Por Mª Concepción Cánovas del Castillo – Experta en energías renovables
Bajo el mismo paraguas de preservar la competitividad de nuestra economía y por ende la defensa de nuestros puestos de trabajo, se han venido acogiendo posicionamientos energéticos tan dispares como los del actual equipo de Gobierno en funciones de mantener el mix de generación existente y dejar para un medio y largo plazo una política activa a favor de la penetración de renovables, bajo la premisa de que todavía quedan años de investigación para que estas tecnologías sean competitivas; a posicionamientos como los que promueve la Fundación Renovables junto con otros amplios colectivos sociales, que entienden que es obligación de todos nosotros aprovechar la tecnología renovable bajo parámetros de rentabilidad, lo que unido a una mayor racionalidad y electrificación de nuestra demanda energética se traducirá, además de en una mejora medioambiental, en un efecto positivo para nuestra economía y en un claro desarrollador de puestos de trabajo.
¿Cómo es posible que posturas tan dispares se amparen bajo este paraguas común de la competitividad?, la postura que eufemísticamente podríamos llamar “negacionista”, más allá de mantener el estatus quo el máximo tiempo que sea posible, parece no percibir que competitividad y sostenibilidad hoy en día van de la mano y que no necesariamente cuanto más sostenible es una tecnología es más cara. Prueba de ellos es que la eólica ya es la tecnología más barata para producir electricidad en Europa como acaba de publicar Bloomberg New Energy Finance; y que las increíbles reducciones de costes que están experimentando las tecnologías renovables han llevado a reconocer al propio secretario de Energía de Estados Unidos , Ernest Moniz , que aunque la revolución de la energía limpia es demasiado a menudo algo que uno piensa que podría venir dentro de 10 o 20 años, el mensaje que lanza es que “miren a su alrededor, está sucediendo ahora”. Estas palabras no pueden menos que producirnos envidia por la capacidad que demuestran de mantener un espíritu abierto sobre lo que pasa a nuestro alrededor , sin ideas preconcebidas que impidan dar los pasos en la dirección adecuada.
Por contra, la estrategia seguida en España no está favoreciendo que se trabaje en las importantes implicaciones que respecto al modelo actual tendrán, entre otros, la mayor penetración de renovables, la creciente demanda de capacidad descentralizada y del almacenamiento, tanto del lado de la oferta como de la demanda, o incluso el resurgir de figuras como el cooperativismo eléctrico, origen del desarrollo de este sector. Avances todos ellos que necesariamente afectarán al diseño y fiabilidad del sistema eléctrico; con especial incidencia en la flexibilidad de los mercados, su operativa y mecanismos de fijación de precios ante la creciente sustitución de costes de combustibles por costes de capital.
En definitiva, va siendo hora que todos nos demos cuenta que las renovables y por ende el objetivo de sostenibilidad han dejado de ser una externalidad para el objetivo de competitividad y que ya no cabe hablar de solidaridad intergeneracional al hablar de una política medioambientalmente sostenible. Por el contrario, lo que ahora toca es trabajar en la necesaria adaptación del mercado; de otro modo el sobrecoste para los consumidores seria no adaptarse a esta nueva realidad, con el consiguiente efecto negativo que sobre nuestra competitividad conllevaría.