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El papel del gas en la descarbonización de la UE

El pasado jueves asistí a un evento patrocinado por Naturgy, protagonizado por Christopher Jones y Walter Boltz. Parece que vamos a tener gas para largo. Pero ni Jones se cree que nuestros nietos van a quemar tanto gas como nosotros. Ni siquiera nuestros hijos.

Ciertamente, la descarbonización total no va a ser ni fácil ni rápida. Pero la jornada de hoy me ha recordado otras jornadas sobre la construcción naval en los 80, sobre el carbón hace apenas unos años. O sobre el petróleo todavía.

Es comprensible que las empresas con miles de millones en reservas, infraestructuras y mercados quieran protegerlos. Pero no veo ni a estas empresas ni, mucho menos, a sus bancos y accionistas, invertir de manera masiva en barcos, carbón, petróleo o … gas. Pueden decir que es por inseguridad regulatoria. Se entiende, sería suicida invertir miles de millones con esta incertidumbre.

Pero esta incertidumbre no va a desaparecer por un resultado diferente en las elecciones del 10N. Esta incertidumbre es inherente a las políticas que emanan de la Comisión Europea. Y Europa va a descarbonizar su economía. Si no es en 2050, será en 2070. Con vaivenes, con políticas asimétricas. Pero la descarbonización es imparable.

Afortunadamente, ya contamos con unas pocas tecnologías que nos permiten iniciar el camino: La descarbonización de la electricidad será, además, más barata que seguir con combustibles fósiles. ¿Hará falta más gas de respaldo? Yo creo que no. Pero ellos opinan que sí. Es fácil salir de dudas, en el PNIEC se prevé el cierre paulatino de las plantas de carbón y algo más tarde, de las nucleares. Y se mantienen, como respaldo, los 27 GW de potencia instalada en ciclos combinados a gas. Vamos a tener muchos años para comprobar si la integración de las sucesivas oleadas de nuevas renovables requiere más o menos gas como generación de respaldo. 27 GW es más de la mitad de la potencia pico demandada, o sea que debe ser más que suficiente. Mi tesis es que no se va a utilizar más gas que ahora. Y se van a ir cerrando las centrales de gas según vayan envejeciendo.

Movilidad: Ya casi nadie habla de la utilización del gas para movilidad. Un día tras otro salen informes nuevos sobre las “emisiones del pozo a la rueda” de los vehículos a gas. En muchos casos son iguales o un poco mejores o un poco peores que el gasóleo o la gasolina. No se va a utilizar el gas en movilidad. Desde ya, el futuro de la movilidad es eléctrico renovable. Con algo de hidrógeno y amoníaco renovables en transporte pesado (camiones y barcos).

Calefacción: Sí, por un tiempo. Pero el rendimiento de las bombas de calor es el triple que el de la mejor caldera. A largo plazo, la calefacción será eléctrica renovable.

Industria: Sí, por un tiempo, pero será sustituido por gases renovables (todo el biogás que seamos capaces de producir e hidrógeno renovable).

Por lo tanto, las empresas de gas lo apuestan todo a los “gases renovables”. Es decir, seguir con el gas fósil todo el tiempo posible, inyectar en la red el biometano que seamos capaces de producir y el hidrógeno que podamos fabricar con electricidad renovable excedente (electrólisis) o procedente de metano fósil con CCS (captura del C02, cuando y si llega a ser viable).

En este escenario, ¿Quién va a invertir los miles de millones que hacen falta para mantener las actuales infraestructuras y desarrollar las tecnologías necesarias?

Futuro incierto para el gas.

Por Emilio de las Heras – Experto en Cambio Climático y Economía "

¿De verdad es el gas la «alternativa eco»?

Miriam Zaitegui. Área de política y acción climática de ECODES

 

La contaminación en las ciudades y los problemas de salud que acarrea, así como el ya más que evidente cambio climático han acelerado procesos políticos para dar el adiós definitivo al petróleo y apostar por la descarbonización del transporte. Sin embargo, en este proceso de descarbonización llama la atención la apuesta por el mal llamado gas natural como combustible alternativo al petróleo, y decimos «mal llamado» porque el gas natural es en realidad un gas fósil, por lo tanto finito, y con grave impacto en el calentamiento global.

Es sorprendente que en un contexto donde 195 países han ratificado el Acuerdo de París y en el que el gobierno español se enorgullece de estar elaborando una Ley de cambio climático y transición energética se acepte y fomente el gas como combustible alternativo.

En 2016 y siguiendo con la Directiva 2014/94/UE para el “Desarrollo del Mercado de los Combustibles Alternativos y su Infraestructuras” España adoptó un marco de acción nacional con el objetivo de “minimizar la dependencia del petróleo en el sector del transporte y mitigar su impacto medioambiental”. En este marco el gas natural es concebido como una de las alternativas “eco” y es incentivado a través de medidas fiscales, etiquetado eco, etc. Este espejismo de sostenibilidad ha llegado hasta el punto de que SEAT nos ofrece un coche que utiliza dos gases fósiles, -gas natural y gasolina-, como la alternativa “más eco, más económica y más ecológica” e incluso afirma que cuanto más conduzcas, más ahorras. Quizá esta publicidad engañosa sea uno de los motivos que explique el aumento de matriculaciones de vehículos a gas de hasta un 112% en un año.

SEAT nos ofrece un coche que utiliza dos gases fósiles, -gas natural y gasolina-, como la alternativa “más eco, más económica y más ecológica” e incluso afirma que cuanto más conduzcas, más ahorras

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Ni el gas natural es ecológico ni la energía nuclear es sostenible

Mariano Sidrach de Cardona – Catedrático de la Universidad de Málaga

Cuando empieza a haber un amplio consenso entre la ciudadanía sobre la necesidad de tomar medidas urgentes para actuar frente al cambio climático, los sectores energéticos tradicionales maniobran, poniendo en marcha toda su capacidad de influencia mediática, ofreciéndose como parte de la solución, confundiendo y engañando a los ciudadanos, con el único fin de seguir salvaguardando sus intereses y, por tanto, asegurarse durante más tiempo sus pingües beneficios. En este contexto, llama la atención el fuerte interés por apostar por el gas natural y la energía nuclear como energías válidas para la transición energética.

En una reciente visita a la hermosa ciudad de Salamanca, observo que muchos de los autobuses urbanos de esta ciudad funcionan con gas natural. Para mi sorpresa, en todos ellos pone “Soy ecológico: propulsado con gas natural”. Vayamos por partes. Según los conceptos ampliamente aceptados, un producto lleva la etiqueta de ecológico cuando no produce daños al medio ambiente. El gas natural es una fuente de energía fósil, formada por una mezcla de hidrocarburos gaseosos ligeros. Su combustión produce gases de efecto invernadero, si bien es cierto que en menor medida que los derivados del petróleo y que el carbón. La razón por la que produce menos C02 es que su principal componente es el metano. Sin embargo este gas cuando se escapa, bien durante su extracción o en su distribución, supone un daño 23 veces mayor al efecto invernadero que el dióxido de carbono.

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Las eléctricas contaminan, tú pagas

Por José Luis García – Área de Energía y Cambio Climático de Greenpeace

Ellos contaminan tu pagas

Escribo esto cuando las noticias nos abruman con las centenares de víctimas que las lluvias torrenciales están causando en Colombia y en Perú. Vidas humanas inocentes que sufren por un fenómeno, El Niño, que se hace cada vez más intenso en medio de un clima cambiante. Esas personas nos recuerdan que el cambio climático es más que un conjunto de datos amenazadores, porque catástrofes naturales ha habido siempre, pero cada vez son más y más fuertes. Cuando los científicos confirmen que esta catástrofe también es consecuencia del cambio climático, las víctimas habrán sido olvidadas y los responsables seguirán haciendo lo de siempre – la expresión en inglés es muy elocuente: “business as usual”, que literalmente significaría “negocio como siempre”.

Pero las víctimas están despertando, la sociedad se está levantando ante la evidencia de que los responsables de que tengamos un cambio climático que rompe todos los registros son los mismos que provocan que el aire de nuestras ciudades sea irrespirable, los mismos que provocan que cada vez más personas no puedan calentar o iluminar sus hogares por las insoportables subidas de la luz o el gas, los mismos que dejan sus residuos radiactivos para que las generaciones futuras se hagan cargo de ellos y, más indignante si cabe, los que tratan de frenar el desarrollo de las soluciones renovables apoyando medidas como el “impuesto al sol”. Y es así porque no solo se les permite sino que se les premia, pues paradójicamente “el que contamina, cobra”, y lo pagas tú.

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El gas natural no puede ser la alternativa a la transición energética

Por Mariano Sidrach de Cardona – Catedrático de la Universidad de Málaga

 

Tuberías de gas natural en EE.UU (Bilginger SE)

Tuberías de gas natural en EE.UU (Bilginger SE)

Los datos publicados por el IDAE sobre el consumo de energía primaria en España y su evolución respecto al 2014 ponen cifras a la desastrosa política energética de este país.

Mientras en todo el mundo se habla de políticas energéticas para frenar el cambio climático y mientras crecen las inversiones en energías renovables, aquí en España, respecto al año 2014, ha aumentado el consumo de carbón, petróleo y gas natural y disminuido el porcentaje de las energías renovables. Todo esto en un escenario donde hemos incrementado nuestro consumo de energía primaria en un 4,2 % respecto al 2014.

Estas cifras significan además un aumento de nuestra dependencia energética y un aumento de las emisiones contaminantes a la atmósfera, lo que nos sitúa cada vez más lejos de cumplir con los compromisos adquiridos por nuestro país en la lucha contra el cambio climático.

De todos estos datos, que merecen hacer un análisis más detallado, voy a realizar en esta entrada, una reflexión sobre la situación del gas natural y su relación con la situación energética. Además del aumento del consumo que se ha producido en el último año (4,3%), si miramos la serie histórica vemos que el incremento en 2015 ha sido el más alto desde el año 2008. Al mismo tiempo en el último año las energías renovables han caído un 6,4%.

Y para completar la situación actual, el oligopolio del gas se encarga de culpar a las energías renovables de la falta de rentabilidad de sus inversiones e incluso se atreve, como bien explicaba nuestro compañero Sergio de Otto en otra entrada de este blog, a “presentar una demanda por responsabilidad patrimonial contra el Estado por el impacto que ha tenido en su cuenta de resultados la expulsión de sus centrales térmicas de gas del mercado desde el año 2009”, cuando en el año 2015 han tenido unos beneficios de más 1.500 millones de euros.

Desde el sector del gas proponen incrementar el consumo de gas, haciendo principalmente uso de dos argumentos: la reducción de emisiones de C02 respecto a otros combustibles fósiles y la intermitencia de las fuentes de energías renovables, que hacen que los ciclos combinados sean necesarios como garantes de la estabilidad energética del sistema y como perfecto complemento en momentos de bajo funcionamiento de las energías renovables” (Sedigas).

Analicemos la situación del sector gasístico y veamos la veracidad de estas afirmaciones:

El primer argumento es cierto y convierten al gas en el menos contaminante de todos los combustibles fósiles y su uso disminuiría sin duda la contaminación de las ciudades.

A pesar de eso, veo grandes problemas en el uso del gas natural: No tenemos gas natural, todo nuestro consumo es importado con lo que no disminuimos nuestra dependencia energética exterior, tampoco disminuimos nuestra dependencia de los combustibles fósiles y además tenemos que realizar fuertes inversiones en infraestructura para que el gas llegue a todo el territorio nacional.

  • ¿De dónde viene el gas que consumimos?

Según datos de 2014, importamos gas natural de: Argelia (55%), Noruega (12%), Qatar (9%), Nigeria (8%), Trinidad y Tobago (6%), Perú y Francia (4% respectivamente), Omán (0,48%), Bélgica (0,34%), Holanda (0,38) y Portugal (0,04%) y tenemos en España (0,13%).

Este gas llega a España por dos caminos. Una red de conductos de miles de kilómetros de longitud o por buques metaneros que lo almacenan de forma líquida para hacer posible el traslado. El gas líquido es almacenado en grandes depósitos donde permanece a la espera de ser regasificado e introducido en las redes de distribución.  España es, actualmente, el país europeo con mayor capacidad de regasificación.

  • ¿Necesitamos invertir en seguir desarrollando la infraestructura gasística por todo el territorio nacional?

En los últimos 10 años se han invertido más de 10.000 millones de euros, sólo en el último año 1000 millones de euros, consiguiendo que se incorporaran a la red gasística 50 nuevos municipios, con lo que actualmente la red llega a 1.688 poblaciones.  El 79 % de la población vive en municipios con gas natural, pero curiosamente sólo el 30 % de las viviendas tienen contratado el gas. Según fuentes del sector, cuentan con 7,6 millones de clientes y ha llegado ya al 79% de la población.

  • ¿Alguien ha estimado el coste de las inversiones necesarias para llevar un recurso del que no disponemos a todos los españoles?

Me temo que no, como no se calcularon adecuadamente cuando se pusieron en marcha las centrales de ciclo combinado.

Hagamos unos números:

En España tenemos 8.122 municipios, lo que significa que el gas no llega a 6.434 municipios. Llevarles gas, teniendo en cuenta la inversión de 2015, representaría una inversión de al menos 128.680 millones de euros, sin contar con que cada vez las poblaciones que van quedando fuera de la red son las más dispersas y por tanto el coste probablemente aumentaría. ¿Es sensato invertir esta cantidad de dinero para llevar el suministro del gas al 21% de la población restante? Me temo que nunca llegará el gas a todas estas poblaciones.

  • ¿Y además, todo esto para qué?

La naturaleza ha sido especialmente agradecida con nosotros. Tenemos unas condiciones de radiación solar realmente envidiables. El Sol ha llegado siempre a todos los municipios españoles y tenemos tecnologías renovables, limpias y a precios más baratos. Con esta inversión podríamos poner una central fotovoltaica de 20 MW en cada uno de estos municipios españoles, convirtiendo nuestra generación eléctrica en distribuida y disminuyendo, ahora sí de forma drástica, nuestras emisiones contaminantes e impulsando el desarrollo del vehículo eléctrico con electricidad generada mediante renovables. Estas inversiones sí que disminuyen nuestra dependencia energética del exterior.

El segundo argumento del sector gasístico es la estabilidad de la red. Siempre se les olvida que las centrales termosolares, mediante el almacenamiento en sales fundidas han logrado resolver este problema y que el desarrollo de nuevos sistemas de acumulación están a punto de dar un vuelco tecnológico al almacenamiento eléctrico. La generación distribuida mediante energías renovables es ya una realidad en Dinamarca y no tienen problemas de seguridad en el suministro.

Si quieren de verdad contribuir a un nuevo modelo energético, lo que tienen que hacer es aprovechar la infraestructura gasística actual, para cerrar centrales nucleares y de carbón, poner en marcha los ciclos combinados e intentar recuperar las inversiones ya realizadas mientras se continúan implementando las energías renovables, pero no sigamos con unas inversiones en el sector del gas, que solamente por precio van a dejar de ser rentables muy próximamente y empecemos a invertir, como están haciendo países como EEUU, China y otros muchos, en energías renovables, fundamentalmente en fotovoltaica.

La propia Agencia Internacional de la Energía (IAE) en su informe Medium-Term Gas Market Report 2016 no es muy optimista sobre el futuro del gas en el mundo y parece darnos la razón. Respecto al futuro del gas en Europa dice: “El consumo de gas tendrá un débil crecimiento mientras se desarrollan las energías renovables, pero como las políticas europeas abogan por eliminar el carbón y reducir la capacidad nuclear, esto permitirá cierto margen de maniobra para la generación por gas”.

El gas no puede ser una alternativa en la necesaria transición energética que tenemos que realizar. Apostar por el gas es retrasar este cambio y entorpecer, cuando no boicotear el desarrollo de las energías renovables. La naturaleza nos envía todos los días señales que indican que el tiempo se nos está acabando.

Basta de juegos, basta de mentiras, basta de medias verdades. La energía es un bien social y debe de estar accesible a un precio justo para todos los ciudadanos. Que no nos engañen más las empresas del oligopolio gasístico con alternativas falsas que sólo miran por sus propios beneficios. No somos tontos, no nos hagáis luz de gas.

El lado oscuro de Iberdrola

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José Luis García – Responsable del Área de Energía y Cambio Climático

 de Greenpeace España

Iberdrola, la mayor eléctrica de España se esfuerza  por proyectar su mejor imagen pública en estos días en que celebra su Junta General de Accionistas. Para ello, no ha dudado en hacer gestos tan esforzados como el del pedaleo de su presidente para generar electricidad de una manera “alternativa”. ¿Pero es tan luminosa la realidad como la presentan?

Si observamos la historia de la compañía, producto de la fusión de algunas de las mayores eléctricas españolas, allá por los años 90, hubo un momento en que Iberdrola trató de hacer algo diferente. Cuando en 1997 se liberalizó (parcialmente) el sector eléctrico, esta compañía trató de distinguirse de sus compañeras del oligopolio y, habiendo observado cómo otras empresas estaban desarrollando con éxito la implantación de parques eólicos, se subió con tal fuerza a este carro que, en pocos años, llegó a ser líder eólico en España e incluso a nivel mundial. Esa incursión en el mundo renovable vino acompañada de un discurso de preocupación por el cambio climático que hacía pensar en un interés ambiental encomiable para una empresa de estas características. Al resto de renovables las trataba con mucho más desdén, todo hay que decirlo.

Miembros de Greenpeace despliegan una pancarta en la sede de Iberdrola de Madrid (Greenpeace)

Miembros de Greenpeace despliegan una pancarta en la sede de Iberdrola de Madrid (Greenpeace)

Pero cuando las renovables, y no sólo la eólica, crecieron más de lo esperado, y sobre todo, aparecieron nuevas tecnologías renovables y nuevas empresas, Iberdrola decidió cambiar de estrategia. De impulsor de las renovables pasó a ganarse el título de “enemigo de las renovables” que Greenpeace le concedió. ¿Por qué? Porque durante muchos años estuvo invirtiendo no sólo en energía eólica sino en centrales térmicas de gas, mientras que mantenía íntegras todas sus actividades nucleares. Y resultó que unas competían con otras. Y ahí apareció el verdadero rostro de Iberdrola, donde con tal de defender sus intereses en energía sucia, era capaz, como Saturno, de devorar a sus hijos renovables.

Esto no es ninguna hipérbole, pues gracias al inmenso poder que otorgan las puertas giratorias y al patrocinio que alimenta medios de comunicación, el sector eléctrico, de nuevo unido en su oligopolio y liderado en la sombra por la compañía de las tres hojitas, puso en marcha una demoledora campaña para demonizar a las energías renovables hasta la muerte. Fue de hecho esa campaña, en la que se acusaba a las renovables de todos los males imaginables, uno de los motivos por los que un grupo de personas decidimos poner en marcha la Fundación Renovables, para defender estas energías de tan furibundo e injustificable ataque.

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Una gran idea para ahorrar si tienes calefacción central

Carlos Bravo – Gerente de la Fundación Renovables carlosbravomini

La casa donde vivían mis padres y en la que mis hermanos y yo pasamos nuestra infancia y juventud estaba en un edificio de 14 plantas con calefacción central. En aquella época, tener un sistema centralizado de calefacción parecía el no va más en cuanto a comodidad, aunque en realidad era muy ineficiente y conllevaba muchas desventajas.

En primer lugar, dado que todos los apartamentos eran prácticamente iguales, los costes de la calefacción se repartían de forma equivalente entre los vecinos, es decir, todos pagaban lo mismo en la factura, independientemente de que unos quisieran tener la casa a menor temperatura que otros, ya fuera por su diferente percepción del confort térmico o por motivos económicos.

Además, debido a la mala calidad del aislamiento del edificio, los que vivían en el último piso sufrían grandes pérdidas de calor por lo que ponían los radiadores al máximo de su potencia.

imagen de una aparato repartidor de coste de calefaccion

Debido a ello, aunque los radiadores tenían un sencillo regulador manual para graduar el paso del agua caliente a su circuito, todo el mundo los ponía al máximo. El pensamiento común era: “Total, si al final voy a pagar lo mismo que los del piso 14º, pues pongo yo también la calefacción a tope y cuando tenga calor abro la ventana para que entre el fresco de la calle”. Y así se hacía, aunque fuera invierno y cayeran chuzos de punta. Hace ya muchos años de ello, pero aún recuerdo las peleas con mi madre para que bajara la calefacción en lugar de permitir que el calor de la casa escapara absurdamente por las ventanas abiertas a calentar las calles.

El pensamiento común era: “Total, si al final voy a pagar lo mismo que los del piso 14º, pues pongo yo también la calefacción a tope y cuando tenga calor abro la ventana para que entre el fresco de la calle”

No sólo es eso, pues dado que la caldera central del edificio funcionaba con combustibles fósiles, primero con gasoil y luego con gas ciudad, esa forma de actuar (el “efecto ventana”) era una manera estúpida de emitir, además de otros contaminantes atmosféricos, un montón de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero; es decir, que era contribuir al cambio climático de una de las formas más tontas e inútiles posibles.

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La demanda social como origen del cambio energético

Fernando Ferrando – Vicepresidente de Fundación Renovablesfernandoferrandomini

Vivimos con la sensación de que se avecinan cambios en materia energética, percepción que no se corresponde ni con las señales que el sector energético nos manda en su oferta de productos ni con las medidas que el gobierno actual ha adoptado para que la cobertura de nuestras necesidades energéticas se produzca en calidad y sobre todo en precio.

La realidad es que nuestro modelo actual de suministro energético se tambalea. Las exigencias sociales y la madurez que han alcanzado las tecnologías de generación de electricidad con fuentes renovables introducen las bases para un profundo cambio en las prácticas de suministro hasta ahora utilizadas.

El principal causante de este cambio es la demanda social por un mayor compromiso en la puesta en marcha de un modelo de suministro energético sostenible medioambientalmente y que garantice el acceso a la energía en condiciones transparentes y con precio asumible. Este movimiento social ha ido realimentándose de forma continua con posicionamientos favorables de líderes mundiales que han recogido como propias las peticiones a favor de un compromiso social y medioambiental diferente al actual.

El Papa Francisco sonriente en un vuelo en su avión (GTRES)

Iniciativas como la llevada a cabo por el Papa Francisco en 2015 con la Carta Encíclica “Laudato sí “: El cuidado de la casa común , en la que promulga la necesidad, por criterios de equidad y de justica social, de un compromiso con el medioambiente y con las personas, es un fiel reflejo de la exigencia de cambio y de la revisión de los parámetros actuales de comportamiento.

“Es urgente e imperioso el desarrollo de políticas para que en los próximos años se reduzcan drásticamente las emisiones de gases contaminantes reemplazando la utilización de combustibles fósiles y desarrollando fuentes de energía renovables” Papa Francisco.

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Gas natural, una amistad peligrosa

José Luis García – Responsable del Área de Energía y Cambio Climático jose_luis_garcia

de Greenpeace España

La urgencia de actuar frente al cambio climático es cada vez más evidente. Así lo atestigua el nuevo récord de temperaturas mundiales alcanzado este mes de febrero.

La responsabilidad del problema está perfectamente atribuida a la quema masiva de combustibles fósiles: carbón, petróleo y gas. Pero mientras la necesidad de reemplazar a los dos primeros está ampliamente aceptada, persiste un debate sobre el papel que corresponde al gas natural.

Central Eléctrica de Ciclo Combinado en el Puerto de Barcelona (Antón Osolev)

Central Eléctrica de Ciclo Combinado en el Puerto de Barcelona (Antón Osolev)

Curiosamente, las empresas que extraen el gas son esencialmente las mismas que extraen el petróleo, de manera que las petroleras ven en el negocio gasista una oportunidad de prolongar su dominio del sector energético, con una imagen más aceptable para la opinión pública. Para ello, el sector cuenta con la complicidad de instituciones como la Comisión Europea, que ha publicado una propuesta para impulsar el uso del gas, en la que ignora la prioridad que deben tener las renovables y la eficiencia energética para el suministro energético europeo. Algo que choca con los compromisos que se han de derivar del Acuerdo de París sobre cambio climático.

Y debe ser muy importante para la industria gasista lograr ese apoyo político y social, porque hay mucho dinero en juego, a juzgar por las decenas de millones que se gastan en estrategias de lobby sobre los responsables públicos.

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