Redescubriendo a Peter Pan

Había leído a Peter Pan muchas veces en mi infancia, pero en realidad nunca lo había leído. Nunca había abierto de adulta el libro original de Barrie.

Lo he hecho hace poco y me he encontrado con muchas gratas sorpresas. No sé lo que esperaba, pero sé que Disney y el famoso complejo de Peter Pan habían calado bastante.

Es un libro mágico, inteligente y fascinante. Para mí el mejor libro que describe como se siente y se piensa en ese periodo extraordinario que es la infancia. Y se adentra mucho en la maternidad, en lo que los niños sienten y en cómo la viven las madres. Y es muy agridulce. Algo que no es de extrañar recordando la infancia del autor:

James Matthew Barrie nació en el seno de una adinerada familia británica victoriana. Cuando tenía 6 años, su hermano de 13 David, el favorito de su madre, murió. Su madre nunca se recuperó de la pérdida, e ignoró a J. M. Por ejemplo, cuando entraba en una habitación y veía a su madre, ésta siempre decía «David, ¿eres tú? ¿Puedes ser tú?» y cuando advertia que era James, añadía «Ah, sólo eres tú.» Su padre no se relacionaba en absoluto con los niños. Como resultado de este extremo abandono y del probable maltrato psicológico, James padeció enanismo psicogénico: dejó de crecer y nunca desarrolló la pubertad. Alcanzó la edad adulta sin haber crecido más de 1,47 m

Es dulce y mágico, pero también cruel y triste. Como es a veces ser niño. Tiene generosidad y violencia. Tiene fragmentos maravillosos.

Ya os podéis imaginar que os lo recomiendo. Pero por favor no os quedéis sólo con la historia de Peter Pan y Wendy, leed también los relatos de Peter Pan en los jardines de Kensington. A mi me gustaron bastante más.

Allí por ejemplo se explican los orígenes de Peter Pan en un relato emocinante, hermoso y triste. La verdad es que al resumirlo es imposible hacerle justicia, pero quiero compartirlo con vosotros.

El bebé que, como era antes un pájaro, escapó volando por la ventana para vivir con las hadas y dejando desolada a su madre. La visitó y sabía de su pena. Ella siempre dejaba la ventana abierta confiando en su vuelta. Él dudaba si regresar, pero quería apurar un poco más su vida de bebé-pájaro. Pasado el tiempo se decidió a volver con ella para siempre. Pero había esperado demasiado tiempo. La ventana estaba cerrada. Su madre dormía feliz en la cama con otro bebé a su lado. A Peter Pan se le rompió el corazón, el amor de una madre para él dejó de ser el absoluto que él creía y nunca más volvió.

Peter Pan sí quiso crecer, quiso volver con su madre y ser un niño más. Pero no tuvo suerte.

-Puedo darte la facultad de volar hasta tu casa -le dijo la reina-, pero no puedo abrirte la puerta.
-Seguramente estará abierta la ventana por la que salí -replicó Peter con confianza-. Mamá siempre la tiene abierta de par en par con la esperanza de que un día volveré.
-¿Cómo lo sabes? -le preguntaron las hadas sorprendidas, aunque Peter no fue capaz de explicar cómo lo sabía.
-Lo sé -dijo sencillamente.
Y, como insistía en su deseo, tuvieron que ceder. Para darle la facultad de volar hicieron así: todas le frotaron los hombros e inmediatamente sintió en aquel punto un curioso hormigueo, y se fue elevando cada vez más hacia arriba, y salió volando de los Jardines por encima de los tejados de las casas.
El hecho era tan maravilloso, que, en lugar de volar en línea recta hacia su casa, fue planeando desde la catedral de San Pablo hasta el Crystal Palace y vuelta, luego a lo largo del río y por Regent’s Park, y, cuando llegó a la ventana de su madre, ya había decidido que su segundo deseo sería convertirse en pájaro.
La ventana estaba abierta de par en par, como él se la había imaginado, así tenía que ser, y entró volando y encontró a su madre durmiendo. Peter se posó suavemente en la barandilla de madera a los pies de la cama y se quedó mirándola durante un buen rato. Estaba echada con la cabeza apoyada en la mano, y el hueco del almohadón parecía un nido forrado con su cabello oscuro y rizado. Recordó, aunque lo había olvidado durante mucho tiempo, que su mamá por la noche soltaba los cabellos, les daba vacaciones. ¡Qué bien le sentaban los volantes del camisón! Se alegró mucho de tener una madre tan guapa. Pero parecía triste, y él sabía por qué estaba triste. Movió un brazo como si quisiera abrazar algo, él sabía muy bien qué quería abrazar.
«¡Ay, mamá», se dijo, «si supieras quién está sentado a los pies de tu cama! »
Acarició, rozando apenas, el montecito hecho con sus pies, y pudo apreciar por la expresión de su rostro que le agradaba mucho. Peter sabía que habría bastado decir: «¡Mamá!» muy bajito, para despertarla. Las madres se despiertan inmediatamente cuando las llamáis por su nombre. Entonces se le escaparía un grito de alegría y le abrazaría con todas sus fuerzas. Habría sido muy agradable para él, y, sobre todo, inmensamente hermoso para su mamá. Temo que Peter consideraba la cosa así. Al volver con su madre, no dudaba de que se trataba del mejor regalo que se puede hacer a una mujer. No hay nada más hermoso que tener un hijo nuestro. ¡Qué orgullosas están las madres con sus hijos! Y es sin duda justo y natural.
Pero ¿por qué se demoraba Peter a los pies de la cama? ¿Por qué no le decía a su madre que había vuelto?
Me sobrecoge la verdad, pues, mientras tanto se estaban enfrentando dos sentimientos. A veces miraba a su madre afligido, y a veces miraba afligido la ventana. En realidad, le sería agradable volver a ser su hijo, pero, por otra parte, ¡qué días más maravillosos había pasado en los Jardines! ¿Estaba seguro de que le gustaría volver a llevar vestido? Saltó de la barandilla de la cama y abrió algunos cajones para echar un vistazo a sus viejas ropas. Seguían allí, pero ya no recordaba cómo se ponían. Por ejemplo, ¿los calcetines se ponían en los pies o en las manos? Iba a probarse uno en la mano, cuando le ocurrió una hermosa aventura. Quizá había crujido el cajón, el caso es que su madre se despertó, porque él le oyó decir: « ¡Peter! », como si fuera la palabra más hermosa del mundo. Se quedó sentado en el suelo, conteniendo la respiración y preguntándose cómo habría sabido que había vuelto. Si repetía la palabra «¡Peter!», estaba convencido de que iba a gritar «¡Mamá!» y correría hacia ella. Pero no volvió a hablar, y, cuando, una vez, se puso a mirarle a escondidas, estaba dormida con unas lágrimas que le corrían por la cara.
Esto hizo que Peter se sintiera muy triste. ¿Y no sabéis lo primero que se le ocurrió? Sentado en la barandilla a los pies de la cama, tocó con su flauta una bonita nana para su madre. La había compuesto con el ritmo que ella había dicho «¡Peter!», y no dejó de tocarla hasta que la vio feliz.
Y le pareció tan bonito lo que se le había ocurrido, que a duras penas pudo contenerse para no despertarla y oírle decir: «¡Peter, qué bien tocas!» Sin embargo, como ya no se sentía tan feliz, empezó de nuevo a echar ojeadas a la ventana. No vayáis a creer que estaba pensando en irse volando y no volver jamás. Había decidido ser el hijo de su madre, pero estaba dudando si empezar ya esa noche. Le preocupaba su segundo deseo. Ya no quería convertirse en pájaro, pero le parecía un derroche no pedir un segundo deseo, y, naturalmente, para conseguir que le fuera concedido, tenía que regresar con las hadas. Además, podría perderse en el sueño de los tiempos,
si tardaba mucho en pedirlo. Por otra parte, se preguntaba si no habría sido de mala educación irse sin decir adiós a Salomón.
«Me gustaría mucho navegar una vez más en mi barco», dijo con nostalgia a su madre dormida. Discutía con ella, como si pudiera oírle. «Sería maravilloso contarles a los pájaros esta aventura», dijo para convencerla. «Te prometo que volveré», añadió solemnemente, y lo creí así.
Y por fin, como era previsible, se echó a volar. Volvió dos veces a la ventana, pretendiendo besar a su madre, pero temió despertarla y decidió interpretar un hermoso beso con su flauta, e inmediatamente después se fue volando a los Jardines.
Pasaron muchas noches, incluso meses, sin pedir a las hadas su segundo deseo. Y, en realidad, no sé con certeza por qué lo retrasó tanto.
Una de las razones era por tener que decir adiós no sólo a tantos buenos amigos, sino también a cientos de lugares muy queridos. Luego emprendió una última travesía, a continuación la ultimísima, y más tarde la definitiva, y así en todas las cosas. Se celebraron, una vez más, gran cantidad de fiestas de despedida en su honor.
Además existía otra razón muy cómoda: a pesar de todo, no corría tanta prisa, ya que su madre nunca se cansaría de esperarlo. Esta última razón no gustó nada al viejo Salomón, que animaba a los pájaros a que lo retrasaran. Salomón tenía varios lemas excelentes para mantenerlos siempre ocupados: «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy», o «En este mundo no hay segundas oportunidades», y Peter se había demorado con una total despreocupación, sin que la experiencia le hubiera pasado factura. Los pájaros se hicieron señales unos a otros sobre el particular y se convirtieron en unos vagos.
Pero no olvidéis que, aunque Peter se retrasaba en volver con su madre, estaba completamente decidido a regresar. La mejor prueba de ello era su precaución con las hadas. Lo que más les gustaba a ellas era que se quedara en los Jardines para que siguiera tocando, y por eso le provocaban para que dijera frases como «Me gustaría que la yerba no estuviese tan húmeda», y a veces alguna bailaba desacompasadamente para que él exclamara: «Desearía que bailaras al compás.» Entonces habrían podido decir que ya había formulado su segundo deseo. Pero descubrió sus planes, y, aunque en alguna ocasión empezó a decir «Desearía…», siempre supo interrumpirse a tiempo. De esta forma, cuando por fin les dijo con valentía: «Ahora desearía volver con mi madre para siempre», no tuvieron más remedio que frotarle los hombros y dejarle que se fuera.
Al final le entró prisa, porque había soñado que su madre estaba llorando, y él sabía por qué lloraba, y un abrazo de su adorado Peter le devolvería la sonrisa. ¡Estaba tan seguro de ello y tenía tantas ganas de cobijarse entre sus brazos, que esta vez voló directamente hacia la ventana que siempre estaba abierta, esperándolo!
Pero la ventana estaba cerrada y, además, tenía rejas. Al mirar dentro, vio que su madre dormía pacíficamente con otro niño pequeño entre sus brazos.
Peter gritó: « ¡Mamá, mamá!», pero ella no lo oyó. En vano golpeó con sus pequeñas manos contra las rejas. Tuvo que volver sollozando a los Jardines, y ya no volvió a ver a su querida mamá.
¡Qué niño más estupendo había pensado ser para ella! ¡Ay, Peter! Los que hemos cometido un grave error, ¡de qué forma más distinta nos comportamos en una segunda oportunidad!
Salomón tenía razón: no hay segundas oportunidades para la mayoría de nosotros. Cuando llegamos a la ventana, es la Hora de Cierre. Y nos encontramos con las rejas.

13 comentarios

  1. Dice ser madre reciente

    Perdonad por poner un fragmento tan largo, pero creo que merece la pena…

    26 octubre 2010 | 23:13

  2. Dice ser Isale

    Largo pero precioso. Enhorabuena por tu blog.

    26 octubre 2010 | 23:29

  3. Dice ser María

    Nunca se me hubiera ocurrido leer Peter Pan. El fragmento que has compartido es un estupendo motivo para mí para buscarlo, leerlo y disfrutarlo. ¡Gracias!

    26 octubre 2010 | 23:45

  4. Dice ser antonio larrosa

    Este cuento ya lo había leído hace muchos años, pero esta vez lo he comprendido, porque no amamos suficiente a nuestros padres y siempre los echamos de menos cuando ya no es posible hacerlo cuando la ventana esta cerrada, cuando están muertos.

    Clica sobre mi nombre

    27 octubre 2010 | 00:28

  5. Dice ser antonio larrosa

    Este cuento ya lo había leído hace muchos años, pero esta vez lo he comprendido, porque no amamos suficiente a nuestros padres y siempre los echamos de menos cuando ya no es posible hacerlo cuando la ventana esta cerrada, cuando están muertos.

    Clica sobre mi nombre

    mj

    27 octubre 2010 | 00:29

  6. Dice ser ro

    aunque si he leido originales de varios clasicos infantiles, nunca se me ocurrio leer Peter Pan! tiene pinta d estar buenisimo, a ver si lo encuentro 😀

    27 octubre 2010 | 02:39

  7. Dice ser Metamorfosis

    Tenía idea de lo tierno que era en realidad este relato de Barry, pero este fragmento me ha encantado. Yo también conseguiré el libro y lo conservaré para un día leerselo a mis nietos, y que siga siendo inmortal. Si no habéis visto aún «Descubriendo Nunca Jamás», miradla. Además de que Johnny Deep está genial (como siempre) cuenta la historia de como nació Peter Pan en la imaginación de Barry.

    27 octubre 2010 | 08:37

  8. Dice ser Lea

    Gracias por este fragmento: es una lectura maravillosa aunque triste. Es una lástima la de cosas que se nos quedan por decir a los padres, y lo tarde que nos damos cuenta de ello.

    27 octubre 2010 | 09:45

  9. Dice ser madre e hija por suerte

    Jamas habia leido el cuento original de Peter Pan,ni sabia de su historia real que el escritor paso en su infancia, y realmente me he quedado desgarrada interiormente poniendome en el lugar de madre

    27 octubre 2010 | 10:37

  10. Dice ser AnaMG

    No me he querido leer el fracmento, pero es que el original de Peter Pan es una de las lecturas que tengo pendientes y me gusta hacerlo sin leer nada antes.
    Debe de ser fantastico en multiples aspecto, eso si, no conocia la historia personal de Barry.
    Lo apuntare a mi lista para los Reyes Magos, a ver si se animan y me traen un poquito de buena lectura.

    27 octubre 2010 | 11:49

  11. Dice ser monica

    muy bonito,magico

    27 octubre 2010 | 14:45

  12. Dice ser Tia de Sobrino

    uf bonito pero triste tanto para la madre como para el hijo.

    Gracias por compartirlo

    27 octubre 2010 | 17:03

  13. Dice ser Petiso Carambanal

    Pues yo me quede O_o cuando leí lo que les hacía Peter a los niños perdidos cuando crecían.

    28 octubre 2010 | 12:26

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