Por Carlos Bravo – Coordinador del Secretariado técnico de Alianza Mar Blava
Cada cierto tiempo, se cuela entre las noticias el recurrente mito de la industria nuclear: lograr una fuente de energía nuclear limpia, segura, inagotable y barata. El sueño toma a veces forma de ‘fusión nuclear’, otras aparece disfrazado de algún supuesto nuevo método de ‘fisión nuclear limpia’.
Recientemente le ha tocado la vez a la fusión nuclear, debido al cambio de Director General del proyecto ITER (siglas del International Thermonuclear Experimental Reactor), el reactor experimental de fusión nuclear para cuya costosísima construcción se han tenido que juntar nada menos que siete de las grandes potencias económicas del mundo: la Unión Europea, China, India, Japón, Corea del Sur, Rusia y Estados Unidos.
Hasta ahora, y seguramente durante mucho tiempo más, el ITER ha sido noticia, más que por sus logros (que no ha conseguido ninguno), por los importantes retrasos en su construcción y por sus grandes desajustes presupuestarios. Obviamente, el nuevo director del ITER promete que, con él al mando del proyecto, no se van a volver a repetir los consabidos retrasos ni los habituales sobrecostes. En fin, la cantinela de todos los directores del ITER.
La fusión nuclear controlada está lejos de ser una realidad viable, tanto desde el punto de vista técnico como desde el energético y económico. Los experimentos realizados en las décadas pasadas lograron reacciones de fusión nuclear de unos pocos segundos de duración, con un coste energético muy superior a la energía conseguida en el experimento (salvo un caso excepcional de ganancia de un 1% de energía que lograron investigadores del National Ignition Facility de EE.UU. en 2014). Y siempre a un coste económico prohibitivo.
En cualquier caso, las previsiones más optimistas consideran que el primer prototipo de fusión nuclear controlada viable técnicamente, aunque no comercialmente, estaría listo más allá de mediados de siglo, y que sólo se podría contar con una hipotética generación de reactores disponible para su explotación comercial ya cerca del final del siglo.
Consultando la hemeroteca se puede comprobar que, como ya afirmaban reconocidos científicos hace muchos años, en el programa de fusión nuclear se ha conseguido descubrir una nueva constante física: los 50 años. Ese es el tiempo que siempre falta hasta poder lograr el primer prototipo industrial de reactor de fusión, da igual la fecha de la noticia que se lea. Este parece ser el mayor logro en fusión nuclear después de 65 años de fracasos de I+D en este campo en la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia y Japón.
El ITER es un ambicioso proyecto con el que se pretende demostrar la viabilidad científica y tecnológica de la fusión nuclear. Aunque la idea del ITER surge a mediados de los 80, no fue hasta 2006 que se firmó el acuerdo que dio luz verde al proyecto. Su construcción comenzó en noviembre de 2010, con un presupuesto de 15.000 millones de euros (M€), tres veces más elevado que el previsto en 2006. Aunque las previsiones iniciales fijaban en 2016 el fin de las obras, el proyecto empezó enseguida a acumular retrasos y costes.