Entradas etiquetadas como ‘COP21’

El día después

Por Juan Castro – Gil – Abogado y Secretario de ANPIER

Las pasadas semanas, después de ver el espectáculo que cierta agrupación política dio autoacuchillándose a sí misma “como si no hubiera un mañana”, dejando con tembleque a un segmento político de la población, que en algún momento llegó a ser mayoritario en nuestro país, me vino a la memoria una secuencia de aquella película de principios de los 80 que nos había dejado sobrecogidos a todos: “El día después”.

Para los más jovenzuelos que no la recuerden, ni tengan ánimo de ver lo mal que le ha pasado el tiempo por encima, transcurría el telefilme durante unos días antes y unos días después del inicio de una supuesta tercera guerra mundial, en la cual, el despipote nuclear nos acercaba a la aniquilación total de unos y otros.

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El día después del desastre, una vez fallecidos el 90% de la población mundial y con el otro 10% metido en túneles de los que no podrían salir hasta que muriesen de cáncer, un grupo de desgraciados se preguntaba: “Pero, ¿quién ha ganado? ¿Nosotros verdad?”.

Triste realidad es que la codicia de unos pocos no permita ver el camino del desastre.

En España contemplamos atónitos como nuestro gobierno en funciones no quiere ni oír hablar de ratificar el Acuerdo de París contra el cambio climático, al que ya se ha sumado hasta la Unión Europea, porque de alguna manera tiene que seguir dando cancha a aquellos codiciosos que les parece mejor pegar una tajada monumental a la ciudadanía cerrando acuerdos multimillonarios de compra de gas argelino, o manteniendo a dos o tres empresarios del carbón en su cúspide de oro, bajo mantras de que las cuencas mineras no pueden vivir de otra forma, prolongando plantas y cementerios nucleares por los siglos de los siglos, mientras se prohíbe y penaliza a toda aquel osado perroflauta que quiera defender la energía verde.

¿Tan limitada es su visión de la realidad que esta gente no es consciente de que ese camino está llevándose por delante el futuro de sus hijos? ¿Realmente creen que la herencia que les dejan, no les va a pasar factura? Cuánto tiempo pasará hasta que alguno de ellos, devorado por la contaminación que asola silenciosamente su ciudad, vuelva a decir: Hemos  ganado, ¿verdad?

La UE nos da una sorpresa agradable: la ratificación conjunta del Acuerdo de París.

Por Laura Martín Murillo – Directora de la Fundación Renovables

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Cumbre del Clima (ARCHIVO)

El viernes la UE acordó la ratificación en grupo del Acuerdo de París y aunque esta decisión se venía impulsando en las últimas semanas, no ha dejado de ser una sorpresa agradable.

Me parece siempre que las lecturas sobre el acuerdo de París de cambio climático del año pasado se han movido en general entre la realidad y el deseo: la realidad de unos resultados poco ambiciosos y el deseo de que el acuerdo internacional impulse por fin en los gobiernos el compromiso de actuar sobre un desafío planetario que está modificando nuestro mundo a una velocidad impensable hace solo algunas décadas y cuyos impactos van a ser devastadores.

Aunque parezcan contradictorias, ambas lecturas son necesarias, la que nos recuerda que con lo que hay hoy encima de la mesa en compromisos por parte de los países no hay suficiente, ni de cerca, para salvarnos de un calentamiento peligroso y la que, poniendo un pie en el acuerdo de París, quiere dejar de mirar atrás y comenzar la marcha firme hacia la descarbonización de nuestras economías.

El proceso de ratificación

Para avanzar el acuerdo tiene que entrar en vigor cuanto antes y para eso tienen que estar ratificado por 55 paises que sumen el 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Hasta el viernes, 61 países habían firmado el acuerdo, pero representaban solo un 48% de las emisiones de efecto invernadero.

Lo cierto es que si lo comparamos con otros procesos, la ratificación de este acuerdo se está produciendo de una manera rápida en muchas regiones del mundo. Las razones son varias, una de las principales es el temor a que las elecciones en Estados Unidos lleven a Trump al poder. El que puede ser el peor presidente nunca imaginado cuenta entre sus numerosos defectos con ser negacionista climático. Si Trump gana, puede ser que le resultase más difícil bajarse de un acuerdo que ya está en vigor, por lo que los países están acelerando su consecución. Y hay también por supuesto otras razones: que por fin China se ha decidido a liderar, que los signos de la catástrofe que se nos avecina son más alarmantes cada día y que los compromisos no son lo suficientemente ambiciosos para que en los países se genere mucha oposición interna a la ratificación. En cualquier caso el proceso hasta el viernes iba como un rayo, pero sin Europa.

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Las renovables ya son más baratas que el carbón o el gas

Por José Luis García – Área de Energía y Cambio climático de Greenpeace

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Hace ya tiempo que se viene hablando (y constatando) la importante y rápida reducción de precios que ha experimentado la electricidad generada con fuentes renovables. También es una evidencia que, una vez construidas, las instalaciones que utilizan el sol, el viento o el agua son capaces de generar electricidad a un precio muy inferior al de las que hacen lo mismo quemando combustibles.

Pero también es cierto que, para construir esas instalaciones, hace falta una fuerte inversión, y durante mucho tiempo ha hecho falta un apoyo para que la inversión en generación renovable fuese rentable. Cuando una central funciona, tiene que recuperar lo que costó construirla, más lo que le cueste hacerla funcionar, más lo que le cueste el combustible, más lo que le cueste deshacerse de sus residuos o emisiones. Estos dos últimos conceptos solo afectan a las energías sucias, pero aún así, las renovables necesitaron apoyo para poder competir, entre otras cosas, porque contaminar ha sido y es demasiado barato.

Sin embargo, quien quiera invertir ahora en una instalación de producción de energía, se encuentra un panorama bien diferente. Un reciente estudio de Carbon Tracker Initiative (CTI) compara el coste de distintas instalaciones, renovables y no renovables, para valorar la rentabilidad de una inversión que se haga ahora. Para hacer la comparación, no solo hay que mirar todos los costes que hemos citado, sino mirar además del coste presente el coste que tendrá a lo largo de la vida útil de la instalación. Es lo que se llama “coste normalizado de la electricidad producida”.

Y con los datos de hoy y con las tendencias que se proyectan, los resultados muestran que las instalaciones que utilizan el viento o el sol son ya mucho más rentables para quien invierta en ellas que las que utilizan el carbón o el gas. Sin necesidad de introducir ayudas. Y la diferencia se va agrandando con el tiempo. Si además se considera lo que tendrá que ocurrir para poder cumplir lo comprometido en el Acuerdo de París, es decir, que hay que limitar el calentamiento global a bien por debajo de 2ºC (y hacer lo posible para que no supere 1,5 ºC), entonces la diferencia a favor de las renovables es mayor aún. Por ejemplo, en 2020 y contando el efecto de París, producir un megavatio-hora con energía solar costará, según el estudio, unos 50 dólares, con eólica 44, con gas 88 y con carbón 102.

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¡Aún dicen que las renovables son caras!

Por Luis Mª de la Maza – Profesional de área energética e industrial

La cantinela de que las renovables son caras, no son rentables, resultan casi simbólicas y solo se mantienen a base de apoyos públicos o de encarecimiento de las tarifas reguladas es un auténtico hit en las listas de éxitos de los gobiernos de muchos países, entre los cuales España ocupa una posición destacadísima. Entre pésimos ministros, políticos de medio pelo y, sobre todo, medios de comunicación debidamente orientados se bastan y se sobran para que esa coplilla entre a fondo en las mentes de los ciudadanos.

Molino de viento en amanecer

Lo que sabe menos gente es que los combustibles fósiles, tan eficientes ellos y tan garantes de nuestro modus vivendi, reciben desde tiempo inmemorial ingentes subsidios por distintas razones, algunas más o menos lícitas (empleo, reducción de precios) y otras no tanto (intereses no siempre confesables). Los gobiernos dicen que sirven para proteger a los pobres, pero en la realidad solo un 8% de esas ayudas va a gente con pocos recursos.

El volumen total mundial de estos subsidios se situaría hoy en el entorno de los 5,3 billones de dólares, 6,5% del PIB mundial y por encima del gasto sanitario, con China (2,3), Estados Unidos (0,7), Rusia (0,34), India (0,28) y Japón (0,16) a la cabeza; los países del G20 destinan a subsidios para exploración de combustibles fósiles 88.000 millones de dólares al año, más del doble de lo que invierten las propias compañías.

Los recortes de esos subsidios son fundamentales para luchar contra el cambio climático, ahorrar dinero y ayudar a un cambio hacia energías más limpias. Esto se ha planteado en muchas ocasiones, más recientemente en la Cumbre de París de diciembre de 2015, pero las grandes naciones, las que pueden aportar más para alcanzar esos objetivos, son terriblemente lentas en cumplir sus promesas, en una aparente esquizofrenia al trabajar para reducir emisiones y a la vez subsidiar el consumo de combustibles fósiles. La razón última, sin embargo, es que esos recortes son muy impopulares entre la ciudadanía, casi un campo minado a nivel político.

El apoyo a los combustibles fósiles parece haber alcanzado su punto máximo a finales de la década pasada, pero el ritmo de reducción de esos apoyos es muy bajo. Los gobiernos de los países de la OCDE están gastando aún casi el doble dando soporte a los combustibles fósiles de lo que se necesita para alcanzar los objetivos climáticos establecidos por la comunidad internacional. No se plantean ni los efectos directos de la desaparición de estos subsidios (-20% en emisiones de gases de efecto invernadero), ni las muertes prematuras evitadas por menor contaminación atmosférica ni finalmente el hecho de que, igualando las condiciones de participación en el mercado, podrían llegar a ser también innecesarios los fondos dedicados a las energías renovables.

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Incertidumbre legislativa en materia energética

Por Mª Concepción Cánovas – Experta en energías renovables

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Las dos votaciones celebradas a lo largo de la semana  pasada, a nivel europeo con el triunfo del Brexit  y, a nivel nacional, con los resultados de las elecciones generales celebradas el pasado domingo  determinan un panorama incierto en materia energética a lo largo de la próxima legislatura.

Así la salida de uno de los países de la Unión Europea con mayor dependencia energética del exterior y también uno de los mayores emisores de CO2 tendrá una serie de implicaciones en el diseño final del mercado de la energía de la Unión Europea difícil de evaluar en estos momentos. Según los expertos llevará unos dos años las negociaciones sobre la posible formula de salida; pero lo que no cabe duda es que la red de conexiones transfronterizas necesarias para garantizar una energía sostenible, segura y asequible a todos los ciudadanos de Unión Europea cambiará en su diseño final surgiendo la oportunidad, por la que tendremos que apostar, de reforzar y acelerar las conexiones  del sudoeste de Europa en detrimento del noroeste.

Respecto al panorama energético en nuestro país tras las elecciones generales, la lógica hace pensar que no pueda continuar la paralización, llegando incluso al retroceso, en el cambio de modelo energético sufrido en la pasada legislatura y ello por los siguientes motivos:

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La apuesta por el vehículo eléctrico, algo más que una partida presupuestaria

Por Fernando Ferrando – Vicepresidente de Fundación Renovables

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En la Cumbre celebrada en París el pasado mes de diciembre sobre el Cambio Climático – COP21– se asumió por parte de todos los países presentes el compromiso de una acción decidida para la reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) como única solución para limitar a 2ºC el incremento de la temperatura del planeta para 2050. Alcanzar este compromiso requiere la puesta en marcha de un cambio estructural en la forma de cobertura de nuestras necesidades energéticas y entre ellas, como acción principal, una actuación decidida en el modelo de transporte actual basado en la utilización de combustibles fósiles derivados del petróleo, que son los causantes a nivel mundial del 23% de las emisiones de GEI.

La transformación de los modelos de transporte o la introducción de criterios de movilidad sostenible debe estar basada en una doble premisa:

  • Por un lado, trabajar para conseguir la reducción de las necesidades de transporte mecanizado y el incremento del grado de ocupación de los medios utilizados, con la priorización del transporte público y con el fomento de modelos de utilización compartida de vehículos.
  • Y, por otro lado, por la sustitución de los vehículos de combustión interna por vehículos eléctricos que, adicionalmente a su mayor eficiencia y su menor consumo por km recorrido, tienen emisiones cero en uso.

La introducción de los vehículos eléctricos en el mercado se está llevando a cabo mediante planes de apoyo con el fin de eliminar las barreras de entrada de una tecnología que requiere una mayor inversión y el cambio de hábitos en el transporte muy arraigados socialmente. El diseño de los diferentes modelos de apoyo es clave para alcanzar el éxito de su introducción, sin que el incentivo económico, vía subvención, se demuestre como el más efectivo e importante.

En 2015 se matricularon a nivel mundial más de 550.000 vehículos eléctricos, con un incremento de más del 70% con respecto a los del año anterior. Si bien el mayor número de matriculaciones se produjo en Estados Unidos y China, la apuesta más interesante en términos relativos se ha producido en países como Noruega y Holanda cuya cuota de vehículos eléctricos supera, en el primer caso, el 23%, con más de 32.000 vehículos matriculados en el año, y el 10% en el caso de Holanda.

A escala nacional la apuesta por el vehículo eléctrico para 2016 está basada en la continuidad de una subvención a través del Plan MOVEA, antes MOVELE, que oscila entre 2.700 € y 5.500 € por vehículo, a la que hay que añadir 1.000 € de rebaja en el sistema de recarga que le corresponde al suministrador del vehículo.

Este plan tiene una limitación presupuestaria de 16,6 millones de euros y aunque se ha incrementado su aportación en un 137% con respecto al año anterior, la elección de un modelo de apoyo basado en una subvención con limitación presupuestaria, sin la existencia de otras medidas, refleja el escaso interés que se tiene para un cambio hacia un transporte más sostenible. Lo que debería ser un plan global se ha convertido únicamente en la habilitación de una partida presupuestaria.

En España se han matriculado en 2015 2.342 vehículos eléctricos, incluyendo tanto los eléctricos puros como los híbridos enchufables, con un incremento del 28% con respecto al año anterior. Sobre una base de 1.034.000 vehículos matriculados en 2015, un 21% más que en 2014, supone una cuota de mercado del 0,2%, muy lejos de la alcanzada por otros países. Los vehículos matriculados y su proyección distan mucho de los compromisos asumidos y comunicados por el Gobierno de alcanzar 200.000 vehículos en el 2020.

Nuestra apuesta por la implantación de un modelo de transporte más electrificado debería ser uno de los pilares de una nueva economía, sobre todo si tenemos en cuenta que España tiene una capacidad de fabricación de aproximadamente 3,5 millones de vehículos al año, con un grado de ocupación del 80% para una producción prevista en 2016 de 2,8 millones de vehículos.

La capacidad industrial debería ser uno de los elementos que aconsejara una apuesta decidida por el vehículo eléctrico, como lo hicimos en el caso de las energías renovables, y contrasta con la inexistencia de propuestas específicas integrales por parte de los distintos partidos políticos de cara a las próximas elecciones del día 26, tanto para la introducción del vehículo eléctrico como para la evolución de la industria del automóvil.

España, por su capacidad de fabricación, por su dependencia energética del exterior, por su modelo de transporte no sostenible y por el retraso real en su comparativa con otros países exige una apuesta decidida e integral por el vehículo eléctrico como producto y como sector industrial que debe estar basada en:

  • Disponer de una política fiscal activa que favorezca en distintos ámbitos el uso del vehículo eléctrico y grave el vehículo de combustión, incorporando comportamientos diferenciales tanto en el IVA, en las tasas de matriculación y en las de circulación.
  • La creación de instrumentos financieros que permitan asumir la mayor inversión con cargo a los menores costes de la energía y mantenimiento.
  • La facilidad y apoyo a la instalación de sistemas de carga tanto a nivel individual como colectivo.
  • El establecimiento de medidas que favorezcan la circulación y el aparcamiento de los vehículos eléctricos. Hay que resaltar que el comportamiento de los ayuntamientos ha sido mucho más favorable que el asumido por el Gobierno Central.
  • La instauración de una tarifa eléctrica que favorezca la carga en periodos de baja demanda.
  • El fomento del autoconsumo y de la conexión almacenamiento/generación/vehículo eléctrico.
  • El apoyo claro a los modelos de coche compartido y de gestión de flotas de amplio uso basados en el vehículo eléctrico.
  • El desarrollo de campañas informativas que muestren que el vehículo eléctrico es más rentable, mas eficiente y menos contaminante que el vehículo de combustión.

En definitiva, trasladar a los potenciales usuarios y a los fabricantes que se apuesta por un modelo de transporte a largo plazo basado en la movilidad sostenible y en el vehículo eléctrico, señales que nos permitirán incrementar las matriculaciones de vehículos y consolidar una industria tan potente como la que ahora tenemos.

Un apunte final, el vehículo eléctrico es el futuro medio de transporte terrestre, pero para que las emisiones realmente sean cero la electricidad debe ser generada, por supuesto, con energías renovables.

 

Firma del Acuerdo de París: la hora de la verdad del cambio climático

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José Luis García – Responsable del Área de Energía y  Cambio Climático de Greenpeace España 

El 22 de abril es el Día de la Tierra. Y por ese motivo, es el día que el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, ha elegido para convocar a todos los países a acudir a Nueva York a estampar su firma en el Acuerdo de París sobre cambio climático.En su convocatoria, las palabras del Secretario General de la ONU a los gobiernos no necesitan mayor comentario:

“En 2016, debemos pasar de las palabras a los hechos. La ceremonia de firma del 22 de abril es un paso esencial”. “Insto fuertemente a la participación de todos los gobiernos al máximo nivel”. “La Ceremonia de Firma será la primera oportunidad para los gobiernos de avanzar el proceso que conducirá a la aplicación y ratificación del Acuerdo de París”.  “Les insto a asegurar que en esa fecha estén en vigor los requisitos legales para que sus líderes tengan plenos poderes para firmar”. “Estoy pidiendo a los líderes que vengan a Nueva York listos para abordar cuatro temas: Primero, a proporcionar una actualización de cómo su gobierno aplicará sus planes climáticos nacionales (…). Segundo, a proporcionar una hoja de ruta para aumentar la ambición (…). Tercero, a indicar el calendario de su gobierno para ratificar el Acuerdo de París (…). Cuarto, les pido que compartan cómo van a acelerar la acción climática antes de 2020”.

De momento, el Gobierno español va a acudir a Nueva York con la decisión de firmar, puesto que el Consejo de Ministros aprobó la firma del Acuerdo de París. Falta por ver qué va a hacer y decir de los puntos concretos que les pide Ban Ki-moon.

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Porque a pesar de las evidencias de que el cambio climático está confirmando los peores presagios, en España parece que ni al Gobierno ni a los partidos de la oposición les parece tan importante como para no seguir los deseos de los grupos de presión y empresas (lobbies) energéticos de siempre. Estamos en un cruce de caminos en el que hay que decidir qué camino seguir y nuestros políticos parece que no lo tienen claro o quieren ir por todos los caminos a la vez.

Pero solo uno de esos caminos lleva a la posibilidad de evitar un cambio climático catastrófico y es el camino de la sustitución de las energías sucias por renovables, que tiene que llegar a ser del 100% lo antes posible.

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Se busca Gobierno que gobierne contra el cambio climático

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Domingo Jiménez Beltrán – Presidente de la Fundación Renovables 

No hay duda de que el sistema energético español es insostenible, dilapidamos energía que además es en gran parte importada. Estas importaciones equivalen, en coste, a los ingresos netos del turismo, ¡que ya es decir!, y, lo que es peor, están basadas en combustibles fósiles lo que significa no solo elevadas emisiones de Gases de Efecto Invernadero sino además alta contaminación atmosférica en nuestras ciudades.

Mano sujetando bola del mundo

Pero tampoco hay duda de que este sistema energético podría y puede ser en el futuro muy diferente para España, mucho más sostenible en términos no solo ambientales sino también económicos y sociales. La cuestión es cuál es ese escenario energético con futuro y como se llega a él y en esto nos ayuda el desafío del cambio climático.

Hace ya años Greenpeace, siempre tan certera en sus slogans lanzó el de ‘De Cambio Climático a clímax para el cambio’ anticipando la propuesta reciente de Naomi Klein en su libro ‘Esto lo Cambia Todo. Capitalismo contra el Clima’ en el que califica el desafío del cambio climático como “la narrativa más fuerte para cambiar la economía capitalista” o el capitalismo salvaje.

Es decir, el cambio climático nos ha cargado de razón para hacer lo que en cualquier caso habría que hacer: cambiar el sistema energético y el modelo de producción y consumo y descarbonizar (y para ello desenergizar y desmaterializar) la economía, logrando así un modelo económico deseable aunque no hubiera cambio climático. Además, el propio cambio climático nos ha dado una dimensión del cambio y de la urgencia del mismo: necesaria descarbonización casi total de la economía global en 2100, hasta del 95% en la UE (con una reducción del consumo energético del 40%) y hasta del 60% a nivel global en 2050.

Así que ya sabemos dónde debe estar también España en 2050 como país que se beneficiaría de liderar el cambio, sin prácticamente combustibles ni carburantes fósiles (por supuesto sin nucleares, insostenibles por muchas otras razones) y con un consumo energético cercano a la mitad del actual. La cuestión es que este escenario, no solo necesario sino también oportuno y ventajoso, tiene verdaderamente futuro, particularmente para España.

Algo que también ha conseguido el desafío del cambio climático, como bien ha reflejado la Cumbre del Clima de Paris del pasado diciembre, es poner (o más bien recuperar) para la agenda global una tecnología verdaderamente disruptiva como son las energías de fuentes renovables, que nunca debimos abandonar, pero que la ficción y consiguiente adición a los combustibles fósiles, como decía George Bush padre, puso en vía muerta.

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La demanda social como origen del cambio energético

Fernando Ferrando – Vicepresidente de Fundación Renovablesfernandoferrandomini

Vivimos con la sensación de que se avecinan cambios en materia energética, percepción que no se corresponde ni con las señales que el sector energético nos manda en su oferta de productos ni con las medidas que el gobierno actual ha adoptado para que la cobertura de nuestras necesidades energéticas se produzca en calidad y sobre todo en precio.

La realidad es que nuestro modelo actual de suministro energético se tambalea. Las exigencias sociales y la madurez que han alcanzado las tecnologías de generación de electricidad con fuentes renovables introducen las bases para un profundo cambio en las prácticas de suministro hasta ahora utilizadas.

El principal causante de este cambio es la demanda social por un mayor compromiso en la puesta en marcha de un modelo de suministro energético sostenible medioambientalmente y que garantice el acceso a la energía en condiciones transparentes y con precio asumible. Este movimiento social ha ido realimentándose de forma continua con posicionamientos favorables de líderes mundiales que han recogido como propias las peticiones a favor de un compromiso social y medioambiental diferente al actual.

El Papa Francisco sonriente en un vuelo en su avión (GTRES)

Iniciativas como la llevada a cabo por el Papa Francisco en 2015 con la Carta Encíclica “Laudato sí “: El cuidado de la casa común , en la que promulga la necesidad, por criterios de equidad y de justica social, de un compromiso con el medioambiente y con las personas, es un fiel reflejo de la exigencia de cambio y de la revisión de los parámetros actuales de comportamiento.

“Es urgente e imperioso el desarrollo de políticas para que en los próximos años se reduzcan drásticamente las emisiones de gases contaminantes reemplazando la utilización de combustibles fósiles y desarrollando fuentes de energía renovables” Papa Francisco.

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