. (Dominio público).

Cada 9 de noviembre se celebra el Día Internacional del Inventor, y se hace en honor de Hedwig Eva Maria Kiesler, que nació en Viena un día como hoy de 1914. ¿Quién era esa mujer? Pues se convirtió en la actriz Hedy Lamarr, considerada en los años treinta «la mujer más hermosa de la historia del cine». ¿Y por qué diantres el Día Internacional del Inventor es en su honor? Pues porque su belleza eclipsó durante mucho tiempo que fue una brillante ingeniera de telecomunicaciones e inventora, creadora del espectro ensanchado, una técnica de modulación empleada en telecomunicaciones para la transmisión de datos digitales y por radiofrecuencia. Gracias a ella tenemos a día de hoy avances como el Wifi o el Bluetooth.

Os recomiendo encarecidamente leer, digerir y transmitir a nuestros hijos el extenso e imprescindible post de mi compañero Javi Yanes, “A mi madre, Hedy Lamarr, le decían que tenía que haber nacido chico”, del que os dejo solo tres fragmentos:

De Hedy se dijo que fue la mujer más bella del mundo en la época más rutilante del cine, anterior a Ava Gardner y Marilyn Monroe. Era la pura esencia del glamour, en una constelación donde las estrellas de Hollywood no se fotografiaban haciendo la compra con vaqueros rotos, camisetas horteras y deportivas sucias. Pero si hoy vengo a escribir sobre ella es porque, además, Hedy Lamarr ejerció una actividad extracurricular que la distinguió de la diva al uso: fue la inventora de un sistema de comunicaciones del que derivarían los actuales conceptos de encriptación empleados en el Wi-Fi o el Bluetooth.

Loder apunta que su madre nunca pretendió ganar dinero con su invención, que entregó a la marina estadounidense. “Viajó a Washington y ofreció sus servicios para desarrollar tecnologías para el gobierno, pero no la tomaron en serio, no entendieron la idea”. El hijo de la actriz y su biógrafo coinciden en que Hedy fue víctima de su belleza; por entonces, no era plausible que a la mujer más hermosa del mundo se le concediera la más mínima credibilidad en cuestiones de ciencia e ingeniería. Su importante contribución quedó arrumbada durante 20 años, hasta que la crisis de los misiles de Cuba sirvió como oportunidad para que finalmente encontrara una aplicación práctica.

El viernes 7 de noviembre, dos días antes de su centenario, la actriz por fin recibió su esperado y merecido homenaje en Viena, su ciudad natal. Ese día su hijo Anthony Loder, que ha batallado durante años por rescatar la memoria de su madre, enterraba la urna con las cenizas de Hedy en una tumba de honor en el cementerio central de la capital austríaca, donde reposan los restos de otras celebridades del país. Con motivo de la ceremonia, el concejal de cultura del Ayuntamiento de Viena, Andreas Mailath-Pokorny, dijo en una nota de prensa: “Hedy Lamarr dejó una carrera interpretativa sin parangón en Hollywood. Pero aún más, también inventó una importante técnica de salto de frecuencias de comunicaciones desarrollada en colaboración, y que entregó gratis en la lucha contra la dictadura nazi”.

Hedy Lamarr falleció en Florida en 2000, tras toda una vida tratando de conciliar lo que los demás veían en ella con lo que ella veía en sí misma. Le tocó vivir en una época en que la belleza era un regalo envenenado para un genio inquieto con cuerpo de mujer. Ella misma ironizó en su cita más famosa: “Cualquier chica puede ser glamurosa. Todo lo que tienes que hacer es quedarte quieta y parecer estúpida”.

Belleza, inteligencia y una vida infeliz con un final nada acorde a sus dones y digno de reflexión. La maldición de la belleza. Ya lo conté hace más de dos años aquí que igual el don de la belleza sin igual, no es ninguna bendición.

Siempre he creído que cuando las tres hadas madrinas concedieron el don de la belleza a Aurora no le hicieron ningún favor. Si la futura bella durmiente fuera mi bebé y hubieran venido con sus varitas en ristre para concederle ser guapa hasta quitar el aliento no hubiera dicho que no, pero habría pensado en que ese trío tenía muy pocas luces. Entre todas las posibilidades existentes: bondad, inteligencia, sabiduría emocional, sano escepticismo… van y le arrean la belleza extraordinaria.

De ser su madre me hubiera pasado toda su infancia y adolescencia procurando contrarrestar el dichoso don, intentando que no pasara demasiado tiempo ante el espejo, que no convirtiera en su seña de identidad más valiosa algo que no se ha obtenido por méritos propios y que acabara desapareciendo en pocos años; algo que hará que los hombres, probablemente entre ellos muchos de los menos recomendables, la deseen nada más ponerle los ojos encima sin valorar otra cosa. Intentaría que los halagos y la mirada del otro no fueran su alimento, que no puedes entregar tu vida al primer tipo apuesto que te encuentras mientras estas cogiendo fresas.

Está bien ser agradable a la vista, es genial ser guapos dentro de una normalidad manejable. Pero no, no creo que una hermosura sin par sea una bendición ni algo deseable para mi hija. No sé qué pensaréis vosotros.

En cualquier caso merece la pena hablar de esta mujer excepcional a nuestros hijos. ¿No os parece?

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