Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

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¿Has ‘rehecho’ tu vida?

Una de las preguntas que más nos hacen a las personas separadas o divorciadas es si hemos «rehecho» nuestra vida. Para casi todo el mundo «rehacer la vida» consiste en volver a emparejarse, tener novio/a o casarse de nuevo. Nunca he entendido ese concepto que viene a calificar mi vida como deshecha y que da a la pareja tanta importancia como para elevarla a la vida entera.

Yo siempre respondo que mi vida está perfectamente como está, que soy feliz con ella, con mis hijos, mis amigos, mi trabajo…; que no tengo nada que rehacer -por algo estará deshecho, ¿no?- y que si quieren saber si tengo una nueva pareja es mejor que lo pregunten directamente.

Raro es el día en que alguien no pronuncia la dichosa frase. Hoy mismo acabo de leer que el cuñado de Letizia Ortiz ha rehecho su vida. Y parece que también lo ha hecho Britney Spears o la infanta Elena.

Según la RAE, rehacer es «volver a hacer lo que se había deshecho, o hecho mal». Y reducir la vida entera al hecho de tener o no tener pareja me parece un concepto bastante pobre. ¿Y tú? ¿qué opinas?

Maternidad, de Oswaldo Guayasamín.

‘Pipas’, ‘tolais’, ‘lentejas’ y otras lindezas de su vocabulario

De vez en cuando tengo que interrumpir a mis hijos para que me aclaren algún término de los que utilizan al hablar. Ya aprendí hace tiempo que el bule es el bus, que estar empanao viene a ser como estar en babia y que al más despistado del grupo todos le llaman tolai o pipa (ésta última denominación tiene un carácter más peyorativo).

Hace poco advertí que ya no hablan de «tías buenas». No, ahora están «frescas» o «fresquísimas». Y tal como tienen las hormonas de revueltas es algo que no dejan de repetir.

Esta tarde he aprendido un nuevo significado de la palabra lentejas. «Esos son unos lentejas», ha dicho mi hijo mientras hablaba de unos chavales a los que conoció el otro día. «A ver, ¿y a qué llamas tú lentejas?», he preguntado yo. La respuesta ha sido una larga retahíla de sinónimos: «Pues tolais, tontos, empanaos, paraditos, lentos, lentejas».

He tenido que pararle para que se diera cuenta de que ya había comprendido a qué se refería, porque él más que paradito estaba lanzado. Después me ha explicado que «eso es lo peor que te pueden llamar en la vida» y que el término se utiliza mucho en Argentina -tiene un amigo de allí- .

Lo he buscado en Internet y he visto que se utiliza en muchos países latinoamericanos y que no sólo lo emplean los jóvenes, ya que incluso se habla de un sindrome lenteja para referirse a los jubilados que hacen las cosas lentamente.

¿Y tú? ¿conocías este significado de la palabra lentejas?

«No me ralles»

Estoy harta de la dichosa frasecita. Si digo algo que no le gusta escuchar, ya sé la respuesta: «No me ralles». No importa si le digo que su cuarto está hecho una leonera, que no ha bajado la basura, que llega tarde o que está jugando a un videojuegos cuando debía estar estudiando. A veces parece que su vocabulario se haya reducido a esas tres palabras. Y lo peor no es la frase en sí sino el gesto de desprecio con que la acompaña o el portazo con el que remata la faena. Y lo peor es que lo dice como si con ella pusiera punto y final a cualquier bronca. Aunque sabe perfectamente que eso no es así.

Hablo de mi hijo pequeño. El mayor, que también utilizaba a menudo esa frase, razona bastante más cuando se enfada y ya sabe que así no va a conseguir zanjar ninguna conversación. Lo cierto es que a base de repetirla han conseguido que me venga a la cabeza en determinadas conversaciones. En los últimos días les he respondido a menudo con su propia medicina. Si uno me dice que no le gustan los garbanzos que he preparado le respondo: «No me ralles»; si el otro asegura que mis zapatillas nuevas son para jugar fútbol sala y no para ir a la calle vuelvo a decir «No me ralles». Todo lo que creen que he hecho mal tiene la misma respuesta. Y creo que la táctica ha funcionado: desde que soy yo quien repite la frase no he vuelto a escuchársela a ellos.

«En cero coma», la frase de moda

Da igual lo que preguntes. Si les dices por teléfono que están tardando mucho en llegar a casa, te contestan que llegan en cero coma; si les recuerdas que tienen que recoger la mesa, o poner el lavavajillas o ir al supermercado también aseguran que lo resuelven en cero coma (aunque luego no sea cierto). Lo que sí hacen en tiempo récord es escaquearse de esas obligaciones en cuanto tienen oportunidad.

«En cero coma» se ha convertido este verano en la frase de moda en mi casa. Cada día la escucho diez o doce veces y empiezo a no soportarla. La dice el mayor, la dice el pequeño, y he llegado a decirla yo en respuesta a su insistencia.

Sus amigos también repiten hasta la saciedad esa expresión y ahora la empiezan a decir mis hermanos, a los que parece hacerles mucha gracia. Creo que voy a salir huyendo para dejar de escucharla en cero coma.

¿Cueces o enriqueces?

Expresiones que utilizan habitualmente los adolescentes como «Estar out», «Pillar el bule», «Estoy to loco» o «Echar la peta» ¿enriquecen el lenguaje o lo empobrecen?

Esta es la pregunta que van a intentar responder los expertos que se reunen mañana en La Rioja, en el seminario internacional El español de los jóvenes, organizado por la Fundación del Español Urgente (Fundéu) y en el que también hablarán del lenguaje y las abreviaturas de los SMS. Puedes leer aquí la información de 20minutos sobre el tema.

Mis hijos y sus amigos repiten hasta el infinito términos como «¡Qué fuerte!», «oka», «no ves que no», «pelas»,»piba» o «churri», y creo que no me equivoco si digo que todas esas palabras ya las decíamos los adolescentes de generaciones anteriores. ¿Ha enriquecido o empobrecido el lenguaje su uso generalizado? Mientras los jóvenes sepan dónde y cómo emplearlos no veo ningún problema en su utilización. De hecho todos envian mensajes del tipo «Toy n ksa d un klega, aora wuelvo» y no se les ocurre usar ese lenguaje para tomar apuntes o hacer un examen.

La duda sobre el enriquecimiento me ha traído a la cabeza el famoso eslogan de Avecrem: «¿Cueces o enriqueces?» y cómo las frases de los anuncios, o de las series de televisión, logran hacerse un hueco en el lenguaje popular, especialmente en el de los adolescentes, que son los que más horas pasan frente a la tele. No hace mucho que todos repetían sin parar el «mayormente» o «lo que viene siendo…» que puso de moda Fiti, de Los Serrano.

La serie Aída es otra gran fuente de términos ordinarios, barriobajeros y casi siempre políticamente incorrectos, que hacen mucha gracia tanto a adolescentes como a adultos, según reflejan sus índices de audiencia. Seguramente su éxito se deba a que ese lenguaje chusco y esperpéntico se incluye en chistes o diálogos perfectamente construidos.

Tampoco es raro escucharles cosas como «¿Te gusta conducir?» del anuncio de BMW, el «No Martini, no party», el «Redecora tu vida» de Ikea o el «Piensa en verde» de Heineken, al que suelen añadir la coletilla «Y acertarás».

Últimamente repiten mucho un gran clásico, que se ha vuelto a poner de moda por obra y gracia de Gallina Blanca: «Soy Juan Palomo, yo me lo guiso… yo me lo como».

Poca química y mucha audiencia

La parrilla televisiva tiene una nueva serie de adolescentes. Se llama Física o química, muestra la vida en un colegio-instituto y fue el segundo espacio más visto el lunes por la noche.

Vi con mis hijos el primer capítulo por el que sentían bastante curiosidad. No les gustó mucho: no se creían ni el lenguaje de los alumnos, ni sus reacciones frente a las broncas de los profesores, ni cómo se retrataba al malote y al friki de la clase, ni las situaciones que se plantearon entre los personajes, como la de una profesora que descubre a uno de sus ligues entre sus alumnos. Empezaron echando pestes pero se quedaron hasta el final, aunque dejaron muy claro que eso no es, ni de lejos, un fiel reflejo de lo que ellos ven en clase.

Un ejemplo más de la contradicción adolescente. Tampoco se creían muchos diálogos ni las situaciones de Los Serrano en sus inicios, ni que «todos se liaran con todas», lo que no evitó que se engancharan a la serie. Estoy casi segura de que el lunes próximo estarán de nuevo ante la tele para saber si la alumna reivindicativa la vuelve a liar o si sigue adelante el ligue entre la profe y el alumno.

Hoy toca Los hombres de Paco. Ya están desgañitándose los dos con la sintonía. ¡Con estos personajes sí tienen buena química!