El otro día volvió a pasar. Entré en una farmacia caso completamente afónica pidiendo lizipaina o algo similar.
– ¿Seguro que es eso lo que quieres? Yo no te lo recomendaría – me dijo la farmacéutica.
– ¿Qué me recomiendas entonces? – pregunte esperando tal vez algún medicamento más reciente y eficaz. En esto veo que se gira y se dirige un estante que tiene a su espalda lleno de productos de homeopatía. ¡Otra vez no, por favor!
– Homeopatía no te voy a comprar – la interrumpí.
Ella se giró hacia mí, algo sorprendida.
– ¿Prefieres química? – me preguntó
Me limité a responder que sí, que quería química si es así la forma en la que ella llama a los medicamentos. Me quedé con ganas de contestar que me negaba a comprar un placebo absurdo que no deja de ser agua con azúcar a precio de oro y que para mí era el equivalente a que me intentaran vender una estampita para rezar a alguna virgen. Cualquier farmacéutico que me recomiende homeopatía pierde automáticamente bastante credibilidad para mí.
Al salir de la farmacia me estaba esperando mi santo, al que le conté inmediatamente la aventura.
– ¿Por qué últimamente siempre quieren colarme homeopatía en las farmacias? ¿Será que sacan más margen con ella? –
– Seguro – me dijo.
Si alguien conoce ese dato, si alguien sabe a ciencia cierta que las farmacias obtienen mayores beneficios vendiendo homeopatía, le agradecería horrores que me lo contara.
He oído varias veces a madres recientes contarme que la homeopatía funciona con sus niños, como si el «amimefuncionismo» pudiera ser prueba de algo, como si correlación y causalidad fuera lo mismo, como si no se hubiera demostrado científicamente la efectividad de los placebos.
En casa tenemos nuestro propio placebo. Son las pastillas de los caramelos Pez, Julia los llama directamente «caramelos de la tos». Y creedme, funcionan. Le quitan la tos, alivian sus catarrillos y la ayudan a dormir. ¿Por qué? Por puro placebo, porque son males menores que iban a mejorar igualmente. Me consta que en otras familias tienen sus propios remedios inocuos.
Los prefiero mil veces a la homeopatía. Además se peuden coleccionar los expendedores, que son la mar de chulos.
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