“Viejo es el viento…y sopla"

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Comienzan los otros Juegos: fiestas, alcohol…

El Comité Olímpico Internacional ya se huele la que se avecina y ha intentado ejercer de padre responsable con sus deportistas. «Por favor, beban con moderación y sensatez», les ha venido a decir.

En una semana de competición, los episodios etílicos ya sobrepasan los dedos de las dos manos. El último caso fue la imagen del ídolo británico Bradley Wiggins atado a una botella de vodka. Otros deportistas ya han avisado de sus intenciones: un remero australiano fue detenido tras romper un escaparate, y el chico iba bastante fino; otro deportista serbio fue expulsado de la Villa por llegar varios días a deshora, y uno de los tótems de la ‘happy-life’, Ryan Lochte, ha confesado su excitación ante los próximos días: «Llego soltero y estoy en Londres…».

El COI volvió a confirmarme ayer que el consumo de alcohol está prohibido en la Villa, «donde los atletas son sometidos a rigurosos controles para comprobar que no introducen ninguna botella dentro». Pero vamos, si el equipo femenino de fútbol de EEUU coló en Pekín a media docena de tipos -actores famosos incluidos- para montar una fiesta de alcohol, sexo y lo que se terciase, no sé yo si tendrán alguna dificultad en meter aquí alguna botella. O si no, un tetra-brick de Don Simón, que no pita. Y aquello era China, esto es Gran Bretaña, donde se bebe más cerveza que agua.

El asunto es que la Villa ha mutado de repente y ahora está poblada de gente con mucho tiempo libre. Muchas disciplinas se están acabando y sus deportistas andan con ganas de disfrutar del espíritu olímpico en todo el sentido de la palabra. Ahora sí que lo importante es participar. Ya lo comenté en otros capítulos del blog: se han distribuido 150.000 condones dentro del recinto y amenazan con agotarse. Una cosa está clara, Durex se va a forrar.

Phelps, Kobe y Bolt, las piezas más codiciadas de la Villa Olímpica

Encerrada entre altísimas vallas bien custodiadas por seguridad (al rodearla más parece una prisión), miles de atletas conviven en la Villa Olímpica, y muchos de ellos se aburren como ostras. Es el peaje de la competición, que te exige máximo esfuerzo y máximo descanso, sin actividades intermedias que no sean ver una película en el sofá o leer un libro.

El centro de la Villa es la cafetería, y allí es donde hay follón diario porque hay varias piezas muy cotizadas: Phelps, Kobe y Bolt. Es aparecer uno de ellos y llegar la revolución. Los dos norteamericanos intentan probar bocado entre foto y foto. Y cuando digo intentan es porque muchas veces no lo consiguen: «Kobe Bryant es muy simpático. Estuvo media hora comiendo y se hizo unas 50 fotos con deportistas. No puso una sola mala cara», me contaban hace unos días nuestras jugadoras de voley-playa Elsa y Liliana (que, por cierto, siguen de uñas con determinados medios y fotos). Poneos en la situación e imaginaos que intentáis comer y cada 20 segundos os están pidiendo una foto.

Quizás Kobe, en su primer año en una Villa Olímpica (en Pekín estuvieron alojados en un lujoso hotel apartado del barullo), no esperaba tal avalancha, pero Bolt sí, y toma precauciones. Siempre aparece en la cafetería rodeado de unos 10 compañeros que ejercen de guardaespaldas anti-moscones.

Y poco más se puede hacer por la zona, intentar rascar alguna entrada en la tienda de tiquets que hay en la zona internacional, a la que sí podemos entrar los periodistas, navegar por los mundos de Internet o ir más allá y entrar al gigantesco centro comercial que han construido expresamente para los Juegos. Se llama Westfield y a duras penas se puede avanzar por sus pasillos. No es multitud, es marabunta.

Las normas en la Villa también son estrictas: está prohibido entrar con alcohol, no se puede acceder a partir de determinadas horas de la madrugada y todos los deportistas son allí tratados en la máxima igualdad, sean quién sean.

¿Y cuándo terminen los Juegos? El propósito londinense es convertir la Villa en una enorme urbanización para ciudadanos con menos poder adquisitivo, aunque parece que la mitad del lugar ya ha sido adquirido por la familia real saudí para explotarlo como a ellos les convenga y a los precios que les plazca.

No hay que olvidar una cosa: aquello de ‘lo importante es participar’ está muy bien y suena bonito, pero el lema se los Juegos se ha modernizado: ‘Lo importante es ganar…dinero’.