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¿Dónde está la CNMC?

La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) se creó en la Ley 3/2013 y representa el mayor atentado de la democracia contra la competencia. Suprimió los organismos reguladores independientes de la economía y sus competencias fueron asumidas por el poder ejecutivo: el ministro de economía designa a todos los consejeros de la CNMC y el ministro de industria y energía asume las funciones regulatorias de los mercados energéticos, incluidas las operaciones corporativas. El responsable de la ley fue el gobierno de Mariano Rajoy y su ministro de economía Luis de Guindos.

Esta ley supuso el enfrentamiento con la Comisión Europea que abrió expediente para llevar a España al Tribunal de Justicia de la UE por incumplimiento de las directivas del mercado interior de la electricidad y el gas de 2009. Para evitarlo, con el cambio de gobierno, se aprobó el RDL 1/2019 que restituyó algunas de las competencias usurpadas en 2013 para que la CNMC pudiera aprobar sus circulares a través de un procedimiento de consenso con las orientaciones de política energética que emitiera el Ministerio para la Transición Ecológica. Se devolvió a la CNMC la competencia para aprobar la metodología y retribución de las plantas de GNL, los peajes de acceso a la electricidad, las condiciones de acceso y conexión a las redes de transporte y distribución, así como la regulación de los mercados organizados.

La Ley 3/2013 debió de ser derogada, pero sigue en vigor, sobre todo en lo que se refiere a la dependencia del regulador del poder ejecutivo. Al no derogarse sigue siendo un freno para abrir la competencia en los mercados energéticos, controlar las operaciones corporativas y proteger a los consumidores del abuso de posición dominante de los oligopolios.

Los beneficios de eléctricas y gasistas castigan a los consumidores finales

La escalada de precios de la electricidad y el gas comenzó en 2021 y ha destapado las mentiras que el sector eléctrico difundió, como la inexistencia de los beneficios caídos del cielo, la insuficiente retribución de las redes o que el precio de la electricidad refleja los costes reales de generación, para justificar el sistema más diabólico de extracción de rentas de la economía española. ¿Quién compensará a los consumidores por los costes del sistema eléctrico indebidamente reconocidos?

La vicepresidenta y ministra Teresa Ribera rompió los tabúes y propuso en otoño a la Comisión Europea modificar el mercado mayorista, sacando el precio del gas como precio de referencia, y un proyecto de ley para gravar los ingresos de las eléctricas por el dividendo del CO2 de nucleares e hidráulicas. Han tenido que pasar seis meses y la invasión rusa de Ucrania para que Europa abandone la inacción y reconozca el caos de una regulación eléctrica y gasista hecha para incentivar los altos costes de la luz, la dependencia energética, el consumo de energía fósil, las emisiones y los recursos para la guerra de Putin.

En España se ha denunciado reiteradamente el mal funcionamiento del mercado mayorista por la falta de competencia o su posible manipulación con hechos tan vergonzosos, como el vaciado de los embalses, frente a los que no se ha actuado. La nueva tarificación del recibo de la luz se anunció con suficiente antelación. Un año después todavía hay compañías que refacturan una, dos y hasta tres veces los mismos recibos porque ni sus sistemas informáticos ni los contadores inteligentes saben hacerlo. A la vez, anuncian los incrementos de sus beneficios, los sueldos de sus directivos, el dividendo de sus accionistas y operaciones corporativas, sin control regulatorio, que afectan a la seguridad energética y a la protección de los consumidores, sobre los que pende la espada de Damocles del corte de suministro y la Ley 24/2013 que traslada a los peajes todos los déficits del sistema.

El mejor instrumento de los consumidores para rebajar sus costes energéticos son los contadores inteligentes; pero éstos siguen siendo un instrumento de las eléctricas para facturar al consumidor y no un instrumento de eficiencia energética al servicio del consumidor, como establece la Directiva (UE) 2019/944, del mercado interior de la electricidad. Los artículos 19, 20, 21, 22, 23 y 24 de esta directiva se incumplen, como se ha incumplido el artículo 9 de la Directiva 2012/27/UE, de eficiencia energética. El cambio de contadores en España se ha hecho incumpliendo las directivas europeas; sin embargo, el control de los contadores no ha preocupado a ningún regulador. El consumidor queda desprotegido, sin poder beneficiarse de las ventajas de los contadores inteligentes y del autoconsumo para ahorrar energía. Así se garantizan los ingresos del sistema eléctrico.

MidCat: más inversiones gasistas para aumentar la demanda de gas y las emisiones

El RDL 13/2012 paralizó las inversiones en nuevas infraestructuras gasistas, regasificadoras, centrales de gas y gasoductos, incluyendo el MidCat con Francia. Se justificó en el “déficit estructural del sistema gasista”, provocado por la sobrecapacidad e infrautilización de sus infraestructuras y la falta de demanda. El gobierno de Mariano Rajoy aprobó la suspensión y no la levantó hasta 2018, aunque en esa fecha el sistema mantenía el déficit estructural de 2012 y la falta de demanda.

En 2017 la CNMC informó negativamente la construcción de nuevas regasificadoras en Tenerife y Las Palmas porque la falta de demanda las hacía deficitarias y su coste lo pagarían los consumidores. Se curaba en salud después del enorme fiasco del almacén de gas Castor que provocó un déficit no auditado al sistema gasista de más de 1.400 millones de euros que en el RDL 13/2014 se cargaron a los consumidores de gas. La Comisión Europea ha sacado el gasoducto MidCat de la lista de proyectos de interés comunitario (PIC) al comprobar la falta de demanda y mercado que abocaba a un déficit que tendrían que pagar los consumidores de Francia y España. El Reglamento (UE) 2018/1999, sobre la Unión de la Energía y la Acción por el Clima establece, en su artículo 4 d), que toda nueva interconexión será objeto de un análisis del coste-beneficio, socioeconómico y medioambiental, y solo se construirá si los beneficios superan los costes.

La prudencia de Bruselas y la CNMC ha salvado a los consumidores del hachazo que el sector gasista preparaba para convertir España en suministrador internacional del gas argelino. Teresa Ribera ha reclamado que el gasoducto MidCat no deberán pagarlo los consumidores ni detraerse de los fondos europeos destinados a energías limpias. Será difícil porque Bruselas ha etiquetado el gas fósil como energía verde.

Los que están reclamando el proyecto MidCat para que España sea el suministrador de gas a Europa deberían decir toda la verdad. Al tratarse de una infraestructura básica del sistema gasista su coste se trasladará a los peajes, tal como establece el artículo 61 de la Ley 18/2014, sin auditoría ni control alguno. La norma fue aprobada por el gobierno de Mariano Rajoy que la justificó por el “déficit estructural del sistema gasista”.

El proyecto MidCat no ayudará a Europa a resolver su dependencia del gas ruso porque el plazo temporal de ejecución impide que sea una solución inmediata al problema de suministro y cuando esté ejecutado se convertirá en un activo varado que deberán sostener los consumidores de gas. Es más eficaz que los países del norte inviertan en regasificadoras. La desprotección de los consumidores de gas es aún más grave si se tiene en cuenta la opacidad de los acuerdos entre Sonatrach y Gazprom o los contratos de las gasistas españolas. Resolver la dependencia del gas con más gas contradice las directivas europeas y sus objetivos climáticos. Es una incongruencia con los principios de la Unión de la Energía. La protección de los consumidores necesita una respuesta del regulador independiente de la competencia; pero ni está ni se le espera.

Javier García Breva – Presidente del Consejo Asesor de la Fundación Renovables

El triunfo de la mediocridad, también en energía

Domingo Jiménez Beltrán – Presidente de la Fundación Renovables

bombilla encendida

En un artículo, “El triunfo de los mediocres”,  que recirculó recientemente como atribuido a Forges (que bien podría haberlo escrito), se denunciaba como sistémica la crisis española marcada por un enseñoramiento de la mediocridad bien ilustrada por síntomas como que, teniendo dos universidades entre las cinco más antiguas del mundo, no tengamos ninguna entre las cincuenta mejores, que estemos entre los países europeos con mayor abandono escolar o que no hayamos tenido todavía un presidente que hable inglés.

Esta denuncia, más que certera, me ha hecho volver sobre mi tesis para actualizarla: la insostenibilidad en general del mal llamado desarrollo español es producto de haber obviado el conocimiento como opuesto al deseable progreso sostenible. Progreso ahora, en el futuro y para una mayoría creciente, cuya condición sine qua non es estar basado en el conocimiento y en decisiones bien informadas y no en la ignorancia, lo que permitiría esa discrecionalidad que tanto aprecian muchos políticos con intereses predeterminados y no necesariamente coincidentes con los intereses generales.

Y esta tesis se ejemplariza aún mejor con el insostenible sistema energético en el que se ha enseñoreado la mediocridad y la ignorancia, aunque, eso sí, interesadas al haberse sustituido el conocimiento por las falsas certezas, un gran indicador de la mediocridad y la agudeza manipuladora.

Este trueque, que permite situaciones tan kafkianas como las que denunciaba en este mismo blog hacía unos días Fernando Ferrando al escenificar el contraste entre el  Informe sobre energía y sostenibilidad en España para 2015, de la UPC, bien anclado en el conocimiento y la información objetiva, sobre el sistema energético español y su flagrante insostenibilidad, que con la participación del Ministerio se hacía con ocasión de la presentación del Balance Energético de España, mostrando la satisfacción por la situación sectorial y global de la energía en nuestro país. Satisfacción que, manifiestamente ignora el diagnóstico de la UPC en un claro ejemplo de apología de la ignorancia y que deberíamos denunciar como insulto a la inteligencia de la sociedad española y como un indicador de la mediocridad de nuestros gobernantes energéticos en lo que se refiere, al menos, al ejercicio de gobernanza o buen gobierno para el que les hemos elegido.

Según la Comunicación de la Comisión Europea del año 2000 sobre Gobernanza, esta requiere buenas políticas, eficaces (satisfacer necesidades), eficientes (satisfacerlas con los menos recursos posibles) y coherentes, así como buenas formas democráticas de hacerlas, con transparencia, información, participación pública y rendimiento de cuentas. Según estas claves, la política energética española sería el claro ejemplo de desgobierno, con gobernantes energéticos mediocres y no sólo del Gobierno actual sino de al menos los tres últimos que la entregaron a los sí avezados oligopolios eléctricos y energéticos.

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…Y ahora también somos importadores netos de electricidad

Por Concha Cánovas – Experta en Energías Renovables

Torre de electricidad

La ausencia de política energética durante estos últimos años nos ha llevado no solo a continuar con uno de los principales problemas de España en materia energética como es nuestra brutal dependencia exterior de los combustibles fósiles, muy superior a la media de los países de la Unión Europea; sino que  también hemos conseguido que, por primera vez, nuestro saldo neto comercial de electricidad haya sido importador al haber cambiado de signo nuestra tradicional exportación de electricidad a Portugal.

La consideración de las energías renovables como activos estratégicos en Portugal y el cumplimiento de su Plan Nacional de Acción de Energías Renovables es la base del éxito de su política energética y donde reside la principal diferencia con España donde venimos incumpliendo la Planificación Renovable 2015‐2020 tal y como ha denunciado la propia Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC) cuando señala que los 700 MW renovables adjudicados en la subasta de 2016, más los  3.000 MW establecidos para la próxima convocatoria, “representan menos de la mitad de los aproximadamente 8.500 MW de potencia renovable adicional considerada en la Planificación″.

Portugal se ha fijado como objetivo, además de  generar en 2020 el 60% de su energía eléctrica a través de fuentes renovables y el 80% en 2030, aprovechar la explotación de sus recursos naturales más allá de sus fronteras y poder evacuar más allá de los Pirineos su excedente de generación solar y eólica. Excedente que, en la medida que España continúe con su moratoria renovable sin desarrollar su potencial, se consumirá antes de llegar a los Pirineos, es decir en nuestro país, como lo demuestra el que en 2016 y estos primeros meses de 2017 haya cambiado su tradicional saldo importador de electricidad con España por el de exportador.

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El Ministro y el precio de la luz

Por Fernando Ferrando – Vicepresidente de la Fundación Renovables

factura eléctrica

Llevamos una semana en la que el incremento del precio de la electricidad ha sido y seguirá siendo “trending topic”, motivado por una subida de la demanda de electricidad hasta alcanzar algo más de 42.000 MW, récord de los últimos años, que ha supuesto que el precio final de casación del kWh supere los 9 céntimos de euro.

Frente a este clamor, el Gobierno, a pesar de las múltiples apariciones en los medios del Ministro Nadal, no solo no ha sabido explicar cuáles eran las razones y las acciones que habían tomado e iban a tomar, sino que además ha contribuido a incrementar el temor de la consolidación de una subida desorbitada de la electricidad. Cifrar en declaraciones a los medios un incremento de 100€/año de la factura eléctrica para 2017, sin explicar cómo, ni a quien le va a afectar, cuándo se va a producir, o por qué son 100€ y no otra cifra, solo vale, al margen de crear alarma social, para habilitar un marco de actuación empoderando a un Ministerio que, aunque esté empezando, ha dado ya claras muestras de su inactividad.

Hablemos claro, el primer problema del Gobierno actual y de la política energética que se ha desarrollado en los últimos cinco años, es haberse atribuido como un logro de su gestión cuando los precios de la energía eléctrica estaban por los suelos y no como consecuencia de un sistema de fijación de precios perverso que cierra precios muy bajos cuando no hay anticiclón y no hay demanda y los dispara en situaciones contrarias como la actual.

El problema no es que al subir un 12% la demanda, el último kWh que cierre precio supere los 9 céntimos, sino que este precio se aplique, no a esa última unidad, no a ese 12%, sino a toda la energía consumida, incrementando el precio para el resto de tecnologías que ofertaron precios inferiores en relación con sus costes de generación, lo que lleva implícito un sobrepago con respecto a lo ofertado. Si el modelo no fuera marginalista el efecto sobre el precio final de la electricidad sería asumible o al menos no sería portada de todos los periódicos.

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