Archivo de septiembre, 2014

Señales que pueden delatar problemas visuales en los niños

(GTRES)

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No llevo gafas. No me hacen falta por suerte. Imagino que, como mis padres, será la vista cansada la que me haga necesitarlas en unos años. Y probablemente será antes que ellos con el tute de pantallas que me estoy dando en alguna de las revisiones anuales del trabajo. Pero siendo preadolescente e incluida por varias compañeras estrenando gafas a mi alrededor recuerdo que le dije a mi madre no estar segura de ver bien y pedí una revisión. Fuimos a la óptica del barrio que le recomendaron a mi madre y me encasquetaron unas gafas completamente innecesarias para un mínimo de miopía imperceptible en el ojo izquierdo.

Tengo a ese establecimiento clasificado en mi mente junto al prestigioso dentista que pretendía abrirme hueco en una supuesta incipiente caries para sellarla bien a mis quince años. Aún estoy esperando que aparezca una caries en esa muela.

Es una vergüenza que haya profesionales de la salud que se aprovechen del desconocimiento ajeno para sacar los cuartos a los padre a costa de los niños, y una pena que haya que ir por la vida con el radar antichorizos activado de perpetuo. Que a veces parece que sólo hay mangantes en la clase política, y por desgracia no es así. Pero ese es otro tema.

Volviendo a las gafas, también hay alguien en mi familia que clamaba de niño por unas gafas, se quejaba de no ver la pizarra, y tuvo que insistir hasta que sus padres lo tomaron en serio. Ellos no llevaban gafas, no imaginaban que su niño las necesitara de verdad. Pero sí, así era.

Los problemas visuales en los niños pueden conducir al fracaso escolar y cazar a tiempo determinados problemas ayuda a que sean más leves. Los más frecuentes son hipermetropía, miopía, astigmatismo, ambliopía u “ojo vago” y estrabismo.

Pero no siempre los niños se quejan de problemas de visión, con frecuencia es difícil detectarlos con presteza. Sobre todo si han nacido así es fácil que asuman que es así como se ve y que no se quejen.

La semana pasada pregunté en mi página de Facebook cómo había detectado la gente sus problemas de visión o los de sus niños. Quedó claro que no siempre es fácil e inmediato.

Mis padres se dieron cuenta viendo Eurovisión! Tenía 5 años y al acabar las actuaciones me levanté y me senté en el suelo frente a la tele. Mi madre me preguntó y le dije que desde el sofá no veía bien los puntos que llevaba cada país! El lunes ya estaban graduándome y a por gafas

Mi hija a los 3 años empezó a guiñar los ojos mirando cosas de cerca y a la vez un estrabismo alucinante de un día para otro… Pensábamos q jugaba a ponerse bizca… Hipermetropía y astigmatismo…

Cuando iba a recoger a mi hijo a la guardería con dos años y medio los sentaban al final de la clase. Cuando yo entraba, no me reconocía hasta que estaba a unos pocos metros de el.

A mi sobrina en las revisiones periódicas del cole…lo q no entiendo es cómo no nos dinos cuenta antes, xq haciendo memoria luego, recordamos anécdotas en las q era evidente q no veía nada bien.

El mio un dia me dijo que no quería hacer las fichas del cole porque no veía bien las letras… y pense que era pereza, aún así le lleve porque me recomendaron hacerlo… y en la revisión de los 4 años no veia… 4 y 4,5 de hipermetropia

Mi hermano con 5 años no quería hacer las actividades del jardín, miraba muy de cerca la televisión y cuando se le caía algo lo buscaba con las manos…

Es cierto que hay revisiones pediátricas de la vista, pero pocas y no especializadas. También es verdad que los profesores pueden darse cuenta de sí hay alguna problemática, somos los padres los guardianes de nuestros hijos en muchos sentidos, incluido el velar porque vean bien.

En la Fundación Alain Afflelou (hacen revisiones gratuitas, y sí, viven de vender gafas, pero si vamos es sabiéndolo) dan una serie de recomendaciones que delatan algún problema de visión:

  • Se acerca demasiado a la televisión.
  • Tiende a taparse un ojo.
  • Se queja de dolores de cabeza.
  • Está muy cansado después de leer o de hacer los deberes.
  • Nunca quiere leer y no le interesa ningún tipo de lectura.
  • A leer en voz alta se salta líneas de texto.
  • Cambia las sílabas de las palabras de sitio.
  • No comprende ni recuerda bien lo que lee.
  • Presenta un retraso en velocidad de lectura con el resto de sus compañeros. Se detiene en cada una de las palabras.
  • Se aleja o se acerca demasiado al libro.
  • Gira y mueve la cabeza cuando está leyendo.
  • Frunce el ceño, parpadea o tiene los ojos llorosos y enrojecidos cuando realiza los deberes.

Y es buena idea acudir a un oftalmólogo o a un óptico-optometrista para una revisión en la etapa de infantil en torno a los cinco años, aunque no detectemos nada.

La agudeza visual del ojo del recién nacido no supera el cinco por ciento. Al año se sitúa en un diez por ciento y va aumentando paulatinamente hasta los seis o siete años, en los que se alcanza la visión adulta. De ahí la importancia de que los niños se sometan a revisiones periódicas. La visita más importante es la que se realiza a los cinco años, pues en ella los más pequeños generalmente ya colaboran en la toma de la agudeza visual de forma fiable.

Por cierto, para cuidar la vista de nuestros niños no mas de dos horas de pantallas al día mirando a lo lejos cada poco y todo el juego en el exterior que podamos.

Y tener que llevar gafas o un parche no es ningún trauma. Ni se está más feo, ni impide hacer deporte o cualquier otra actividad.

Los niños y la (no siempre accesible) magia del teatro

owl2No es barato ir al teatro con niños. No es el tipo de ocio que uno se pueda permitir todas las semanas. Normalmente sale algo más caro que el cine, sobre todo porque no hay día del espectador. También es verdad que en el teatro no hay palomitas, que suele ser un gasto tras importante en el cine.

Otra dificultad es que salas de cine hay por todas partes, pero salas de teatro con obras infantiles no tanto. Aunque los espectáculos recorren muchas salas por toda España, indudablemente las grandes ciudades parten con mucha viaja. Y aún así es probable que haya que desplazarse.

Y es una pena que su disponibilidad no sea mayor y su precio menor, porque la magia del teatro es algo que todo aquel que ha estado sentado en una butaca frente a los actores sabe que existe. Por suerte la mayoría de los colegios son conscientes de ello y suelen llevar a los niños a ver alguna que otra función a lo largo del curso. Al menos en las grandes ciudades claro, en centros escolares rurales suele ser más difícil.

Y hay otro inconveniente, que es el de aquellos que creen que por ser niños los que irán a verlos no es preciso esmerarse demasiado. Cualquier historita contada a gritos con alguna telas de colores vale parecen creer algunos. Grave error. Serán pequeños, no tendrán un criterio adulto, pero merecen el mismo respeto que cualquier espectador. Y los que actúan así están haciendo un flaco favor a todos sus compañeros que tratan de ofrecer calidad a los niños en otras obras. Si los padres, los que pagamos, nos encontramos con productos infantiles de poca calidad es poco probable que repitamos.

No es el caso de la pequeña y deliciosa obra que vimos el pasado fin de semana y la razón de todas estas reflexiones. Una hora de un teatro infantil muy diferente al que estamos acostumbrados. He visto musicales infantiles, revisiones de cuentos clásicos, óperas y ballet adaptados, pero sin duda alguna lo más original que me he encontrado es Faboo, el encanto de la imaginación.

Un ser con alma de niño dicen que es. Le vemos nacer, jugar siendo un bebé y un niño pequeño, y al final ser madre y descubrir de nuevo el juego gracias a su hijo. Faboo es un recordatorio efectivo de que la imaginación es el mejor aliado en el juego, de que los padres lo redescubrimos con nuestros hijos. Es la mejor muestra de que con poco se puede construir mucho: una obra de teatro completa, un universo de juego infantil.

Sólo una persona en el escenario, con la ayuda oculta de otra en ocasiones, apenas unas pocas palabras y un viejo bidón para crear un entretenimiento diferente que nosotros disfrutamos.

Faboo está en el teatro Galileo de Madrid hasta finales de octubre, la entrada cuesta doce euros. Pero si no es esa obra, siempre es buena idea plantearse el teatro a ver otra como una actividad con los niños ahora que el invierno está llegando y la oferta se amplía. Justo este fin de semana acaban de estrenar un musical de Pocoyo por el que también tengo curiosidad.

Siempre que sea posible, claro. La magia del teatro no siempre es la más accesible.

Los bebés de alta demanda, esos que te obligan a cerrar las ventanas

Jaime preparándose para llorar en su carrito con pinchos.

Jaime preparándose para llorar en su carrito con pinchos.

Bebés de alta demanda. Es una manera muy moderna de llamar a los bebés que antes eran simplemente muy llorones. Sensibles e intensos es una de las definiciones actuales. ¡Y tanto! Son esos recién nacidos que parecen creer que cunas y carros tienen pinchos, que piden brazos, cercanía constante, que lloran mucho, sin parar y con frecuencia pese a estar en brazos, pese a que les ofrezcas el pecho, pese a intentar todo lo que está en tu mano para que callen: ponerles junto a ruidos blancos como el de la campana extractora, llevarles en mochila por la casa, estar en la calle dando vueltas como un hámster en una rueda en torno a las fuentes públicas…

Todo eso lo hice yo. Jaime fue así, los primeros meses lloraba con frecuencia y sin consuelo. Cólicos los llamamos, esos misteriosos cólicos del lactante sin causa conocida. Mamaba cada poco, dormía micro siestas minúsculas durante el día. No fue un bebé fácil, pese a que tampoco era yo de ir quejándome por las esquinas ni por este blog. Soy de las de la botella medio llena y la asertividad por bandera de serie, ya lo sabéis. Fue un bebé de alta demanda. Uno de esos bebés que nos hacen cerrar las ventanas de la casa tras llevar una hora en casa paseando con el berrido en la oreja, exhausta, impotente y angustiada por sí algo le dolerá, para evitar siquiera pensar en la posibilidad de inaugurar la disciplina olímpica del lanzamiento de recién nacido. Uno de esos bebés que arrojamos a los brazos del primer adulto que nos encontramos para descansar un poco. Que nos hacen gritarles: ¡¿Por qué lloras?!

Y no hay que sentirse mal por ello.

Julia también fue muy demandante, aunque en menor medida. No hubo lloros semejantes. Fue más sencillo, pero también pedía siempre brazos y pecho. Jamás fue de esos bebés que se duermen solos, que aguantan en carros y cunas, que apenas se hacen sentir permitiendo a sus padres salir de noche a un restaurante como quien lleva dos bolsos.

‘El gran olvidado’ llamaba una amiga al tercero de sus hijos, que era exactamente así: lo dejabas en la cuna y ahí se quedaban gorjeando, durmiéndose solito, despertando para mirar satisfecho como un pequeño Buda los peluches sobre su cabeza.

Ciencia ficción con cualquiera de mis hijos.

Tal vez por ser la segunda y por la experiencia previa con Jaime decidí disfrutar de sus exigencias. Usé más la mochila que el carro, le di todos los brazos y el pecho que quiso y me metalicé de que durante unos meses mi trabajo a tiempo completo, las 24 horas, era ser madre de mis hijos.

Jaime a moco tendido.

Jaime a moco tendido.

Además, el diagnóstico de autismo de Jaime y las primeras terapias llegaron justo cuando ella tenía un mes.

Al lado de digerir el hecho de tener un hijo con una discapacidad que le haría dependiente toda la vida, unos meses de bebé que llora y te exige atención constante es como un paseo por El Retiro.

Ayer estuve con una madre que está justo en plena etapa de supervivencia en nuo de esos aquelarres contemporáneos que se forman en los cumpleaños de parques de bolas.

– «Me dan ganas de matarlo» le dije a la pediatra. «Mientras no llegues a hacerlo es completamente normal», me contestó ella –

Y éramos varias las madres que nos solidarizamos con ella, que tuvimos bebés así, que recordamos que es cuestión de paciencia, que en pocos meses todo pasa.

Como siempre en estos casos, es más fácil decirlo que hacerlo. Ya lo sé.

Y que quede claro, que un bebé sea de alta demanda no tiene nada que ver con el carácter que tendrán más adelante. Luego pueden ser niños tranquilos, movidos, pacientes, irascibles… J&J son tranquilos, dulces, cariñosos y poco dados a las rabietas en los terribles dos.

Tampoco tiene nada que ver con que el niño que duerman bien o mal. En mi caso ambos dormían bien por las noches, teniendo en cuenta que dormir bien era hacerlo a mi lado y dándoles el pecho entre las brumas del sueño varias veces durante la noche. Sé que el biberón y la cuna hubieran hecho de mis noches un infierno. Bueno, las mías y las de mi santo, que ahí hubiéramos compartido la tarea.

Tener paciencia, poner al mal tiempo buena cara, entender que es más sencillo que nosotros los adultos seamos flexibles con las exigencias de un bebé que lo contrario, buscar y aceptar toda la ayuda que tengamos a nuestro alcance, son las únicas opciones sensatas.

¡Ánimo!

 

Hoy es el día de volver a casa a la hora que nos corresponde #SalPuntual

Normalmente llego a mi casa en torno a las cinco de la tarde. Llego acompañada de mi santo y de Jaime, que sale del colegio poco antes. Llegamos y encontramos ya a Julia en casa preguntando «¿Qué hacemos hoy?» «¿Dónde vamos?». «Espera un momento mi amor, que nos fuimos a las siete de la mañana y aún no nos ha dado tiempo ni de sentarnos» es lo que solemos responder. Y luego ya vemos si vamos juntos a la compra, a dar un paseo, cocinamos un bizcocho, vamos a un cumpleaños de algún compañero del cole o extendemos algún juego de mesa sobre el salón. No dará tiempo a mucho antes de que sea la hora de cenar y dormir, que al día siguiente hay cole.

(GTRES)

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Tenemos suerte. Mucha suerte. Somos conscientes de que poder disponer de tres o cuatro horas a diario con nuestros hijos es un privilegio. Claro que si lo piensas detenidamente. ¿Pasar tres o cuatro horas con nuestros hijos un privilegio? Ya solo en el coche para ir y volver de trabajar son más de dos.

Algo no está funcionando en el reparto de tiempo, sobre todo en las grandes ciudades.

En cualquier caso, hay pequeñas y grandes medidas o decisiones, algunas a nuestro alcance, que podemos hacer para intentar conciliar la vida personal y profesional. Muchas son renuncias, otras son imposibles, bien es cierto. Es cuestión probablemente de prioridades y de posibilidades. Casa caso es un mundo.

Una de esas medidas es tan sencilla como salir a nuestra hora del trabajo. No siempre es posible, no siempre es recomendable. En algunos casos es lo normal, en otros es imposible. ¿Os había dicho ya que cada caso es un mundo?

Por eso se #mamiconcilia ha puesto en marcha la iniciativa #SalPuntual, adoptando en España una iniciativa del Reino Unido que lleva ya catorce años en marcha: Go Home on Time Day o #GHOTD.

Aquí tenéis más información.

Y, si podéis, salid a vuestra hora. Para jugar con vuestros hijos, para practicar algún deporte, hacer algún recado, quedar con algún amigo… Conciliar no es un verbo que solo podamos conjugar los padres, todos deberíamos hacerlo nuestro.

Yo ya estoy a punto de apagar el ordenador.


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El hermano perfecto

Jaime y Julia jamás se han peleado. Nunca. Ni un sólo empujón, ninguna acusación, ningún ¡tonta! O ¡mentiroso!, Algo impensable probablemente entre cualquier pareja de hermanos de cinco años largos y ocho recién cumplidos.

¿Una suerte?

Alguna vez Jaime ha robado unas cuantas patatas fritas del plato de su hermana, nada trágico. Jaime nunca le ha quitado un juguete a su hermana. Las cosas para él tienen poca importancia. Tal vez sea más sabio que todos nosotros en eso. A Julia jamás su hermano la ha hecho llorar.

¿Una suerte?

Los celos entre hermanos, las famosas pelusas, tampoco ruedan por casa. Las únicas pelusas que tenemos son las que se generan por tener un perro y dos gatos en casa. Sí que ha pasado que uno de los dos reclame nuestra atención a su manera, siempre pacífica, cuando estamos con el otro.

¿Una suerte?

Jaime es gentil con su hermana. Fibroso y grande, a veces los adultos hemos sentido sus uñas, su fuerza… Julia siempre ha estado tranquila a su lado, él jamás ha sido rudo con ella.

Julia también es gentil con él. Le hace cosquillas, caricias, en el último año le toma de la mano y le canta cuando está más nervioso. Suele funcionar, está más tranquilo con ella. Nos recuerda a nosotros y a los demás que Jaime es muy rápido, que trepa muy bien, que gracias a él no hacemos colas en muchos sitios.

Pese a ser una niña muy pequeña siempre ha entendido que tuvieran que abandonar algún sitio o actividad porque a Jaime no le gustase. Nunca ha protestado.

Apenas juegan juntos.
Es que Jaime apenas juega, es uno de sus principales puntos débiles, común en los niños con autismo. El juego es una importante vía de aprendizaje y crecimiento que él casi no tiene. Julia a veces lo intenta, asumiendo que su hermano mayor es como un bebé en esos casos y los juegos son muy básicos.

Ella empieza a imitar lo que ve en nosotros, asumiendo de manera natural cierto rol de cuidadora, de pequeña hermana mayor.

Con frecuencia me preguntan por la relación existente entre Julia y Jaime. Y les digo la verdad: es buena, son dos niños dulces, no hay conflictos entre ellos. Las peleas entre hermanos son algo desconocido para nosotros. Jaime es para Julia el hermano perfecto. Y viceversa.

Y sabiendo que tenemos suerte todos, os juro que mataría por las imperfecciones que otros tienen, por los gritos, los celos y las broncas. Recordadlo la próxima vez que os veáis arbitrando alguna.

Jaime y Julia este verano.

Jaime y Julia este verano.

¡Cómo mola el ‘frikismo’ con causa!

Los soldados imperiales también tienen su corazoncito, y por eso van a desfilar en el parque de El Retiro de Madrid este sábado 20 de septiembre por la tarde a beneficio de la Federación de Organizaciones en favor de Personas con Discapacidad Intelectual (FEAPS). Es decir, a favor de las personas con autismo como mi hijo de las que con tanta frecuencia hablo en este blog, y de muchos otros.

Mola todo, si me permitís la expresión. Mola por encima de todo el frikismo con causa. Es un concepto con el que no puedo dejar de identificarme.

Y mola Star Wars. Mola mucho pese a George Lucas y todos sus torpezas. Precisamente este verano Julia ha comenzado a ver películas que no son de dibujos animados (ya os hablaré de ello en otro post) y este mes de septiembre ha descubierto el universo de la Fuerza (ni se os ocurra mencionarme esa aberración de los midiclorianos) con las primeras tres películas de la saga. Tal vez para cuando se estrene el lío que Disney se trae entre manos ya podamos llevarla al cine a verla.

Volviendo a lo que iba, que este sábado por la tarde hay plan con niños solidario/friki en Madrid. Y por mucho que caiga algún árbol de vez en cuando, el parque de El Retiro sigue siendo merecedor de visitas. A ver si nos vemos por ahí.

Por cierto, que hay otro plan con niños el sábado solidario y recomendable: la II Feria de adopción de Valdemoro, con exhibiciones, pintacaras y perros y gatos necesitados de mimos.

¡Buen fin de semana!

Los viajes en transporte público cuando estás embarazada tienen un nuevo handicap: los ‘smartphones’

(GTRES)

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Imagino que va por rachas. Tras bastante tiempo sin apenas embarazos a mi alrededor, justo ahora parece que estoy cercada por ellos. Y me encanta ver la ilusión ajena al recordar así la mía.

No, definitivamente ya no soy una madre tan reciente.

Hablaba a comienzos de esta semana con una de esas futuras madres de un tema clásico: los viajes en transporte público cuando estás en el tercer trimestre, claramente embarazada. Vino justo después de ver a varias personas distintas ofrecerse a ayudarla en un trayecto de muy pocos metros al verla cargada con una liviana aunque voluminosa bolsa de ropa infantil, mientras yo era lógicamente ignorada caminando a su lado con una bolsa considerablemente más grande y pesada.

Hay un instinto primigenio fuertemente enraizado en mucha gente de ayudar a las mujeres embarazadas, que nos hace saltar como un resorte para evitar que carguen peso, que se agachen, que tengan que permanecer de pie. Como es lógico y deseable.

Y claro, acabamos hablando del metro. Esa pequeña jungla urbana. El lugar por excelencia en el que la gente se hace la sueca. Y desde la invasión de los smartphones no es que se hagan los suecos, es que la gente está tan tranquila, sentada en los asientos reservados e inmersa en sus pantallas sin ver la barriga de más de treinta semanas de preñez que tienen frente a sus narices.

Los móviles con internet son una maravilla, yo soy la primera que me he hecho dependiente del mío, pero nos han convertido en auténticos phonbies en demasiadas circunstancias.
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Me resulta inevitable acordarme de mi técnica para conseguir asiento cuando estaba muy embarazada de Jaime, durante la primavera y el verano de 2006, y tenía que ocupar a diario la agobiante línea 1 del metro de Madrid. Ni un sitio libre, claro. Calor y codazos. No había smartphones, solo algún libro o periódico, lo que sí que había era mucho sueco. Yo me abría paso como podía hasta la línea de asientos reservados, me agarraba a la barra y me quedaba allí de pie, para que vieran bien la barriga a la altura de sus ojos.

Me consta que es una técnica que usamos muchas embarazadas que no nos atrevemos directamente a pedir el asiento reservado para nosotras. Antes o después solía funcionar. Aunque no era infrecuente que el asiento que me acababan cediendo estuviera lejos de los reservados.

No sé si de haberlo hecho ahora con los teléfonos móviles inteligentes la cosa habría salido bien.

Lo que deberíamos hacer los padres cuando nuestros niños practican algún deporte

Niños jugando al fútbol (GTRES).

Niños jugando al fútbol (GTRES).

Hay bastantes posts en este blog que dejan claro que soy una gran defensora de unir deporte y niños. No voy a hablar aquí de los beneficios del deporte en la infancia otra vez, lo último que pretendo es aburrir a nadie.

Ayer tuve la suerte de escuchar en un evento organizado por Decathlon a Josele González, que se dedica profesionalmente a preparar a niños y chavales para jugar al fútbol en Carabanchel, pero sobre todo para intentar que se diviertan haciéndolo y saquen provecho personal de ello. Ojo, provecho en forma de valores, forma física y salud, la cosa no va de convertirles en el futuro Cristiano Ronaldo.

En la charla que tuvimos salieron algunos consejos en forma de pinceladas que es lo que quiero recoger hoy aquí sobre cómo debemos obrar los padres en las actividades deportivas extraescolares de los niños. Hay mucho que podemos hacer:

  • Los niños pequeños, si les gusta, pueden probar todos los deportes por los que tengan curiosidad y permanecer en aquellos que les diviertan, sin presiones tempranas sobre si se les dan mejor unos u otros. Si no lo pasan bien, no hay razón para insistir. Hay muchas otras posibilidades.
  • Hay que procurar que la práctica deportiva extraescolar sea en algún sitio cercano a casa, que no suponga mucho trastorno logístico. Tampoco hay que agobiar las agendas de los niños. Los padres somos los gestores del tiempo que nuestros hijos dedican a diferentes actividades y debemos hacerlo con cabeza.
  • A la hora de elegir el club, escuela o academia en la que practicar deporte hay que fijarse en primer lugar en si el niño se divierte y en segundo lugar en si en ese sitio enseñan valores asociados al deporte.
  • Es normal que en la selección o el Real Madrid entrenen a puerta cerrada, pero en los entrenamientos de nuestros niños no debería haber inconveniente en que los padres podamos presenciarlos. De hecho es recomendable hacerlo y no quedarnos con la asistencia a partidos y competiciones, no solo por ver cómo les enseñan, sino por darles a entender con nuestra presencia que el trabajo previo es tan o más importante.
  • ¿Cómo lo has pasado? ¿Qué has aprendido? ¿Qué es lo que tienes que mejorar? Ese es el tipo de preguntas que deberíamos hacer a nuestros niños cuando vuelven de un entrenamiento o de un partido o competición. Esas y no el típico ¿Habéis ganado? ¿Cómo habéis quedado? Eso probablemente caiga sólo sin preguntarlo. Tampoco otras del tipo ¿Cuánto tiempo has jugado? ¿Has metido algún gol?
  • En Estados Unidos sólo uno de cada catorce mil niños acaba siendo un deportista profesional. En España no es más fácil. Por eso los padres debemos estar mentalizados de que lo que va a conseguir nuestro hijo con el deporte es estar sano, mejorar habilidades sociales, forma física y aprender en valores, pero no debemos ir con la esperanza o la obsesión de tener a los próximos Pau Gasol, Serena Williams o Iniesta.
  • Sobra decir (o debería sobrar, pero no es así por desgracia) que los padres deberían ser los primeros en dar ejemplo desde las gradas cuando los niños ya son algo mayores y empiezan a competir. Si un entrenador en una de las categorías inferiores sacrifica la victoria a cambio de que todos los niños jueguen, bien hecho está. Si el árbitro, que probablemente también sea un crío, se equivoca, no pasa nada que todos lo hacemos. No se insulta ni siquiera suavemente (¡qué malo eres!) a los niños que juegan, a los entrenadores ni al árbitro.
  • Y deberíamos valorar más un gesto bonito, deportivo de un niño a otro, sea compañero o contrincante, que un gol o un triple. De hecho ayer hablaron de que en algunas competiciones de fútbol infantil se usa la tarjeta blanca en esos casos, además de la roja y la amarilla. Me parece una buena idea.

También se mencionó someramente las diferencias entre deportes individuales y de equipo. Yo soy más de los primeros y sé que soy minoría. Probablemente es cierto, como se mencionó ayer, que hay menos oportunidad para trabajar competencias sociales y valores colectivos, pero también es probable que haya menos presiones, motivos de conflicto y problemas de comportamiento adulto asociados. Probablemente dé para otro post.

Por cierto, he empezado a correr de nuevo tras mi operación de rodilla del este invierno, con cabeza, constancia y sin más objetivo que mi equilibrio mental, mejorar un poco mi forma física y empezar a correr con Jaime, como ya os conté.

¡Hay que moverse!

Fotos: GTRES

Las personas con autismo no son indiferentes al dolor de los demás

Muchos padres de niños con autismo y algunas asociaciones se están quejando, con diferentes argumentos y en distintos tonos, sobre todo mediante redes sociales, a El jueves (la revista que sale los miércoles) por una pequeña viñeta llamada El autista de Hamelin.

(EL JUEVES).

(EL JUEVES).

Somos muchos intentando que se deje de utilizar el adjetivo autista como sinónimo de persona que hace oídos sordos a lo que le rodea, que ignora a los demás, que ni los necesita ni los busca, que ni siente ni padece. Lo de El Jueves es aún peor, ya que lo eleva a sinónimo de crueldad en forma de indiferencia al dolor ajeno.

¿Os imagináis utilizar en una viñeta humorística falsos y viejos mitos sobre personas en silla de ruedas, con síndrome de Down, con Alzheimer? Impensable. E igual debería serlo con las personas con autismo.

El autismo es un trastorno amplísimo, con muchas manifestaciones, complejo de asimilar y digerir para los familiares de la persona que recibe el diagnóstico por muchos motivos: no se conoce su causa, no se conoce cómo evolucionará, no hay tratamientos médicos, hay diferentes vías de actuación pero en ninguna ofrecerán unas expectativas definidas, hay muchísimas diferencias entre las personas que tienen autismo y, por último pero no menos importante, hay muchas ideas preconcebidas, falsos mitos sobre el autismo que pesan sobre los que recibimos ese diagnóstico de un ser querido y que otras personas con las que nos cruzaremos a lo largo de nuestra vida evocarán equivocadamente al ver a nuestros hijos, a nuestros hermanos, nietos y sobrinos con esta discapacidad.

No  nos facilita el camino. En absoluto. Por eso el gobierno envió a los medios de comunicación recomendaciones sobre eliminar ese uso de la palabra autista como algo peyorativo, como un adjetivo asociado a comportamientos erróneos. Por eso han nacido muchas acciones contra los mitos del autismo. Por eso nos quejamos cuando vemos viñetas como esa.

No es cuestión de no tener sentido del humor, es cuestión de tener cierta sensibilidad.

Por favor, os lo pido a todos,no uséis autista como insulto, como un modo de echar en cara a alguien que no se preocupa por los demás, que no le importa lo que les pase a otros. Hay muchas formas de afear esos comportamientos, pero que no sea con el nombre del trastorno que padecen millones de personas que se esfuerzan a diario y duramente por hacerse entender y por comprender un mundo tan extraño para ellos. image Aquí la reacción de Federación Autismo Madrid:

Nos hacemos eco de esta queja pública que realiza Aspau, familiares y más personas vinculadas al ámbito del autismo, en relación a la viñeta publicada esta pasada semana por la revista ‘EL JUEVES’. Desde la Federación Autismo Madrid lamentamos profundamente el uso peyorativo del término ‘autista’ y sobre todo, la imagen empleada en la viñeta nos parece que nada tiene que ver con la realidad de las personas con TEA. Es insultante y por ello esperamos y exigimos una rectificación urgente por parte de la revista. Por respeto a las personas con autismo y sus familias.

Y aquí la de Aspau:

Gracias al conocido dibujante de comics Miguel Gallardo (que tiene una hija con autismo) nos enteramos de esta viñeta publicada esta semana en la revista ‘El Jueves’ por los dibujantes Jardí & Ariño. Además de que no tiene ninguna gracia, es insultante y denigrante para las personas con autismo, y no refleja la realidad. La revista y sus creadores Jardí & Ariño @Jardi_Arino (o el creativo que tuvo la idea, no olvidemos que a veces les dictan lo que deben dibujar)deberían rectificar y pedir disculpas públicas. Nosotros ya hemos dejado este comentario en su muro si queréis podéis usarlo como base para vuestro comentario. GRACIAS: La viñeta de Jardí & Ariño sobre «El Autista de Hamelín» no solamente es que no tiene ninguna gracia, sino que es denigrante para las personas con autismo y sus familiares. Tergiversa además la realidad, me gustaría que conocieran los esfuerzos que hacen los niños, jóvenes y adultos con autismo para comunicarse, aprender, y relacionarse con la sociedad. una sociedad que lo menos que le pueden proporcionar es un poco de respeto y comprensión. Respeto que ustedes han perdido totalmente. Los familiares exigimos una rectificación y disculpa pública, YA.

Deberes para casa: ¿sí o no?

Pedro, amigo y profe, me manda una reflexión que quiero compartir con vosotros ahora que ya ha arrancado el curso y los deberes están a la vuelta de la esquina:

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¿Qué objetivo cumplen las tareas para casa? ¿son buenas o malas? Pues dependiendo de a quién preguntes esta respuesta variará y en la mayoría de los casos estará soportada por juicios de valor o tradiciones.

Si perteneces a determinadas Asociaciones de Padres la finalidad de los trabajos para casa van desde el refuerzo de conocimientos adquiridos (¿o no?) en el centro educativo, hasta controlar el trabajo diario de sus hijos. Es curioso también que indiquen que les permiten a los propios padres actualizar sus conocimientos o adquirir otros nuevos.

En el caso de pertenencia a otras Asociaciones de Padres estarás totalmente en contra de cualquier tarea para casa. Incluso apoyarás la huelga contra las tareas de las asociaciones de padres francesas en el año 2012, y probablemente defenderás que promueven la creación de futuros trabajadores dóciles que se saltarán sus horas de trabajo para realizar extraordinarias por la patilla.

Si eres finlandés las tareas para casa serán pocas y tendrán como resultado el aprendizaje…si además luego eres de los primeros en resultado PISA pues genial.

Y si eres coreano…bueno pues allí tendrás un montón de tareas que realizar, tendrás que superar a tus compañeros de clase y si al final eres el primero del mundo en PISA…de nuevo genial. En este caso no importa que el número de suicidios entre personal menor de 24 años sea alarmantemente alto, siempre y cuando te hayas convertido en un coreano de pro (signifique lo que signifique)…pero no me voy a meter por ahí.

Si eres de la universidad de Duke y te llamas Harris Cooper serás citado por los detractores aunque defiendas que lo interesante es la regla de los 10 minutos: empezar con 10 minutos de tarea el primer año para terminar, al final de la secundaria, con 150-160 minutos. Aunque tampoco confíes mucho en ello.

¿Y si me preguntas a mí? Pues te diré que un poco de tarea al día (no más de 15-20 minutos) para repasar lo visto en clase el día anterior, poder preguntar dudas al profesor y reforzar algún aspecto no lo veo mal. Pero si estas son excesivas, repetitivas, impiden que el alumno se socialice con otras personas ajenas a sus estudios; si les hace imposible leer los libros, ver películas, escuchar la música o practicar la actividad física que más les guste estaré totalmente en contra.

No sé vosotros, pero yo estoy de acuerdo con Pedro. Al final el sentido común debería dictar la norma también aquí. Es bueno reforzar algo en casa, sobre todo según se van haciendo mayores, pero no es lógico tener a niños hasta arriba de deberes, incapaces casi de jugar o tener otras actividades como he visto que tienden a hacer en algunos centros.

Y respecto a la etapa que me toca, tener deberes en infantil no es algo que vea mal, pero no me parece necesario. Jugar es los un toca, y se puede aprender mucho jugando. Una partida de parchís en familia me parece mucho más razonable a esa edad que tener que contar y dibujar puntos de dados en una ficha.

Hay muchas formas de aprender a cualquier edad.